Después de la muerte de Perón, en línea con su resolución de “exterminio de la subversión”, dando forma legal a la acción de la represión paraestatal de la Triple A y otros grupos especialmente asentados en el Estado Nacional (Isabel-López Rega-Villar…) se avanza en la legitimación legal del Plan de Aniquilamiento.
Con el Decreto de “Aniquilamiento del accionar subversivo” Nº 261 del 5 de febrero de 1975 (reforzado con el Decreto 2772 del 6 de octubre de 1975), la presidenta Isabel Martínez de Perón lanza el “Operativo Independencia”, formal comienzo del plan sistemático de desaparición de personas durante la primera fase del Terrorismo de Estado (1974-1976).
Un mes después, el 20 de marzo de 1975, las “fuerzas conjuntas” auxiliadas por el sindicalismo alineado con el Gobierno Nacional, comienzan en Villa Constitución, el “Operativo Serpiente Roja” del Paraná que se extendería por todo el cordón industrial asentado en territorios ribereños del Río Paraná.
Para el dirigente radical, Ricardo Balbín, “los sucesos de Villa Constitución fueron necesarios para erradicar a la subversión industrial”.
El “visto bueno” del líder radical a la represión de 4.000 milicos de Buenos Aires y Santa Fe contra trabajadores industriales -con la bizarra justificación de “desvertebrar el complot” contra el Estado-, anticipaba su consenso con el golpe de Estado que se concretaría el 24 marzo de 1976.
Con el Operativo Independencia y el Operativo Serpiente Roja del Paraná se pone en marcha la represión de los trabajadores y la militancia política mediante la acción combinada de fuerzas policiales, militares y empresariales con grupos paraestatales.
Entrevista a “Pepe” Kalauz (Roberto José Andrés Kalauz), miembro del Comité de Lucha de la huelga de Villa Constitución que duró 59 días (marzo/mayo 1975)
Buenos Aires, marzo de 1998
(Extractos del editorial de La Prensa“Otro episodio desconcertante” del 26.05.75)
El 21 de marzo pasado en el Ministerio del Interior se entregó al periodismo un documento en el que se decía que informes coincidentes, suministrados por organismos de seguridad, habían permitido comprobar la existencia de “una vasta operación subversiva terrorista” organizada por una deleznable “minoría antinacional” en la zona industrial del río Paraná, entre Rosario y San Nicolás. Se agregaba en dicho documento que fuerzas de la Policía Federal, Prefectura Nacional Marítima y policías provinciales de Buenos Aires y Santa Fe habían actuado eficazmente para “desvertebrar el complot” que tenía su “epicentro” en Villa Constitución, y cuyos objetivos consistían en paralizar la industria pesada, usurpar las delegaciones gremiales y obligar a los trabajadores a no concurrir a sus tareas habituales.
Cuando se hicieron los procedimientos policiales mencionados, las fábricas de grandes empresas metalúrgicas fueron ocupadas por sus obreros, como protesta por la detención de dirigentes de un sector de la Unión Obrera Metalúrgica que tenía el control de esta entidad en el orden local, en disidencia con la conducción central de la CGT. Desde entonces menudearon las acusaciones recíprocas entre dirigentes sindicales enfrentados, alegando los disidentes que no había tal complot y que lo sucedido era consecuencia de haber ellos triunfado ampliamente en comicios gremiales de la seccional.
[…]El 21 del mismo mes de abril hubo heridos y más detenidos en Villa Constitución, al impedir tropas policiales una concentración organizada para reclamar la libertad de dirigentes y delegados, y el 25 hubo un cese total de actividades en la ciudad, en tanto que 16 presos eran transportados de la cárcel de Coronda (Santa Fe) a la de Rawson (Chubut). El 26, con el objeto de poder informar debidamente a la presidente de la Nación, el ministro del interior viajó a Villa Constitución en compañía del jefe de la Policía Federal.
[…]En una de las reuniones de la comisión multipartidaria creada en Villa Constitución con motivo de los sucesos comentados, realizada en Rosario el 3 del corriente mes de mayo se dio a conocer un documento en el que se expresaba que en las entrevistas mantenidas con representantes del gobierno no se habían podido obtener informes convincentes que permitieran afirmar la existencia del complot.
Sin embargo, el 7 de este mes el ministro de Trabajo insistió en que lo ocurrido en Villa Constitución constituía un hecho netamente subversivo y anunció que próximamente se informaría sobre el proceso, que afectaba a lo que llamó “la línea roja del Paraná”. Nuevamente el 10 de este mes un comunicado del Ministerio del Interior insistió en afirmar la realidad de la subversión y mencionó la actuación de dos grupos de acción: el político-gremial y el terrorista que se movía como brazo armado del primero. El 18 de este mes se cometió un atentado que causó la muerte del gerente de una importante fábrica de la zona y, en seguida, de manera imprevista, el comité que dirigía la huelga decidió que se reanudara el trabajo “a fin de facilitar la solución del conflicto”.
[…]Lo expuesto confiere a este episodio desconcertante caracteres que no deben ser ocultados. Hasta ahora lo único comprobado fehacientemente es la existencia de un conflicto interno entre dirigentes gremiales, con las gravísimas consecuencias señaladas: pérdidas ingentes, escasez de artículos esenciales, detenciones injustificadas, daños materiales, desórdenes y tumultos callejeros, ocupación de fábricas y una huelga prolongada. Respecto de la subversión denunciada, el país, como en el ejemplo socrático, sólo sabe que no sabe nada. Con esta falta de sinceridad se gobierna, después de haber alarmado al país con anuncios cuyo objeto queda en el misterio.
Entrevista
MH: La idea es trabajar sobre la huelga de 59 días de Villa Constitución. Desistí de traer un cuestionario, prefiero que charlemos. Más adelante me gustaría publicar algo, seguir trabajando sobre el tema del poder del trabajo, en este caso tomando el ejemplo de Villa. Hay varios más, como el del SITRAC-SITRAC y Banco Nación, sobre los cuales me gustaría investigar. ¿Cómo aparecés vos en Villa?
PK: Yo estudiaba economía en La Plata, y a fines del 71 Mario D. me propone ir a San Nicolás a armar el Partido en esa zona. En realidad, ya era el 72, después del llamado a elecciones. Yo tenía una militancia estudiantil. Acepto, me caso y, a fines del 72, me voy para allá. Mi primera experiencia fue llegar a San Nicolás, tomar contacto e insertarme en el proletariado de Somisa, dirigida por la burocracia peronista. Yo estaba en el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) que tenía la estrategia de insertarse en la clase obrera aprovechando el fenómeno de surgimiento de nuevas direcciones.
MH: Es interesante porque en dos trabajos que se han escrito últimamente, tanto el de Seoane[1] como el de Mattini[2], aparece que esa estrategia fue desarrollada en primera instancia por el PRT.
PK: En la zona hay un gran hecho obrero de primera magnitud que lo dirigimos nosotros, que es el surgimiento de una oposición a la burocracia de Rucci en Somisa. Era una mezcla entre amarillismo y vanguardia que expresaba la bronca contra una dirección burocrática. Tomamos Somisa en los momentos previos a las elecciones del 73. El dirigente de esta lucha era Luis Gómez, que fue candidato a intendente por el PST.
MH: Yo tengo un trabajo que habla sobre este hecho y cuenta que en Somisa se votó la desafiliación a la UOM.[3]
PK: Es contradictorio. Por un lado, se toma la planta de Somisa con una fuerza terrible, que me hace acordar a la ocupación de los astilleros de Gdansk en Polonia. La bronca contra la burocracia peronista era terrible. Pero no se vota la desafiliación, en realidad se trataba de armar un sindicato paralelo. Por eso te digo que había rasgos de amarillismo. Había un sector que quería irse del sindicato. Nosotros discutíamos con la dirección, que tenía características rarísimas. Estaba Luis Gómez, un hombre maravilloso, que después lo despiden y había otro que era cura; vivía en un conventillo en San Nicolás y a todos los tipos que no tenían qué comer los alojaba en su casa. Después los echan. Nosotros nos conectamos con todos ellos. No era una vanguardia que luchara concientemente. Por eso es que muchos votan por un sindicato paralelo. Como la huelga se pierde no se lleva adelante nada; ni sindicato paralelo ni oposición antiburocrática porque viene el Ejército, hay que desalojar y la huelga se pierde. Aquí hay un problema estratégico que nosotros no barajamos en ese momento, que era la derrota. Viene el Ejército y con coherencia decidimos abandonar la planta porque sino hubiese sido una masacre. Resistir ahí no tenía sentido.
