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De 1945 a 2012

Gobierno y sindicatos en la Argentina de posguerra

Fuentes: Rebelión

Para las nuevas generaciones es necesario hacer una apretada síntesis histórica de las notables relaciones que todos los gobiernos que se sucedieron en este período tuvieron con los sindicatos. La necesidad de los jóvenes y de los trabajadores especialmente de comprender la compleja y conflictiva situación nacional en este fin de año preñado de acontecimientos […]

Para las nuevas generaciones es necesario hacer una apretada síntesis histórica de las notables relaciones que todos los gobiernos que se sucedieron en este período tuvieron con los sindicatos. La necesidad de los jóvenes y de los trabajadores especialmente de comprender la compleja y conflictiva situación nacional en este fin de año preñado de acontecimientos decisivamente importantes nos ha llevado a intentar hacer esta reseña.

Como la superación de la etapa heroica de las primeras organizaciones obreras, la manifestación del 17 de octubre de 1945 debe ser valorada como el jalón histórico que instaló a la clase obrera en el seno de la sociedad argentina. No solamente por su presencia desde entonces en todos los acontecimientos sociales y políticos que antes le estaban vedados, sino fundamentalmente por su nueva relación e influencia sobre las otras clases sociales. Recuerdo siempre el desprecio con que sectores de la clase media registraron este ascenso de los trabajadores convertidos en diputados, patentizado en aquel chascarrillo que decía que Perón era más que Dios… porque Dios, de barro había hecho al hombre y Perón de bosta había hecho diputados.

La característica que distinguía al peronismo de los demás movimientos nacionalistas de masas que florecieron en Asia, África y América Latina en la última posguerra era el carácter obrero de su base social. La clase obrera argentina vivenció su unidad nacional como clase social en el peronismo, no en el Partido Justicialista sino en los sindicatos. La degeneración pequeño burguesa de los partidos socialistas de la segunda internacional y más aún la desastrosa política estalinista de alianza con el imperialismo democrático determinó que en la encrucijada de la guerra y ante la dicotomía Braden ó Perón, la clase obrera siguiera a Perón e intentara darle a ese movimiento una fisonomía de clase. Los dirigentes sindicales que organizaron el 17 de octubre fundaron una semana después, el 24 de octubre de 1945, el Partido Laborista encabezado por el secretario general de la CGT Luis Gay y el dirigente de la carne Cipriano Reyes, partido por el cual se presentó la candidatura de Juan Perón para las elecciones presidenciales del 24 de febrero de 1946. Perón cedía al presentarse como candidato por el Partido Laborista ante el protagonismo de la irrupción de las masas obreras organizadas desde los sindicatos y los lugares de trabajo siguiendo el paso atrás que dieron los militares que lo habían detenido en Martín García el día 9 y debieron liberarlo el 17 de octubre.

Comenzando por la Junta Militar que el 9 de octubre de 1945 sacó a Perón del gobierno de Farrell y ante el sismo social de la irrupción de las masas en la Plaza de Mayo debió liberarlo y devolverlo al gobierno, ninguno de los posteriores gobiernos de la burguesía argentina, civiles o militares, peronistas ó antiperonistas, pudo desconocer el peso de la clase obrera y prescindir de una relación determinada con los sindicatos, única organización reconocida como propia por la clase obrera. Y esta relación determinada se explica no solamente por esa irrupción de la clase obrera que acabamos de reseñar sino también por la condición dependiente de todos esos gobiernos burgueses de la semicolonia argentina que, aún subordinados, necesitaban poner algunas limitaciones a la dominación imperialista y para ello necesitaron de los sindicatos. Para estos gobiernos, tener de su lado la oferta de trabajo regulada por los sindicatos siempre fue una manera de pesar en la discusión con las corporaciones empresarias. Mientras más extranjerizadas estas corporaciones más necesario es para el gobierno nacional del color que sea poder pesar en el hecho económico capitalista básico donde el trabajo valoriza el capital, tomando prestado de los trabajadores su capacidad de hacer cesar la creación de valor y las ganancias empresarias mediante la huelga.

