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La «metafísica» del fracaso

Fuentes: Rebelión

    En un espléndido libro titulado El metafísico del fracaso, Augusto Céspedes describía en esos términos a Daniel Salamanca, presidente de Bolivia al comenzar la guerra del Chaco. Uno de los argumentos del uso de esta caracterización irónica era de que Salamanca ganaba la guerra en el mapa, poniendo broches en la cartografía, fijadores […]


 

 

En un espléndido libro titulado El metafísico del fracaso, Augusto Céspedes describía en esos términos a Daniel Salamanca, presidente de Bolivia al comenzar la guerra del Chaco. Uno de los argumentos del uso de esta caracterización irónica era de que Salamanca ganaba la guerra en el mapa, poniendo broches en la cartografía, fijadores que representaban la avanzada de los puestos militares bolivianos, mientras el ejército paraguayo ganaba la guerra en el terreno. Haciendo paráfrasis a esta ironía, hoy podemos decir que hay una «metafísica» del fracaso cuando se interpreta la crisis del «proceso de cambio», que se manifiesta, con toda su desmesura material, en los hechos, que evidencian profundas contradicciones, como si fuesen grandes logros del «gobierno de los movimientos sociales». Gobierno que expresa, según se dice, la presencia de las naciones y pueblos indígenas, de los campesinos, de las clases populares, en el poder. Este contraste entre «realidad» e interpretación oficial es más que turbadora, es extraviada. Esta interpretación descarriada es un imaginario oficial, mientras la contundencia de los hechos muestra palpablemente otra situación, mas bien distinta. No son los movimientos sociales los que gobiernan; ya hablamos de esto en otros escritos [1] . Resumiendo dijimos que hablar de «gobierno de movimientos sociales» es un contrasentido. Tampoco son los movimientos sociales los que influencian en el gobierno; es decir, las organizaciones sociales, puesto que no hay movimientos sociales todo el rato, sólo cuando se movilizan. Es más bien el gobierno el que influencia a las organizaciones sociales, las que se encuentran cooptadas, por lo menos las organizaciones campesinas, si no es un conjunto mayor de organizaciones sociales, ya comprometidas en relaciones prebéndales y clientelares. Hablar sin mayor desparpajo de logros y cambios del «proceso», sin evidencias empíricas, es mostrar un desprecio inmenso por la objetividad o, en su defecto, es, como dicen popularmente, estar en la luna.

Se nota un esfuerzo por el auto-convencimiento de los mismos convencidos. Es como afirmarse en su propia ficción; es más, esta ficción forma parte de la propaganda y publicidad descomunales, como queriendo sustituir la «realidad» por insistente repetición. Decir que ya no somos un país dependiente, cuando la economía preserva el modelo extractivista, es mentirse a sí mismo. La dependencia se basa precisamente en el extractivismo, que es la herencia colonial del capitalismo dependiente. Decir que ya no somos sumisos ni serviles a las potencias imperialistas, cuando nos encontramos plenamente integrados al sistema financiero internacional, obedeciendo sus dictámenes, mediante la consecuencia de las políticas monetaristas, sistema financiero mundial que es la forma dominante del capitalismo hoy, la forma especulativa del imperio, es decir una desfachatez, sin inmutarse. Y así sucesivamente, los logros expuestos se convierten en un castillo de naipes que se desmorona con facilidad. La pregunta es: ¿por qué esta obsesión por engañarse a sí mismos? Pues, lo que dice el discurso oficial, no convence a los y las que padecen las contradicciones profundas de un gobierno perdido en su propio laberinto. ¿No sería aconsejable una dosis de objetividad, comprobar los contrastes entre discurso y «realidad», sacar conclusiones sobre las razones de las distancias entre discurso y «realidad», incluso si se quiere un proyecto realista y «pragmático» diferido, buscar soluciones también «pragmáticas»? ¿No sería esto más adecuando cuando se busca conservar el poder? Todo parece indicar que esta actitud, con una dosis de objetividad, sería lo aconsejable; empero, llama la atención que la clase política gobernante no hace esto, no acude a la cautela, sino precisamente a todo lo contrario, llevados de la mano con una confianza desproporcionada en la fuerza que se tiene. La historia política está llena de estas anécdotas dramáticas. Los gobernantes son arrastrados por sus propios fantasmas a su caída.