MH: Había una disociación entre la lucha sindical y política.
PK: Total. En ese momento ya viene Perón y dan la línea de fortalecer a Rucci. Y esa huelga se pierde y se desarticula todo. Esa vanguardia queda despedida y no llega a armarse ni una oposición fuerte, ni un sindicato paralelo, salvo núcleos aislados de dirigentes o delegados en áreas específicas. Ese es el primer paso. Esa experiencia es una derrota sindical que también puede llegar a ser política porque terminada la huelga gana la intendencia la burocracia peronista.
MH: Es una zona donde el clasismo era muy fuerte ¿no?
PK: En San Nicolás, no. Villa Constitución y San Lorenzo eran otra cosa. Son áreas distintas. En San Nicolás era fuerte la burocracia vandorista, después Lorenzo Miguel y nunca, nunca se modificó, salvo en el 84/85. Yo no veo que Somisa estuviera en ningún momento a la altura de Villa Constitución.
MH: ¿Y San Lorenzo?
PK: San Lorenzo sí. Era todo un cordón industrial con surgimiento de delegados clasistas, desde Villa Constitución, pasando por Villa Diego, también en el gremio de la carne, en Rosario, hasta San Lorenzo, más al norte.
MH: ¿Cómo aparecés en Villa?
PK: Vienen las elecciones. Gana Cámpora. Empieza el proceso de democratización sindical en Villa y entonces nos vamos para allá. Yo estaba trabajando en la construcción, en la autopista San Nicolás-Rosario. A Somisa no podía entrar. Me mandan una carta diciendo que no me dejaban incorporar como trabajador a esa empresa. Además, en San Nicolás se había enrarecido el ambiente por el peso de la burocracia y de los lúmpenes del matonaje de la construcción que era un gremio fuerte. No recuerdo si en el 1973 o 1974 lo matan al principal periodista de San Nicolás, se llamaba Colombo. Entran dos tipos que después se comprobó que eran de la burocracia de la construcción y le disparan con una Itaka. Con mucha crueldad. Ese era el ambiente en San Nicolás en el 74. Yo vivía en San Nicolás donde teníamos un equipo de trabajo, pero la estrategia es ir a trabajar sindicalmente en Villa. Políticamente seguimos actuando en San Nicolás. Allí habíamos tenido un candidato a intendente y llegamos a hacer un acto con Coral -candidato a presidente por el PST- y Gómez con 1.500 o 2.000 personas. Llenamos una plaza.
MH: ¿Quién era Luis Gómez?
PK: Era el obrero de Somisa que dirigió la lucha que te comenté. Toda su vida había sido puestero, de andar a caballo. Iba a trabajar de sombrero. Es famosa una frase de él: ‘guacha y lonja’. En los discursos era como decir vamos para adelante, ‘meta guacha y lonja’. Cosas de la gente del campo. A él lo echan después de la huelga y le perdí el rastro. Bueno, nos vamos para Villa con la estrategia de entrar a las fábricas metalúrgicas. Mientras tanto yo estaba en la construcción. La burocracia de la construcción era muy jodida, era terrible, fachos, fachos. Yo era delegado en un barrio que se construyó frente a Acindar, pero me llega el nombramiento en Metcon, que es una fábrica de la Ford que hacía autopartes, desde piezas muy chicas hasta el bloque del motor. Había un trabajo medianamente especializado que era la fundición y los hornos eléctricos y un trabajo muy bruto que era la parte de moldeo; un trabajo negro. Salías con la cara negra del polvo y durante días no te lo sacabas, no como en las películas que vos te lavás y te sale todo.
MH: ¿Eso en qué año fue?
PK: En 1974. Viene todo un proceso muy interesante encabezado por Piccinini, Curti, Segovia, Actis. Además, había muchos activistas que aparecen después: Manzano, Acuña, Aragón, Bernachea. Yo tengo participación como activista. Funcionamos en un local que cedieron los anarquistas. Después de las reuniones se comía pescado que traían los hermanos Palacios. Se ponía sobre una mesa el sábalo, con vino blanco y allí comíamos. Si no me equivoco entonces ya empezaban a venir las abogadas[4]. Como yo vivía en San Nicolás no estaba tan al tanto de los movimientos más políticos u organizativos. Yo era más que nada activista de una fábrica y, además, vivía en San Nicolás.
MH: ¿Ese proceso se vivía en todas las fábricas de la zona?
PK: Sí, en todas. Entonces hubo un intento de despido de compañeros y se toma la fábrica y se triunfa. El tema no era sólo el de los despidos, sino que había un llamado a elecciones que no se concreta. Entonces se triunfa en el sentido que se consigue el llamado a elecciones en el sindicato que estaba intervenido. Se llama a elecciones y se ganan contra Lorenzo Miguel. En ese marco se gana el sindicato en Villa Constitución, cosa que no había ocurrido en San Nicolás. Asumen las nuevas autoridades y comienza una actividad propia de un sindicato. Eso fue a mediados del 74.
MH: Hay una coordinación en la zona, con ferroviarios…
PK: Sí, pero eso es muy débil. No alcanza a tener fuerza, ni siquiera en los barrios, donde tampoco había nada. Es un triunfo de fábrica, no es un proceso en los barrios. Cuando se recupera el sindicato van los ferroviarios que eran del Partido Comunista y también los partidos políticos, pero era un proceso superestructural, el proceso de fondo se daba en Acindar, Marathon, Metcon y algo en Pavón, donde había una fábrica: Villber. Dos compañeros del Comité de Lucha eran de esa fábrica.
MH: Villber tenía cerca de 200 trabajadores. Durante el conflicto tuvo 20 presos y más de 30 prófugos.
PK: Yo no podía creer con qué entusiasmo acompañó todo este proceso. Esa fábrica hay que mencionarla porque yo no veo que nadie la reivindique. No sé por qué. Allí aparece toda una actividad importante. Lógicamente en el sindicato empezamos a hacer reuniones, festivales, asados. Tengo algunas fotos.
MH: Hay un plenario en mayo del 74. Te leo parte de la convocatoria: […] Así como ha sido posible forjar la unificación en cada lugar de trabajo, consideramos que también es posible obtener tal unidad de lucha a nivel nacional, superando de esta forma la dispersión y las divisiones en nuestra batalla contra el enemigo común. Hoy es una necesidad impostergable concretar un solo frente de lucha de todos los trabajadores sin distinciones partidistas […]. ¿Lo recordás?
PK: Sí, es este proceso. Yo participé y allí estaban Tosco, Salamanca, todas las fuerzas políticas de izquierda del país. Había dos posiciones muy encontradas. Una que hablaba de una coordinadora de apoyo a Villa, que aparecía como el núcleo opositor a la política represiva del peronismo de ese momento, con la estrategia de conservar ese polo en caso de algún conflicto más importante, y las otras políticas que con distintos argumentos opinaban que era apresurado, exagerado, o inoportuno el armar un frente de apoyo, una coordinadora. El tiempo demostró que era correcta la posición de la coordinadora porque cuando se da el gran golpe a Villa lo que faltó fue justamente coordinación. El golpe contra Villa es contra un sector del sindicalismo y de una región por parte del gobierno nacional. Vos no podés responder a un golpe tan fuerte en forma aislada. La única forma de responder es a nivel nacional.
MH: Igual hubo mucha solidaridad.
PK: Sí, claro. Un ejemplo. Yo era miembro del Comité de Lucha y voy a mandarle un telegrama a Rocamora -el ministro del Interior-, y se para todo el Correo para venir a charlar conmigo. Adonde ibas y decías que eras de Villa era una cosa impresionante. También hubo uno que juntó guita para Villa y después se fue de joda, pasó de todo. Todo el mundo podía ser de Villa y contaba con el crédito de la gente.
MH: Había también apoyo de la zona. La Federación Agraria les mandaba comida.
PK: Era impresionante. Incluso el gobernador desarrollista, Silvestre Begnis, nos recibió bastante bien.
