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Los fantasmas de las clases populares

Fuentes: Rebelión

Aumento galopante del precio de la canasta familiar, filas por abastecimiento de alimentos y combustible, gasolinazo velado como “premium” y ahora quizás aumento de pasajes. Golpe tras golpe en la economía cotidiana como consecuencia de una gestión extraviada, pero la protesta social tarda en llegar. Sube lentamente, va y viene, desconcentrada y diluida en su propia apatía. Le cuesta.

Aunque parezca contradictorio en un momento en el que todo y todos se acusan de estar politizados, el problema en este caso es precisamente la falta del componente político: la convocatoria que prenda la mecha y ordene las voluntades.

El MAS intenta, pero es casi como el golpe de un fantasma, atraviesa los cuerpos que quiere empujar. Le acechan sus propios fantasmas. Logra, no obstante, con lo que les queda a los pocos articular los descontentos y ponerlos en incipiente movimiento.

Por su parte, quien sí podría a estas horas movilizar el grave problema para hallar las urgentes soluciones sería la Central Obrera Boliviana (COB). Pero su silencio ya es histórico. Si la división de las dirigencias del Pacto de Unidad tuvo en su capacidad de movilización el mismo efecto espectral que en el MAS, el absoluto abandono de la COB a marioneta hueca del Ejecutivo la ha hecho más que un fantasma, un alma en pena. Sus últimas palabras en vida: 1) convocar —fallidamente— a bloquear la Asamblea Legislativa Plurinacional para que se aprueben aún más créditos dirigidos a una economía moribunda y que parece contar sus días al carecer de un plan real para salir de la crisis; 2) llamar al gobierno con vehemencia, desde las escaleras del hall de la Casa Grande del Pueblo, a que controle, “nacionalice”, las exportaciones de los empresarios para tener más dólares, solo para que estos mismos, desde las mismas escaleras, hicieran que el Presidente afirme que eso no pasaría y que incluso podrían exportar aún más libremente para traer dólares, dizqué. De allí en adelante, silencio en la tumba de la COB.

Quienes pagan el precio de este lamentable deceso, centavo por centavo día que pasa, son los trabajadores, las caseras, los transportistas, el profesional, el estudiante, el hombre y mujer de a pie. Cuánta falta le hacen sus organizaciones y cómo la nada, el vacío de la desmovilización, muestra a cuerpo entero el grado de anemia que padecen las clases populares bolivianas a pocas horas del posible retorno neoliberal.

Al respecto, hay quienes advierten con razón sobre los peligros que enfrentarán en primera línea campesinos y trabajadores si ante las urnas del 2025 carecen de un instrumento político que represente sus intereses. Pero qué sucederá en cualquier circunstancia venidera cuando por debajo de la “casaca” partidaria se descubra que no hay músculos, piel, seso y huesos que los sostengan y defiendan. ¿Cuál será, entonces, el precio a pagar cuando quizás haya partido, pero no organización social que se mantenga de pie?

Por ahora, los cuerpos se rehúsan a desfallecer, se empiezan a mover con lo que tienen, con lo que pueden, que no será poco y podría sorprender, porque el hambre cuando llega no sabe esperar.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.