Las elecciones de octubre son un desafío, pero no el más grande, para el presidente Evo Morales y el proceso de cambio. Hay otros más grandes que enfrentar para no dejar el camino de la emancipación. Este 22 de enero Evo Morales inicia su noveno año de mandato (cuatro al frente del viejo estado y […]
Las elecciones de octubre son un desafío, pero no el más grande, para el presidente Evo Morales y el proceso de cambio. Hay otros más grandes que enfrentar para no dejar el camino de la emancipación.
Este 22 de enero Evo Morales inicia su noveno año de mandato (cuatro al frente del viejo estado y cinco de su primera gestión al mando del Estado Plurinacional), y nada, salvo que ocurra un acontecimiento inesperado que de un giro al rumbo de la tendencia, parece detener su marcha y la del proceso de cambio hacia una victoria en las elecciones de octubre de este año.
La consolidación de la tendencia, que cuenta con condiciones favorables, marcará un hito histórico en el país, pues el líder indígena será el primero en gobernar ininterrumpidamente por 15 años con el respaldo electoral de la mayor parte de la población. Habrá superado a Víctor Paz Estenssoro, quien totaliza 12 años al mando del estado pero en tres períodos políticos distintos (1952-56, 1960-64 y 1985-89).
Varias hechos explican la tendencia favorable: la economía boliviana se ubicó como la tercera de mayor crecimiento en la región en 2013 (6,5%) y se proyecta -según la CEPAL- como la segunda para este 2014; la nacionalización de los hidrocarburos ha ingresado a una etapa superior: la industrialización; el estado se ha convertido en la locomotora de la economía superando el 35% de su participación en la configuración del PIB y la redistribución de los excedentes que caracteriza al modelo económico se ha ampliado con el pago del doble aguinaldo cada que la economía registre un crecimiento del 4,5%. A todo eso se suma la propuesta contenida en la Agenda Patriótica hacia el Bicentenario (2025), lo que da cuenta de una mirada programática de largo aliento.
Pero a lo anterior, cuyos resultados fueron logrados por el gobierno, hay que sumar el cuadro de situación de la oposición. Es poco probable que los candidatos que enfrenten a Evo Morales sean menos de dos. Hasta ahora los esfuerzos desarrollados desde dentro y fuera del país para conformar un frente único que emule a la Mesa de Unidad de Venezuela han fracasado. En competencia hay tres importantes: El Frente Amplio conformado a iniciativa de Unidad Nacional (UN) del empresario Samuel Doria Medina, el Movimiento Demócrata Social (MDS) encabezado por el gobernador cruceño Rubén Costas, y el Movimiento Sin Miedo (MSM) del ex alcalde Juan Del Granado. Aún se concrete una alianza con candidato único entre el FA y el MDS, la perspectiva electoral se hace cuesta arriba.
Quizá una de las mayores debilidades de la oposición es la falta de una propuesta alternativa respecto de lo que se está haciendo. El FA y el MDS enfrentan la dificultad de transparentar su identificación con el predominio del mercado, el achicamiento del Estado y la vigencia de una democracia reducida al mero procedimiento en la elección de autoridades. Una crítica radical al modelo económico vigente conduciría a la población a revivir los años de la transnacionalización, el congelamiento de los salarios, la ausencia de soberanía del Estado, la anulación de la participación social en los destinos del país y el carácter restringido de la democracia. Decir que se privatizará YPFB y las empresas estatales, que se anularán los bonos y que la política será solo una cuestión de pocos, no les dará precisamente votos. Entonces lo que hacen es ocultar lo que son: Doria Medina se declara de «izquierda no doctrinaria» y Rubén Costas de «centro izquierda», nadie quiere asumir honestamente su identidad. El neoliberalismo no tiene quien lo defienda. En el caso del MSM la dificultad es aún mayor, pues la preservación de una base social sobre la base de cuestionar más la forma que el fondo de lo que se está haciendo le resta más que incrementar sus posibilidades. Pero, lo que se presenta como una táctica para confundir a la gente es más desfavorable que beneficioso, pues no pocos se dirán: «si es para mantener lo que se está haciendo, mejor que se queden los que dieron lugar al proceso de cambio».
Entonces, una mirada al arsenal argumentativo de la oposición en los últimos meses permite identificar que carece de un proyecto alternativo y más bien tiene un cuestionamiento al cómo se está haciendo. De ahí que el discurso se concentre en inhabilitar política y moralmente al gobierno sobre la base de construcciones imaginarias entorno a la democracia, derechos humanos, corrupción, cocaína, seguridad ciudadana, comida y contrabando. Se trata de temas que tienen un efecto muy limitado, pues hay mucho a favor del gobierno para desmontar ese discurso. La invitación a Mario Vargas Llosa, más como político defensor radical del libre mercado es una señal de lo que piensa la oposición y de lo que haría si estuviese en el gobierno.
La verificación de los límites políticos del discurso de la oposición se encuentran en los sondeos de opinión. De acuerdo a los estudios de empresas especializadas como IPSOS, el nivel de aprobación del presidente Evo Morales y el Vicepresidente Álvaro García Linera se ha mantenido, cuando se saca el promedio de 2013, entre el 50 y el 60 por ciento, lo cual representa porcentajes bastante altos si uno incorpora el desgaste «natural» después de ocho años de gobierno. Pero, aprobación de gestión no es lo mismo que intención de voto. Verdad. Sin embargo, la relación dialéctica entre uno y otro parece muy presente en el caso del binomio Morales-García Linera. Según algunos estudios que se han hecho, el líder indígena tendría alrededor de un 45 por ciento nacional de intención de voto considerando solo más de una veintena de ciudades de todo el país, lo que sumado a su indiscutible hegemonía en el área rural lo colocan bastante cercano al 60 por ciento.