MH: ¿Cómo siguió el conflicto?
PK: La reorganización sindical se siguió profundizando. Habría que ligarlo a otros temas del país. En ese momento se iban perdiendo todos los conflictos. Si no me equivoco al Ingenio Ledesma ya lo habían derrotado[5]. Había una seguidilla de derrotas. Villa es como el último bastión que queda. Sino, no se entiende el desplazamiento de fuerzas de Gendarmería, Prefectura y policías provinciales y federales para intervenir en un pueblo chiquitito de 35.000 habitantes. Eran más de 4.000 efectivos; desde San Nicolás a Villa se podía ver una larga fila ininterrumpida de coches policiales, uno al lado de otro.
MH: Este es el relato de Mercedes Balech[6]: “Interminables caravanas de Ford Falcon, patrulleros, carros de asalto y vehículos blindados convergieron sobre la zona, con el apoyo de lanchas de Prefectura, control aéreo con helicópteros y perros adiestrados en las pinzas camineras, cerca de 4.000 efectivos pertenecientes a las fuerzas de represión, agentes de Policía federal y provincial, de la Guardia Rural Los Pumas (guardia creada especialmente para la lucha antisubversiva con asiento en Vera, Provincia de Santa Fe), de la Prefectura Naval, de integrantes de la SIDE (Secretaría de Inteligencia del Estado), de Gendarmería, de integrantes del Ministerio de Bienestar Social (identificados con brazaletes de la Juventud Sindical Peronista) y de las llamadas fuerzas parapoliciales y paramilitares. El operativo abarcó desde el Acceso Norte de Buenos Aires hasta la ciudad de San Lorenzo, en Santa Fe. Actuaron con milimétrica precisión y despiadada brutalidad. Se allanaron y saquearon más de un centenar de viviendas, encarcelaron a unos 300 trabajadores, muchos llevados a Rosario en condiciones de verdadero hacinamiento”.
¿Cómo dura una huelga 59 días en ese contexto de represión?
PK: Una cosa hubiera sido esa intervención en otro momento. Todavía era un régimen democrático. No había venido el golpe.
MH: El ministro del Interior dirigió el operativo en forma personal.
PK: Dicen que Rocamora estaba allí personalmente. Fue algo impresionante. Como yo era de tercera o cuarta línea no me fueron a buscar. Además, ese día nació mi hija. El 20 de marzo nace mi hija y no voy a trabajar. Yo estaba en la clínica de San Nicolás y no sabés lo que era la clínica. Entraban armados diciendo que buscaban guerrilleros. No se sabía si te buscaban a vos o a quién. A pesar de tener licencia, me reintegro a los dos o tres días para empezar la actividad. La represión fue muy violenta. Va toda la Comisión Directiva en cana, pero todo en forma legal. Se sabe que van a la cárcel de Coronda. Sabemos quiénes son los presos y podemos ir a visitarlos.
MH: ¿Cómo se elige el Comité de Huelga?
PK: Por asamblea. Esto es medio espontáneo. En las fábricas se empiezan a hacer asambleas para reemplazar a la dirección que estaba presa. Son dos por fábrica. Yo voy por Metcon junto con Pacho -Oscar Juárez-, un compañero del PST. Paulón va por Acindar y otro compañero que murió, creo que se llamaba Foresi. Tampoco era tan fijo. Hay gente que va y viene. Zenón Sánchez, que era del PRT, Paulón, Galarza, Heredia, un pibe de Marathon -Gañán-, yo y Ramón Córdoba de Villa. Segovia siempre estaba. Era el único de la Comisión Directiva que se escapa porque vivía en San Nicolás en el barrio Las Mellizas, cerca del Arroyo del Medio y se les escapa. Los de Villber vienen mucho después porque se los invita. Las fábricas están geográficamente distribuidas así: Marathon, que fabrica aceros especiales y entre Acindar y Marathon está Metcon. Acindar sigue haciendo laminados, hierros para la construcción, alambre, alambrón, alambre de púa. A Horton que era de Acindar lo mataron y a la mujer la tiraron de la alcaldía de Rosario, pero mucho después.
MH: ¿Tenía mucha influencia el PRT en esa situación?
PK: Sí, en la huelga empieza a tener. Siempre estuvo. Hacía acciones aisladas. Por ejemplo, durante de la huelga matan al jefe de personal de Acindar (El 16 de mayo es muerto el gerente de relaciones de Metcon, Martín O. Larzabal. Previamente, el 23 de marzo Montoneros ejecuta al Subjefe de Policía de V. Constitución, Telemaco Ojeda), no recuerdo su nombre. Yo públicamente en una asamblea hago votar el repudio a esa muerte. Eran fenómenos que no tenían nada que ver con la clase obrera, era una provocación. Nosotros estábamos en la huelga por el encarcelamiento de nuestros dirigentes y no para matar al jefe de personal. No era nuestra forma de trabajar.
MH: Estaba leyendo un trabajo de Senén González[7] donde dice que la UOM no controlaba la filial de Villa y se descubre que había elementos subversivos alimentando el conflicto, por lo cual, el 21 de marzo del 75 ante la ocupación de las plantas de Acindar, el ministerio de Trabajo declara ilegal la huelga.
PK: Son dos etapas. La primera es el 20 de marzo a las 5 de la mañana cuando todo el mundo va en cana. La gente va a trabajar, no labura, de hecho, se ocupan las fábricas. No hubo huelga previa -sí meses atrás, antes de la recuperación del sindicato-, se arman asambleas y se decide ocupar las fábricas. La gente se queda en fábrica. No recuerdo si esto dura 15 días. Hay un ultimátum para desalojarlas. El dilema fue resistir o no. Si se hablaba de resistir era en serio. Había una tradición en el movimiento obrero metalúrgico. Eran ocupaciones en serio. Después se hace una evaluación de la relación de fuerzas y se decide desalojar para desarrollar una huelga prolongada en los barrios. Esa es la segunda etapa de la huelga. Primero la ocupación, luego la intimación, nos vamos y comienza la huelga prolongada en los barrios.
MH: En ese período Ricardo Balbín habla de la guerrilla industrial.
PK: Ya antes. Si hacés una muestra del período vas a encontrar que había fracciones guerrilleras en cualquier conflicto. Así era la situación del país en ese momento, pero me parece exagerado lo que dice Mattini. No se puede negar que la actividad armada tenía interés para parte de los obreros, sobre todo para aquellos cuya tendencia era la de saltar del sindicalismo a la acción directa, y aunque ni Montoneros ni ningún otro grupo de combatientes tenían la influencia del PRT en todo ese cordón industrial, no se puede afirmar que la clase obrera iba en esa dirección.
MH: María Seoane habla de la presencia de Santucho en Villa los primeros días de enero.
PK: Eso debe haber sido algún viaje previo. Tal vez con Segovia. Pero, en lo relacionado con el conflicto, en esos dos meses la actividad del PRT como aporte práctico fue muy escasa y en algún momento nefasta. Había tres grupos fuertes en el Comité de Lucha: Montoneros, la guerrilla del PRT/ERP; una corriente socialista, obrera, que en ese momento era el Partido Socialista de los Trabajadores, que no coincidía con la guerrilla…
MH: Piccinini estaba vinculado a un grupo que se llamaba Poder Obrero…
PK: Nosotros en esa época, como partido, no estábamos a favor de una huelga por tiempo indefinido. Estábamos a favor de negociar. ¿Negociar qué? Negociar una salida para volver a trabajar sobre bases firmes, pero no al todo o nada. La posición de la guerrilla era acá no hay nada que negociar, era la libertad total o nada. Y así fue, nada. Y Pichi, desde Coronda, apoyaba la línea guerrillera. Eso lo tengo muy claro porque incluso yo iba a Coronda a discutir estas posiciones con el riesgo de que te dejen adentro. Y cara a cara le decíamos a Pichi, no podés estar toda la vida en una huelga indefinida, hay que tener algún elemento de negociación. No podemos decir, salvo propagandísticamente, hasta que no liberen a todos esta huelga no se levanta. En los hechos la guerrilla apuntaba al ‘hasta que no caiga Isabel, la huelga no se levanta’. Apuntaban a hacer de un conflicto sindical algo totalmente político, lo cual me parece bien, pero esos destiempos cuando los llevás a un terreno práctico son catastróficos. Yo creo que, si la huelga se manejaba bien en el primer mes de conflicto, que era cuando vos estás haciendo las cosas con más fuerza, en lo práctico hubiera significado muchas menos muertes; estoy seguro de eso.
