Sucedió lo previsible cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador cayó enfermo infectado por el coronavirus.
El 21 de enero él mismo anunció en la red que había dado positivo en el examen que le habían hecho aunque sus actividades públicas siguieron (gira a San Luis Potosí, conferencias, etc.) dos días después y fue hasta el día 24 que se inició el periodo de aislamiento formalmente anunciado por primera vez por sus médicos el 30 de enero cuando dijeron que AMLO llevaba la mitad de los 14 días del aislamiento exigido por “el cuadro bastante leve” de la enfermedad que padecía. De hecho las muy parcas informaciones de los médicos; guardaban en silencio la verdadera situación que padecía el presidente. En esta ocasión se repitió en cierta forma lo que sucedió cuando Bolsonaro fue infectado, según él con “una simple gripe” y ante todo Donald Trump, de quien hoy se sabe con más detalle que su ataque de la enfermedad fue mucho más grave de lo que se informó en el momento que lo padeció.
Contundente irresponsabilidad
Terminado sus días de relativo confinamiento pues durante los mismos apareció tres veces dirigiéndose a la población en mensajes grabados, AMLO reapareció de nuevo en vivo en la mañanera del lunes 8 de febrero. Claramente era un AMLO convaleciente pero con la espada desenvainada como si nada hubiera ocurrido en el lapso de su ausencia presencial directa a la que ha acostumbrado a los mexicanos en sus reuniones mañaneras.
Como si nada hubiera ocurrido porque con un tajante “¡no!” interrumpió al periodista que le preguntaba si cambiaría su decisión de no usar cubrebocas después de su lamentable experiencia. Decisión que al ser imitada por millones de mexicanos y mexicanas subestiman la gravedad de la enfermedad cuya expansión, precisamente en esos días del confinamiento del presidente, elevó el escalamiento de sus víctimas a150 mil.
La enfermedad de López ha sido acompañada de una catarata de opiniones, comentarios y rumores que permiten aquilatar, a veces mejor que las encuestas, los niveles de popularidad o impopularidad, de aceptación o rechazo del personaje central que acapara abrumadoramente el escenario de la política nacional. Una cosa quedó clara, en esta ocasión las apreciaciones críticas y muy críticas no sólo vinieron de sus opositores de la derecha. Era lógico; el líder indiscutido entre las filas de Morena encarna a un movimiento heterogéneo cuyo único común denominador es precisamente él. Durante dos semanas ese universo que gira en torno al caudillo estuvo huérfano, su ausencia dejó en claro la importancia de su persona física, ni más ni menos amenazada por la enfermedad.
Las informaciones antes poco difundidas o simplemente ocultas salieron a la superficie y fueron contundentes. En un artículo elocuentemente titulado “Palacio Nacional, una fuente de contagio” (Proceso, 31.01.21) describe los antecedentes irrefutables que señalan cómo AMLO, quien tiene sus habitaciones en dicho Palacio, cohabitaba en un espacio en el cual la enfermedad había penetrado profundamente afectando a algunos de sus colaboradores cercanos e incluso a miembros del gabinete legal y ampliado que lo acompañan en las mañaneras, quienes tampoco usaban cubrebocas. A partir de diciembre los contagios entre los reporteros que asisten a oirle cada mañana se han multiplicado. Sólo hasta los inicios del 2021 los protocolos para ingresar al Palacio Nacional requieren el uso del cubrebocas. La decisión fue tardía y no evitó la caída de su inquilino en la enfermedad.
Vacunas y votos
En julio se realizarán las elecciones generales más grandes de la historia de México. Miles de candidatos a la gubernatura de 15 estados, de diputados al Congreso Federal, de ediles de cientos de municipios y alcaldías serán elegidos. Es una elección clave para AMLO y su partido el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). Se dará en el peor escenario concebido por los morenistas, empezando por su caudillo-presidente: el de una pandemia devastadora que determina absolutamente todos los aspectos centrales de la economía, la educación, en una palabra, de la política. Sin la solución de la pandemia nada puede funcionar bien, es un obstáculo colosal para la vuelta a la «normalidad» que se está gestando precisamente por la dinámica arrasadora de la enfermedad en todas las actividades sociales.
¿Cómo se vislumbra el escenario de la elección de julio próximo? Morena, en un consenso si no unánime mayoritariamente compartido, tiene asegurada la mayoría. Por ejemplo, en las elecciones a las gubernaturas en los 15 estados sólo en uno de ellos (Querétaro) la oposición oligárquica, conformada por la alianza del PRI, el PAN y el PRD, tiene probabilidades de llevarse la victoria; en los demás estados que incluyen a Jalisco, Nuevo León, Chihuahua y otros, los morenistas llevan ventajas decisivas. Sin embargo, es en la Cámara de Diputados donde se anuncian los peligros mayores para Morena: la pérdida de su mayoría abrumadora actual, lo cual representaría un golpe muy fuerte para la presidencia de López. Y todo ello está vinculado a la pandemia. Serán elecciones que dependerán de cómo se haya abatido a la pandemia. Vacunas y/o votos.
Sobredeteminándolo todo está la pandemia pero la amenaza de la pérdida de la mayoría del Congreso tiene una causa no poco importante en la forma en que su dirección encabezada por el diputado Mario Delgado ha venido preparando a Morena para las elecciones. Ha sido una política desastrosa en la elección de las candidaturas que entre otras cosas ha dividido sus filas. Candidaturas que en muchos casos encarnan en personajes que sólo hace unos meses todavía estaban en las filas del PRI y el PRD, elegidos unilateral y verticalmente con obvias repercusiones negativas en grupos de miembros de Morena que impugnan esos métodos de elección y las candidaturas mencionadas.
