En tiempos despiadados las personas migrantes quedan expuestas a la violencia de políticas que los criminalizan, les arrebatan sus derechos, les impiden seguir su trayecto. En tiempos despiadados la guerra, las enfermedades, el cambio climático obliga a muchos a buscar refugio y remanso y lo que encuentran es una cerca cerrada, un hombre armado, un calvario dentro de las burocracias que desprecian a los extranjeros. La política de derechas se justifica frente a la amenaza del “otro”, remueve los miedos de los connacionales para ensañarse contra el diferente. Historia sabida y ominosa.
¿Pero qué umbral hay que cruzar para dirigir la violencia del Estado contra los propios connacionales, supuestamente salvaguardados por los derechos que gozan todos los ciudadanos de un país? Al escribir estas líneas (8/04/20) en la frontera boliviana con Chile, 480 bolivianos son retenidos por el ejército en un campo de cuarentena, impidiendo su pleno ingreso al territorio. Estos bolivianos se encontraban en Chile y en el marco de la pandemia del coronavirus decidieron regresar a Bolivia, reunirse con sus familiares, enfrentar la emergencia sanitaria al abrigo de los suyos. Lo que encontraron fueron las fronteras cerradas para ellos en un primer momento, y luego la reclusión en un campamento precario donde sobreviven en condiciones de frío, con alimento y agua insuficiente, con pocas baterías de baño y sin duchas.
Los tuits de la Canciller
Por medios de prensa se anunció que el 30 de marzo 150 bolivianos que se encontraban en un campamento en la localidad de Huara, Chile serían repatriados. Inclusive la Canciller boliviana Karen Longaric escribió en su cuenta de Twitter:
Mañana, el Min. de Defensa @Ferlopezjulio1 [Fernando López Julio] y yo vamos a Pisiga para acompañar el ingreso de nuestros compatriotas a territorio nacional. Quienes ingresen cumplirán los protocolos de la OMS y seguirán estrictas reglas sanitarias para garantizar la seguridad de todos los bolivianos
Se esperó, por tanto, que los bolivianos entren al país. Según informó luego un alto jefe militar chileno, la repatriación de bolivianos fue suspendida a último momento por las autoridades bolivianas. La Canciller escribió entonces en la misma cuenta de su red sociodigital que
Por decisión presidencial, las fronteras del país se mantienen cerradas y se suspende la repatriación de los compatriotas bolivianos varados en Huara, Chile. El ministerio de Defensa tomará los recaudos para garantizar ayuda humanitaria a nuestros compatriotas.
La medida generó críticas tanto de autoridades chilenas como de la población boliviana. Los bolivianos en la frontera quedaron abandonados a los buenos oficios del gobierno de Chile y, como se entiende del mismo tuit de la Canciller, había sido la misma presidenta Añez quién reafirmó que ni los bolivianos cruzarían la frontera.
La determinación de la presidenta Añez va en contra de Derechos Humanos (art. 13) así como en contra de la Constitución boliviana (art. 21.7). Las implicaciones de las decisiones del gobierno son serias: desde su nombramiento, la presidenta Añez se apoyó en las Fuerzas Armadas y la policía para imponer el orden en una Bolivia convulsionada desde octubre del año pasado. La presencia cotidiana de las fuerzas represivas del Estado así como normativa aprobada instauran de manera tácita un Estado de excepción en el que la pandemia de coronavirus es enfrentada con medidas policiales. El resultado afecta menos a la propagación del coronavirus que a los derechos de los bolivianos.
La ciudadanía que puedas pagar
El 4 de abril finalmente pueden cruzar la frontera los ciudadanos bolivianos. En ese momento son 480 y cuentan mujeres embarazadas, niños y niñas pequeñas. Si bien el gobierno había anticipado que se seguirían protocolos de control de la OMS, en los hechos ello no ha ocurrido. Según un comunicado de los bolivianos varados, se encuentran en un campamento de carpas, sometidos a un frío que ya mella la salud de los retenidos. La falta de medidas de bioseguridad los expone a contagios y, lo que resulta más alarmante dado que se supone es una medida para restringir la proliferación del coronavirus, es que no se les hizo pruebas para establecer si han sido infectados. Según el mismo comunicado, cualquier protesta dirigida a los oficiales que llevan el campamento es respondida con amenazas de devolverlos a la frontera.
Al atardecer del 7 de abril la prensa boliviana dio a conocer que un avión proveniente de Santiago de Chile aterrizaría en El Alto. En el vuelo, 36 bolivianos que habrían salido del país por diferentes motivos, recibían autorización de repatriarse. La Cancillería boliviana emitió un comunicado en el que señala que “El gobierno facilitará la repatriación de los ciudadanos que se encuentren varados en el exterior, siempre que dichas personas puedan costear su retorno y someterse a cuarentena obligatoria”. El mismo comunicado es explícito en que los costos demandados por la cuarentena serían pagados por estos pasajeros.
¿A qué ha quedado reducida la obligación de un Estado para con sus ciudadanos? Es imposible no ver en estas condiciones que mientras el gobierno está dispuesto a someter a tropelias a una parte de sus ciudadanos, a aquellos en evidente situación de vulnerabilidad, para otros bolivianos los inconvenientes se arreglan con dinero. No se trata de exigir que quienes se encontraban en Santiago deban quedarse allá, si no que, al igual que los que llegan en avión, los que llegan por tierra ejerzan sus derechos. Si la situación de pandemia ha puesto en emergencia los ingresos al país, se debió practicar pruebas de coronavirus a los repatriados y ponerlos en cuarentena si era menester. Lo que ha ocurrido en cambio se asemeja más a la instalación de un campo para refugiados en su propio país.
Inclusive en las versiones mínimas del Estado, éste garantiza los medios de salvaguardar la vida de sus ciudadanos de amenazas directas. Hoy en Bolivia, el Estado aprovecha del espacio fronterizo para suspender de facto esas garantías de salvaguarda de la vida. El gobierno ha justificado su accionar entrando en un juego macabro: ellos o nosotros. No se trata solo de que no sean los bolivianos iguales ante la ley, en este caso las de emergencia sanitaria, sino que el gobierno está dispuesto a aplicar una ciudadanía diferenciada apoyado con la policía y el ejército.