MH: Ustedes levantan la huelga días antes de que empiece el Rodrigazo, ¿no?
PK: Nosotros levantamos la huelga porque no había más remedio, la gente ya iba a trabajar. Durante los primeros veinte días hay una influencia fuerte de nuestra política, pero después, por aliento de Pichi, va tomando fuerza la guerrilla. Hay un hecho crucial, un acto, creo que es un 22 de abril, adonde va toda la gente y hay represión. Nos revientan a todos. Días después muere un obrero baleado[8]. Entonces empieza un desgaste donde no hay salida. Llamamos a una asamblea para ratificar las medidas. Nosotros siempre insistiendo: ‘tenemos que abrir puertas de negociación’. Lamentablemente Segovia, a quien yo admiro, decía: ‘no hay nada que negociar’. En ese ínterin nos matan un compañero, Rodolfo[9], que trabajaba en Metcon conmigo. En el medio de esto pasan muchas cosas, los fachos matan gente. Uno tenía que vivir corriendo. Era una situación de mucha emergencia. Reivindico que nosotros teníamos la certeza de ser coherentes con una posición: este conflicto no lo hemos provocado nosotros y tenemos que buscar una solución, porque así vamos a una catástrofe.
MH: ¿Cómo se aguantan 59 días?
PK: Por la fuerza de la gente. Primero por los delegados de barrio y después por la tremenda solidaridad nacional que había. Una gran simpatía por esa huelga. Había un gran activismo que hace que eso esté siempre en movimiento. También había contradicciones políticas en el mismo gobierno. Todos los partidos políticos te recibían; había sectores del radicalismo local que apoyaban. La situación política era de indecisión. Si la ves a la distancia todo enfilaba hacia el golpe del 76, pero en ese instante el camino hacia el golpe era más contradictorio. La misma burocracia que interviene el sindicato y convalida la represión, no lo hace abiertamente.
MH: Senén González menciona que Lorenzo Miguel gestiona la libertad de los detenidos que no tuvieron implicancia con las actividades subversivas. ¿Cuál fue el verdadero rol de Lorenzo Miguel?
PK: Nosotros nunca lo pudimos entrevistar. Lo habrá dicho para la prensa. Además, nosotros decíamos: ‘dijo eso Lorenzo Miguel, ¡vamos a verlo!’. ‘No, qué vamos a ver a Lorenzo Miguel, que es un traidor’, nos respondía la guerrilla. Lamentablemente esta política le hizo el juego para que nunca lo pudiésemos poner entre la espada y la pared. Como Comité de Lucha le mandamos un telegrama para que nos reciba y no nos recibió. Tampoco nos recibió Rocamora, pero cuando la huelga se va perdiendo, lo hace el viceministro. Yo voy a la Casa de Gobierno y no me dejan entrar porque no tenía corbata. Tuve que salir a comprar una y me reciben, pero es un recibimiento formal porque ya la huelga se viene abajo. Negociamos tarde, esa es una gran experiencia. No saber negociar. No es que no supiéramos, sino que tuvimos mucha oposición para negociar y transformar la situación, para armar una negociación posible, cosa que nos hubiera permitido volver a fábrica y retomar con fuerza la organización. Más con lo que vos decís del Rodrigazo, que empieza un mes después. Si empalmábamos con el Rodrigazo hubiéramos tenido más fuerza para pedir la libertad de Pichi. Después a Pichi lo sacan de Coronda, lo llevan al sur, a la cárcel de Rawson. Se endurece todo cada vez más. Había una contra que era el marco global: todo iba hacia el golpe. Pero este era otro problema. No se negocia a tiempo. En realidad, nunca se negoció. Esa es la verdad. La ida a la Casa Rosada fue medio por inercia, cuando ya el conflicto estaba perdido. Hay una anécdota importante de los Montoneros, que nos ofrecen pagarle el sueldo a cada obrero. Ellos sostienen que tenían dinero y lo podían hacer. Nosotros les dijimos: si ustedes lo quieren hacer, bueno, háganlo, pero tampoco creemos que esa sea una solución. La gente después les dijo: nosotros no queremos plata regalada, queremos trabajar. Eso es maravilloso porque ganar una huelga no es un problema de aparato; es un problema de conciencia y de política.
MH: ¿Había un poder obrero en Villa?
PK: Estos elementos que te estoy dando dirían que sí.
MH: Leyendo sobre el tema, el mismo día que ponen la bomba en el local de la Marrón, que creo era el local de los anarquistas, a las dos de la tarde se declara un paro y los comerciantes van al local del sindicato a preguntar a qué hora se levanta para abrir los negocios.
PK: Todo eso es en la etapa previa al 20 de marzo.
MH: ¿Y por qué se desencadena toda la represión en Villa, esa presencia masiva de la represión?
PK: Me da la sensación que era el último bastión que faltaba para luego poder dar el golpe de Estado.
MH: ¿Tenía algo que ver con la convocatoria a las convenciones colectivas de trabajo?
PK: Sería un argumento de tipo sindical solamente.
MH: Sin embargo, la Comisión Directiva de Villa había elaborado un proyecto de convenio colectivo que fue enviado a otras seccionales y fábricas de la UOM. Cuando se da la ocupación de Villa por las fuerzas militares se detiene gente en otros lugares, por ejemplo, en Massey Fergusson.
PK: Era una época en la que habían muchas facciones de la clase dirigente que se movían en forma independiente. Puede haber sido que un grupo largó eso. A lo mejor había toda una estrategia de derrotar todos los focos del movimiento obrero. No creo que sólo haya sido por el problema de las convenciones colectivas, es decir una actitud tan política sólo por un problema sindical. Para mandar semejante operativo hay que hacer intervenir muchas personas, era una decisión política fuerte. O por lo menos si alguien la tomó, después tiene que dar explicaciones a otros funcionarios del gobierno. Habría ya un acuerdo más o menos tácito para eso. O tal vez haya sido que toda el ala derecha del gobierno estaba tomando vuelo. Yo no veo que Villa influyese hacia el resto del país en el sentido que si Villa largaba un paro Córdoba paraba. Me parece que todavía era un problema local. Tenemos que ser claros que era un fenómeno importante, pero local. Córdoba sí era un fenómeno local que trascendía a nivel nacional; igual es una duda.
MH: ¿Nunca hubo un intento de la dirección de Villa de trascender a nivel nacional?
PK: Políticamente no creo. Pichi en algún momento se sentó en la misma mesa con Lorenzo Miguel, hubo reuniones porque era miembro del sindicato nacional. Pero Lorenzo Miguel todavía sigue. Por algo tenía un aparato nacional que todavía se mantiene. No veo que Pichi, si bien era un peligro, ya lo estuviera por sacar a Lorenzo Miguel de la dirección nacional. No tengo muy claro porqué se ensañaron así con San Nicolás y fundamentalmente con Villa Constitución. Si fue por exterminar esa nueva dirección o porque realmente era un peligro nacional. Yo te doy elementos que después habrá que analizar y terminar de decantar. Lo que sí creo es que no podía ganar. A la distancia, no podía ganar. No había una sola puerta abierta para ganar ese conflicto. Estábamos solos contra todos: el gobierno, Isabel, López Rega, el interventor Campos, un interventor del gobierno, Iriondo, que se va. No veo por ningún lado que pudiéramos lograr la libertad de los presos, era imposible, la relación de fuerzas no daba.
MH: ¿Qué pasó después en Villa?
PK: Durante el Rodrigazo la patronal nos obliga a todos a renunciar para que no queden huellas de despidos. Algunos renuncian. Yo nunca renuncié, tampoco cobré la indemnización. Siempre me consideré despedido. Cuando quise hacer algún reclamo sindical hubo amenazas en el ministerio de Trabajo. Esa era la actitud de la patronal. En general se intenta reorganizar las cosas. Pero cada vez era más difícil y empiezan las amenazas contra las familias.
MH: ¿Fue muy dura la represión?
