La única respuesta de los llunk’u es no entrar al debate, prefieren escabullirlo, optando por los procedimientos más pedestres de la descalificación. Lo hacen pues se han roto ética y moralmente, son como las termitas que se comen la madera con la que se tiene que construir el Estado plurinacional comunitario autonómico. No pueden […]
La única respuesta de los llunk’u es no entrar al debate, prefieren escabullirlo, optando por los procedimientos más pedestres de la descalificación. Lo hacen pues se han roto ética y moralmente, son como las termitas que se comen la madera con la que se tiene que construir el Estado plurinacional comunitario autonómico. No pueden decir nada ante la evidencia de la restauración descomunal del Estado-nación, colonial y rentista. No lo hacen pues han optado por el servilismo más indigno y adulador; en el mejor de los casos hacen apología de un gobierno atravesado por grotescas contradicciones. Olvidan que la crítica es la mejor defensa del «proceso» de cambio, que la movilización general de 2000 al 2005 es la forma de la crítica fáctica de las multitudes, y que para realizar las transformaciones demandadas por la Constitución se requiere de la crítica teórica, política y heurística. Nada de esto pueden hacer los llunk’u pues han optado por el camino del encubrimiento y la complicidad con la secuencia escandalosa de errores. Son las voces del mal augurio que aplauden el naufragio.
Llama la atención que ante una consigna revolucionaria, como es la del gobierno provisional revolucionario, que forma parte de la memoria colectiva de la lucha de los pueblos, se desgarren las vestiduras, como lo hacen los más declarados defensores de la formalidad burguesa. En realidad, esta gente, que se inviste de «revolucionaria», no es otra cosa que impostores y simuladores. Cuando se enfrentan a la crisis política, como la que vivimos, cuando hay que defender críticamente el «proceso», cuando hay que tomar medidas de emergencia para reconducir el «proceso», dan un grito al cielo ante propuestas de un gobierno de reconducción, que emerja de la movilización. La falta de formación, de experiencia política, de compromiso, de imaginación y de consistencia, les lleva a acudir a argumentos tan estrambóticos, dignos de un conservador declarado, aproximando el concepto del gobierno provisional revolucionario con el golpe de Estado.
Estos llunk’u quieren ahora tomar la pose de seriedad, de llamada de atención, acudiendo a una forzada ironía, para intentar lo que hace la pose de formalidad de la institucionalidad colonial, moderna y liberal, impresionar con su reiterativo simbolismo formal. Es una nueva mascara, después de avalar la expansión inverosímil de la corrupción, el clientelismo y el prebendalismo. Sobre todo después de avalar el modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente y la consolidación del Estado rentista. Lo más grave es que los llunk’u han decidido defender, como confesos nacionalistas, su Estado, el Estado-nación, dispositivo de la dominación del orden mundial, que administra y transfiere los recursos naturales de las periferias al centro del sistema-mundo capitalista, declarando la guerra al germen del Estado plurinacional, que se encuentra en la Constitución, en los territorios indígenas, que quiere ocupar el gobierno popular y entregar a las empresas trasnacionales extractivistas; germen que se encuentra en las naciones y pueblos indígenas, en el proletariado nómada, en el pueblo boliviano, que ha confiado en la oportunidad histórica. La pose de seriedad cae por su propia artificialidad, pues no es serio esconder la alarmante corrupción, tampoco el estancamiento de las nacionalizaciones, reducidas al procedimiento capitalista de compra de acciones, entregando el control técnico de la explotación y producción hidrocarburífera a las empresas trasnacionales. Esta pose de seriedad y «madurez» es extravagante en este contexto. Estos «llunk’u» creen, como en el caso del disfraz de héroes de rebeliones y revoluciones pasadas, que el ropaje transmitiría, por arte de magia, a sus conservadoras almas el espíritu de aquellos tiempos. Nada más dramático es verlos simulando cuando lo único que hacen es desprender prácticas, acciones, pensamientos, conservadores, prejuiciosos y restauradores.
