«Es una de las medidas más efectivas para disminuir la incidencia y mortalidad», concluye una revisión global de estudios sobre cómo afectan las limitaciones de la hostelería a la pandemia.
«Los interiores de la hostelería son uno de los lugares con mayor riesgo para la infección por coronavirus y su cierre es una de las medidas más eficaces», señala el epidemiólogo Usama Bilal, profesor en la Universidad Drexel, en Filadelfia (EEUU) como principal conclusión del estudio que firma junto al también epidemiólogo Pedro Gullón y el médico de Atención Primaria Javier Padilla-Bernáldez. El trabajo se apoya en las evidencias aportadas por la literatura científica hasta ahora.
«Además, ese cierre nos ayuda a no tener que tomar medidas mucho más duras —añade Bilal— como confinamientos o cierre de otros negocios, que es realmente el objetivo: no tener que tomar medidas que sean disruptivas con la sociedad». Ya que los estudios que se han hecho hasta el momento se han realizado en lugares con incidencias muy dispares, no se puede concluir con qué incidencia acumulada es más aconsejable recomendar el cierre del interior de los bares y restaurantes, pero sí que debería hacerse «cuando la incidencia esté media o alta». Antes de llegar a ese punto, explica el epidemiólogo, cuando las incidencias son aún bajas, «es importante tomar las medidas de limitación de aforo».
Los autores de esta investigación han revisado qué se ha publicado en epidemiología sobre la influencia de la hostelería en la transmisión de la COVID-19 y han encontrado 20 estudios pertinentes, cuyos resultados han comparado. El trabajo resultante, titulado Evidencia epidemiológica acerca del rol de la hostelería en la transmisión de la COVID-19: una revisión rápida de la literatura se ha publicado como preprint (paso previo a su revisión), pero ya está aceptado por Gaceta Sanitaria para su publicación inminente. Este estudio ve la luz en un momento en el que Europa recrudece las restricciones de cara a la Semana Santa debido al avance de la variante británica del virus. En Alemania, la hostelería se mantiene prácticamente cerrada en todo el país y solo abrirán las terrazas en algunos lugares con la incidencia más baja. En Inglaterra, donde se está llevando a cabo una desescalada lenta y cautelosa, la hostelería no se abrirá hasta mediados de abril. En España el acuerdo de mínimos mantiene la hostelería abierta, con un máximo de cuatro comensales por mesa en el interior y seis en el exterior, sin importar la incidencia acumulada, que en lo que concierne a Melilla, Ceuta, Madrid, Navarra y Euskadi está por encima de 200 casos por cada cien mil habitantes en dos semanas.
De Estados Unidos a Hong Kong, la evidencia es la misma
Debido a la evidente «heterogeneidad de medidas» que están tomando las administraciones, relativas a la transmisión del coronavirus en espacios interiores mal ventilados donde el uso de mascarilla no es posible, los autores vieron necesario hacer esta detallada revisión literaria. Recopilando la documentación, encontraron tres tipos de estudios, la mayoría de ellos llevados a cabo en Estados Unidos y en Europa, pero algunos también en Asia: los de modelaje, los de inferencia estadística y los de brotes. En los primeros se ha puesto en evidencia que cuando disminuyen los contactos sociales en el interior de los bares y restaurantes, disminuye la velocidad de transmisión; así lo indica el estudio de Serin Chang en EEUU para el que se utilizaron datos de movilidad recogidos mediante telefonía móvil. El trabajo de Nils Haug evaluó 6.068 intervenciones no farmacológicas en diferentes países y concluyó que las intervenciones más efectivas son las que se incluyeron el cierre de la hostelería y la restauración.
En el segundo grupo el resultado es similar y pone de manifiesto que, estadísticamente, cerrar la hostelería es una de las medidas más efectivas para disminuir la incidencia y la mortalidad; ese es el caso de la investigación de Alina Schnake-Mahl en once ciudades de EEUU, donde se demostró que mantener cerrado el interior de los locales redujo la incidencia de COVID-19 en un 46% durante las cuatro primeras semanas tras la fecha en la que se podrían haber reabierto, en comparación con las ciudades que abrieron este tipo de locales en esa fecha. O el de Nicholas Davis, que concluyó que las medidas de distanciamiento físico, incluyendo cierre de bares y restaurantes, son las que mayor impacto tuvieron de forma aislada.
Por último, en el estudio de los brotes, se ha comprobado que este tipo de establecimientos generan eventos de supercontagio; así lo vio Dillon C. Adam al estudiar las infecciones en Hong Kong. O Thiemo Fetzer, que estudió la implementación de un subsidio para comer en restaurantes en el Reino Unido: una semana después la incidencia de contagios aumentó donde más se utilizó este subsidio, y las infecciones disminuyeron al acabar el programa.
