Entrevista exclusiva con Alejandro Sánchez Camacho, Secretario General del PRD de México, quien analiza la coyuntura actual que vive el país gobernado por Enrique Peña Nieto, y da cuenta de una posible alianza de toda la izquierda mexicana de cara a las próximas elecciones presidenciales, para presentar una alternativa al PRI y PAN. -¿Cuál es […]
Entrevista exclusiva con Alejandro Sánchez Camacho, Secretario General del PRD de México, quien analiza la coyuntura actual que vive el país gobernado por Enrique Peña Nieto, y da cuenta de una posible alianza de toda la izquierda mexicana de cara a las próximas elecciones presidenciales, para presentar una alternativa al PRI y PAN.
-¿Cuál es la realidad política y económica en México en la actualidad? ¿Cómo cree que está actuando el gobierno de Peña Nieto en relación a las políticas sociales?
-La realidad político-económica mexicana no es muy distinta a la realidad que vive buena parte del mundo, incluidos algunos países otrora considerados del primer mundo -como España o Italia-. En el caso de México, la política y la economía son dos categorías que tienen un fuerte impacto social, y por lo mismo ponen al descubierto las distintas formas en que se afecta la vida de millones de mexicanas y mexicanos, como resultado de la aplicación de políticas neoliberales.
Por ejemplo, el alza mensual en la gasolina, ciertamente es un incremento que afecta a la sociedad mexicana en su conjunto, pero que sin embargo recarga sus consecuencias en la clase media, así como en el sector de la micro y pequeña empresa, cuyo gasto en dicho sector representa alrededor del 30% de sus ingresos. Lo anterior resulta significativo si tomamos en cuenta que estos sectores económicos en México, ofertan la mayor cantidad de empleos directos e indirectos en el país, por lo que una sustancial reducción de sus ingresos afectará inevitablemente la expansión del mercado laboral y por ende la degradación de las condiciones sociales y la presión política para solucionarlos aumentará.
En suma, en México prevalece el desempleo, la precariedad salarial y el desamparo del derecho laboral lo cual fortalece la economía informal. Ahora bien, este es sólo uno de los principales problemas del país, a lo que se suma la inseguridad ciudadana debido al fracaso de la política pública de seguridad y procuración de justicia del gobierno federal.
Las consecuencias sociales derivadas de las reformas estructurales impulsadas por el Ejecutivo Federal, han convulsionado a la opinión pública en general, precipitando movimientos de resistencia civil. Aquí podemos mencionar particularmente a los profesores y la reforma educativa, el sector de la micro y pequeña empresa con las reformas hacendarias y fiscal, las televisoras y la reforma en telecomunicaciones y, de manera especial, la político-electoral y la energética. Esta última ha levantado tal presión política para el Estado que el debate de las leyes secundarias en la materia se encuentra detenido.
-¿Cuál es la visión de Estado que tiene Peña Nieto, desde su perspectiva?
-En este momento Peña Nieto mantiene una visión de Estado ciertamente tecnocrática y neoliberal, prueba de ello son las reformas estructurales mencionadas, a lo que habría de sumar la grave situación que vive el pueblo de México, así, es que las acciones hablan por sí mismas, pues el país cuenta con un Presidente que se subsume a los poderes fácticos e intereses transnacionales.
-En febrero pasado, el PRD se movilizó, junto a otras organizaciones, contra la reunión de Peña Nieto con Barack Obama -presidente de Estados Unidos- y Stephen Harper -primer ministro de Canadá-. ¿Cuáles fueron las motivaciones que los llevaron a rechazar este encuentro? ¿Qué evaluación hace usted sobre los veinte años del Tratado de Libre Comercio entre México-EEUU-Canadá?
-La oposición surge como respuesta a esta lastimosa forma en que Peña Nieto se somete a las decisiones del gran capital -cosa que ya comenté-. Por ello el encuentro con Barak Obama y Stephen Harper fue leído en el ámbito político como una reunión para afinar puntos concernientes a las reformas estructurales, específicamente la energética. No es un secreto para nadie que el interés de Estados Unidos de América por el petróleo mexicano no sólo es un asunto histórico sino estratégico, por lo menos para el vecino del norte, cuyas reservas se acercan cada vez más a una situación crítica que puede llevar a la economía norteamericana a un colapso.