Los desafíos
Sin embargo, el hecho de que la tendencia predominante en la política sea la victoria del binomio Evo Morales-Álvaro García Linera en las elecciones de octubre, no quiere decir que el proceso de cambio esté exento de peligros y desafíos. Pero antes, una consideración necesaria: la revolución boliviana está en condiciones de posibilidad de ingresar a una nueva fase o momento: la irradiación en extensión y profundidad. Para hacer realidad esa condición de posibilidad debe resolver a su favor los siguientes desafíos:
Un primer desafío, ya advertido por el vicepresidente García Linera en 2011, es lograr que la flexibilidad hegemónica no implique una pérdida de cohesión del núcleo social que hizo posible el cambio de época en la historia boliviana. Esa segunda «tensión creativa» 1formulada por el segundo al mando es más vigente en 2014 al advertirse una mayor ampliación de la influencia gubernamental hacia sectores sociales que en el período 2006-2008 formaban parte de la base social del viejo bloque en el poder. Es decir, el desafío para el proceso de cambio y el gobierno es seguir incorporando a la mayor parte de la población sin perder la esencia del proyecto político.
Un segundo desafío, en este camino de dejar atrás el Estado aparente, es la presencia soberana del Estado Plurinacional en aquellos lugares en los que históricamente nunca se estuvo. Los hechos de Apolo, donde cuatro efectivos de las Fuerzas de Tarea Conjunta (FTC) fueron asesinados, y la impunidad con la que personas vinculadas al narcotráfico se mueven en zonas próximas a la frontera con Brasil, representan pruebas contundentes de que todavía resta mucho por controlar el territorio. El Estado ya no se reduce a las ciudades del eje central, sino que el Estado se expande progresivamente para sentar soberanía sobre el conjunto de su territorio. Pero todavía falta.
Un tercer desafío es la reconstrucción y ampliación del sujeto histórico. No hay revolución sin sujeto. En los últimos años se ha acentuado la tendencia del predominio de los intereses particulares y privados sobre los intereses generales. La disputa por el excedente es lo que más ilustra lo que se está diciendo. Los sectores sociales, incluso los que constituyen el núcleo duro del proceso, aunque en menor medida, muchas veces se enfrentan entre sí para ver cuál es el que se queda con el mayor pedazo de la torta. El aumento de la conflictividad, leída erróneamente por la oposición, si bien tiene un carácter redistributivo y de ninguna manera anti-gubernamental, provoca algunos inconvenientes que el gobierno no ha podido evitar.
De ahí que es bastante importante la decisión de la COB de apoyar el proceso de cambio. Lo es no solo porque incorpora orgánicamente a la clase obrera y los trabajadores a un proceso que en su fase larga también construyó con sus luchas y aportes teóricos2, sino porque su presencia ahora es un estímulo para restablecer y ampliar el sujeto histórico, plural y articulado como dice la intelectual Isabel Rauber, portador de un horizonte emancipador. Pero no se trata de la alianza obrero-campesina como fórmula mecánicamente clasista enarbolada por la izquierda, en una suerte de posición colonial, sino la convergencia indígena campesina y obrera. Es un sujeto en el que confluyen dos mundos ubicados de distinta manera frente a la modernidad: el primero por fuera y el segundo por dentro, pero ambos contra la modernidad capitalista. Es la articulación de la condición indígena desde su etnicidad o nacionalidad con la condición obrera o trabajadora desde la clase.
El restablecimiento y ampliación del sujeto tiene un valor táctico-estratégico pues con su papel de motor del proceso no solo se podrá conquistar los dos tercios en la Asamblea Legislativa Plurinacional, que es la meta del gobierno, sino además presionar y/o incidir sobre ella para seguir aprobando leyes estructurales para la profundización de la revolución.
Un cuarto desafío es retomar discursivamente el proyecto del socialismo comunitario para el Vivir Bien como horizonte emancipador. De hecho, si algo ha logrado el presidente Evo Morales y los resultados de la gestión es romper los prejuicios construidos por años en el imaginario de la gente sobre la inviabilidad de un proyecto alternativo al capitalismo. La revolución boliviana, a pesar del carácter planetario del capitalismo, está demostrando ser bastante exitosa en la reformulación teórica y la construcción práctica de los sueños de los indígenas y los trabajadores.
El proyecto del socialismo comunitario para el Vivir Bien es la articulación del horizonte emancipador nacional e internacional de los trabajadores con la reconstrucción del horizonte emancipador de los pueblos indígenas, ambos articulados por la filosofía del Vivir Bien.
Un quinto desafío es la mirada continental y mundial. La profundización de la revolución boliviana está en dependencia de la consolidación de la tendencia emancipadora en América Latina, y de cómo se vaya alterando favorablemente para los países del sur la geopolítica mundial. Obviamente, Bolivia tiene mucho que hacer en esa dirección y la presidencia pro tempore del 77+China es un buen escenario. Lo debe hacer siendo parte más activa en el ALBA, UNASUR y la CELAC, pero también siendo un puente entre el MERCOSUR y la CAN, así como cruzando (enfrentando) al proyecto contrainsurgente expresado en la Alianza Pacífico a través de presionar positivamente desde y con los organismos anteriormente citados a iniciativas como los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), que abren otro tipo de contradicciones pero van profundizando la configuración de un mundo multipolar.
1 Las tensiones creativas de la revolución, la quinta fase del proceso de cambio, un discurso del vicepresidente Álvaro García Linera ante la Asamblea Legislativa Plurinacional en agosto de 2011.
2 El proletariado minero aprobó las tesis del socialismo en la década de los 40 en Pulacayo y la COB la ratificó en la década de los 70 en un congreso nacional.
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