Ya no se trata de discutir aquí la falsa argucia de convencer a los demás, a las grandes mayorías, que ocurre otra cosa, distinta a la que ven, sino de analizar el comportamiento de lo que llamamos el auto-engaño. ¿Ante las dificultades que encuentran los gobernantes para transformar, se recurre a una especie de exhorto? Como diciendo: no están tan mal las cosas, sino más bien no podían estar mejor. El aliento se da en el deporte, la política no es un deporte. No se puede confundir el proceso con la entrega de canchas de futbol de césped sintético, tampoco confundir, mas bien reducir, los logros del gobierno respecto al «proceso» con que pase el Dakar por Bolivia. Esto es una muestra del colonialismo que tienen metido en sus huesos los gobernantes. ¿A quién le interesa tanto esta solución «metafísica», al estilo de Daniel Salamanca, ya no empleada en la conducción de la guerra, sino en la conducción del «proceso»? Solo puede ser alguien que siendo consciente del contraste entre discurso y «realidad», ante la impotencia, prefiere optar desesperadamente por la ficción; o, en su defecto, también puede ser alguien que permanentemente actúa para los distintos públicos, que ha convertido su vida en un teatro y busca convertir al país en un gigantesco escenario, donde se lo aplauda constantemente.

En todo caso, este no es un buen camino ni para conservar el poder, a largo plazo, ni mucho menos para efectuar un proceso de transformaciones estructurales e institucionales, incluso en el caso que se las efectúe de una manera diferida y no radical. Volviendo al libro del «chueco» Céspedes, este es el camino del fracaso; así se perdió la guerra del Chaco, así también se perderá la oportunidad de un «proceso» de cambio.

Desde la publicación de Las tensiones creativas de la Revolución [2] (2011) hasta la Conferencia de Cochabamba (2013), dada por el vicepresidente no hay más que la repetición de lo mismo. No hay contradicciones, hay tensiones en el seno del pueblo, hay fases ascendentes del «proceso», después del punto de bifurcación, como si fuese el «proceso» una locomotora. Ahora se dice: hay logros innegables que ratifican la hipótesis de las tensiones creativas y de las fases ascendentes del «proceso». No hay un ápice de crítica y autocrítica en este discurso resplandeciente. Todo lo que se dice es como un auto-contemplación satisfactoria, un goce extraño al exponer esta interpretación pretensiosa; empero, sin sustento empírico. No hay diagnóstico ni evaluación objetiva, tampoco teoría, sino mas bien pose teórica. No por el aire de seriedad que se tome en un discurso, éste se convierte en serio, no se logra con la pose una apreciación teórica. Todo esto forma parte del mismo teatro político; sólo se actúa.

El «proceso» de cambio no es un guión teatral, es un proyecto donde se juega el destino de poblaciones, de pueblos, de naciones, de multitudes, de comunidades, de sociedades; un proyecto que debe lidiar con la complejidad en el acontecimiento político, donde se encuentra como posibilidad. El «proceso» no es pues una presentación primorosa, una puesta en escena, para deleite de los públicos, es un propósito que tiene que efectuarse enfrentando contingencias, multiplicidad de singularidades del acontecimiento, resistencias y obstáculos. En estas condiciones, al llevar a cabo el proyecto, enfrentando la complejidad del acontecimiento, es sumamente peligroso optar por el canto a uno mismo, descartando la mirada objetiva y el recurso de la crítica. Salvo si se cree que se puede conservar el poder, ya que éste es el objetivo perseguido, por los procedimientos del control absoluto de todo; lo que significa represión, en distintas escalas, desde el chantaje, la coerción, hasta el uso abierto de la violencia, pasando por distintas formas de amenaza. Ciertamente, este recurso del «despotismo» puede prologar la administración del poder, pero no por mucho tiempo. Estos métodos de dominación y control no tienen un largo alcance, sino mas bien son de corto alcance, en el mejor de los casos, de mediano alcance. Ya no puede repetirse lo acontecido en algunas sociedades antiguas, donde el «despotismo» logró perdurar por largos ciclos. En la modernidad, incluso si ésta se encontrara en sus propios confines, las actualizaciones modernas del «despotismo» no pudieron impedir su implosión. Si a pesar de la experiencia histórica se insiste en volver a repetir la coerción a gran escala, es porque nada se ha aprendido. Se prefiere la ilusión que se desprende de la excesiva confianza, que otorga el manejo del poder y la certeza de que el empleo de la fuerza, en sus distintas formas, lo puede resolver todo.

