El año 2017 incorporó una palabra que quedó como la más explotada y aplicada en la política. Medios de comunicación, analistas, politólogos y filósofos la pronunciaban para referirse a conductas y realidades consideradas ahora en una perspectiva personal. Posverdad fue el vocablo de moda entonces, casi una expresión de rebelión ante los hechos, mi opinión por encima de la evidencia. La era de las celebridades anónimas, la visibilidad plena. La primera fila de la opinión. La veracidad contra el ánimo de expresarse, contra la calidad de la noticia y contra las pruebas también. La cultura inapelable de lo online y la frenética ola mediática que no distingue lo existencial de la ficción. La verdad no está más, pues la invención de historias no se detiene y supera la capacidad analítica de nuestras sociedades.
Andrés López Obrador, hoy presidente de México, desde sus tiempos electorales, que no fueron escasos y donde enfrentó a los medios más conservadores, esos que él creativamente llamo “la prensa fifí”, ha desarrollado una singular manera de contención y paralización a la posverdad. Él suele repeler y desaprobar los relatos adversos con un pausado y siempre presente “Yo tengo otra información y otros datos”. El presidente ha encontrado en esta frase una forma de combatir y resistir la narración subjetiva e intencionada.
Bolivia, julio de dos mil veinte. El gobierno vuelve sus pasos sobre el Estado policial y cancelador de las garantías y los derechos. En tan solo un lapso de dos días ha sumado inculpaciones, procesos y obsesiones sin pausa, encuentra una conjura y estrategia de corrupción infiltrada para desprestigiar la probidad de los actuales hombres y mujeres de Estado. No eran ellos, eran los otros. Sobre preciar los inconectados respiradores fue un plan para afectar la pureza gubernamental. Yo tengo otra información y otros datos.
La cancillería y la canciller también quieren estar -estar significa a veces protegerse del despido inesperado, hay que estar-, le enuncian a la comunidad internacional que el país está siendo desestabilizado por cuatro costados y un hombre sobre poderoso, casi extra natural. Encuentran que la no aprobación de los ascensos militares, que las observaciones al préstamo –léase cooperación internacional- de la casa de la caridad que es el FMI, que sectores sociales que buscan causar caos facilitando las tareas del narcotráfico y la delincuencia organizada, que algunos con Nicolás Maduro armaron un extraordinario aparato comunicacional de alcance internacional para negar el fraude electoral. Todo un plan bestial que impide y distrae la eficiente gestión en la que están empeñados los hombres y las mujeres del gobierno. Yo tengo otra información y otros datos.
La historia sigue. Hoy que el poder judicial retoma sus actividades el gobierno reimpulsará acciones penales contra el candidato que les arrebata el sosiego. El hombre del ministerio de justicia informa que ese señor utilizó más de 3.000 millones de bolivianos (la cifra está bien escrita) para comprar la conciencia de los inconscientes. El ángel justiciero entonces apuesta más fuerte, comunica que personalmente reactivará más de 60 procesos contra ex autoridades que también le dañan la placidez del sueño. Lo hace –eso dice- porque no puede ser que ellos hablen de corrupción sin dar respuesta a esto. Yo tengo otra información y otros datos.
La otra información es la siguiente: para el grupo transitorio los días en Palacio Quemado son el lado caliente del infierno. Que son dos los que juegan a ser los estrategas, que no comprenden el proceso inclusivo e identitario de ese constructo social por acumulación histórica y demandas inatendidas. Que intentarán detener el cauce institucional hacia las elecciones, que las quieren señalar para el 2021 y así postergarlas hasta donde se pueda. Que en los días que vienen conoceremos de procesos judiciales, persecución, detenciones y aparición de testigos que salen impensadamente de las gavetas que tiene ocultas el ángel justiciero. Que están en la creencia de que el Estado policial, militar y persecutorio logrará disimular la cadena de desaciertos. Que las encuestas que leen anuncian que ya los desplazaron del segundo lugar y que la elección la pueden ganar en primera votación los que ellos odian de forma militante. Que quieren arrancar la fecha del 6 de septiembre del calendario, que no llegue nunca, porque entonces ahí ya se imaginan que la vida sería invivible, que el refrán que habla de que el dinero no hace a la felicidad podría ser cierto.
La información que yo tengo es que nunca la palabra “estamos jodidos” se pronunció tantas veces, que la convirtieron en la muestra del país que han construido y que a pesar de ello, de esa desolada realidad en la que existen, confinados a su angustia, los dos asesores de la estrategia perversa exigen mostrarse satisfechos, al menos públicamente, del régimen de pesadumbre que han instalado.
Jorge Richter Ramírez es politólogo