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Sheinbaum y la 4T, impasibles ante el genocidio de Gaza

Fuentes: Rebelión

El genocidio contra el pueblo palestino comenzó décadas antes, mucho antes de la creación artificial del Estado de Israel. Como secuencia del más largo genocidio de la historia moderna, el 27 de diciembre de 2008, a las once y media de la mañana, las fuerzas israelíes emprendieron, sin ninguna advertencia, una devastadora campaña de bombardeos contra la población de la Franja de Gaza. Tal campaña fue conocida como operación “Plomo Fundido”. El objetivo declarado de esta ofensiva era poner fin a los ataques con cohetes que grupos armados afiliados a Hamás y a otras facciones palestinas lanzaban contra Israel. A principios de enero de 2009, como parte de ese operativo militar, el Estado israelí bombardeó la Universidad Islámica de Gaza, una de las instituciones educativas más prestigiadas en el Medio Oriente, un símbolo cultural. La justificación de siempre es la defensa de sus ciudadanos, pero en los hechos es terrorismo de Estado.

Tal acometida terrorista sionista desató una ola de protestas en todo el mundo. También en México se realizaron manifestaciones contra Israel. El 12 de enero de 2009, en El Correo Ilustrado de La Jornada, se publicó una carta con el título: “Salvar al mundo que hoy se llama Gaza”, firmada por Claudia Sheinbaum, quien tenía por aquel entonces 47 años. Ya habían pasado los años radicales de la gran movilización estudiantil de los años 1986–1987, encabezadas por el Consejo Estudiantil Universitario (CEU), del cual ella formó parte. Ella misma dice: “Participé en el movimiento estudiantil de 1986-87, que quizá fue uno de los primeros movimientos estudiantiles que se enfrentaba a las políticas neoliberales. Querían elevar las cuotas, la inscripción, las colegiaturas…”

De la carta leamos un fragmento: “… soy ciudadana del mundo, por mi historia y porque así pienso que debe ser. Me refiero, por supuesto, a hombres y mujeres libertarios, humanistas, no racistas, que luchan por la paz… “Imagina”, como compuso John Lennon. Por ello, por mi origen judío, por mi amor a México y por sentirme ciudadana del mundo, comparto con millones el deseo de justicia, igualdad, fraternidad y paz, y por tanto, sólo puedo ver con horror las imágenes de los bombardeos del estado israelí en Gaza… Ninguna razón justifica el asesinato de civiles palestinos… Nada, nada, nada, puede justificar el asesinato de un niño. Por ello me uno al grito de millones en el mundo que piden el alto al fuego y el retiro inmediato de las tropas israelíes del territorio palestino. Como dijo Alberto Szpunberg, poeta argentino, en una carta reciente: “de eso se trata: de salvar un mundo, este único y angustiado mundo que habitamos todos, que a todos pertenece y que hoy se llama Gaza”.

Muy loable la carta. No podemos negar que es un mensaje comprometido ideológica y políticamente con la causa palestina y pacifista. Años antes, el 20 de noviembre de 2000 fue presentada la inclusión de Sheinbaum en el gabinete de Andrés Manuel López Obrador, Jefe de Gobierno del Distrito Federal, asumiendo el 5 de diciembre de 2000 la Secretaría de Medio Ambiente del Distrito Federal. AMLO pertenecía al Partido de la Revolución Democrática (PRD). Años después, en 2011, se fundó el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). De aquel lejano 2009, 15 años después, ella nunca jamás se imaginó siquiera presidenta de México. Se subió a la rueda política de la fortuna y le fue muy favorable, y en la tómbola manejada por AMLO salió premiada.

Pero al paso del tiempo, de 1987 al 2000, hubo una mutación en las ideas y su práctica política pues de posiciones relativamente izquierdistas viraron a un conservadurismo liberal de corte nacionalista revolucionario propios del viejo priísmo encarnados en el proyecto gubernamental de AMLO. De otra manera, muchos años después, no hubiera llegado a la jefatura de gobierno de la ciudad de México (2018–2023) y menos como candidata a la presidencia de la República. Es la primera presidencia de origen judío. (https://www.sinpermiso.info/textos/mexico-la-presidenciable-del-patriarcado-gatopardista).