Volviendo nuevamente al libro del Céspedes, lo de El metafísico del fracaso es ciertamente una metáfora con el objeto de consumar una ironía, respecto a la figura del presidente filósofo. Cuando usamos la misma metáfora, ahora refiriéndonos no tanto a la persona como a una manera de interpretar, de construir cuadros alentadores, primaverales, teniendo como referente la calamidad en pleno invierno, el referente de la persistencia de la herencia colonial, hacemos lo mismo, buscamos su efecto irónico. En verdad no se trata de metafísica, pues ésta es la filosofía de lo suprasensible; se trata de un imaginario, el imaginario oficial, el imaginario gubernamental, imaginario de la auto-contemplación satisfactoria. Una especie de hedonismo político.

Las figuras del imaginario oficial

1. El primer gran cambio que sufrió el país fue la «modificación del bloque de poder», ahora quien tiene el poder en Bolivia son los diferentes sectores sociales, indígenas, campesinos, la gente que antes era excluida [3] .

Vamos a entender que se habla de la estructura de poder, no de «bloque de poder»; el concepto de bloque histórico gramsciano se refiere a otra cosa, a la articulación específica entre estructura y superestructura; articulación expresada por el bloque hegemónico, que no es solamente de la clase dominante, sino de aparatos, de dispositivos, de medios, de toda una logística en funcionamiento. ¿Son los excluidos los que ahora detentan el poder? ¿De qué manera lo hacen? ¿Cómo se puede verificar esta hipótesis? ¿Tener un presidente indígena y un canciller indígena hace que los indígenas controlen y ejerzan el poder? El gobierno indígena, que no puede ser otra cosa que el gobierno comunitario, no puede ejercerse en la institucionalidad liberal del Estado-nación, que es la institucionalidad y la forma Estado de las que no hemos salido. Por otra parte, el control del gobierno, su administración, no la detentan los diferentes sectores sociales, indígenas, campesinos, la detenta una burocracia de funcionarios, comandados por una cúpula gobernante, en la que brillan por su ausencia los indígenas, los campesinos, los sectores populares. Decir «No es solamente un cambios de gobierno (…) estoy hablando de un cambio en el bloque de poder estatal, es decir, en las clases y naciones con capacidad de decisión y de influencia en la toma de decisiones estatales, esa es una revolución, es un cambio de estructura» [4] , es decir algo que no se sostiene empíricamente. Las naciones y pueblos indígenas originarios son precisamente los que no tienen influencia en la toma de decisiones; el conflicto del TIPNIS y los distintos conflictos de las comunidades indígenas en relación a la explotación extractivista, la contaminación de sus tierras y las cuencas, el uso gratuito del agua dulce, que no es otra cosa que expropiación de bienes comunes, muestran patentemente que la influencia la tienen las empresas trasnacionales extractivistas. La ley de consulta etnocida, propuesta por el gobierno, que borra de sopetón la consulta con consentimiento, previa, libre e informada, a los pueblos indígenas, difuminándola en la consulta pública, nos prueba ostensiblemente que los indígenas son los que menos cuentan en las leyes inconstitucionales elaboradas y promulgadas por el gobierno. Comportamiento oficial que vulnera la Constitución y los convenios internacionales, precisamente sobre los derechos de los pueblos indígenas y la Consulta con consentimiento y previa.

Los campesinos tampoco tienen la influencia que se pregona; el sacar la reforma agraria de la Constitución, aprobada en Oruro, el suspender la Función Económico Social y el saneamiento de tierras favorece a los terratenientes, no a los campesinos. Hay influencia de ciertos sectores campesinos, como el de los del trópico de Cochabamba y los llamados interculturales, empero esta influencia no es gubernamental, ni sobre la estructura y el diseño de las políticas públicas, sino mas bien se trata de una influencia parcial, con repercusiones locales o micro-regionales, en el mejor de los casos. Es pues una notable quimera hablar de influencia en esta cuestión. ¿Una revolución, un cambio de estructura? Seguimos en el horizonte del Estado-nación, no hemos salido de esta arquitectura estatal; ¿cómo podemos hablar de cambio de estructura? A no ser que entendamos por esto la folclorización de lo plurinacional.

