El complotismo nos aleja de la realidad y, por tanto, de la capacidad de actuar para resolver los problemas reales.
Circulan estos días diferentes teorías basadas en conspiraciones sobre el origen del virus SARS-CoV-2. Si eres complotista de izquierdas, el virus lo habrán llevado a Wuhan unos deportistas del ejército estadounidense que habían estado en un laboratorio de investigación. Si eres de izquierdas anti-china, o de derechas, el virus se ha escapado de un laboratorio de armas biológicas de la zona de Wuhan. Las variantes del bulo pueden ser de lo más descabelladas posibles. La verdad es que son teorías conspirativas que nos alejan de la realidad y, por tanto, de la capacidad de actuar para resolver los problemas reales. Tras el análisis de laboratorios independientes situados en diferentes puntos geográficos no existe ninguna evidencia de que este virus se haya creado de manera sintética en un laboratorio. De hecho, el 17 de marzo fue publicado un artículo en Nature Medicine que explicaría muy bien por qué no puede proceder de un laboratorio y cuáles son las distintas posibilidades.
El SARS-CoV-2 (también conocido como hCoV-19 o coronavirus en alusión a la familia de virus a la que pertenece) es el séptimo virus aislado de la familia de los coronavirus que afecta a humanos, pero el que más muertes ha producido. Desde su descubrimiento se ha secuenciado muchísimas veces por grupos de investigación de todo el mundo. Esto quiere decir que conocemos bien su estructura y su mecanismo infectivo, y se ha llegado al mismo conocimiento desde laboratorios muy diversos haciendo imposible un conflicto de intereses.
Para comprender los dos primeros argumentos tenemos que saber que para que las partículas víricas consigan infectar a un humano deben, por un lado, poder pegarse a la célula humana de manera relativamente específica, y además tienen que evadir el sistema inmune. Los argumentos se enumeran de la siguiente manera:
1- Tienen que pegarse eficientemente. En este caso la “proteína de espina” (una proteína que en su composición incluye un azúcar y se encuentra en la envoltura del virus para facilitar su entrada en las células que infecta) se une a un receptor de la célula susceptible de ser infectada, el ACE2. Se ha visto que la diferencia entre el primer virus SARS (SARS-CoV de 2003) y este, es que la secuencia de la proteína de espina es más complementaria, tendría más afinidad, por el receptor ACE2. Pero cuando los investigadores modelan por ordenador cuál sería la secuencia de la proteína de la espina ideal, la más eficiente, descubren que no es la del SARS-CoV-2. Esta secuencia resulta menos eficiente que la que un diseñador de armas biológicas habría elegido. Es fruto de la selección natural aplicada al azar de las mutaciones.
2- Tienen que evadir el sistema inmune. Los organismos tenemos un sistema que nos defiende de las infecciones. Tanto de manera innata como adaptativa (con anticuerpos). El SARS-CoV-2 tiene una pequeña secuencia en la proteína de espina que es modificada con glicanos (un tipo de azúcar), lo que le permite evadirse de los anticuerpos del sistema inmune más eficientemente que en el caso del SARS-CoV. De nuevo, es algo que no se puede predecir ni modelar, pasa. Y esto prueba que las mutaciones no se han producido in vitro, en el laboratorio, porque a la fuerza estos virus tienen que crecer en cultivos celulares, a no ser que haya una granja de virus en humanos.
Estos serían dos argumentos de peso. Pero existe otro que tiene que ver con cómo se generan los virus en laboratorio. Y es que para tener una cantidad de virus suficiente (“crecer virus”) como para generar algún tipo de arma biológica hacen falta herramientas de biología molecular que dejan huella. En concreto una de las secuencias conocidas como backbone (columna vertebral) en la investigación en coronavirus habrían sido con toda probabilidad utilizadas.
Descartando el origen artificial del virus, nos quedan dos hipótesis de trabajo que pueden explicar el origen de este virus:
1- Selección natural en animales. El SARS-CoV-2 tiene un 96% de similitud con el coronavirus de los murciélagos. El virus del pangolín se parece menos, pero su proteína de espina más, aunque con una estrategia distinta a la del modelo bioinformático. Esto deja claro que es fruto de la selección natural. Para que esa selección pueda darse debe ser un animal con una densa población, donde el salto se produzca muchas veces hasta conseguir esa mutación.
2- Selección natural en humanos. Repetidas infecciones no adaptadas (animal-humano) puede llevar a mutaciones que permitan la infección humano-humano.
El que sea necesario un contacto continuo entre el reservorio del virus y el ser humano dificulta otra explicación sensacionalista, y a menudo racista, que plantea que la epidemia empezó porque “los chinos se comen a los murciélagos”.
Desde Jevons, que más que un blog es un grupo de personas científicas críticas, trabajamos la relación de la ciencia y el poder. Y por ello somos muy conscientes de que la investigación en biomedicina se mueve a menudo por mundos oscuros de corrupción, beneficios farmacéuticos, propaganda tecnocientífica y sesgos. Sin embargo, es la ciencia el único método que tenemos en biología para acercarnos a entender y descubrir los mecanismos de la naturaleza, y en este caso para entender de dónde viene el bichito que está poniendo patas arriba nuestra sociedad.
Sembrar la duda como se ha terminado haciendo en varios medios hace un flaco favor a la democracia, daña la credibilidad de medios independientes en los que a priori la ciudadanía podía tener mayor confianza y la de las instituciones científicas y sanitarias, que por muy mejorables y criticables que sean, son la base de una sociedad basada en la razón y la democracia. Las conspiraciones sobre lo imposible nos restan energías y capacidad de atención y análisis sobre lo real. Creemos que nuestras energías deben estar en evitar todo el sufrimiento y muerte prematura posible y salir de esta crisis un poco más por la izquierda y desde abajo en vez de más por la derecha y desde arriba.