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Dark Berni la amenaza fantasma

Fuentes: Postperiodismo

Hay gente que te dice que tenés que trabajar, gente que te dice: tenés que estudiar. Gente como Baby Etcheco ¿latz? Odiadores que no. Hay falsos ingenieros como el papá de Axel. Gente que se acercó a Olivos para interpelar al gobierno, y gente más golpista que el Papa. Eso, según lo autopercibió Mauricio Macri en sus visitas vaticanas. Gente que no entiende las redes sociales y menos el componente civil de la cadena de mando, en especial, cuando esa gente teje redes paralelas de poder por simples afanes personales. Y, cuando hay un gobernador demasiado progresista para la ocasión, esa es gente que no, actúa en contra del voto popular.

En la sábana corta aparece el ministro de Seguridad bonaerense,  Sergio Berni, quien el sábado 12 de septiembre reapareció -tras una semana caliente- en A24 con una exclusiva para #RM, el nuevo programa de Romina Manguel. Mantuvo una conversación de casi una hora que no tiene desperdicio porque en la larga marcha de la nota, el también médico cirujano -recuperado de Covid-19 con cócteles propios- habló de todo. Incluso, sobre los rumores de amoríos con una bebedora empedernida de dióxido de cloro.

La conductora se independizó definitivamente del ciclo Animales Sueltos, el mismo que perdió todo su prestigio cuando expulsó al cronista de Clarín, Daniel Santoro, tras el escándalo de extorsión de Marcelo D’alessio en tiempos de Alejandro Fantino como bastonero. Hoy, lo conduce Luis Novaresio con una pátina más cuidada en la curación de contenidos.

Vale recordar que allá lejos en el archivo de 2016, quedó el título “Corrupción en el INCAA” y una  orquestación de prensa junto al fallido ministro de cultura Pablo Avelluto, quien logró linchar al  presidente del Instituto del Cine, Alejandro Cacetta, y provocar su renuncia, acompañando una inconsistente denuncia ante la Oficina Anticorrupción dirigida por Laura Alonso. Hasta el propio Juan José Campanella levantó la voz y salió al cruce dentro de los propios pasillos de Cambiemos. Pero esa es otra historia que muestra las miserias de los influencers en el periodismo político cuando obran con inoperancia o, en el peor de los casos, real malicia.

Volviendo a la gente que no. El sábado pasado Sergio Berni reapareció en la escena mediática y atacó indiscriminadamente a la/os trabajadora/es de las organizaciones que defienden los derechos humanos, en especial, las que han logrado desde la recuperación de la democracia mantener una agenda viva y presente para no repetir la historia. Entre otras barbaridades dijo que ese sector es puro «bla bla”, que cobran mucho, les gusta viajar y trabajan poco. Agregó que por ese motivo no se hicieron cargo del “manejo de Asuntos Internos de la fuerza”, cuando la/os invitó a transformarse en lo que siempre combatieron desde la búsqueda de verdad y justicia: esos agentes grises que secuestraron y desaparecieron a sus hijos y nietos.

También descalificó a las policías locales de los municipios por la mala formación de base, en una extraña analogía con el oficial Chocobar, comparando la falta de instrucción de esa fuerza, con cuerpos de élite como la Caballería, la Infantería, la División Especial de Seguridad Halcón, y la novedad del GAD (Grupos de Apoyo Departamentales), entre otras. También aseguró que la/os policías estaban «drogados y alcoholizados». Cuestión que no se percibió en ninguna de las coberturas noticiosas.

En otras palabras, no escuchó las palabras de la/os agentes más jóvenes, que en su mayoría ingresaron entre 2014 y 2015, cuando el gobernador Daniel Scioli duplicó la planta de personal frente a los reclamos de mayor seguridad, momento en el que aspiraba a ser presidente y Berni ocupaba el cargo de viceministro de Seguridad de la Nación. En aquel momento no sacaba los pies del plato como lo hace ahora en sus críticas constantes a la ministra Sabina Frederic.

Esa contrarreforma policial de Daniel Scioli, con fines electorales, buscaba atrapar a los votantes de soluciones mágicas como Mauricio Macri, cuyas consecuencias sociales y económicas vivimos ahora, y sobre las cuales quedó una fuerza con más de 90 mil efectivos precarizada/os y estigmatizados dentro del territorio bonaerense. De paso, Berni la/os equiparó a la/os beneficiarios de planes sociales, estigmatizando también a los sectores más empobrecidos y golpeados por la crisis económica.