A pesar de que las empresas extranjeras no importan obreros sino que proletarizan la población nativa, tratan con el concurso de las fuerzas económicas, financieras, mediáticas, culturales y políticas del imperialismo presentes en el país de disputar a los gobiernos locales esa relación determinada con las direcciones sindicales. Es claramente observable cómo la desnacionalización de un sector de la economía trajo aparejada generalmente una nueva ubicación reaccionaria de la dirección sindical de esa empresa ó de ese sector de la economía.

En tensión con la necesidad que tienen los gobiernos de la semicolonia de contar con el apoyo de los sindicatos tienen al mismo tiempo necesidad de controlarlos para mantener la explotación de los trabajadores en un marco de estabilidad, sin desbordes sociales, proponiendo «acuerdos nacionales y de paz social».

Perón – Inició antes de las elecciones del 24 de febrero de 1946 la tarea de ampliar con los radicales de la Junta Renovadora el frente electoral. Luego de asumir el gobierno disolvió las autoridades de los partidos del frente para formar en junio el Partido Único de la Revolución Nacional. Esto terminó en el Partido Justicialista, verticalizando la dirección política y liquidando la experiencia del partido obrero de base sindical. No obstante, los sindicatos llevaron una lucha intensa de huelgas entre el 46 y el 49 para generalizar la organización sindical y las conquistas en todo el país y en todos los sectores de la economía. Perón empujó a la renuncia al secretario de la CGT Luis Gay reemplazándolo por Aurelio Hernández y en 1949 por el camionero sanjuanino José Espejo. En los primeros cincuenta, en su segundo gobierno incorporó a Espejo, secretario de la CGT al gabinete. Independientemente que la virtud fundamental de Espejo era su verticalidad con Perón su presencia en el gabinete demostraba que los sindicatos eran un importante factor de poder. Y este factor de poder se sostenía en los años 50/55 por la lucha de los sindicatos para que no le hicieran pagar a los trabajadores la crisis de crecimiento con los planes de productividad. El doble poder en las fábricas, la huelga textil de 1951 con ocupaciones y puesta en funcionamiento, el triunfo de Framini en textiles en 1954 contra la lista oficial nos dicen que el ofrecimiento de Perón a la burguesía de una alianza nacional con la clase obrera que él controlaría por medio de la burocracia sindical había fracasado. Esta fue la causa fundamental que precipitó el golpe reaccionario y la huida de Perón en septiembre de 1955. Por esa misma causa lo dejaron ir y lo trajeron después como bombero.  

Los dictadores de 1955 – Fueron de cartón. Se anunciaron por diez años, intervinieron militarmente la CGT y los sindicatos, proscribieron al peronismo y al año siguiente debieron negociar con los sindicatos un aumento del 30 % de los salarios. Debieron llamar a elecciones en 1958 y aceptar la candidatura de Frondizi apoyada por el peronismo bajo la promesa de devolver la CGT y de legalizar al PJ.

