El presidente Javier Milei y la vicepresidenta Victoria Villarruel llegaron al gobierno con el eslogan del rechazo a la “casta política” y este fue un gancho discursivo para que el populismo de derecha asuma el poder ejecutivo. Hoy, a 9 meses de su victoria electoral, estamos frente a la peor gestión y también frente al ajuste más violento de la historia argentina; se demuestra así que el objetivo nunca fue eliminar a “la casta” o reformar la política sino restablecer un modelo neoliberal que atenta contra la gente. De hecho, UNICEF publicó hace unos días un informe en el que asevera que más de un millón de niñas y niños se van a dormir sin cenar. Esto sucede en un país en el que se fugan capitales todos los días y se busca permanentemente privatizar las empresas estatales y entregar los recursos naturales; el justificativo para una gran parte de los votantes de Milei sigue siendo el discurso agónico de que “hubiera sido peor votar a otro candidato”.
Por si fuera poco, se suma al contexto político escenas como la visita de diputadas y diputados a genocidas de la última dictadura militar, el amedrentamiento constante a los movimientos populares y persecución a dirigentes políticos, la ausencia de alimentos en los comedores a pesar de los fallos judiciales y una serie de decisiones de Estado que se fundan en la destrucción de derechos adquiridos por la sociedad. Todo eso, además, blindado por la impunidad que otorgan los medios de comunicación que ejecutan una estrategia de bombardeo de noticias amarillistas y fake news para distraer a la población.
En medio de este escenario, dentro de La Libertad Avanza, el partido de gobierno, también se han generado facciones separadas del pensamiento libertario/austriaco.
Ante la posibilidad de la caída de la imagen positiva del gobierno, causada por sus propias políticas y decisiones, los nacionalistas pretenden encontrar una grieta para lavar su culpa y escapar de su pertenencia a este espacio político. Para ello, plantean un nacionalismo vacío, que en realidad es colonialista e imperialista.
Los nacionalistas son mercenarios políticos escondidos atrás de la figura del “arrepentido” o del “defraudado”. Por más que pretendan generar una narrativa de separación, ellos siguen siendo parte de la política de la destrucción y la confrontación, y continúan en la búsqueda de ocupar lugares a nivel institucional o simplemente no ser juzgados como cómplices de la hambruna del pueblo. Además, frente a cualquiera que se anime a disentir, su frase de manual es que “si estás en contra nuestro sos un antipatria».
Este nacionalismo rancio replica la lógica del “Make Argentina Great Again” como un discurso con el potencial de ser, aunque no pareciera posible, una radicalización todavía más dura del antiperonismo para seguir disputando el poder y permanecer en la agenda mediática. Sin embargo, la pretensión de estos falsos nacionalistas es el entreguismo y el sometimiento imperialista y no una Argentina justa, libre y soberana.
Entre aquellos que se disfrazan, encontramos por ejemplo a personajes como Mila Zurbrigger, ex militante de La Libertad Avanza, que se plantean hoy como una de las referentes de las y los “arrepentidos” y usan su espacio mediático para exponer internas y discutir con cuadros de la oposición que, a su vez, quieren rascar el recorte para las redes o twitter. Es de suma importancia que los partidos pertenecientes al esquema del peronismo, del progresismo y/o las izquierdas tengan como prioridad el discutir ideas, modelos y proyectos, y no coquetear con estos “nacionalistas arrepentidos” que son, simplemente, mercenarios políticos.
Joel Hernán Verón. Militante de Peronismo en Marcha, docente de economía, asesor político
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