El problema del itinerario de todas las revoluciones ha sido este decurso sinuoso; las «vanguardias», por así decirlo, comienzan la «revolución», uno de los sectores conservadores, más hábil, que el que defiende el antiguo régimen, opta por incorporarse, pero lo hace para dirigir, controlar y limitar al máximo los alcance de la revolución. Se puede identificar pues quiénes son estos «termidoranos», terminadores de la «revolución», que tempranamente han mostrado estas aptitudes para el realismo político y el «pragmatismo». Lanzan tesis insólitas e insostenibles teóricamente y empíricamente como la del capitalismo andino-amazónico; tesis que ante la avalancha de críticas, la barnizan con la tesis del socialismo comunitario, que termina siendo lo mismo, a pesar del uso manipulador de los términos. Después acuerdan con la oligarquía regional una convocatoria a la Asamblea Constituyente, que limita y controla a la Asamblea Constituyente.
Sobre todo el ideólogo del realismo político y del «pragmatismo» criollo boliviano, ha interpuesto sus buenos oficios para la elaboración de la convocatoria a la Asamblea Constituyente por parte del Congreso, cuando el poder constituido no tenía ninguna competencia para intervenir en un acontecimiento que forma parte de la auto-convocatoria del poder constituyente, los movimientos sociales anti-sistémicos. La insurrección popular ya había convocado a la Asamblea Constituyente en la guerra del agua (2000), en la marcha del CONAMAQ y del CIDOB por la Asamblea Constituyente (2002), en la guerra del gas (2003) y en las jornadas de mayo y junio de 2005. Es este personaje pre-claro el que ha permitido la introducción de la aritmética de las decisiones de los 2/3 en la ley de convocatoria a la Constituyente, es el mismo personaje que ha intervenido infructuosamente, mandando a sus alfiles, con órdenes, que desencadenaron la crisis de los 2/3 en la Asamblea Constituyente, llevándola a casi el colapso, pues no se sesionó por aproximadamente siete meses. A pesar de los errores mayúsculos, éste estratega, que más se parece al «metafísico del fracaso», del que escribe Augusto Céspedes, continúa con sus ingeniosas intervenciones. El Congreso es el que amplía el mandato de la Constituyente, cuando era la propia Asamblea Constituyente la que podía tomar esta decisión. No contento con estas intervenciones violatorias contra el poder constituyente, encarnada en la Asamblea Constituyente, termina llevando a revisión el texto constitucional aprobado por la Asamblea Constituyente en Oruro. La revisión la hace nada mas ni nada menos que el Congreso, convertido en constitucional; el poder constituido revisa el 30% de la Constitución aprobada. Estas revisiones son conservadoras, limitantes, y demoledoras respecto a los objetivos de la Constitución. Se anula la reforma agraria, mostrando un evidente acuerdo del gobierno con los terratenientes, como ahora lo hacen al aprobar una pausa para la función económica y social, favoreciendo a los terratenientes. Ya queda como anécdota recordar que en esa revisión cambian la disposición transitoria de Oruro, que decía reelección indefinida, por la que se promulga donde se contabilizan los mandatos anteriores a la vigencia de la Constitución. Esto sumado a que sólo se puede reelegir una sola vez consecutiva, descarta la postulación inmediata del presidente a la reelección, si es que no se hace una reforma parcial a la Constitución.
No es pues casual que este lumbrera tenga tanta influencia en el gobierno, en el Congreso y en los demás órganos del Estado. Hay un proyecto de poder antelado. Tardó tiempo en decidirse a participar como candidato a la Vicepresidencia el 2005, pues había otro proyecto, llevarlo a él como candidato, pues se argüía que el MAS iba a empatar con la derecha, entonces era indispensable pensar una tercera alternativa. Las vinculaciones con empresarios brasileros, después con el gobierno brasilero, se dan con anticipación. Dados estos antecedentes no se podía esperar otra cosa cuando el entonces Ministro de Minería e Hidrocarburos, Andrés Soliz Rada se opone a firmar un convenio con Brasil que comprometía el gas húmedo, llevándose energía no pagada bajo el concepto de compra de gas seco, pues atentaba contra el Decreto Héroes del Chaco y contra los intereses del Estado [1] . El estratega atiende una llamada de Marco Aurelio, entonces asesor de Lula da Silva, que se queja de que su ministro no quiere firmar el convenio. El aludido llama al ministro y le pide la renuncia. ¿Qué clase de conducta es esta? ¿Patriótica? ¿Seria, madura, realista? Tiene un nombre, más allá de las poses; es servir a los interese de otro Estado y de las empresas trasnacionales de ese Estado. Es ser agente de los interese de la burguesía internacionalizada brasilera, que tiene un proyecto geopolítico hegemónico regional, diseñado en el IIRSA.