Frondizi – Negoció con Perón el apoyo del peronismo. Los trabajadores peronistas y una gran parte de las direcciones sindicales medias y regionales lo votaron tapándose la nariz y reiniciaron el movimiento de la lucha sindical al día siguiente del fin de la campaña. Antes del año de gobierno el intento de privatizar el frigorífico Lisandro de la Torre fue respondido con la ocupación y la huelga indefinida por los 9.000 trabajadores y con barricadas por el barrio de Mataderos. Provocó una huelga general nacional semiinsurreccional declarada por las 62 Organizaciones. En abril de 1959 el gremio bancario estuvo en huelga 69 días. Frondizi negociaba con los sindicatos con el señuelo de la devolución de la CGT – todavía con intervención militar – y con la sanción de la ley 14455 de asociaciones profesionales, adecuada al sostenimiento de la estabilidad de las direcciones sindicales. Para las elecciones parlamentarias de marzo de 1960 Frondizi no legalizó el peronismo que votó en blanco y el régimen intentó desde provincias con caudillos locales y partidos neoperonistas como el Movimiento Popular Neuquino, Chaqueño etc. desarticular el peronismo. Pero el peronismo en esa época no era el PJ sino los sindicatos. Cuando en 1961 bajo la hipótesis desarrollista Frondizi radicó más de diez fábricas extranjeras de automóviles y comenzó a implementar el plan del general norteamericano Larkin levantando vías y ramales ferroviarios y despidiendo trabajadores para que no compitan con la industria de vehículos de transporte automotor de pasajeros y cargas los sindicatos ferroviarios comenzaron el 30 de octubre una huelga que duró 42 días. Todos los sindicatos del país la acompañaron con un paro de 72 horas el 6,7 y 8 de noviembre. La resistencia sindical y la necesidad del gobierno Frondizi de arreglar con los sindicatos lo determinaron a llamar a elecciones provinciales y legislativas para el 18 de marzo de 1962 legalizando al peronismo que llevó como candidatos en todos los distritos mayoría de dirigentes sindicales. El caso destacado entre tantos fue la candidatura y el triunfo como gobernador de la provincia de Buenos Aires del secretario de la Asociación Obrera Textil Andrés Framini. Frondizi anuló las elecciones esa misma noche, los militares lo derrocaron once días después y asumió como presidente José María Guido, presidente provisional del senado, por renuncia anterior del vicepresidente. Guido fue un títere de las fuerzas armadas.

El derrocamiento de Frondizi alimentó e hizo explícita la lucha de las dos tendencias que dividían a las fuerzas armadas desde setiembre de 1955. La división de azules y colorados estaba movida por la incapacidad del régimen surgido del golpe para controlar y dominar el movimiento de masas peronista, esencialmente la lucha de la clase obrera en los sindicatos. El general Lonardi como Frondizi y los azules, de donde surgió Onganía, creían posible instrumentar a la dirección peronista y a las direcciones sindicales burocratizadas asimilándolas a una alianza gubernamental que posibilitara la estabilidad del gobierno. Los colorados en cambio, más ligados a las tradiciones oligárquicas y elitistas del ejército y especialmente de la marina, veían en los sindicatos peronistas – como declarara Alzogaray – el peligro del comunismo en Argentina. La lucha política interior en las fuerzas armadas se resolvió en dos etapas durante la presidencia de Guido. En setiembre de 1962 los azules forzaron un cambio en la jerarquía instalando al todavía general de brigada Juan Carlos Onganía como comandante en jefe. El 2 de abril de 1963 se precipitó el enfrentamiento definitivo con participación de las unidades del ejército y la marina de todo el país. Los azules triunfaron, ocuparon el reducto de la marina en Puerto Belgrano y reestructuraron su plana mayor. Tres meses después llamaron a elecciones manteniendo la proscripción del peronismo.

 

Arturo Humberto Illia – Candidato radical, con el peronismo proscrito, ganó las elecciones de julio de 1963 con el 25 por ciento de los votos. Legalizó al peronismo, anuló los contratos petroleros de Frondizi, mantuvo una conducta democrática pero no pudo superar su falta de legimitidad de origen ni su mala relación con los dirigentes sindicales peronistas. Entre mayo de 1963 y diciembre de 1965 la CGT llevó adelante una serie de medidas de protesta que se conoció como el Plan de Lucha. En su segunda etapa, dicho plan dispuso la ocupación masiva de fábricas a nivel nacional, medida que afectó a 11.000 lugares de trabajo y casi 4.000.000 de trabajadores. La acción estuvo centralizada por la dirección de la CGT. Si bien sus objetivos manifiestos eran de carácter económico, tuvo un claro impacto a nivel político. Sin apoyo popular suficiente el médico de los pobres, como le llamaban, fue sacado de la casa de gobierno por la compañía de gases de la policía federal a requerimiento del ejército en el golpe que lo derrocó el 28 de junio de 1966.  