Tampoco podemos soslayar el hecho de que México por su parte, ha insistido a EEUU en la aprobación de una reforma migratoria que beneficie a los cerca de 25 millones de compatriotas que han migrado y actualmente residen en este país.
Ambas posiciones abren una tercera vía que puede bien encontrar confluencias basadas en el trato preferencial y el intercambio, es decir, reforma energética por reforma migratoria y prioridad para las empresas estadounidenses.
Este tipo de acuerdos ha sido siempre en detrimento de los intereses y el pueblo mexicano, como lo ha sido el TLCAN en muchos sentidos, ya que si bien es cierto que dichos tratados son un detonador de procesos económicos importantes, las asimetrías sistémicas entre los participantes los convierten en una suerte de lucha entre David y Goliat con todo tipo de competencias desleales que a la larga propician la quiebra de sectores completos de la economía -como por ejemplo el agropecuario, al cual EEUU subsidia con un presupuesto 50 veces superior al que México invierte.
También está el tema de la transferencia tecnológica que no se lleva a cabo y de las decisiones unilaterales de Estados Unidos para imponer prohibiciones a la importación de productos mexicanos, por razones eminentemente políticas que responden a su propia dinámica y tiempos electorales, así como a tratar de frenar un posible déficit en la balanza comercial con México.
Pero sin duda el tópico nodal a 20 años del TLCAN, sigue siendo el de la libertad de tránsito no solo de mercancías sino también de personas, lo cual regresa la discusión a su pregunta inicial sobre los motivos del PRD para oponerse a las reuniones entre EPN y Obama y lo que políticamente supondría para el PRI la aprobación de una reforma migratoria, aunque con cargo al gasto en materia social y la renta petrolera.
-Usted manifestó recientemente que desea una alianza con Morena, sector desprendido del PRD, donde actúa Andrés Manuel López Obrador, de cara a las próximas elecciones presidenciales. ¿Por qué cree que López Obrador se alejó del PRD en lo que fue la constitución de Morena como un partido legal en todo el país? ¿Cree que la unidad de los sectores de izquierda es posible de cara a las próximas elecciones?
-Debo en principio comentar que el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) no es un «sector» desprendido del PRD. Nuestro partido no cuenta con sectores corporativizados. En segundo lugar, mi deseo como persona, como mexicano y como político, no es únicamente el de establecer una alianza con MORENA: ganar las próximas elecciones exige un gran pacto político con todas las fuerzas de la izquierda nacional, esto incluye, la renovación de acuerdos con otros movimientos políticos, como el Partido del Trabajo PT, Movimiento Ciudadano, y por supuesto, el Movimiento de Regeneración Nacional MORENA.
En cuanto a los motivos de Andrés Manuel López Obrador para dejar el PRD, creo que no soy yo el indicado para entrar en un terreno donde sólo puede privar la especulación, pues forma parte de la decisión libre de cada persona. En lo concerniente a MORENA y su eventual legalización como partido, celebro el hecho del nacimiento de una nueva fuerza social de izquierda y creo que ello habrá de abonar a la vida democrática del país. Y voy más allá en mis aspiraciones de aglutinar todas las expresiones disidentes en el país extendiendo la convocatoria a las organizaciones de la sociedad civil, porque ésta es una tarea, como dije al principio de la entrevista, que cruza transversalmente la totalidad del ámbito social y político mexicano.
En este sentido, las y los mexicanos ya hemos experimentado la alternancia, que no fue asumida plenamente por el Partido Acción Nacional, sobre todo porque sus políticas estuvieron permeadas de ese modelo neoliberal impuesto a México desde los años ochenta -y sabemos bien que junto con el Partido Revolucionario Institucional impulsan una transformación contraria a la nación-. Por ello hago votos en favor de la memoria histórica, para que tanto partidos como organizaciones de la sociedad civil -cuya ruta sea la de los valores y principios de la izquierda,- asumamos el compromiso de sacar nuevamente al PRI de Los Pinos (nombre de la Casa de Gobierno), e impulsar un proyecto de nación alternativo, justo, incluyente y equitativo.
Creo que esto es posible y más aún necesario. De llegar a concretarse, y debido al liderazgo de México en Latinoamérica y el Caribe, habrá de reproducirse la experiencia en otras latitudes de nuestro continente: ese ha sido durante décadas y décadas, el sueño de muchos, el sueño de nuestros héroes, el sueño de un destino propio.
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