PK: Creo que hubo más muertos después que durante el conflicto. En esta lista están: Palacios -Julio, uno de los pescadores-, Ruescas que era de la Comisión de Acindar, Raúl Horton, asesinado en el 77, su esposa -Cristina- y Pascual D’Errico (murió en el exilio), de la comisión de Acindar.
MH: Se mencionan algunas declaraciones de Peregrino Fernández, ex-inspector de la Policía Federal, que hace mención al rol que jugó la patronal de Acindar durante la dictadura militar[10]. ¿Funcionaba un campo de detención en la fábrica? ¿Cómo fue eso?
PK: Durante la huelga funcionó en el sindicato, que estaba intervenido. Estaba Campos. Hacían simulacros de fusilamiento. La burocracia estuvo a favor de la represión y de liquidar el sindicato. Después de la represión vuelve un hombre de Lorenzo Miguel a controlar el sindicato.
MH: Peregrino Fernández hace mención a una serie de funcionarios policiales que operaban en connivencia con la patronal.
PK: No es un fenómeno exclusivo de Villa. Así operaba la Triple A en todas partes, en alianza con la patronal.
MH: ¿Durante el conflicto, ¿cómo era?
PK: Te cuento una anécdota. Yo, como miembro del Comité de Lucha, iba todos los días a visitar a distintos compañeros. Algunos compañeros prestaban su auto. Había un muchacho que se llamaba Rodolfo que tenía un Falcon. Necesitábamos autos rápidos porque si no te corrían y te secuestraban. Un día voy a buscar a este compañero para repartir el Boletín de Huelga, que salía diariamente y tenía que llegar a todos los delegados, a cada manzana, toda una estructura organizativa importante. Llego y me dicen los padres: ‘Mirá Rodolfo no vino anoche’. Rodolfo apareció quemado vivo, lo pusieron en el baúl del auto, lo prendieron fuego y así apareció. Así funcionaba la represión. Yo tuve que despedir los restos de Rodolfo y no sabías si terminabas de despedirlo y te tocaba a vos. Así y todo la gente iba a las reuniones. Ese era el clima.
MH: Hablame un poco de Pichi
PK: Gran tipo, Pichi. Es rarísimo, una persona obrera, que venía de la nada con semejante conciencia para organizar una fábrica. Lo conocí a él, a su esposa, a sus padres. El padre muere cuando estaba preso. Nosotros hicimos gestiones para que pudiera ir a verlo antes que fallezca. Pichi tuvo la valentía de armar la Lista Marrón. Tenía toda una formación sindical. Siempre era muy permeable a todas las posiciones. De donde viniera ayuda, era bienvenida. Y tal vez por eso se dejó llevar por aceptar consejos que no eran los que más favorecieron el desarrollo del conflicto. Un tipo humanamente admirable. Hace años que no lo veo. Supongo que seguirá igual, aunque políticamente no sé qué estará haciendo en este momento. Tenía el coraje de estar preso y seguir adelante con todo lo que había emprendido y salió de la cárcel y siguió adelante con ese proyecto. Y eso vale mucho.
MH: Cuando sale de la cárcel, vuelve a trabajar a una pequeña fábrica porque sentía que tenía una deuda con la gente y reconquista el sindicato con el 88% de los votos.
PK: Las reuniones de Villa eran admirables. Con acordeones, con chamamé. Hay una película que están dando ahora, Soplando el viento, que logra un poquitito el clima que se daba entre la gente de Villa. A mí me apasiona cómo la gente después de tanta derrota, se sabe preservar y vuelve otra vez a reconquistar a sus dirigentes. Yo a Pichi lo quiero muchísimo y lo admiro. Se puede decir que yo incursioné en la clase obrera, porque no soy obrero de origen, y aprendí mucho. Y Paulón tenía también una conducta ética irreprochable aunque políticamente muchas de sus posiciones eran aventureras. Segovia era un agitador espectacular. Sabía medir el lenguaje de la clase obrera. Una vez llama a la solidaridad obrera de Somisa y dice: ‘A nosotros no nos puede separar el Arroyo del Medio’, que era justamente el arroyo que dividía San Nicolás de Villa Constitución. Sé que murió en la toma del cuartel de La Tablada.
MH: Segovia, con Santucho, Irurzún y Castello forman la directiva del ERP. El lanza la expresión ‘ojo por ojo, diente por diente’. ¿Ocultaba su pertenencia al ERP?
PK: Todo el mundo lo sabía. Nosotros y pienso que también la represión. Él por ejemplo aparecía cuando ya estábamos reunidos, no era un hombre activo en la organización, colaboraba desde su estrategia, desde su partido. Tenía que ver con su espíritu. Era el que siempre decía ‘no tenemos nada que hablar con Lorenzo Miguel’. Sería gente honesta, pero políticamente suicidas. Una vez estábamos en una asamblea a mediados de la huelga, en un club, una asamblea importante, de 2.000 obreros. Y un obrero se para y dice que a él le habían dicho que si no nos presentábamos a trabajar nos iban a despedir sin indemnización. Y un ultraizquierdista le responde: ‘qué nos importa si tenemos la fuerza de las masas’. Y el obrero tenía razón. Al día siguiente empiezan los despidos, por una razón jurídica. Hay que dar respuesta también a esos problemas. Y en ese sentido toda la guerrilla tenía una posición que desconocía esas cuestiones cotidianas a los que había que dar una respuesta de alguna forma.
MH: ¿Y Actis, que después presidió la comisión sindical del Partido Intransigente?
PK: No sabía eso. Yo le perdí el rastro a muchos compañeros. Yo después me voy a Rosario y me entero que a mucha gente que caía presa le preguntaban por mí y entonces me vengo a Buenos Aires y entro a una metalúrgica de Pompeya, entro en Crespo, Volcán, Zafrate, pasan varios años y voy perdiendo muchas conexiones, contactos con la gente.
MH: ¿Qué rol cumplieron los Montoneros en el conflicto?
PK: Horton era uno de los que más expresaba esa línea. En principio su rol era de apoyo, nadie duda de esto. Pero era un apoyo desmedido, era como el abrazo del oso. Traían alimentos, venía el camión, la gente iba a buscarlos y atrás venía la policía, secuestraba los alimentos y encima metía en cana a la gente. Eran elementos ajenos a la propia organización que la gente se estaba dando y entonces producían efectos contraproducentes, no siempre, pero sí más de una vez, como cuando ofrecen a los obreros pagarles el salario por día de huelga y los trabajadores les dicen no queremos nada, lo que queremos es ir a trabajar. De eso doy fe, porque lo discutimos en un plenario abierto. El gran error es político. Es creer que con el aparato se solucionan los problemas que a lo mejor tienen que ver con las voluntades, con temas más simples.
MH: El otro día me mencionaste a Pachito.
PK: Hace años que no veo a Pachito. Sé que está en Rosario. Tuvo una actividad destacadísima en la huelga. Era mucho más joven que yo. Yo tendría 25 y él 20 años. Era muy querido por los obreros. Fue una de las personas clave para armar el Comité de Lucha. Yo en realidad me integro cuando ya está armado, porque había nacido mi hija. Un pibe inteligentísimo de Rosario. Muy querido por todos los obreros, políticamente muy bueno, hacíamos equipo. Yo estaba más en los aspectos de qué hacer, cómo salir adelante y Pacho estaba más con la gente. Yo, redactando el volante, tratando de que salga al día siguiente, porque me parecía importante. Pacho en un rol de primera magnitud, de dirigente. También había toda una vanguardia oculta que eran los dirigentes de los barrios. Por cada manzana había un dirigente. Vos te acercabas a ellos para llevar fundamentalmente el Boletín de Huelga, todos los días y ellos los distribuían en su manzana o cada dos manzanas. Y cada tanto hacíamos reuniones con ellos. Fue un fenómeno natural, como respuesta a la necesidad de estar informados del conflicto día a día.
MH: ¿La organización barrial fue previa al conflicto?
PK: Esa organización se da en forma posterior. Al comienzo la organización era fabril, de las fábricas. Hay anécdotas maravillosas, por ejemplo, ibas a la noche a la casa de cualquier obrero, tocabas, decías quién eras y te dejaban entrar, no prendían la luz y te quedabas a dormir. Si llegaba a venir alguien a buscarte, pasabas a la casa de al lado saltando el alambrado; la verdad que esa solidaridad yo en mi vida la he visto ni lo volveré a vivir. ¡Lo que era eso! Lo bien que te sentías de protegido cuando vos llegabas a un barrio. Después los copan los fachos y llegar a un barrio era todo un arte y la gente empieza a tener mucho más temor para recibirte.