General Onganía – El liderazgo de este nuevo caudillo del partido militar, autoritario, que también «venía por diez años», resultó tan efímero como su intento de instrumentar una alianza estable con la burocracia sindical peronista encabezada por Vandor. No obstante, la reseña de su intento es muy demostrativa del papel de los sindicatos en el poder burgués en Argentina que queremos señalar. Vandor, presente inusualmente de saco y corbata cuando juró Onganía, negoció su apoyo al golpe logrando por decreto la eliminación de las quitas zonales del salario de los metalúrgicos conquistando la igualdad en los salarios de todo el país. Aceptó, ó mejor dicho guardó silencio en cambio cuando el gobierno militar eliminó, también por decreto, el pago del sábado inglés que se mantenía en cinco provincias argentinas, entre ellas Córdoba [1] y que fuera «motivo» del Cordobazo tres años después. El Cordobazo señaló el principio del fin de la dictadura de Onganía. Descubrió el carácter conservador de su «nacionalismo» y destapó un estado deliberativo en el ejército con el surgimiento de una corriente nacionalista antiimperialista encabezada por el general Jorge Raúl Calcagno, el general Eduardo Labanca y otros. Onganía prohibió los partidos políticos, entró a palos a la universidad en la noche de los bastones largos y congeló por decreto los salarios. Su Estado autoritario pretendió obligar a las multinacionales de la industria automotriz a bajar los precios de los automóviles bajando las tasas aduaneras e importando esos mismos automóviles desde las matrices de las mismas fábricas. Una risa, sino hubiera sido una tragedia. Krieger Vasena facilitó la desnacionalización total de las aguas gaseosas y de los cigarrillos. La lucha molecular por aumentos de salarios fábrica por fábrica fue vaciando el congelamiento de los salarios y la protesta social económica y democrática se generalizó parcialmente en insubordinaciones sociales en todo el país que el Cordobazo terminó de legitimar. Nuevamente fueron los sindicatos sostenidos por el espíritu de lucha de los trabajadores los que inestabilizaron y terminaron con las pretensiones dictatoriales y extranjerizantes del onganiato.

Consideraciones generales – Cuando hablamos de sindicatos debemos distinguir dos actores: la masa de trabajadores con sus diversos sectores y las direcciones sindicales. La contradicción masas – dirección en el movimiento peronista entendido en general, entre su dirección burguesa y su base obrera, sin cuya comprensión es imposible entender la historia argentina de los últimos setenta años, no es la misma que la distinción entre la clase obrera y las direcciones sindicales, peronistas en general durante este período. Por su función articuladora del conflicto social entre obreros y burgueses, entre trabajadores y gobiernos diversos de la burguesía, las direcciones sindicales ocupan un lugar social determinado que no es el de la clase obrera en si misma ni tampoco el de la burguesía. Sus movimientos contradictorios y alternativos entre las dos clases fundamentales determinan un lugar social propio, de clase intermedia. Son el nuevo contingente de la pequeña burguesía, como la llamara Trotsky. Su vida social transcurre también como un sector de esta clase. La «carrera» de dirigente sindical que la burguesía se encarga de facilitar y a veces de organizar hace que la vida de los dirigentes sindicales no sea la misma que la de los trabajadores del sindicato que dirigen. Sus sueldos no son los mismos y consiguientemente sus viviendas y medios de transporte. Las mismas empresas se encargan de favorecer que los dirigentes estén rentados y no trabajen para sacarlos del lugar de trabajo y de la influencia de los compañeros. En febrero de 1970, sacudido por las consecuencias políticas del cordobazo, el moribundo gobierno del general Onganía sancionó la ley 18610 de Obras Sociales otorgándole a los sindicatos el manejo de un sector importantísimo de la salud pública, financiada desde entonces con aportes de los trabajadores que retenían los empleadores y contribuciones patronales que la ley establecía. Refluyeron los hospitales sindicales tanto como el hospital público y el servicio de salud quedó fundamentalmente en manos de clínicas privadas contratadas por las obras sociales sindicales. Esta intermediación que controla grandes sumas fortaleció el sindicalismo empresario para alejar a sus dirigentes del sindicato entendido como herramienta de lucha.