Si en realidad ha habido alguna transformación ideológica–política de aquel viejo izquierdismo moderado es hacia el acomodamiento de posiciones de poder burocrático gubernamental revestido de formas retóricas progresivas liberales en discordancia al neoliberalismo duro del bloque pripanista, dentro de una confrontación interburguesa de la cual ha salido, hasta el momento, vencedora la fracción morenista en el poder.

Aquella vieja simpatía de Sheinbaum a la lucha del pueblo palestino y la crítica al Estado israelí ha pasado a la historia y hubo, hay, un olvido conveniente, pues se ha impuesto un pragmatismo de un oportuno silencio ante el genocidio nunca reconocido como tal. También desde el gobierno presidencial de AMLO se ha impuesto una razón de Estado para no comprometerse con ninguna crítica radical pública al sionismo-fascista judío. Por supuesto, Sheinbaum no tiene nada abiertamente de sionista, pero tampoco es proclive para nada a la lucha de resistencia palestina.

“A un año de los ataques a Israel, nosotros condenamos cualquier forma de violencia”; declaró el 11 de octubre Claudia Sheinbaum. Por supuesto, se refiere solamente al ataque de Hamas en poblaciones israelíes del 7 de octubre de 2023. Pero hay de violencia a violencia, pues la que ha ejercido Israel contra el pueblo palestino no es comparable en magnitud bélica a la de las organizaciones armadas palestinas. Sheinbaum debería aquí recordar su propia carta y exigir, entre otras cosas: “el retiro inmediato de las tropas israelíes del territorio palestino”. Como presidenta se pronunció por primera vez sobre Israel y Palestina y aseguró que ambos deben ser reconocidos como Estados. Sheinbaum debería saber que México ha reconocido a Israel como estado desde hace 72 años. Tras la fundación del Estado de Israel en 1948, las relaciones entre ambos estados fueron formalizadas desde el 1 de julio de 1952.

Sin embargo, el gobierno mexicano nunca ha reconocido como estado a Palestina. Al respecto, López Obrador señaló el 29 de mayo que “México ha actuado bajo una política de neutralidad porque se quiere contribuir a la paz. Si tomamos partido no ayudaríamos a lo que nos debe de importar más a todos, el que se detenga la guerra, el que ya no haya más fallecidos, muertos, asesinados en Gaza. Por eso hemos actuado con mucha prudencia”. Más aún, refirió que uno de los problemas más notorios en este conflicto internacional es la falta de activismo por parte de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para que se logre el cese al fuego. “No estamos a favor de ninguna postura que implique agravar aún más el conflicto, hemos actuado con mucha prudencia. Ojalá se detenga la guerra porque ya son miles de muertos, muchos inocentes, niños, niñas. Pero necesitamos convencer a los belicistas y seguir demandando el cese de fuego”, agregó. AMLO asegura que declarar a Palestina como Estado no detendrá el fuego.

Asignarle la responsabilidad a la ONU por su “falta de activismo” como afirma AMLO es una posición muy cómoda, cobarde y esquiva de un compromiso activo por la paz. A la “prudencia” deberíamos llamarle pragmatismo cómplice. Él habla de “belicistas”, como si hubiese una guerra entre dos ejércitos y no un verdadero genocidio perpetrado por Israel.