La literatura científica disponible es «consistente» al señalar el papel «central» de la socialización en la transmisión del SARS-CoV-2 cuando estas actividades ocurren en lugares interiores mal ventilados. El estudio de Bilal, Gullón y Padilla recalca que además de la restricción en los interiores y el control del aforo, hay que poner atención a la ventilación como indicador.
Medidas menos efectivas
No se ha llevado ningún estudio en España por lo que las medidas que se han tomado aquí no pueden ser evaluadas. En nuestro país, además de cierres de interiores, una medida empleada en buena parte de las comunidades durante la tercera ola, que ya ha sido levantada en la mayor parte del territorio, también se han aplicado limitaciones de aforo. «Disminuir el aforo es una medida eficaz también», aclara Usama Bilal, pero disminuir el aforo un 25% «es menos eficaz» que en unas proporciones más decisivas. «Al disminuir el aforo, los casos secundarios derivados del caso primario, van a ser muchos menos», explica. Por otro lado, cree que en lugar de las reducciones del aforo de las terrazas, en un 25% como hacen ahora Cantabria, Castilla-La Mancha, Extremadura, Galicia y La Rioja, debería «favorecerse el uso de las terrazas, posiblemente de manera orgánica, aunque no se cierre el interior, se pueda mover a la gente a que dé preferencia esté en los bares en el exterior».
Respecto a la medida de la reducción de horarios, que se aplica mucho en España, no han encontrado ninguna evidencia. «No tengo ninguna razón para pensar que eso funciona, al virus le da igual que uno vaya al bar a las ocho de la tarde o a las doce», dice el epidemiólogo. «Puede ayudar a mejorar el control y a intentar evitar aglomeraciones por la noche, quizá, pero sin reducción de aforo y con tasas de incidencia media o alta, cierre total de los interiores, el resto de medidas pueden ayudar pero no van a ser muy impactantes».
Bilal apuesta por restricciones más quirúgicas, como es el caso de Asturias, donde municipios en riesgo extremo no pueden abrir el interior y dos tienen clausurada totalmente la hostelería. «¿Para qué cerrar los bares en un pueblito de Asturias si todos los casos están en Gijón?, es la misma idea que hay detrás de la pregunta ¿para qué cerrar todos los negocios si la mayoría de casos ocurren en bares y restaurantes?».
El bar también como lugar de trabajo
Los autores de este estudio han querido poner el foco también en los trabajadores del sector hostelero. Aunque no existen datos específicos de Incidencia Acumulada en trabajadores de la hostelería, sí está claro que hay una relación entre incidencia de COVID-19 y cercanía profesional. Un estudio del Reino Unido ha calificado las distintas profesiones según el contacto interpersonal que necesitan para desempeñarse, y en el trabajo en hostelería hay una mayor posibilidad de contagio. «Los trabajadores de la hostelería no eligen estar allí sino que trabajan ahí. Cuando trabajan en interior están en contacto con un montón de personas que están realizando una actividad sin protección, que es la de hablar mientras comen sin mascarilla, y en muchas ocasiones los trabajadores no llevan mascarillas FFP2 que son las que les protegen del contagio. En situaciones de alto nivel de transmisión es importante recordar que el cierre de la hostelería redundaría de manera positiva en la protección de la salud de los trabajadores», explica el médico de Atención Primaria Padilla-Bernáldez, otro de los autores, que ocupa un puesto testimonial en la lista de Más Madrid para las elecciones del 4M.
En otro de los estudios revisados se ve que parte de las desigualdades por infecciones de coronavirus en la sociedad se deben a que «los bares y restaurantes que visita la gente con menos recursos, vienen a ser lugares mucho más hacinados y por ello hay más contagios». Hay un efecto doble sobre la equidad: afecta más a los trabajadores más precarios y a los consumidores más pobres.
Estos investigadores no son indiferentes a la necesidad de equilibrio entre el peso de la hostelería en la economía y en la sociedad española y la protección de la salud. «Nosotros no establecemos una dicotomía entre economía y salud pública —advierte Bilal— sino que para poder mantener abierta toda la economía, hay que atajar aquellos lugares donde la incidencia es más alta, es decir, el interior de la hostelería. El problema es que en España ese punto muy concreto supone un peso alto en la economía y, por lo tanto, estas medidas tienen que ir acompañadas de otras de protección social para los y las trabajadoras de estos sitios».