La burguesía toda trató de cooptar a los sindicatos con funciones propias del Estado. Lograron interrumpir el desarrollo de la corriente jacobina con el retorno de Perón, con el «gran acuerdo nacional», levantando la proscripción y embretando a los trabajadores detrás del Partido Justicialista y el camino pacífico del voto. Cuando ese intento de controlar a los sindicatos fracasó y una huelga y concentración en Plaza de mayo en 1975 obligó al exilio de López Rega, arrasaron con el terrorismo de Estado. Toda una estructura de agrupaciones sindicales, delegados y comisiones internas, toda una generación de obreros avanzados que se desarrollaron desde 1955 en la lucha contra los gobiernos antiobreros, hijos de la proscripción, que fueran sucesivamente derrotados por la lucha obrera en los sindicatos fueron secuestrados, desaparecidos, ó eliminados de las fábricas. La epopeya de lucha de la clase obrera argentina formó parte de la más grande ola de la revolución colonial mundial y su derrota fue el comienzo de la más grande derrota obrera y de las masas en todo el mundo desde que existe el capitalismo.

En esa función negociadora con los patrones y sus gobiernos muchos dirigentes sindicales traicionan a la clase de la que proceden y se convierten en empresarios. Otros, por mejores tradiciones, por una mejor ubicación política ó ideológica, por una relación más directa con la base obrera, se mantienen en la defensa de los intereses obreros. La lucha de clases se verifica también dentro de la burocracia de los sindicatos como se verificaba dentro de la burocracia soviética ó China. Sin esta comprensión, el reduccionismo de otorgarle todo el control de las direcciones sindicales a la burguesía, no permite comprender a la clase obrera en su táctica de luchar por sus conquistas usando a estas direcciones sindicales y sus diferencias internas, proceso en el cual solamente es posible construir una dirección política y sindical de clase y revolucionaria. Además este reduccionismo no permite explicar los enfrentamientos y las crisis de los gobiernos burgueses con los sindicatos. ¿Qué no son direcciones proletarias revolucionarias salvo excepciones? Claro que no. Las direcciones sindicales, que en Argentina son tan políticas, serán mayoritariamente revolucionarias cuando la revolución. Antes deben ejercitarse nadando contra la corriente.

El kirchnerismo – El peronismo de Néstor Kirchner y Cristina Fernández no es obrero ni de las corporaciones más representativas de la clase dominante. Es un peronismo pequeñoburgués que se asume como gobierno de una burguesía nacional «a construir». Desde el punto de vista ideológico cultural arrastra posiciones de «la tendencia» de los setenta pero que pasaron por la derrota y el reflujo, por eso es desarrollista, apuesta a la inversión externa porque no cree en las estatizaciones y su suposición de la posibilidad de un nuevo capitalismo, de una democratización de la ONU, del FMI y de los organismos multilaterales de crédito implica la desvalorización de la utopía socialista que la derrota destruyó en la cabeza de mucha gente. CFK, en octubre del 2006 , se preguntó qué era el capitalismo. Y se respondió: «Una de las cosas que hace caer al muro de Berlín no es el poderío de Estados Unidos, sino que el capitalismo es una mejor idea que el comunismo y si el capitalismo se distingue frente a otras doctrinas es por la idea de consumo». El viernes 19 de octubre de 2010, en la UIA, dijo primero la presidenta: Esto es clave. Observen: Corea hace 25 años tenía un ingreso per cápita de 100 dólares; hoy Corea tiene un ingreso per cápita de 20.000 dólares; son 48 millones de coreanos que viven en un territorio similar, por ejemplo, a la provincia de Catamarca. Esto lo han logrado con innovación tecnológica. Luego continuó: Ya nadie piensa en un Estado empresario….. Más tarde agregó: Ya nadie piensa en un Estado empresario; el Management y la propiedad son esencialmente privados.

