Los prianistas quieren hacer creer a la población que con motivo de la llegada insegura de Biden a la presidencia de EEUU éste les devolverá las fuentes de corrupción y someterá al gobierno AMLO. Las razones de Estado asumidas por Biden no incluyen su sometimiento a los designios de una pandilla descastada de marca prianista.
Es hora de que López Obrador asuma posiciones de fuerza ante las provocaciones del prianismo. Debe tomar con mayor seriedad el problema de la dirección de Morena en cuya pugna el público sólo advierte la presencia de gente menor sin decencia ni cultura. Y lo peor es que no hay inteligencia de Estado.
La zona geoestratégica de Poza Rica sigue en manos de hampones de dentro y de fuera de la paraestatal. Es necesaria una revisión a fondo. Si no lo hace, el municipio y Pemex quedarán a merced de los invasores que pululan en el ayuntamiento. El presidente municipal debe sacudirse el peso muerto.
Rocío Nahle es la responsable de la incertidumbre reinante en la Huasteca. Ha prolongado demasiado tiempo la gran solución del problema de la tenencia de la tierra que sigue bajo el designio incompetente de Pemex.
Está posponiendo demasiado la concesión a fondo del subsuelo a BlackRock y limita sus favores a unas cuantas familias veracruzanas. Lo está haciendo mal. Y el director de Pemex que tiene a toda su familia mamando la ubre de la paraestatal no lo hace mejor.
Bonapartismo
Un régimen híbrido o bonapartista, como el mexicano, es un sistema político que mezcla características de democracia y autoritarismo. Esta categoría se usa para definir regímenes que no se clasifican como democracias plenas, pero tampoco como dictaduras.
No obstante, la definición es amplia y controvertida. La democracia liberal reúne varias condiciones básicas: elección de gobernantes mediante sufragio universal, separación de poderes y representación. Cuando un país no cumple alguna de estas características, su sistema político pasa a ser mixto, con rasgos democráticos y no democráticos a la vez.