La difusión de los resultados del censo de población y vivienda 2012, puso fin a la pretensión de ONG europeas y estadounidenses (y su legión de asalariados locales), de mostrar a Bolivia como país plurinacional, de mayoría indígena. Tal pretensión surgió con el censo de 2001, que suprimió la opción mestizo de las posibles respuestas […]
La difusión de los resultados del censo de población y vivienda 2012, puso fin a la pretensión de ONG europeas y estadounidenses (y su legión de asalariados locales), de mostrar a Bolivia como país plurinacional, de mayoría indígena. Tal pretensión surgió con el censo de 2001, que suprimió la opción mestizo de las posibles respuestas ciudadanas. Así emergió una supuesta adscripciones del 60 % de la población a grupos étnicos o pueblos precolombinos. Aunque en la boleta censal del 2012, tampoco se incluyó la opción mestizo, la mayoría ciudadana dejó constancia, en un 58 %, que no pertenece a ninguna de las 36 naciones indígenas, reconocidas por la Nueva Constitución Política del Estado (NCPE), de 2009. En realidad, el porcentaje de personas que indirectamente se declaró mestiza es muy superior al 58 %, ya que los jóvenes menores de 15 años, en los que la influencia indigenista es aún más débil, no pudieron responder a la pregunta.
LA ANGUSTIA DE LOS DERROTADOS
Los resultados cayeron como bomba ensordecedora en templo budista. Algunos sociólogos trataron de explicar el hecho recurriendo a términos confusos. Moira Zuazo dijo que en Bolivia se había producido una «desidentificación identitaria». Alexis Pérez manifestó su incredulidad, aduciendo que «el país no pudo retroceder de esa manera». Xavier Albó, considerado «el padre del engendro de las 36 naciones» (aunque el deseaba que se reconocieran a 41), admitió que la idea del Estado plurinacional había sufrido un grave retroceso. El Presidente Evo Morales anotó que «el país había entrado a una etapa de desclasamiento y de mentalidad colonizadora». Ninguno de los amargados por la derrota admitió que lo plurinacional y la supuesta mayoría indígena habían sido fabricados a partir del monumental fraude de los censos de 2001 y 2012, que impidieron a la ciudadanía adherirse la opción mestizo, como aconseja la CEPAL y lo hacen la mayoría de los países de América Latina.
Sobre la base del engaño se pensó que Bolivia podía exportar un nuevo «modelo civilizatorio», basado en la filosofía del «vivir bien». Ambos enunciados, que buscan responder a la frustración que vive la sociedad, no pueden abrir brechas en las confrontaciones geopolíticas que marcan las relaciones internacionales, entre los países opresores y oprimidos, ni en la lucha de clases que asola a las naciones desarrolladas. En varios casos, las políticas de las ONG entrabaron los esfuerzos integradores en América Latina. Para cumplir sus objetivos, las ONG incurrieron en gastos descontrolados, publicaron miles de libros, folletos y trípticos y organizaron cientos de congresos y eventos, varios de ellos en hoteles de cinco estrellas.
HACIA UNA NUEVA CONSTITUYENTE
En medio de una enorme conmoción interna que vivía Bolivia, el año 2008, por el intento separatista de la Nación Camba, en el oriente boliviano, que quiso derrocar a Evo mediante un golpe de Estado cívico prefectural, las ONG impulsaron una apresurada y confusa asamblea constituyente que, un año más tarde, dio a luz a la NCPE, que dotaba a las nuevas naciones de territorios ancestrales imposibles de delimitar, reconocía sus justicias comunitarias, la propiedad de los recursos naturales renovables y el derecho a consulta, que deseaban convertir en veto, sobre la explotación de los renovables. La NCPE, con sus aspectos positivos, como el repudio al racismo interno y el reconocimiento pleno de legítimos derechos de las comunidades precolombinas, ha perdido legitimidad con el censo 2012. Corresponderá, en consecuencia, salvar sus aciertos, mediante una nueva constituyente, que reestablezca el equilibrio social que vulneró el «Pachamamismo».
El ultra indigenismo sirvió para que Evo posicionara en foros internacionales atractivos discursos étnicos y medio ambientalistas que, en muchos casos, contradecían las políticas internas del Movimiento al Socialismo (MAS). Lo anterior no significa desconocer el carácter racista de la asamblea constituyente de 1825, la que fundó al país sin indígenas y mestizos (99 por ciento). Así nació una república oligárquica que prolongó los genocidios y abusos del colonialismo hispano. La marginación de ese 99 %, implicó ignorar la existencia de culturas, idiomas, religiones y cosmovisiones ancestrales, rescatados por el nuevo texto constitucional. La búsqueda del nuevo equilibrio interno dio un paso fundamental con la Revolución del 9 de abril de 1952, que impuso el voto universal, expropió la tierra a latifundistas y sentó las bases de una nueva sociedad.
Esa gesta dio nuevos pasos con el surgimiento de Conciencia de Patria (CONDEPA), partido político de indígenas, cholos y mestizos que, en 1989, llevó al parlamento a la primera mujer de pollera. Estos antecedentes culminaron el 2005 con el triunfo electoral de Evo, considerado el primer presidente indígena de Bolivia, quien abrió cauce a la llamada revolución democrática y cultural, encabezada por los cultivadores de coca de Cochabamba y debilitó la presencia de las elites tradicionales en el manejo de políticas estratégicas
LA DEBIL OPOSICION A EVO MORALES
Lo cierto es que cada vez que Bolivia ha aplicado estrategias ajenas a su capacidad de desarrollo propio, ha sufrido conmociones que arriesgaron su viabilidad. Así sucedió con la consigna «dictadura del proletariado», difundida por Guillermo Lora, desde la década de los años 40 del Siglo pasado, la que, al traducirse en «control obrero con derecho a veto, en la Corporación Minera de Bolivia», causó enormes trastornos al proceso de nacionalización de las minas, de 1953. El surgimiento de un foco guerrillero en 1967, de espaldas a la realidad nacional, ocasionó que EEUU tomara a su cargo el manejo de los medios de comunicación, las FFAA, la policía y la administración pública. El indigenismo fundamentalista fue parte de esas políticas, empeñadas en negar la historia nacional y la idiosincrasia del país Carlos Montenegro, el mayor ideólogo del nacionalismo boliviano, consideraba que lo prioritario en Bolivia residía en evitar la desaparición del país. Lo anterior sólo podía lograrse mediante la alianza de las clases oprimidas, acompañada de frente nacional, capaz de defender la soberanía y la industrialización posible, en el marco del proyecto integrador de América latina.
Evo tiene suficiente respaldo ciudadano para seguir gobernando inclusive después de las elecciones del 2014, a pesar de pérdida de legitimidad de la Constitución indigenista. Lo evidente que la perdida de apoyo que sufre en las capas medias, por incumplir su promesa de no buscar una nueva reelección, por las marcadas deficiencias en la gestión estatal, por la incapacidad para controlar la corrupción y el comercio ilegal de hojas de coca, son insuficientes para compensar las enormes ventajas que tiene por la inexistencia de fuerzas opositoras que detengan sus planes prorroguistas, favorecidos por los altos precios de las materias primas que exporta Bolivia.
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