La política entendida como la búsqueda del bien común ha quedado relegada, y si bien es cierto, que siempre ha sido un campo de confrontación entre partidarios de una u otra ideología y proyecto de sociedad, en estos tiempos preelectorales es apreciable la agudización de la desvalorización moral y ética de los partidos políticos y de sus representantes, algo que se sabe desde hace mucho y que ahora es innegable
Ya los zapatistas lo habían denunciado al hablar de la necesidad de otra política diferente a la democracia liberal partidista y ante la existencia de dos calendarios y dos geografías distintos; uno, el del interés de la clase dominante acostumbrada a la acumulación de poder y riqueza sin importar la manera, y, otro, el de la realidad social-económica de los de abajo cuya representación arriba es mínima o nula y simulada.
Los acontecimientos observados en los Estados Unidos con la invasión al Capitolio y el no reconocimiento de la derrota electoral republicana, reflejan la crisis que se vive en ese país, su pérdida de hegemonía en el mundo y la asolada que ha significado el Covid-19 junto a su decadencia económica, hechos que hablan del fin de una era dominada por sus formas imperiales y a la vez del resurgimiento de fuerzas neofascistas. En México, la disputa de los grupos más conservadores con el gobierno federal exacerban la desvalorización de la política desplazando a la moral-ética como rasgos olvidados de sus ideologías en disputa, el descaro es tal que sin importar el pasado y las diferencias de principios (que no económicas), se establecen alianzas coyunturales para buscar a toda costa y a todo precio el poder y el interés privado sin importar los pensamientos y/o el bienestar social, algo ya observado durante gobiernos del PAN y del PRI.
Así como en Estados Unidos el imperio rebasó sus formas mientras se disputan internamente su control, en nuestra nación se desbordan los causes para garantizar a los de arriba su modus vivendi en detrimento de la clase trabajadora y de los sectores populares, no es casual por ejemplo, que más del noventa por ciento de los integrantes de la Cámara de Diputados de todos los partidos políticos desee su reelección sin que esto suponga críticas o acusaciones de acumulación de poder o expresiones dictatoriales, es claramente un acuerdo sistémico que devendrá posteriormente en enfrentamientos muy alejados de las reales necesidades sociales de la mayoría de los mexicanos.
La pandemia de Covid-19 vino a desnudar los intereses partidarios, las querellas entre los sectores más conservadores que acusan de todo al gobierno federal, nunca han respondido a un deseo de mejoras en la vida, el trabajo y la salud del proletariado y de los sectores populares, simplemente se usa el tema como plataforma de ataque, al grado de que el proceso de vacunación es también terreno de conflicto y señalamientos que lejos de responder a un sentido humano, manifiestan las ansias de lucro y privatización de los bienes cuya utilidad no debe valorizarse en el mercado sino por su aportación a la humanidad, ya de por sí la carrera entre los monopolios trasnacionales por la creación-comercialización de las vacunas se ha mostrado desmedida, como para que en un país tan desigual como el nuestro se haga eco de los deseos de ganancia por encima de la vida. En este panorama y en estos tiempos, corresponde a los de abajo resarcir a la política otorgándole un verdadero sentido humano y despojándola de toda forma e interés privado.