Debemos tomar conciencia y dejar ya de una vez y para siempre toda práctica, actitud, lenguaje, actuación, violencia y demás formas machistas de pensar y actuar.
El feminicidio cometido contra Debanhi Escobar, quien fue hallada el pasado 21 de abril tras haber estado desaparecida desde el día 9 del mismo mes, vuelve a generar un alto grado de indignación y conmoción nacional que nos recuerda la grave e intolerable realidad de que en México al menos son desaparecidas 10 mujeres cada día, esto con base en las estadísticas de la propia Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Las evidencias y huellas del feminicidio que se cometió sobre Debanhi, las denuncias de su padre sobre la violencia sexual ejercida por el taxista que la abandonó en la carretera, la forma tan incongruente y contradictoria en las investigaciones realizadas hasta ahora por las autoridades, el juego constante de la manipulación de información por parte de las instituciones que se supone cuidan a los ciudadanos, las voces de colectivas feministas, activistas y periodistas que tuvieron oportunidad de conocer el lugar y que en su momento revelaron que donde ahora dicen las autoridades fue hallado el cuerpo sin vida no había ni un solo rastro de ella, son parte de este constante acontecer criminal e inhumano que ha llevado a nuestro país a convertirse en una de las naciones donde el machismo y la estructura patriarcal efectúan una guerra contra las mujeres de forma despiadada.
Esta guerra no es nueva como ha señalado la investigadora feminista Rita Segato: “La expresión patriarcal-colonial-modernidad describe adecuadamente la prioridad del patriarcado como apropiador del cuerpo de las mujeres y de éste como primera colonia”. La estructura patriarcal cuya historia se remonta a varios siglos atrás, ha estipulado desde sus origines que la apropiación violenta del cuerpo de las mujeres por parte de los hombres es una de sus expresiones esenciales, por ello, el feminicidio está directamente relacionado con este tipo de violencia, no es una parte de él: es uno de sus rasgos centrales.
La resistencia de las mujeres contra esa apropiación de sus cuerpos por parte de los hombre agresores es “castigada o penada” con el crimen, es decir, en forma cruda pero real, que bajo la mirada absurda del machismo las mujeres que transgreden esa lógica irracional e inhumana de conquista que se intenta ejercer sobre ellas por parte de los hombres, al resistirse a esa conquista violenta, son vistas como enemigas de ese patriarcado y de ese imaginario “poder” del hombre sobre ellas. Ideas tan absurdas pero existentes que han marcado por siglos a la humanidad y que en estos últimos años se ha recrudecido en países como México, entre otras cosas, porque el avance del feminismo, de la consciencia de las mujeres sobre sus derechos y la organización basada en la sororidad de ellas para protegerse y reivindicar su dignidad, es también asumida por el machismo como una ofensa a su “poder” y genera lo que bien ha llamado la doctora Georgina Rosado Rosado: “la reacción violenta del patriarcado”. Además, no debemos olvidar que el capitalismo ha demostrado el sistema económico propicio para la profundización del patriarcado, por ello, su erradicación pasa por la del sistema misma.
Ante estos hechos, los acontecidos en torno a Debanhi y sobre otras cientos y/o miles de mujeres violentadas cada día, nosotros los “hombres”, debemos tomar conciencia y dejar ya de una vez y para siempre toda práctica, actitud, lenguaje, actuación, violencia y demás formas machistas de pensar y actuar, es tiempo ya de erradicar al machismo y destruir al patriarcado, aunque claro, ya las mujeres nos aventajan mucho en ello y debemos aprender para poder hacer nuestra parte.
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