No hablemos de la poco valiente actitud de no reconocer quién dio la orden en la represión de Chaparina a la VIII marcha indígena en defensa del TIPNIS, que habla de por sí de un perfil psicológico conflictivo, vulnerable y caótico, a pesar de las apariencias de seriedad, de determinación y de seguridad. Dejemos pendiente su papel despótico en el conflicto del TIPNIS, conflicto que devela el carácter anti-indígena de un gobierno extractivista. Situémonos en el tema de la reelección, escandalosa de por sí, pues la Constitución promulgada es clara e indiscutible; no puede haber reelección, salvo si hay reforma constitucional y referéndum, consulta que podía mas bien fortalecer la reelección del presidente y darnos la oportunidad de re-conducir el proceso, contado con acuerdos en la campaña. ¿Por qué se lleva al presidente a una reelección impuesta, forzada de manera grotesca, mermando su apoyo? El personaje en cuestión no estaba habilitado, pues el Congreso del MAS no lo había elegido; por primera vez sólo había elegido a Evo Morales como candidato a la presidencia. Por otra parte, la misma Constitución dice equidad de género y alternancia. No había por donde. La tramoya es idear una estrategia sagaz, consultar al TCP sobre la interpretación capciosa de la mayoría del Congreso, buscando en la consulta su habilitación. Conocemos la resolución del tribunal, con lo que la eminencia termina habilitada, saltando la voluntad orgánica del MAS. ¿Por qué se hace esto, arriesgando la propia candidatura del presidente?
Ya es voz popular que el que gobierna es el clarividente estratega del realismo político y del «pragmatismo», que ha armado toda una estructura de poder en el Estado, que le permite controlar e influir en todas las decisiones que se tomen en el aparato burocrático. Es posible que esta imagen popular sea exagerada, además derive de la teoría de la conspiración; de todas maneras da una imagen de las percepciones populares sobre el manejo del poder en las gestiones del gobierno popular. Creo más bien que lo que se ha dado es una lenta marcha de deterioro, una lenta entrega a las estructuras de poder local, regional y local. Al principio se metieron en cosas grandes que creían que podían controlar, contando con la autoestima insuflada de líder, por una parte, y la autoestima de intelectual, por otra parte; empero, el peso de las estructuras, diagramas y agenciamientos de poder, pudieron más que el imaginario egocéntrico. Terminaron convertidos en engranajes de estructuras de poder. Los que gobiernan no son ellos, sino estas lógicas de expansión, de concentración y de acumulación, en el contexto de la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Además creo, que los dignatarios involucrados, ni se dan cuenta que ha corrido mucha agua bajo el puente; creen todavía que están en una atmósfera parecida a la de 2006, cuando la potencia social, la legitimidad y la credibilidad eran aplastantes. Ahora prepondera el desencanto, la desmoralización, la duda; en los sectores más críticos, aparece ya una actitud interpeladora.
Estas consideraciones tocan aspectos de un itinerario escabroso de hechos, que han sido tratados en varios textos y análisis críticos, sin pretender ser exhaustivas, tan sólo dando muestras de un patético perfil paranoico y de un desiderátum que repite la condena de las «revoluciones», cuando no se desmonta el poder y se destruye el Estado, construyendo una transición, como, en nuestro caso, el Estado plurinacional comunitario y autonómico. Al respecto, el Movimiento sin Tierra de Brasil, afiliado al PT, decía de su gobierno, que no es que el PT ha tomado el poder, sino que el poder ha tomado al PT. Esta apreciación es válida también para nosotros.
Los únicos laberintos que se observan en esta historia son las de un gobierno que ha confundido la «realidad» con el teatro político y el montaje publicitario, también se observa el laberíntico esfuerzo de descalificar la crítica por parte de escritores apologistas.
[1] Ante el argumento que el gobierno ha introducido un factor sobre el valor calorífico, creyendo que corrige el obsequio a la empresa brasilera, cuando sólo ratificaba el regalo con una pizca tributaria.
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