Tal vez el ejemplo más escandaloso de los numerosos casos de candidaturas impresentables es el de Félix Salgado Macedonio, escogido contra una enorme oposición en las filas de Morena como el candidato a la gubernatura de Guerrero. Se trata de un personaje que ha sido acusado públicamente como violador por mujeres que se han atrevido a denunciarlo sabiendo que pueden ser represaliadas por este patético individuo.
El empecinamiento obradorista
El propio López de súbito expresa las preocupaciones que tiene porque las elecciones del próximo julio puedan poner en peligro su «Cuarta Transformación» y su continuidad en el gobierno que suceda al suyo. Sin embargo no hay signos que señalen que esté, no digamos dispuesto al cambio de estrategia sino siquiera a reflexionar sobre ello con sus mismos partidarios. Ni mucho menos. Sólo días después de su reaparición el gobierno escenificó una espectacular inauguración de una de las pistas del nuevo aeropuerto de Santa Lucía a unos cincuenta kilómetros al norte de la Ciudad de México. Se trata de una de las obras insignia del gobierno de AMLO todavía en construcción, cuya total inauguración se ha dicho será en marzo del 2022. Esta circunstancia es fiel expresión del empecinamiento obradorista mencionado. En momentos en que son patentes las deficiencias, la escasez de recursos y la urgente necesidad de concentrar todos los recursos disponibles en la domesticación de los catastróficos efectos de la pandemia, el gobierno de AMLO sigue disponiendo recursos multimillonarios en obras que no inciden en nada en la solución del problema central que enfrenta la sociedad mexicana y por ende su propio gobierno.
La sociedad mexicana atraviesa una profunda crisis cuyas múltiples expresiones son evidentes así como la total incapacidad del estado burgués para resolverlas. Lo mencionado anteriormente muestra la completa insuficiencia del gobierno con respecto al principal problema que enfrenta: la pandemia. Veamos sólo dos ejemplos más entre los diversos que destacan también como importantes desafíos de la crisis. El primero es la cuestión de la privatización acelerada de la industria eléctrica. La Comisión Federal de Electricidad (CFE) de propiedad estatal ha sido sometida por el neoliberalismo a una política de desmantelamiento cuyo objetivo es dar paso a su total privatización, la cual ya va muy avanzada. AMLO ha enviado una ley que tiene como objetivo intentar frenar este proceso pero lo hace dependiendo por completo de las relaciones parlamentarias.
El antineoliberalismo de AMLO al respecto consiste sólo en confiar en el voto de los diputados y senadores morenistas del Congreso de la Unión. No hay una convocatoria a la movilización masiva, en especial de los trabajadores de la industria eléctrica. Aquí como en tantos otros aspectos se confirma el carácter regresivo del ensayo de bonapartismo que encarna su gobierno a diferencia del gobierno cardenista de los años treinta del siglo pasado cuya política de nacionalización del petróleo analizada por León Trotsky, en ese momento asilado en México. Fue con motivo de tal experiencia que el líder bolchevique acuñó el concepto de bonapartismo sui generis, progresivo por el apoyo que Lázaro Cárdenas buscó y encontró en los trabajadores para dar ese golpe a los monopolios imperialistas petroleros que dominaban la industria en México en esos años.
El otro ejemplo característico es el fracaso de la política fiscal del obradorismo, consistente en imponer una estrategia de austeridad gubernamental a rajatabla que es muy del agrado de los grandes capitalistas. México es uno de los países cuya imposición fiscal en términos porcentuales es una de las menores ya no digamos con relación a la política fiscal de los países imperialistas, sino con respecto a la de los gobiernos latinoamericanos como Argentina, Brasil y Chile. Pero AMLO ha declarado de manera repetida que en su gobierno no habrá ninguna reforma fiscal, cuando la sequía de recursos es una situación que afecta con fuerza a su propio gobierno en su enfrentamiento de la difícil situación social actual.
Condiciones revolucionarias
Así apreciando lo sucedido en la minicrisis que ha producido su enfermedad y su indiferencia a los síntomas que anuncian crisis mayores en el cercano horizonte de este año decisivo para su gobierno y de hecho para todo el pueblo mexicano, AMLO con su empecinamiento en mantener sus planes concebidos en 2018, en momentos tan diferentes a los actuales estallidos de la crisis del 2020 cuyas consecuencias en el presente año no desaparecerán, está fortaleciendo vientos de fronda muy peligrosos. El país atravesó una terrible crisis en el 2020 y sus consecuencias las tendremos todavía en el presente año. Son las corrientes de la derecha las que en la actualidad se aprovechan principalmente de la gravedad de la situación nacional en que se encuentra el país.
Para la oposición democrática y socialista la cuesta aparece empinada pero no es posible eludir la necesidad de seguir insistiendo en la unificación de los numerosos grupos de revolucionarios que se encuentran en todo México. Ya hay síntomas de tal perspectiva, modestos pero fundamentales como el del Frente de Izquierda Anticapitalista que reivindica las candidaturas independientes de dos jóvenes luchadoras feministas socialistas. Las condiciones maduran rápidamente para tal unificación y también los tiempos se aceleran para lograrla. Son condiciones paralelas a la de la situación crítica que hemos expuesto en las líneas anteriores. Son condiciones que favorecen el despertar de los trabajadores, de las capas más explotadas y oprimidas de la población. Que abren la perspectiva de una verdadera transformación revolucionaria, de la transformación socialista de México en un país igualitario, democrático, feminista e internacionalista.