2. El nuevo bloque de poder no se define por órdenes extranjeras, las empresas de otros países no definen ni controlan la economía de Bolivia, nosotros decidimos cómo vamos a gastar y en qué vamos a invertir nuestros recursos [5] .

 

El boicot de las empresas trasnacionales a la producción de carburantes, obligando al gobierno a importarlos, nos muestra lo contrario. Situación que llevó al gobierno a la medida anti-popular del «gasolinazo», que ocasionó un levantamiento popular, que apremió al gobierno a retroceder en la medida. El control técnico de las empresas trasnacionales en la explotación hidrocarburífera, también nos muestra otra «realidad». La instalación por parte de PETROBRAS de una industria de fertilizantes en la frontera con Bolivia, nos muestra patentemente que el gobierno brasilero sabe qué va hacer con el gas húmedo boliviano, del que no paga el valor efectivo del total de energía que se lleva; valor real perdido, que no se compensa con el pírrico porcentaje acordado, la tasa miserable al valor calorífico «excedente». Eso de que nosotros decidimos cómo vamos a gastar y en qué vamos a invertir nuestros recursos es relativo, cuando las reservas monetarias, catorce mil millones de dólares, se hallan en bancos privados extranjeros de las potencias imperialistas. La política monetarista de bonos soberanos, por valor de 500 millones de dólares, entregando patrimonio como garantía, que no es otra cosa que recursos naturales, nos muestra que nuestras decisiones se hallan condicionadas por la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Esta política económica nos evidencia la seducción por la astucia financiera, concepción más fetichista monetarista no podría darse [6] .

3. El tercer logro es la descolonización [7] .

La descolonización no es la igualdad, ésta, la igualdad económica y social, en todo caso podría ser el socialismo, aunque es ya, el presupuesto jurídico y político de la democracia. Si se habla de igualdad, desde la perspectiva de la descolonización, se tendría que plantearla en el sentido de equivalentes condiciones de partida para las culturas, las lenguas, los proyectos civilizatorios inherentes. Eso está muy lejos de ocurrir; la cultura dominante sigue siendo la llamada «occidental», la lengua de uso institucional sigue siendo el castellano; estamos muy lejos de una institucionalidad intercultural. El proyecto civilizatorio vigente sigue siendo el desarrollismo, tal cual las élites gobernantes del país soñaron, como expresión del progreso.

4. El cuarto logro es la ampliación de lo común, de lo que es de todos, esta característica se está llevando a cabo a través de los proceso de nacionalización, como ser del gas, electricidad, agua, telecomunicación, entre otros, además de la creación de empresas del Estado [8] .

Lo común no es ni privado ni público, es, como dice la palabra, común; es decir, de todos, en su gratuidad, «propiedad», si usamos este término, común, colectiva. Lo común se opone a lo público y lo privado, que son formas de propiedad no comunes; en un caso, estatal; en el otro, individual o privada. Ahora bien, la nacionalización parcial de los hidrocarburos ha impactado favorablemente en la economía del país, los ingresos del Estado son notoriamente mayores. Esto es indiscutible. Empero, las otras «nacionalizaciones» se reducen a compra de acciones, método usado como parte de los procedimientos acostumbrados del mercado capitalista. Con la nacionalización parcial de los hidrocarburos y la compra de acciones de las otras empresas, de la electricidad y de las telecomunicaciones, lo del agua es mas bien empresa municipal, no se amplía lo común, sino el patrimonio del Estado. Incluso así, la ampliación de la propiedad pública no es lo suficientemente vigorosa como para hablar seriamente de una economía controlada por el Estado.

5. El quinto logro es la distribución de la riqueza, esos son los bonos solidarios, que llegan directamente a los sectores más necesitados del país, se da el dinero directamente, eliminando así los niveles de pobreza extrema en el país, «los recursos del Estado son distribuidos socialmente».