MH: ¿Volviste a Villa después de todo esto?
PK: Sí. Siempre volví a Villa. Volví en el 80 y cuando vienen las elecciones del 83 para rearmar algo y ahí te dabas cuenta que la gente había quedado muy golpeada. Más que nada en forma afectiva, porque yo no me ligo al proceso sindical que se da al inicio del proceso democrático. Me veo con Paulón, le ofrezco mi ayuda, pero a otro nivel. Yo ya me había recibido de economista en esa época, pero no ejercía. Me desvinculo de Villa desde el punto de vista de ser un sindicalista. Me queda toda la ligazón afectiva y política.
MH: Me gustaría volver al tema del plenario del 74. Sobre la coordinadora. ¿Recordás el rol de los dirigentes que se hacen presentes en ese plenario?
PK: Pasó hace muchos años atrás. No recuerdo detalles. Fue en una cancha de fútbol. Estaban Tosco, Salamanca. Había venido gente de vanguardia de todo el país. Recuerdo que vino gente de La Plata, donde yo había estudiado.
MH: A mí me impresionó mucho el discurso de Ferraresi, del Peronismo de Base argumentando contra la formación de la Coordinadora. Aquí tengo algunos párrafos: “No venimos a formar superestructuras que aparezcan en los diarios. No venimos a hablar para después irnos a casa y no hacer nada. No queremos repetir experiencias como la lucha de los compañeros del Sitrac-Sitram, donde fuimos a un plenario en que se firmaron lindos documentos, pero después, en la calle, no se hizo ninguna acción concreta por Sitrac-Sitram […] Entonces, rescatando esa experiencia de lucha no podemos venir a proponer una Coordinadora, un documento o una solicitada […] Nos adherimos a la propuesta de Acindar, pero en estos términos políticos, reafirmando que no estamos de acuerdo con una propuesta superestructural que otros sectores han planteado […] Basta de manijeros, el PB con los obreros”.
PK: No recuerdo esos detalles. Tené en cuenta que uno estaba allí también ocupándose de tareas organizativas, con un montón de cosas que resolver. Lo que sí recuerdo del plenario es que estaba dividido entre los que estaban en contra de la Coordinadora y decían ‘no rompan más las bolas con la Coordinadora’, y los que decíamos ‘Coordinadora ¡ya!’. Pichi, que primero se había inclinado por la Coordinadora, en el plenario le parece que en ese momento no corresponde y toma una posición de está bien, pero para más adelante.[11]
MH: En Villa había una simpatía muy grande hacia Tosco, ¿no?, incluso llega a mandar una carta, en junio del 75.
PK: No te digo que hubiera iniciado el Cordobazo, pero sí que era la referencia más clara de organismos que habían surgido y le daban una continuidad al Cordobazo. No había sindicatos que se declararan abiertamente en la lucha contra la burocracia sindical como Luz y Fuerza de Córdoba. La figura de Tosco en la vanguardia de la época tenía un prestigio enorme. A lo mejor, en ese momento a nosotros nos parecía un burócrata, pero visto a la distancia, me parece que estábamos equivocados.
MH: ¿Por qué lo trataban de burócrata?
PK: Y bueno, porque en algún momento pudo haber tenido posiciones no muy claras en relación a los núcleos del clasismo, no sé por qué tipo de reservas que tuviera en Córdoba, tal vez por acuerdos. Hay que tener en cuenta que allí había sectores peronistas muy fuertes. Se decía que Elpidio Torres había dirigido el Cordobazo, aunque en realidad las masas lo sobrepasaron. Y Tosco integraba la CGT local. Por eso a uno no era la persona que más le gustaba. Pero visto a la distancia es distinto.
MH: ¿Te acordás de la presencia de Salamanca en el plenario?
PK: No. Sé que era del PCR, pero no tengo ninguna anécdota personal con él.
MH: Me gustaría que hablaras libremente, porque hasta ahora yo te puedo haber condicionado con mis preguntas.
PK: A lo mejor vos tenés que tener en cuenta que uno estaba inmerso en el plano estructural de la época. A uno se le pueden haber escapado miles de cosas políticas que pasaban en la superestructura en ese momento y después uno las rearma, pero tal vez no las veía en su momento. Por ejemplo, todo el juego político que estaba preanunciándose. Yo recuerdo que me recibió Perette (UCR) en el Senado.
MH: ¿Cuál fue el rol del radicalismo en el conflicto?
PK: Yo no recuerdo que haya tenido un rol activo de apoyo. En sus locales se recibían donaciones económicas, eso no lo podés negar.
MH: ¿Había anarquistas también en Villa?
PK: Ya casi no quedaban. Eran viejos anarquistas. La Lista Marrón funcionaba en un local anarquista de la FORA, posteriormente cuando se gana la Comisión Directiva, uno de ellos iba al sindicato.
MH: Comínguez, que fue diputado del PC, también fue a Villa.
PK: Sí, el PC también estaba, pero no fue el que inició todo esto. Visto a la distancia, tenés que decir qué grande que los radicales hayan puesto los locales, porque no recuerdo otro grupo político así de importante que colaborara.
MH: ¿Y cómo fue lo de Perette?
PK: Nosotros teníamos que abrir todos los frentes posibles a la huelga para decir de qué se trataba y buscar una negociación. Teníamos muy claro que la detención era infundada jurídicamente y lo del pretexto del complot subversivo no era lo determinante del conflicto, era como decir que la violencia en Nueva York fuese la realidad en todo los Estados Unidos. En todo conflicto había guerrilla, había Montoneros, bueno, pero no era lo determinante del conflicto. Lo determinante era que querían sacar a una dirección democráticamente elegida, querida por la gente y que no era una dirección guerrillera, así de simple. Eran obreros y quizás el único más comprometido con la guerrilla era Segovia, pero no dejaba de ser un obrero, que trabajaba todos los días y que tendría alguna posición de ese tipo, pero que tampoco era en sí mismo un guerrillero. Entonces, en ese marco uno trataba de llevar adelante una estrategia de decir es un conflicto justo. ¿Cómo hacerlo? Haciéndolo público a toda la sociedad. Llegando a todos los dirigentes que de alguna manera pudiéramos llegar. Ya se hablaba de la guerrilla industrial.
MH: ¿Con quién se entrevistaron aparte de Perette?
PK: Con Silvestre Begnis. Yo, personalmente, con todas las autoridades de los partidos de la zona. Estuve personalmente con Alberto Campos, el interventor de la UOM.
MH: ¿Cómo fue esa entrevista?
PK: Muy dura. Había una persona que me la acuerdo patente, era Hugo Curto, que actualmente es intendente de 3 de Febrero. Era gente muy pesada, del aparato; había armas fuertes allí. Era muy arriesgado, no sabías si salías. Luego lo volví a entrevistar, también por problemas sindicales, en el 80 u 81 y había cambiado bastante. Pero Campos no abrió ninguna puerta de negociación. Después en Buenos Aires estuvimos con el ex ministro de Defensa de los radicales. A Lorenzo Miguel no pudimos entrevistarlo. A Balbín no lo llegamos a ver. A Sandler (APR) sí. Y había otros diputados, no recuerdo bien. Yo sé que mi Partido, el PST, también tocaba gente, a todos los dirigentes importantes. Yo encabecé una gestión para entrevistar a Rocamora (ministro del Interior). Es interesante porque él acepta la negociación y nos espera en Buenos Aires. Y cómo será la poca importancia que le daban a estas cosas en el Comité de Lucha que vengo solo. Llego al Aeroparque de la Ciudad de Buenos Aires y le digo a un taxista ‘mire me esperan en la Casa Rosada’, y me pregunta, ‘¿Ud. viene por lo de Villa? Esto te hace ver la repercusión del conflicto.
MH: ¿Hubo repercusión internacional?