El desarrollo relativo de Corea del Sur fue una «concesión» del imperialismo. Se hizo cargo de su defensa desde la guerra coreana de 1950 que dividió la península entre el refugio norteamericano del Sur y Corea del Norte defendida por China y la URSS. EE.UU. financió el desarrollo del Sur otorgándoles a los gobiernos militares financiamiento, tecnología y el propio mercado interno norteamericano para su desarrollo como frontera geopolítica. Esas particularidades geopolíticas del mundo bipolar de la guerra fría son impensables para la semicolonia argentina de hoy. CFK y nosotros debemos pensar qué ningún país atrasado se desarrolló en el siglo pasado con inversiones privadas externas. Solamente la Unión Soviética y China Popular se desarrollaron con economías estatizadas y planificadas. A pesar de la burocracia, salieron de los piojos y la hambruna y se convirtieron en potencias mundiales. Entre 1952 y 1977, antes de las reformas capitalistas de Deng de 1978, bajo una economía estatizada y planificada, la producción industrial china creció a una tasa anual promedio del 11,3 %, un ritmo de industrialización más rápido que el logrado por ninguna otra nación durante un período comparable en la historia mundial moderna. [2]

La hipótesis capitalista, antiestatalista, de empresas privadas y gerenciamiento privado, de inversiones externas y extranjerización creciente de la economía que sostiene la política neodesarrollista con la que el país ha crecido a tasas elevadas desde el 2003, con algunas estatizaciones destacadas, muy celebradas por todos pero insuficientes, ha entrado en una crisis de crecimiento. El estancamiento de la economía de los viejos países centrales está deteriorando la demanda y alimenta las guerras comerciales, monetarias y los conflictos militares. La industrialización dependiente con empresas extranjeras es deficitaria en la balanza comercial y agudiza la falta de dólares por el crecimiento prolongado [3] . Esto hace inviable la continuación del crecimiento, el desarrollo y la autonomía nacional. La necesidad de un programa transitorio de empresas del Estado, de un banco único nacional que capte el ahorro y dirija el crédito, de la nacionalización de los sectores de punta más rentables que permitan una acumulación mayor de capital para invertir en infraestructura, en ciencia y tecnología se hace cada día más notorio. Las fuerzas sociales necesarias para encarar estas medidas, que provocarían sin duda reacciones mayores que las que convocan actualmente la derecha y los caceroleros, pueden surgir inmediatamente si hay una apelación a las masas, a la clase obrera y los sindicatos con este programa.

La organización de una nueva empresa estatal de ferrocarriles con control obrero y de los obreros, descartando las onerosas concesiones a empresas privadas, despertaría un entusiasmo obrero y popular que alentaría todo un plan de empresas del Estado en cada uno de los sectores clave de la economía. Para eso hay que hacer un balance objetivo de la experiencia histórica que prueba la superioridad de la empresa estatal. Confiar en las capacidades sociales y políticas de la clase obrera y en la superioridad de la administración obrera de la industria nacionalizada. La declaración del ministro del Interior y Transporte Randazo del miércoles 19 afirmando a Radio 10 que el gobierno no piensa en estatizar los ferrocarriles, que la prensa trató de ocultar, reduce al mínimo los beneficios de la duda que tenemos sobre el camino que seguirá este gobierno cuando la crisis exija definiciones más terminantes frente al imperialismo. La «estatización» del predio de la Rural de Palermo no contradice la apuesta al desarrollo con inversión y empresa privada extranjera ó nacional con subsidios y desgravaciones del Estado.

En el desarrollo de este artículo mostramos el papel de los sindicatos como factor de poder en la historia de los distintos gobiernos burgueses que la presidenta trata de desconocer ó desvalorizar empujando a algunos dirigentes sindicales a la oposición.

El proyecto político de Moyano – Los programas políticos que levantó la Corriente Nacional del Sindicalismo Peronista (CNSP) y la Juventud Sindical (JS) lideradas por Hugo Moyano y por su hijo Facundo Moyano nos hizo suponer a muchos que declarar inexistente a la burguesía nacional, una «cáscara vacía» al PJ, romper con las 62 Organizaciones de Gerónimo Venegas y levantar los programas de estatizaciones de La Falda y Huerta Grande, además de expresar la continuidad del peronismo por la cohesión de clase de su base obrera, implicaba el desarrollo aún deformado por el aparato de la burocracia de una tendencia obrera de clase. Más allá de la diferenciación del discurso de Juan Carlos Schmidt y de otras manifestaciones que el salto a la oposición de Moyano pueda tener a futuro en el seno de la corriente que él encabezó, podemos decir que nos equivocamos. Debiéramos haberlo previsto. Cuando Hugo Moyano hablaba en los actos con CFK de que esperaba que algún día un obrero entrara en la Casa Rosada no se refería a un gobierno obrero. Cuando puso como ejemplo a seguir el gobierno de Lula en Brasil fue claro que hablaba de un gobierno burgués protagonizado por la burocracia sindical. El intento actual de construir un partido como el PT de Lula, construyendo alianzas con sectores medios para presentarse a elecciones en el 2013 tiende a repetir las alianzas con corrientes del sistema que dieron lugar a la fundación del PT por siete dirigentes políticos vinculados a la iglesia y a los partidos reformistas de la burguesía. Alianzas que todavía hoy acompañan y condicionan al partido y al gobierno del PT.