Los bonos solidarios fueron una política de los gobiernos neoliberales, forman parte de políticas de corrección, al estilo de las propuestas por John Rawls , apoyadas por organismos internacionales. Lo que ha hecho el gobierno de Evo Morales es ampliar notoriamente el alcance de los bonos. Ciertamente esto corresponde a una redistribución del ingreso, no de la riqueza; empero, se trata de impactos coyunturales, más psicológicos que estructurales. Esto no resuelve el problema de la miseria ni de la pobreza. Políticas estructurales de redistribución del ingreso tienen que ver con inversión social a gran escala, sobre todo en infraestructuras de salud y educación, acompañadas de la inversión, preparación y organización de logísticas sociales. Nada de esto se ha hecho, salvo lo que se cuenta en construcciones de vivienda, que adolece de fallas, por incumplimiento, y faltas, por corrupción. Lo que se ha invertido en construcción de escuelas es poco en comparación de lo que se requiere, tomando en cuenta las necesidades y las demandas; además de lo que significaría una revolución cultural, más que educativa.

6. El sexto logro es la industrialización, como ejemplo, «el primer paso», la planta separadora de líquidos, en la cual se invirtió 840 millones de dólares, la inversión más alta que se hizo en los últimos tiempos.

Una planta separadora de líquidos no es industrialización, es como dice su definición, separadora, nada más. Una petroquímica ya es industrialización, propiamente hablando, lo mismo podríamos decir de la planta de fertilizantes. Ambas plantas son, por el momento, proyectos. Ahora bien, la revolución industrial no es producto inmediato de la nacionalización, como creen los nacionalistas, sino que requiere varias condiciones de posibilidad; masa crítica de científicos, una infraestructura y una estructura de investigación, tecnología de punta, articulación e integración del campo industrial con el campo económico, así como con el campo social, del mismo modo, articulación e integración con los mercados internos y externos. Además, claro está, en nuestro caso, la orientación hacia la soberanía alimentaria. La inversión de la que se habla es pues pírrica en comparación para lo que requiere una revolución industrial.

En la Conferencia mencionada, el vicepresidente enfatizó que en todo el país se viven procesos de industrialización; agroindustrial en Santa Cruz; en Potosí con el litio; en Tarija con el gas y la planta de etileno; en La Paz con San Buenaventura, plantación de caña y planta azúcar, donde se construye una «ciudadela» industrial e inversiones de exploración de petróleo; en Oruro, con la minería; en el Beni con hidroeléctricas y ganadería; y en Cochabamba la planta de Urea [9] . Lo primero que hay que anotar, en esta alocución, es la expresa concepción desarrollista del vicepresidente, concepción alejada el espíritu constituyente, que mas bien propugna un horizonte alternativo al desarrollo, horizonte civilizatorio llamado vivir bien. Lo segundo que hay que anotar, es el apego a la ficción, a lo que no está, a lo que todavía es proyecto, incluso ha fracasado, como en el caso del litio, el hierro y la siderurgia. Fracasos reconocidos ya por el propio gobierno. Hablar de «ciudadela industrial» en San Buenaventura es un alucinación, cuando todavía no se termina de implementar el proyecto, además de tropezar ya con serios problemas técnicos y de condiciones de posibilidad adecuadas; terreno, acceso a los mercados, materia prima, contaminación, incluso financiamiento para la totalidad del proyecto, fuera de los problemas de contaminación que generaría. Lo mismo pasa con la planta de Urea, que es también todavía un proyecto, que además comenzó con una dudosa compra de tierras, para la planta; tierras compradas a campesinos, asentados en el lugar, quienes se beneficiaron con la entrega gratuita de esas mismas tierras por el gobierno, años atrás. Una tercera anotación que hay que hacer, es de proclamar como logro del gobierno lo que forma parte de la continuidad de una herencia. La economía de Santa Cruz responde a una dinámica regional característica, vinculada a la agroindustria, la del azúcar, la de la soya, la del aceite vegetal, como base de una estructura económica pujante, que incumbe al apogeo económica dado desde varias décadas atrás. La explotación del gas en Tarija viene también de décadas atrás, incluso el descubrimiento de la importancia y magnitud de sus reservas gasíferas; lo que ha mejorado marcadamente es su ingreso, que se deben al impacto de la nacionalización de los hidrocarburos. En este caso, también la planta de etileno y polietileno es todavía un proyecto [10] . Oruro y Potosí son tradicionalmente departamentos mineros; no es pues ninguna sorpresa que se haya reactivado la minería, ante la demanda de materias primas de la emergente potencia industrial de China, haciendo subir los precios de las materias primas. El problema es que lo más pujante de la minería está en manos de empresas trasnacionales, como es el caso de San Cristóbal, ahora controlada por Sumitomo Corporation, en coordinación con la Corporación Nacional Japonesa de Petróleo, Gas y otros rubros. Si bien, por el procedimiento de nacionalizaciones se ha vuelo a armar la empresa estatal de la minería, COMIBOL, ésta todavía es débil y vulnerable frente al poder de las empresas trasnacionales mineras. Por otra parte, las concesiones inconstitucionales hechas por el gobierno a las llamadas cooperativas mineras, que no son otra cosa que empresas privadas, abocadas a un capitalismo salvaje, que somete a una súper-explotación a sus trabajadores, que no gozan de derechos sociales, de seguro y de beneficios, toma la ruta de un extractivismo salvaje, improvisado y contaminante, sin destino, salvo el de la destrucción de los predios.