PK.: Creo que después, en ese momento no. Igual tomá esto con pinzas porque uno no podía estar en todas las facetas de lo que pasaba. A la entrevista no viene Rocamora sino su segundo, no recuerdo el nombre y ahí me doy cuenta que estaba hablando sobre algo que estaba perdido. Conmigo viene Enrique Broquen. A él siempre le gustaba, hablaba e intervenía. Nos atiende un funcionario de segunda línea que se muestra muy inflexible. Ahí me doy cuenta de que no hay retorno. Volvemos rápido a Villa Constitución para levantar la huelga porque seguir más días era peor.
MH: ¿Cómo lo deciden?
PK: Se levanta en un Comité ampliado. En una reunión con los delegados de barrio. Se levanta porque la gente ya estaba empezando a trabajar y de hecho era inevitable. Entonces se decide levantar con un Boletín de Huelga, pero en realidad ya estaba levantada, ya era una derrota.
MH: Mientras tanto, ¿cómo había funcionado el conflicto? ¿Cómo se organizaba la gente, a través de asambleas, a través de los comités de barrio?
PK: En la primera etapa sí, pero cada vez se va endureciendo más, se va dificultando todo. Por otro lado, empieza a escasear la plata. Los primeros sueldos la patronal los paga, pero luego empieza a haber problemas.
MH: ¿Cómo resolvían el problema de la plata?
PK: Al principio, las primeras quincenas se pagan, no había problema y luego, con alimentos, se hacían colectas.
MH: ¿Cómo llegaban esos alimentos? Por ahí se cuenta que también pescaban, ¿no?
PK: Había muchas colectas en todo el país y a través de los delegados llegaban a cada barrio. Tenías Las Mellizas, el barrio Acindar, otro en Villa Diego. Había zonas. Y en cada zona había delegados por manzana. Son lugares muy ligados al campo. Todo el mundo tenía cerca un campo con hortalizas o la gente de la ribera pescaba. Arroz, yerba, todo eso se traía. Y también es cierto que los Montoneros mandaban muchos alimentos. Lo que pasa es que lamentablemente muchas veces cuando llegaban los camiones era tan anunciado que también estaba la cana esperando.
MH: Bueno, me hacés una reflexión final.
PK: Que lo de Villa fue realmente fantástico porque la gente estaba convencida de algo. Era emocionante ver la solidaridad de las mujeres y de los obreros.
MH: ¿Qué fue la comisión de las mujeres?
PK: Un gran acierto de Pichi. En un momento dado están tomadas las fábricas -me refiero al conflicto de marzo del 74- y ya se viene todo abajo y él dice: ‘vamos a hacer una cosa, vamos a permitir que entren las mujeres, a vernos, a tomar mate’. Y esto da vuelta el conflicto. Y allí se establece ese nexo. Brillante. Eso es de alguien que percibe las cosas como van pasando, por eso Pichi es un dirigente natural. Entonces toda la familia que vivía del trabajo de la fábrica estaba allí.
Lo otro es que con la voluntad no alcanza, hay que tener una estrategia y tratar de llevarla adelante. Yo creo que Villa paga mucho más las consecuencias porque lamentablemente fuimos al todo o nada y fue nada. Pero, ¿cómo comprobarlo, no? Esas son las consecuencias de la política del todo o nada. Era como si hubiésemos querido terminar con Isabel y en realidad había que medir mejor los objetivos. A veces inclusive discutir con la gente y decirles, bueno, esto hasta acá llegó, aunque la gente quiera seguir, porque hoy por hoy quiere seguir pero mañana quiere levantar. Esto también es parte de ser un dirigente. A veces hay que decir esto no va más y decirlo con toda claridad. Y bueno, la pena que me da lo que ha quedado. La cantidad de gente conocida que ha muerto, que vienen de momentos de vida tan vitales, luego viene la democracia y el sindicato se recupera, lo que me hace pensar que todo esto no fue en vano.
MH: ¿Conocés algo de la situación actual?
PK: Tal vez la conozcas vos más que yo. Digamos que luego empecé a rearmar mi vida. En Villa me quedó todo. Me quedé sin familia, me quedé sin nada. Hasta que no empezó la democracia yo no pude levantar cabeza, conseguir trabajo, ser alguien. Mi hija nace en ese momento y la cosa era o mi hija o la huelga y lamentablemente tuve que elegir. Estaba en la huelga y muy comprometido y tuve que decirle a mi familia que se vuelvan a Buenos Aires. Es un problema ético, cuando uno se mete a fondo, y yo me metí a fondo, con toda la secuela que seguía. Por eso después, con el tiempo, también decidí construir otra cosa. Tampoco iba a volver a Villa a trabajar de obrero. A diferencia de Pichi que era obrero y volvió a trabajar de obrero, yo por ahí hubiera podido ser un colaborador del sindicato. Lo que sí uno establece relaciones en otros planos. Otro tipo de relaciones. A lo mejor te une la solidaridad con lo que está pasando en este momento. No dudaría en colaborar, pero de cualquier manera mi rol sería distinto.
MH: Aquí hay algunos Avanzada Socialista de la época. Aquí está Acuña.
PK: Acuña era un tipazo. A mí y a Pacho nos detienen en Rosario. Ya habíamos hecho la reunión para levantar la huelga. Estábamos parando en la casa de una compañera que era psicóloga y nos aguantaba. Pobre, después le pasó de todo, con el tiempo uno piensa que fue un abuso. Llegamos y nos abren la puerta unos tipos con un gorrito, con Itakas, en zapatillas: ‘pasen, pasen muchachos, que no se equivocaron’. La primera sensación fue la de pensar: ‘qué pelotudo que soy; te cuidaste tanto por tanto tiempo y el último día hacés esto de ir al mismo lugar de siempre’. Y es como que uno está entregado y te resignás. Se acabó la huelga y también yo. Ves que de ahí salís al paredón. No fue así, pero toda la sensación era esa. Era un operativo con gente de civil, los marginales de la policía. Luego nos llevan a la alcaldía de Rosario, nos enteramos que fue un operativo muy fuerte, con francotiradores en los edificios. Estamos un par de días, nos anuncian que estamos a disposición del Poder Ejecutivo, cosa que con el tiempo comprobé que no fue así porque rastreé en el Archivo General de la Nación y no hay constancia escrita de que hayamos estado detenidos. Sí de otros compañeros de Villa, pero yo no. Estuvimos casi un mes. Luego nos trasladaron a Buenos Aires, desde Fisherton, en un vuelo regular de Aerolíneas Argentinas. Cuando la azafata se entera que éramos de Villa Constitución nos dio una atención de primera. Por fin pudimos comer bien. Y el cana que teníamos al lado se la tuvo que tragar. Y después nos liberan y nos llevan a la Casa de Gobierno para pedirnos disculpas. Para que veas esas contradicciones que te dije del gobierno. Te liberan y a los tres meses te buscaban para reventarte. Era una contradicción al rojo vivo. Y así termina la historia. Uno quemó o perdió tantas cosas entre tantas mudanzas; algunas han quedado porque algún familiar lo guardó y después te lo dio. Tuviste que tirar todo. Se podrían charlar tantas cosas que de a poco van saliendo.
MH: Bueno, yo te voy a pasar los casetes, así los escuchás y si querés, después agregás algo.
PK: Tampoco eso era Vietnam. Era gente que venía del campo o pescadores que trabajaban de obreros. A lo mejor había una vanguardia que estaba a favor de la guerrilla, pero tampoco quiere decir que esos obreros eran guerrilleros. Iban a laburar todos los días. Y no es tampoco como dice acá. Esas son historias de los que escriben.
MH: El otro día hablábamos de una nueva historia oficial. La historia que cuentan algunas personas que vivieron aquella época y hoy tienen una cierta trascendencia pública a través de cátedras universitarias, o la posibilidad de editar algún libro, etc.
