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La izquierda fragmentada

Fuentes: Rebelión

Desde hace varios años, en nuestro país, Argentina, se viene instalando un sano debate hacia dentro de los movimientos sociales, la izquierda independiente, autónoma o popular (formas todas de intentar nombrar las organizaciones que surgieron a lo largo de la la última decada y media, buscando romper con las formas tradicionales de hacer política, tanto […]

Desde hace varios años, en nuestro país, Argentina, se viene instalando un sano debate hacia dentro de los movimientos sociales, la izquierda independiente, autónoma o popular (formas todas de intentar nombrar las organizaciones que surgieron a lo largo de la la última decada y media, buscando romper con las formas tradicionales de hacer política, tanto de izquierda como, claro está, de derecha).

Este debate está atravesado por la nueva coyuntura, por la experiencia acumulada de prácticas territoriales y de articulación de las mismas, que fueron marcando la necesidad de poder saltar los propios límites que nos planteaban nuestras construcciones, a la vez de empezar a discutir más a fondo la necesidad de un proyecto político propio y qué formas darle para hacer viable ese proyecto, creíble, o sea: que contagie y sea real para las grandes mayorías y no sólo para el pequeño sector en el que venimos construyendo.

Sin duda uno de los grandes referentes de esta construcción fue el FPDS, espacio de articulación y construcción de un proyecto político con 8 años de experiencia, desde la diversidad de prácticas en distintos territorios y lugares del país (aunque, ya hablaremos más tarde, con un fuerte eje en la Provincia de Buenos Aires).

La noticia de la fractura del FPDS en FPDS y FPDS corriente nacional, es, a mi entender, un retroceso y un error político de peso importante para la historia y la acumulación de esta izquierda popular. Es cierto, de los errores se aprende, y esto seguro servirá para potenciar nuevas discusiones y formas de hacer y llevar adelante nuestra política, pero, ¿era necesario de esta forma? No lo creo.

Primero: la izquierda tiene un pulsión repetitiva, obsesiva, innecesaria, deformante, dogmática y sectaria, de fragmentarse. Encima, para alejarse más aún de las grandes mayorías, siempre gusta de disputarse de las siglas, como si la mayoría de nuestro pueblo comprendiera las diferencias entre el PC o el PCR, PCR congreso extraordinario, los ejemplos sobran. Cuando uno ve los carteles de actividades en las calles, muchas veces parece más una ecuación matemática que organizaciones, y hasta a los propios militantes nos cuesta seguir el hilo.

Entonces, ¿era necesario, consumado ya el hecho de que las discusiones no se pudieron salvar hacia dentro, crear una fractura que volviera a la lógica de FPDS / FPDS-CN? Lo mismo que hizo la izquierda dogmática siempre, tan criticada desde nuestro sector. ¿No se podía, incluso con las diferencias sin salvar, encontrar una salida política más estratégica hacia las grandes mayorias y hacia el grueso de las organizaciones del país que, siendo parte de este horizonte de construcción, no son orgánicos a ningún espacio nacional? Creo que sí, que hubiera sido posible, con un poco más de humildad, de visión amplia y bastante menos de dogmatismo y sectarismo.

Esto es una arista. Pensemos otra, de tal vez implicancias más directas para nuestra construcción. Dije antes que el FPDS era un referente en la Argentina para la izquierda popular. Ahora, si bien la vocación de construcción de un espacio nacional siempre estuvo presente, está se ve interrumpida por las propias limitaciones y esas limitaciones tienen muchos nombres. Uno de ellos es el centralismo de Buenos Aires en estas construcciones.

Es fundamental reconocer que en Buenos Aires vive una gran mayoría del pueblo argentino, que sus problemáticas son muchas y urgentes, que tienen un ritmo propio y que necesitan, indispensablemente, un espacio que trabaje con esos ritmos y esa agenda. Ahora, para una organización nacional, eso no sirve. No sirve porque el resto del país es muy distinto a Buenos Aires, y de hecho, es muy distinto entre sí mismo. Lo que requiere otros ritmos y otra agenda, para una construcción real.

Pienso: ¿Ayuda a una organización de un pueblo de cualquier provincia tener que pensar si es mejor articular con el FPDS o con el FPDS-CN? ¿Ayuda a la creación de un espacio realmente nacional, o siquiera, a que muchas de las organizaciones que no tienen una pertenencia a un proyecto más amplio puedan discutirlo?

Mientras en la izquierda siga primando la idea de que frente a las diferencias reales lo mejor es construir separados, seguiremos siendo un proyecto marginal, poco conocido, que puede, con justa razón, estar orgulloso de sus construcciones de base, pero no más: lejos aún la posibilidad de realizarse como proyecto político.

Las organizaciones del resto del país también deberíamos tomar nota y cuestionarnos por qué cuesta tanto gestar o participar de espacios provinciales, regionales y nacionales de construcción. De nada sirve estar aislados. De nada sirve estar juntos pero con agendas que no incluyan en su complejidad las distintas realidades de los territorios.

Si no hacemos de esta fractura un real aprendizaje el riesgo es volver a caer en los mismo errores. Y no nos podemos dar ese lujo. Necesitamos avanzar.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.