En lugar de acercar posiciones en un conflicto apagado el día anterior a la entrevista con Mangel -luego del anuncio del gobernador Kicillof del incremento del salario inicial de 44.000 pesos– el ministro redobló la apuesta para mostrarse como el héroe norteamericano  G. I.  Joe, que se las sabe todas.

Berni está jugado a la arena política y con este conflicto en la provincia dejó en claro que a los 58 años el reloj le está girando en contra para ser gobernador. Su radiografía televisiva mostró un perfil más acabado sobre quién es ese SuperBerni que se hizo conocido como infiltrado en Río Turbio, para desactivar las protestas de trabajadores mineros a mediados de los noventa.

En lugar de promover la calidad institucional de la policía que le tocó dirigir y que sabía que recibía, no quiere o no sabe escuchar la voz de mando. En este caso un presidente, un gobernador y una ministra. Lo cierto es que se encuentra mucho más cerca de la derecha reaccionaria -que aún persiste del menemismo en algunos sectores del peronismo noventoso-, a pesar de integrar un gobierno que supo reinventar sus fórmulas y encontrar consensos en las diferencias.

Sergio Berni es un dejá vú de Daniel Scioli y su fracaso, ambos afines a la línea dura que supo cultivar Carlos Federico Ruckauf. Sus principios están intactos.  No quiere a los trabajadores.  Su reverso -al igual que la gestión Cambiemos- considera a las organizaciones defensoras de los derechos humanos como un «verso». Pidió disculpas luego a los organismos. No le quedaba otra. ¿Eso alcanza cuando se trata de un ministro que desestimó de antemano cualquier pista de encubrimiento en la desaparición de Facundo Astudillo Castro?

El Equipo Argentino de Antropología Forense es el mismo que interviene en el caso de Facundo. El mismo que participó en la recuperación de la identidad de toda/os la/os nietos, gracias a las Abuelas y Madres, en ambas líneas.

Berni es la cara opuesta a Léon Arslanián, quien en los levantamientos de 2013 consideró a las fuerzas de seguridad como un sujeto laboral a ser escuchado. Arslanián también integró los tribunales que condenaron a las Juntas militares e intentó en dos oportunidades (1998 y 2005) desarmar la estructura de castas que dejó Ramón Camps, como jefe de policía en la provincia durante el último gobierno de facto. 

Justo hace 33 años (como los ciclos de la serie Dark), Luis Brunati se desempeñó como ministro de gobierno de Antonio Cafiero, antes de que se creara la cartera de seguridad. Apenas asumió, Brunati cruzó a las cúpulas policiales heredadas de la dictadura. Días atrás el ex diputado del «grupo de los ocho» -por el sano alejamiento del menemismo, junto al maravilloso Germán Abdala, entre otros- recordó a la agencia Télam que sus hijos llegaron a dormir en colchones en el piso por la amenaza de balaceras durante su gestión. Brunati nunca aceptó sobornos, fusiles Ithaca u ovejeros alemanes de obsequio ni fue opacado por los brillos del poder. De hecho, mantiene una continua y discreta militancia de base, y entiende que el camino correcto es generar conciencia dentro de la policía como «trabajadores de seguridad».

El paso del tiempo y las presencias de los organismos en el diseño de las políticas en seguridad son la condición de posibilidad de ese cambio. No como inspectores de Asuntos Internos o agentes dobles del recontra espionaje entre trabajadores. La cultura de la democracia institucional va por otro rumbo, que no es de Rambo ni el de  G.I. Joe. 

Berni mostró su lado Dark en la tele. Allí se mueve como anfibio en el pantano. Lo curioso es que aún el arco político no encuentra figuras superadoras de quienes por afanes personales se consideran por encima de las instituciones que representan, y que estén a la altura de una democracia sin que medie el discurso de odio y su intolerancia. 

Federico Corbiere. Periodista y Licenciado en Comunicación Social. También es Magister en periodismo y docente de grado y posgrado en la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).

Fuente: http://postperiodismo.com.ar/2020/09/15/dark-berni-y-las-secuelas-de-la-desaparicion-forzada/