PK: Me parece espectacular que esa gente lo pueda hacer, pero bueno, a lo mejor está en la naturaleza humana eso de exagerar lo más importante o la óptica de lo que uno ha vivido. Yo me acuerdo que en esa época se decía que los grupos guerrilleros estaban en una fase de pasar a la toma del poder y con el tiempo vos te das cuenta que era una especie de imaginación a lo mejor de auto verse muy fuertes en el grupo interno, de verse con muchas potencialidades, pero si lo ves con relación al conjunto de la sociedad la verdad era otra. A lo mejor ocurre algo parecido ahora. Con los años uno lo termina viendo distinto. Tal vez uno mismo tienda a exagerar las cosas, por ejemplo, nosotros con los Boletines de Huelga, que hasta el número 7 u 8 los escribíamos nosotros, después hay un cambio en la relación de fuerzas y era la guerrilla la que dirigía esos comunicados. Y uno podría decir que dirigió la guerrilla y tampoco es cierto en el sentido de que las masas o la huelga no era con un objetivo guerrillero, pero tal vez sí, si pensamos que un poco se impone esa política. Entonces, cuando se escriba, con el tiempo, la guerrilla podría llegar a decir que dirigieron la huelga de Villa Constitución. Y no fue cierto como tampoco lo de la guerrilla industrial. Fue un gran pretexto para provocar una situación y a lo mejor uno entra en la boca del lobo.
MH: Había una situación de poder del movimiento obrero dentro de la fábrica. Me parece que estos movimientos apuntaban a cuestionar el poder de la patronal no fuera de la fábrica sino en la estructura misma de los centros de producción.
PK: Nunca nada es así tan claro. Había un lugar en Metcon que se llamaba la calesita. ¿Por qué? Porque se movía como una calesita. Venía un molde de tierra negra donde se fundía la pieza. Había un obrero que limpiaba el molde, había otro que terminaba de inyectar el material fundido, venía otro, terminaba, se le ponía otro molde arriba para cerrarlo, sopletear el material fundido para la pieza, etc. Es decir era una sucesión de actividades donde el ritmo lo marcaba la calesita. Estabas obligado a seguir ese ritmo. A las 8 horas de trabajar allí estabas negro, hecho una roña por el polvo. Si te salpicaba una gota de material fundido en los zapatos no se te curabas más. Y eso un día, y otro día. Las condiciones de trabajo eran espantosas. Lo único que estábamos haciendo era reclamar por condiciones de trabajo dignas. Después se reclamó por las 6 horas porque el polvo era perjudicial para los pulmones. Cuando un horno se apaga hay que sacar todos los ladrillos calientes, se vuelven a poner otros ladrillos y se arma otra vez el horno. Esa era la tecnología del momento, tal vez ahora no. Tengo entendido que era una tecnología vieja, que se había traído de la Segunda Guerra Mundial, de Europa. Otro lugar parecía una pista de aterrizaje donde eran todos rodillos de hierro y te caías empujando unos carritos de acero, con todo el material adentro, caliente, y te arruinabas los riñones, la espalda. Ésa era la situación de Villa Constitución. Acindar estaba un poco mejor. Se empezó a reclamar por mejores condiciones de trabajo. Los reclamos hacen valer eso. Si vos me hablás de un poder obrero de tipo político no es cierto. Sí había un poder que hacía escuchar sus reclamos en serio. Eso se puede transformar en un hecho político. Eso es cierto también. Y en el sentido de que vos respirabas el aire de una zona obrera, la gente percibía en esa época que la clase obrera era la que predominaba en la vida social del pueblo. Puede ser en las tomas de las fábricas, en esos momentos cuando se toma una planta, se está discutiendo, de hecho, quién es el dueño de las fábricas, eso es cierto. Pero políticamente nunca hubo una proclama que tocase este problema desde el sindicato, desde Villa. No recuerdo que se haya elevado del plano sindical a un plano político más avanzado.
MH: Hubo alguna situación en relación a la represión donde hubo pronunciamientos políticos, incluso hubo algún paro en relación a la muerte de los compañeros Moses, Mesa y Zida, masacrados en Pacheco por la represión. El 4 de junio del 74. Previo al triunfo de la Lista Marrón. Fue de 10 minutos por turno.
PK: Yo en esa época no estaba trabajando allí y no recuerdo eso.
MH: Saludaron el triunfo de los compañeros de Smata Córdoba. Se solidarizan con las luchas de Panam, Propulsora. Hay un intento de coordinación e incluso viajan compañeros de Villa a llevar la solidaridad a Propulsora. Se habla de impulsar un frente antiburocrático metalúrgico. Este trabajo menciona varias veces el programa de la Lista como antiburocrático, antipatronal y antiimperialista. Esto es el programa con el que triunfa la Lista. Un programa que se proyecta hacia una óptica más política. También hay otras cosas interesantes: La Comisión Directiva instaló un puesto de venta al público de aceite en la plaza a precio fijado por la Intendencia Municipal. Se hicieron trámites para la reapertura del matadero municipal para que bajara el precio de la carne. También se menciona la organización de los barrios. Había una influencia del triunfo de la Marrón en toda la población.
PK: Indiscutido. Hubo una gran repercusión en toda la población, pero era un hecho bien autóctono.
MH: A Miguel Ángel Lobotti lo matan en pleno conflicto, el 10 de abril del 75. Acá denuncia que habrían actuado Aníbal Gordon y su hijo Marcelo, en 3 detenciones ilegales efectuadas en Villa Constitución el 8 de enero de 1976. ¿Lo conociste a Cástulo Bogado? Mientras estuvo detenido, desde 1975 hasta 1982, la familia vivía en un galpón del ferrocarril. Hubo compañeros que se suicidaron a raíz de toda esa situación.
PK: En la vida cotidiana, la derrota genera tragedias familiares terribles. En una derrota se rompen las relaciones familiares y personales. En general predomina un escepticismo que no termina con la huelga, porque después te venían a buscar y esto sigue con el golpe militar. Y el historiador eso no lo escribe, cuando rearma el hecho las cosas parecen heroicas, pero no se ven las consecuencias en la vida cotidiana.
MH: Hubo un acto de homenaje a las víctimas de Villa Constitución, el 20 de abril de 1984.
PK: Yo no estuve.
Notas:
[1] Seoane, María: Todo o Nada, Ed. Planeta, Buenos Aires, 1991.
[2] Mattini, Luis: Hombres y Mujeres del PRT-ERP (La pasión militante), Ed. de la Campana, Buenos Aires.
[3] Hernández, Mario: 24 de marzo de 1976: ¿por qué el golpe?, Herramienta N° 5, Buenos Aires, Primavera-Verano 1997/8.
[4] Se refiere a Mary Dal Dosso y Mireya Rojo, asesoras legales de la Lista Marrón. Detenidas el 20.05.75, permanecen encarceladas durante 4 años.
[5] El Ingenio Ledesma (Jujuy) estaba dirigido por Melitón Vázquez y fue intervenido y detenidos sus dirigentes el mismo 20 de marzo de 1975, día de la ocupación de Villa Constitución.
[6] Mercedes Balech, La lucha por la Democracia Sindical en la UOM de Villa Constitución, en Hechos y Protagonistas de las Luchas Obreras Argentinas, Editorial Experiencia, Buenos Aires, Año II N° 7, Marzo de 1985.
[7] Senén González, Santiago: El poder sindical, Ed. Plus Ultra, Buenos Aires, 1978.
[8] Se trata del obrero García, con el vientre destrozado por el impacto de una granada de gas lacrimógeno.
[9] Rodolfo Angel Mancini, de 24 años, asesinado el 1° de mayo, además de obrero de la sección limpieza de Fiat, era un estudiante que estaba terminando 4° año en un colegio secundario nocturno.
“Yo a la antipatria que se oponga le daré con el látigo, como a los fariseos en el templo”. Discurso pronunciado por Isabel Perón desde los balcones de la Casa de Gobierno, rodeada de Lorenzo Miguel y Casildo Herreras, el mismo día.
[10] Entre 1973/5, el Presidente del Directorio era José Alfredo Martínez de Hoz, que a partir del golpe militar de marzo de 1976 pasa a desempeñarse como ministro de Economía del Proceso, siendo sustituido en su cargo por el Gral. (RE) Alcides López Aufranc.
[11] “Sabemos que hay muchas intenciones buenas, que se quieren formar Frentes y coordinadoras, pero eso no sale de un día para otro […] Este plenario está llamado para consolidar el triunfo de Villa Constitución”. Años después, en un reportaje para el diario La Voz señalará: “La falta de experiencia de aquel entonces no nos permitió ver la posibilidad de ampliar nuestro panorama a nivel nacional, no hicimos un análisis del contexto político del país, nos limitamos solamente a los problemas del lugar, y así nuestra lucha quedó como encerrada en una isla”.
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