Desde luego, tal neutralidad política no existe, ni puede existir, y en realidad es una toma deliberada de partido por Israel ¿Qué es lo que está detrás de esta supuesta neutralidad? ¿Es el poder fáctico del capital del poderoso lobby judío-sionista en México muy influyente en los gobiernos mexicanos? ¿Es la subordinación política semicolonial del Estado mexicano al Imperio estadounidense? ¿Es el pavor al lobby sionista estadounidense, apoyado por el lobby mexicano, de realizar un boicot contra México? El 10 de noviembre de 1975, en la Asamblea General de la ONU se aprobó la Resolución 3379, que definió al sionismo como una forma de racismo. México votó a favor y a raíz del voto mexicano, los judíos de Estados Unidos declararon un boicot turístico a México.

https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2448-65312016000200555

Claudia Sheinbaum designó como secretario de Relaciones Exteriores a Juan Ramón de la Fuente, quien fue rector de la UNAM (1999–2007). De la Fuente llegó a la rectoría de la UNAM en medio del conflicto iniciado en 1999 y le tocó liquidar la huelga estudiantil, facilitando el ingreso de militares uniformados de policía federal, que llevó a la cárcel a cientos de estudiantes acusados entre otros delitos de terrorismo y de peligrosidad social, este último similar al de disolución social, ambos imputados también a los estudiantes del 68. De esta violenta represión por las autoridades universitarias al movimiento estudiantil democrático no quiere acordarse la presidenta. Se sufre de amnesia histórica en el poder.

El artículo 89 de la Constitución Federal establece que en la conducción de la política exterior, el titular del Poder Ejecutivo observará los siguientes principios normativos: Dirigir la política exterior y celebrar tratados internacionales, sometiéndolos a la aprobación del Senado, la autodeterminación de los pueblos; la no intervención; la solución pacífica de controversias; la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales; la igualdad jurídica de los Estados; la cooperación internacional para el desarrollo; y la lucha por la paz y la seguridad internacionales.

Aunque el responsable de la polìtica exterior del gobierno mexicano es el Poder Ejecutivo, el encargado inmediato de operar es De la Fuente ante la agresión israelí contra Palestina ¿Cuál será su papel ante el genocidio? Seguramente será el de mantener la “prudencia” diplomática. Bajo el gobierno de AMLO la fidelidad al artículo 89 prácticamente no se respetó. Dicho gobierno se autoproclamó “humanista”, pero ese humanismo quedó en mera retórica demagógica porque jamás envió ninguna ayuda humanitaria al pueblo palestino de Gaza y seguramente tampoco lo hará su sucesora. Es de esperarse la continuidad con Sheinbaum de un apacible silenció ominoso y cómplice de las atrocidades del gobierno de Netanyahu.

El gobierno mexicano ha tenido en la historia posiciones soberanas dignas como por ejemplo con la ruptura al régimen estalinista en 1930, la ayuda durante el régimen cardenista en la Guerra civil española a la lucha republicana, el apoyo al gobierno revolucionario cubano después de 1959, la ruptura de relaciones con la dictadura pinochetista en 1974; en mayo de 1979, México también rompió las relaciones diplomáticas con Nicaragua bajo el régimen dictatorial de Anastasio Somoza Debayle, y recientemente con Ecuador.

Ante las recientes agresiones bélicas de Israel en Líbano, Sheinbaum solamente ha dicho: “Estamos en contacto con los embajadores”. Cierto que México ha condenado los ataques de Israel a la Fuerza Provisional de ONU en Líbano, pero eso insuficiente, pues “podría ser más activo”. Reciente la ONU exigió a Israel acabar con la ocupación en Gaza: “Todos los países están obligados a rechazar las reivindicaciones territoriales”; pero mientras la ONU demanda la desocupación, el gobierno mexicano no se atreve siquiera a decirlo por ningún lado.

Es necesario y deseable el rompimiento de México con Israel, más que justificado por razones políticas por razones humanitarias con el pueblo palestino y contribuir realmente al cese al fuego apocalíptico del sionismo fascista. De la admirable canción Imagina de Lennon, la de un mundo en el que no hay países con fronteras, a Sheinbaum se le obnubiló la realidad de la tragedia palestina y se le desvaneció el espíritu pacifista. Aquel grito de alto al fuego en Gaza se fue ahogando con la vocinglería populista de la 4T.

Román Munguía Huato es militante de la Liga de Unidad Socialista (LUS) e integrante del Bloque de Izquierda Anticapitalista.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.