Conclusiones

1. Estamos ante un imaginario gubernamental extraviado, que contrasta patéticamente con la «realidad»; es decir lo que acontece con el «proceso» de cambio, «proceso» que se encuentra atravesado por profundas contradicciones.

2. Ante las dificultades propias del «proceso» de cambio, se opta por el montaje teatral, la puesta en escena, la delirante campaña propagandística y publicitada. Como queriendo sustituir la «realidad» por el deseo.

3. En este compás sinuoso y enrevesado, donde el discurso oficial se aleja velozmente del decurso efectivo de los hechos, el gobierno opta por una forma indisimulada de despotismo ilustrado. Prefiere el recurso fácil de la represión, de la coerción, del chantaje, de la prebenda, de los circuitos clientelares y la corrupción galopante.

4. Los grandes logros del gobierno terminan pareciéndose al drama del presidente filósofo boliviano, en plena guerra del Chaco; el presidente ganaba la guerra en el mapa; es decir, en su cabeza, mientras se perdía la guerra efectivamente. A Daniel Salamanca le tendió el alto mando militar, en plena conflagración bélica, un «corralito», nombre aciago para un golpe de Estado. Los militares mostraron sus «agallas» para el golpe, pero no garantizaron con este procedimiento de facto cambiar el curso de los acontecimientos; la guerra se perdió. Tampoco los militares salieron de la «metafísica» del fracaso; lo que hicieron es sustituirla por un manejo improvisado de la guerra, sin una estrategia clara y con discontinuos cambios tácticos. Ahora, el gobierno popular se tiende su propio «corralito».



[1] Ver Defensa crítica del «proceso» de cambio; también revisar Reflexiones sobre el «proceso» de cambio. Así como La concepción mercantil de la política; también La concepción desfachatada de la economía. Bolpress, Rebelión, Horizontes nómadas; Dinámicas moleculares. La Paz 2012-2013.

[2] Álvaro García Linera: Las tensiones creativas de la revolución. La quinta fase del proceso de cambio. Vicepresidencia del Estado plurinacional; La Paz 2011.

[3] Comunicación Vicepresidencia. Conferencia del Vicepresidente en la ciudad de Cochabamba. 10 de julio de 2013.

[4] Ibídem.

[5] Ibídem.

[6] El gobierno colocó, en octubre de 2012, en el mercado financiero de Nueva York, bonos soberanos por el valor de 500 millones de dólares, a 10 años plazo y a un interés de 4, 875 por ciento.

[7] Comunicación Vicepresidencia. Conferencia del Vicepresidente en la ciudad de Cochabamba. 10 de julio de 2013.

[8] Ibídem.

[9] Comunicación Vicepresidencia. Conferencia del Vicepresidente en la ciudad de Cochabamba. 10 de julio de 2013.

[10] La licitación de la instalación de la Planta de Etileno y Polietileno del Gran Chaco está en marcha. Ante esta oportunidad, la empresa Braskem, petroquímica de Brasil, propuso asociarse a YPFB, para tal efecto. Sin embargo, e n Tarija, se escucharon voces que exigen que, previamente, Brasil debe abrir el paquete accionario de las dos petroquímicas que construye en su territorio y que funcionarán con los licuables que van asociados al gas que YPFB exporta a ese país desde 1999. Ver El País; 15 de junio de 2012.

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