Los “idus de marzo” fueron considerados originalmente como días de buenas perspectivas. Se corresponden a marzo, en referencia al dios Marte. En el viejo calendario romano eran el primer período lunar del año, siendo días de fiesta por las celebraciones del año nuevo.
Aquella idea de los “idus de marzo” también quedó asociada a un mal augurio. Eso tiene que ver con el asesinato del propio Julio César. Según el escritor griego Plutarco, el emperador romano había sido advertido del mal presagio respecto a lo que le esperaba en los “idus” de aquel año 44 (antes de Cristo).
Según la historia, Julio César, camino al Senado -el día que iba hacia su muerte- vio al vidente que le había hecho tal advertencia y le dijo burlonamente: “Los idus de marzo ya han llegado”, a lo que éste respondió, premonitoriamente: “Sí, pero aún no han acabado”
No es el propósito de estos comentarios generar miedo sobre las próximas semanas de marzo. Simplemente advertir que esas semanas pueden ser el punto más alto de este “mal sueño”, que es la actual pandemia. Esta “nueva ola” tiene que ver con el ingreso a la Argentina de las cepas amazónica y brasileña, que no aumentan la mortalidad pero sí multiplican la contagiosidad del mal.
Es por eso que, dado que la distribución de vacunas va más lento de lo esperado, será preciso aumentar los cuidados y la responsabilidad individual para alcanzar mejores logros colectivos en el combate a este virus. No es cuestión de parar la vida, la organización, el reclamo por nuestros derechos, pero los avisos formales e informales sobre los riesgos de las próximas semanas merecen ser escuchados.
El acierto del gobierno en mantenerse firme y confiado en el valor de la vacuna rusa no merece ser deteriorado por el porteñismo de un Presidente que, pensando en las próximas elecciones, ataca a la necesaria cooperación de todos lanzando la frase: «Me acusaron de envenenar a la gente y ahora me piden veneno para todos».
Parece olvidarse de los reiterados plazos y fechas de vacunación y los recurrentes incumplimientos de los mismos. No se trata de saber quien se posiciona mejor en una “guerra de consignas”, ante una oposición que –muchas veces- apeló a las peores artes, sino de encontrar los caminos de participación para fortalecer la solidaridad que sigue siendo imprescindible.
Gobierno y policía bonaerense juegan con fuego
La noticia es que fueron desafectados entre 400 y 500 policías bonaerenses que meses atrás participaron en las protestas policiales marchando frente a la Quinta Presidencial de Olivos. Al mismo tiempo, desde las proximidades de Sergio Berni -Ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires- hacen circular la información que esa lista de desafectados se podría ampliar a un par de miles de efectivos.
A diferencia de los reclamos de septiembre del año pasado, en esta oportunidad los reclamos salariales están presentes pero no parecen ser el eje del conflicto y las sanciones.
Estamos hablando de un conflicto que afecta a la fuerza de seguridad más importante del país, con 90 mil efectivos armados y seis mil vehículos de transporte. Su número es largamente superior a los integrantes de las Fuerzas Armadas y solo es superado por los 200 mil integrantes de la seguridad privada, pero dispersos en más de 1.500 empresas de seguridad y donde no todos ellos están autorizados a portar armas.
La (policía) Bonaerense tiene sobre las Fuerzas Armadas y la seguridad privada la importante ventaja de tener mando operativo único.
El núcleo del problema actual radica en cuestiones institucionales internas de la Bonaerense y tiene que ver con la indefiniciones de Berni, su jefe político, que no toma decisiones que enderecen el conflicto interno que tiene en vilo a todos los mandos policiales que se van agrupando en torno a los dos polos internos dominantes, ambos parte de las políticas represivas y del “gatillo fácil” que asola a la juventud del Gran Buenos Aires.
El gobernador Axel Kicillof justificó la desafectación en la violación de la ley por parte de esos efectivos. Uno de sus ministros los fundamentó diciendo: «Un grupo de efectivos policiales se corrieron de la ley y hay que darles la sanción que corresponde su acción”.
El ministro Berni fue más incisivo, atribuyó las confrontaciones a disputas por las “cajas” de un sindicato policial –hasta ahora- inexistente y fue más allá afirmando que los que estaban detrás “son ex policías echados de la fuerza por ladrones”
En este clima la cadena de mandos aparece partida con todo lo que eso significa en la práctica cotidiana de una provincia donde el tema de inseguridad marcha a la cabeza de la problemática cotidiana. Por todo ello este problema guarda en sus entrañas el riesgo de salirse de las manos de sus protagonistas, con un incierto destino.
A todo lo dicho hay que agregar que existe una reivindicación salarial que, sin ser el eje, continúa siendo importante. Se trata del incumplimiento de lo acordado en las rebeldías de setiembre donde hubo un compromiso del gobierno de llevar el salario de la Bonaerense al mismo nivel que los que tiene la Policía Federal..
Una última cuestión es que Berni está preparando el momento oportuno para renunciar y dar el paso a una candidatura electoral.
La pandemia trae avalancha y hundimiento del dólar
Este coronavirus tampoco es gratuito para el dólar que, a pesar de su decadencia sigue siendo la moneda más importante del mundo, pero está perdiendo su valor.
Para mantener la actividad económica la Reserva de los EEUU hizo lo que hacen todos los países, autorizó emisiones para inyectar plata en la economía. Los dólares emitidos eran cubiertos con “bonos” o “papelitos”. La consecuencia de esa avalancha de dólares hizo que éste, en los últimos 10 meses, perdiera casi el 13% de su valor. El dólar se hunde pero los jerarcas de las empresas informáticas, que se beneficiaron con esta pandemia, tienen más poder.
Para nuestras economías en general y la Argentina en particular, la situación es beneficiosa porque ello contribuye a un incremento de los precios de nuestras materias primas.
Otros factores beneficiosos para nuestras economías es que la abundancia de dólares., hace bajar las tasas de interés, ello hace que los EEUU tengan menos capacidad de presión sobre las deudas argentinas.
Ante esta situación quedan dos cuestiones a disipar. La primera es si esto es el principio del fin de la moneda estadounidense, como primera moneda mundial, o es algo pasajero. La segunda es si la política vigente en Argentina reúne las condiciones para aprovechar esta debilidad del imperialismo, para sostener un proyecto autónomo de soberanía nacional.
Sobre esta segunda cuestión, los pueblos tienen la palabra.
Juan Guahán. Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)