Apuntes finales

 

En este año 2012 ha comenzado un cambio histórico en las condiciones de la economía mundial. Los países centrales de occidente no salen del estancamiento y la caída de la demanda global que esto produjo obligó a China a comenzar a reemplazarla con mercado interno. Para ello aumentó salarios y esto entraña el fin de la globalización. La hipótesis de la utilización internacional de la mano de obra barata de oriente «liberando» del trabajo la economía de los EE.UU. y de Europa metropolitana con la deslocalización de su industria manufacturera ha llegado a su fin y en Estados Unidos se desarrolla una acelerada repatriación de la industria manufacturera. En este interregno, la caída de la demanda de los mercados metropolitanos de occidente que no salen del estancamiento ha frenado el crecimiento acelerado de los países de América Latina y se suceden las demandas entre estos países y las metrópolis ante la Organización Mundial del Comercio. La crisis se trasladó a la política y las relaciones internacionales sacudidas hasta ayer por ataques e invasiones de la OTAN a países atrasados como Libia, escala a un enfrentamiento prebélico con el bloque oriental en el Este de Europa, en Siria y en la disputa por Asia Central.

Las contradicciones contenidas en los países que iniciaron un movimiento nacional en América Latina luego de la crisis del neoliberalismo a fines de los años noventa escalan también con la crisis mundial, se producen divisiones y rompimiento exigiendo definiciones políticas y sociales. Es en este contexto donde debemos analizar la aceleración de los enfrentamientos y la busca de definiciones entre el gobierno argentino, las corporaciones empresarias, los medios monopólicos, la corporación judicial y los propios sindicatos sobre este fin de año. También en el interior de las direcciones sindicales los distintos grupos buscan definiciones ante la crisis que potencia diferencias y reagrupamientos convirtiendo la lucha por reivindicaciones salariales en una lucha más política.

En estas circunstancias la lucha por las ideas, por el programa, por la política, adquiere nuevo valor en las fábricas, en los lugares de trabajo, en los sindicatos, en las agrupaciones sindicales y en los partidos y grupos políticos donde se agrupan obreros avanzados. La crisis de la CNSP y de la JS y su nueva relación con el gobierno abren una discusión entre la nueva generación de delegados y comisiones internas que maduraron con la reanimación de la vida obrera en estos últimos diez años. Trataremos en el nuevo año que se inicia de seguir pensando y discutiendo cómo organizar a la clase obrera para que ascienda como sujeto social y como dirección de la lucha por la liberación nacional y social.



[1] La ley de sábado inglés incorporó las 4 horas del sábado por la tarde al descanso semanal e impuso a los empleadores el pago de una bonificación del 9.09 % del salario en compensación por esa reducción de jornada semanal de 48 a 44 horas. (4/ 44 x 100 = 9.09)

[2] La China de Mao y después, una historia de la República Popular,   del historiador norteamericano Maurice Meisner

[3] El poder de las multis   Página/12 10-12-2012. Alejandro Naclerio Doctor en Economía Universidad Paris 13… al desagregar la balanza comercial, los saldos positivos se deben exclusivamente a los sectores basados en recursos naturales. El saldo externo resultante de la suma de los bienes de baja, media y alta tecnología es negativo en más de 31.500 millones de dólares para el año 2011… Las corporaciones multinacionales saben que la fuente de su ganancia son los saberes tecnológicos que ellos detentan y, por ende, nunca los transfieren.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.