El gobierno nacional anunció el viernes 14 de febrero un sustancial aumento en las jubilaciones mínimas y de los montos inferiores. El incremento porcentual disminuye a medida que los ingresos aumentan.
Desde la asunción de Alberto Fernández ésta ha sido la tónica. Aumentos mayores a quienes menos reciben, quienes han superado por mucho los niveles inflacionarios.
Estos aumentos cumplen con una promesa de campaña. En realidad cumplen con dos promesas de campaña. La primera, lo específico de qué pasaría con las jubilaciones, la segunda es el postulado macroeconómico en que se sustenta la idea del gobierno.
Con las cuentas públicas desquiciadas, con cepo al dólar, vaciamiento de las cajas estatales (no sólo reservas de BCRA, sino fondo de ANSES y hasta créditos fraudulentos de la banca pública), con inflación descontrolada, con la deuda en default (usan la palabra “reperfilamiento” para edulcorarlo), los márgenes de maniobra del nuevo gobierno son estrechísimos. Desde ya que no entramos a analizar la catástrofe de la pobreza e indigencia crecientes, el hambre, el desempleo, la destrucción empresaria, el industricidio y el resto de la hecatombe que los argentinos conocemos.
El planteo del Frente de Todos en campaña fue producir un shock de consumo. ¿Cómo hacerlo en semejante panorama donde no sólo no hay un peso, hay un virtual default?
Lo que los economistas llaman la “propensión marginal al consumo” (PMC) es un concepto que representa cuántos centavos de cada peso que recibe una persona promedio se van a consumir. Keynes sostuvo que esa proporción tiene cierta persistencia en tiempo. ¿Se entiende de qué hablamos? Si una persona recibe 1 peso más en sus ingresos, qué parte de ese peso lo destinará a comprar comida, elementos de limpieza, salidas al cine y todo tipo de “consumo”, y qué parte será destinado a ahorro. En la macroeconomía más difundida NO hay infinitos usos para los ingresos, ese dinero se puede consumir o se puede ahorrar. Lo que no se consume se ahorra y viceversa.
La PMC es un promedio para una sociedad, pero, evidentemente, hay casos (y promedios) muy distintos. Si una persona indigente recibe ingresos extra es esperable que consuma todo o casi (PMC cercana a 1), una persona de clase media es esperable que consuma una buena parte de los ingresos extra pero otra parte la ahorre, un multimillonario seguramente ahorrará la mayor parte de los ingresos adicionales (PMC cercana a cero).
¿Y qué importancia tiene la PMC?
Uno de los hallazgos de John Maynard Keynes es que la PMC determina el efecto “multiplicador” de un ingreso adicional en la economía. Un peso más en el gasto del país, sea hecho por la “Inversión” privada o el “Gasto” estatal no agota su efecto económico en el bien que se compra. El peso que gasta la beneficiaria de Asignación Universal pasa al almacenero y el almacenero a su vez lo gasta en el mayorista, el mayorista le compra al industrial, el industrial…, lo que se conoce como “la rueda de la economía”. Pero esa rueda gira siempre y cuando ese peso se gaste. Si en lugar de gastarse ese peso se ahorra, la rueda no gira.
Hemos hablado de la propensión a consumir. Se puede categorizar como un promedio en un país, pero claro, algunos sectores consumirían todo lo que pudieran porque no llegan a lo mínimo y otros, si aumentan sus ingresos, ahorrarán más. El impacto es distinto para la producción nacional.
Aumentar los ingresos de los sectores más postergados genera un impacto en la economía muy superior que aumentar los ingresos de las clases altas o medias, por aquello del efecto multiplicador de la PMC.
Entonces, el plan económico del gobierno nacional, de reactivar la economía argentina luego de una enorme caída, a través del consumo interno tiene en los sectores más vulnerables, los indigentes, las jubilaciones mínimas, los mejores aliados; aliados no del gobierno, de la recuperación económica.
El problema de Bismarck
Los sistemas de pensiones surgen al mundo en la década del ’80 del Siglo XIX impulsados por el Canciller alemán Otto Von Bismarck.
Presionado por las demandas sociales, un floreciente sindicalismo y un socialismo fuerte, Bismarck envía su proyecto al Reichstag sosteniendo que “aquellos que están incapacitados para trabajar por edad e invalidez tienen el derecho de ser cuidados por el Estado”.
El tema de las pensiones bismarckianas fueron los ancianos desamparados.
La evolución posterior y sus modos de financiamiento llevaron a una presentación diferente: se planteó en diversos momentos como un mecanismo de capitalización forzosa donde se aportaba durante la vida activa y se cobraba según cálculos actuariales al final de la vida. El epítome de ese sistema es el régimen de capitalización que en Argentina quebró en 2008.
El dilema, entonces, al que los sistemas de pensiones deben enfrentar en los países capitalistas es siempre esta tensión:
– Las jubilaciones y pensiones existen porque la comunidad decidió que nadie puede quedar afuera y, en consecuencia, deben ser igualitariamente lo más altas posibles.
– Responden a un sistema de ahorro durante la vida laboral que se consume en la “edad pasiva”. En este régimen las jubilaciones son dramáticamente desiguales siendo reproductoras de las diferencias propias de los sistemas capitalistas. Aquí no importa si hay una gran distancia sino que “a cada quien lo suyo” y si para algunos no alcanza no es motivo del régimen previsional. En esta opción, que es la permanente de la derecha, no hace falta el Estado. Los bancos privados tienen una gran variedad de productos financieros que satisfacen estos parámetros.
La crítica a la lógica de la capitalización para el régimen previsional tiene una extensa panoplia de argumentos. Por lo pronto, como dijimos, en Argentina quebró. Quebró el sistema (es decir las personas que deberían jubilarse) no las AFJP que hicieron un pingüe negocio. El argumento del financiamiento se rebate fácilmente mostrando que rentas generales aportan buena parte de los requerimientos financieros.
Las decisiones gubernamentales actuales parecieran querer abandonar el segundo polo para aproximarse algo al primero. Si esto es así, no alcanza con las medidas propiamente dichas, hay que explicarlas, hay que fundamentarlas, hay que dar la discusión axiológica. Hay que decir, como Bismarck, que “los incapacitados para trabajar tienen derecho a ser cuidados por el Estado” y que de eso se trata el régimen previsional.
Con medidas concretas plausibles, conmovedoras, entiendo que hay allí una carencia del gobierno y del campo popular en su conjunto.
Carlos Almenara. Docente y periodista. Autor de “El faneróscopo de Eliseo. La máquina semiótica del grupo Clarín”.