Así como el eje de la estrategia para disminuir los estragos de la epidemia COVID-19 consiste en intentar “aplanar la curva” de arriba hacia abajo, el centro de la estrategia para combatir la recesión y la depresión que vienen debe consistir también en “aplanar la curva”, aunque en este caso de abajo hacia arriba. Para frenar el avance del virus, el gobierno mexicano ha utilizado medidas de aislamiento que obligan a mantener a la población en casa, con la finalidad de reducir al mínimo los contactos y los contagios. Dado que el encierro paraliza la actividad económica, se hace indispensable aplicar medidas “contra cíclicas” para evitar que se caiga el consumo de la gente y de las empresas, y para estimular la inversión privada, incrementar el gasto del gobierno y hacer crecer las exportaciones.
Es extraño que el presidente aplauda y estimule el aplanamiento de la curva de contagios virales sugerido por los expertos y los científicos en salud, y que, al mismo tiempo, se oponga con tanta vehemencia al aplanamiento de la curva recesiva-depresiva de la economía que le han sugerido los expertos y los científicos en la materia. Es también llamativo que Andrés Manuel recuerde con tanta emoción la gestión de aquel titán que fue el presidente Franklin Delano Roosevelt, y que, en los hechos, se oponga en forma tan tajante a la aplicación de políticas de tipo contra cíclico, que fueron precisamente la esencia del New Deal que llevó a cabo el presidente de EEUU a partir de 1933 para sacar a su país de la gran depresión.
Hay que decir que las medidas para intervenir en un ciclo económico que va a la baja no son garantía de éxito (como no lo son el aislamiento de la población y el cierre de actividades en el caso de la epidemia), pero es indispensable recurrir a ellas porque no hay otras. En la década de los treinta del siglo pasado, Roosevelt decidió subir los salarios, aumentar el endeudamiento del gobierno para gastar en obra pública, acordar con las empresas el aumento de la inversión, y devaluar el dólar para subir exportaciones y reducir importaciones, entre otras importantes y radicales medidas; sin embargo, todo el esfuerzo técnico y político invertido, apenas fue suficiente para recuperar el ingreso de las familias después de largos años de penurias y sacrificio.
Con todo, la economía de Estados Unidos volvió a caer en 1937, y fue entonces que Roosevelt decidió echar a andar la maquinaria de guerra y encaminó a su país hacia un conflicto bélico que el pueblo no deseaba. Con el propósito de catapultar la potencia económica, política, tecnológica, financiera, militar del imperio, que en ese entonces ya despuntaba, el presidente más querido por el pueblo estadounidense montó el escenario de Pearl Harbor e irrumpió en la Segunda Guerra Mundial, con la confianza de que saldría airoso pues así se lo anticipaban sus expertos en prospectiva.
Si el presidente López Obrador pretende evitar que esta crisis “transitoria” se convierta muy pronto en una depresión secular extremadamente costosa para el pueblo, tendrá que hacerle caso a los expertos y pedirles que construyan, cuanto antes, una estrategia que logre aplanar la curva del desplome económico que tenemos frente a nosotros, y que coloque a México en la posición que habrá de corresponderle por justicia en el nuevo orden post globalista y post neoliberal que se avecina a gran velocidad.
Alberto Carral es integrante de Deep Future Institute y socio fundador de Sceneries and Strategy (https://sceneriesandstrategy.com/) y del Centro de Información Geoprospectiva (http://www.geoprospectiva.com/).