Por fin se acercan las elecciones nacionales en Bolivia –si todo sale sin tropiezos, este próximo 17 de agosto– luego del infierno de guerra sucia y judicial que ha significado la reconfiguración de los escenarios en disputa, sobre todo desde de que muy temprano, en 2021, el Vicepresidente David Choquehuanca llamara a la “renovación” del Proceso de Cambio y comenzara una batalla por tratar de dar sentido a ese pedido, aunque en realidad se trataba de viejos militantes y/o autoridades de los gobiernos del MAS que buscaban desplazar a Evo Morales y tomar la dirección política del Partido. Asimismo, y tal vez lo realmente antirrevolucionario es que se inició una campaña de división y toma de organizaciones y movimientos sociales que se ejecutó por el mencionado discurso de renovación y la intervención policial que con gases y porras en los diferentes eventos sindicales forzaron la toma de sus direcciones por dirigencias pro gubernamentales que se terminaron de imponer legalmente a través del control y subordinación de la Central Obrera Boliviana (COB) que certifica a todas las dirigencias sindicales a nivel nacional y cuya dirigencia ya se había subordinado al Ejecutivo, resultando en un golpe certero contra las organizaciones y movimientos sociales que venían de la crisis de 2019, ahondándola y dejando su papel de sujetos políticos del Proceso de cambio, para retornar a la representación folclórica, sin capacidad creadora ni de articulación, es decir, se deshizo el llamado bloque popular revolucionario que propició el propio Proceso de Cambio. Si bien existen remanentes de las organizaciones y movimientos sociales, pocos han quedado con capacidad política, reflexión y propuesta propia y sobre todo, capacidad de movilización.
Con todo, la divergencia de Choquehuanca con Evo, a la que el Presidente Luis Arce apoyó primero con silencio y luego con todo el poder y el dinero del Estado, no se presentaba como ideológica, pues no se diferenciaban del proyecto de Evo ni con las premisas del Proceso de Cambio, aunque Choquehuanca, en soledad y apoyado por un puñado de intelectuales pro “indigenistas” o “indianistas”, soltaban frases como la de que “el cóndor levanta vuelo solo cuando su ala derecha está en perfecto equilibrio con su ala izquierda” (sic), o que el proyecto es de “complementariedad”, o una ininteligible propuesta de “descolonización”, todas dirigidas hacia la negación de las tesis marxistas y la necesidad de superación del capitalismo. En todo caso, una perspectiva liberal.
Sin embargo, el planteamiento de los contrarios a Evo no representa una superación de lo que ellos calificaron como “evismo”, no propusieron políticas más radicales y en todo caso, el gobierno fue abriendo espacios a la burguesía criolla en desmedro de los sectores populares.
A este escenario se sumó una guerra judicial contra todos los contrarios al gobierno, en especial contra Evo Morales, por lo que, sin precedentes y de manera artera, se articuló un esquema represivo y de persecución bajo el brazo judicial. Primero, se autoprorrogaron los magistrados del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP), instancia a la que llegaron controversias claves de la vida política y democrática del país, incluido el mismo prorroguismo que, violentando la Constitución Política del Estado (CPE), burlaron los autoprorrogados siendo jueces y parte para “legalizar” su prórroga. Asimismo, en una maniobra absurda e irreal, terminaron quitando la sigla del partido de Evo Morales a Evo Morales y sus partidarios, mientras han desatado, con el Ministerio Público y una red de jueces, la criminalización de la protesta social y la proscripción del derecho a la libre expresión, casi como en tiempos de la dictadura militar.
De la crisis política y el golpe a las organizaciones y movimientos sociales, ha sobrevivido el movimiento cocalero del trópico de Cochabamba con organicidad y capacidad de movilización, justamente la base de Evo Morales, la Coordinadora de las Seis Federaciones del Trópico de Cochabamba. Desde este espacio, el evismo puede articular un nuevo bloque popular y un nuevo proyecto común, que es en realidad lo más importante para recuperar el agonizante Proceso de Cambio.
Al parecer, la respuesta del arcismo-choquehuanquismo es continuar con su plan de la candidatura de Arce cuando cambien los Estatutos del MAS-IPSP, sigla que terminaron robando, como se explicó líneas arriba. Sin embargo, la desastrosa imagen del gobierno y del Presidente Arce, podrían indicar que buscarían alguna alternativa y sin Choquehuanca, al parecer neutralizado. En este sentido, el gobierno ha lanzado una campaña para que Andrónico Rodríguez, actual presidente del Senado, parte del trópico de Cochabamba y cercano a Evo Morales, acompañe a Arce en una especie de acuerdo para las elecciones, lo que ha causado molestias internas y ha obligado a Rodríguez a desestimar no solo ir con Arce, sino a ser candidato a nada y mantenerse “orgánico” en respeto de la decisión de las organizaciones sociales evistas que han definido que su único candidato presidencial es Evo Morales.
Esta insistencia tiene sustento en el liderazgo histórico y la experiencia de lucha y gestión gubernamental de Evo, por eso, en un país en el que no se ha superado el caudillismo, Evo representa la lucha popular, la lucha indígena, campesina y obrera, su debacle será la debacle de cualquier proyecto mínimamente revolucionario por el momento y quienes buscan superarlo de forma artificial, no han acumulado el capital político suficiente ni han entendido la conflictividad e historia bolivianas.
Por su lado, aun con inmadurez y sin un proyecto de país que no sea un liberalismo que solo beneficia a las élites y al imperialismo norteamericano, la derecha juega entre la socialdemocracia y subirse a la ola neofascista tipo Milei con pugnas regionales y personales que seguramente podrán ser ordenas por agentes externos, pero que hasta el momento se encuentran muy endebles y tendientes a la dispersión.
Sin nuevos líderes ni proyectos de país alternativos, el evismo tiene aún la capacidad de articular a lo popular y, como lo ha venido haciendo, radicalizar su discurso anticapitalista y antiimperialista para hacerse de una importante parte del electorado, alejándose de la diatriba socialdemócrata o de lo liberal light, que tanto ha mellado su proyecto en los últimos años. Incluso, si Evo fuese inhabilitado bajo alguna artimaña ilegal, la estabilidad política y social, de la ya vapuleada democracia boliviana, sería tan resquebrajadiza, que una derecha de cualquier tipo no podría superar, ni hablar del arcismo, cuya expectativa a un triunfo electoral es objetivamente nula, por lo que se tiene el peligro de que él mismo se autoprorrogue.
Duro momento político para lo popular, que en todo caso debe renacer, aprendiendo de los errores del pasado y la tentación liberal, para forjarse un nuevo y fortalecido horizonte común revolucionario.
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