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Crisis hídrica en Cochabamba: balance crítico de la Cumbre del agua 2023 y perspectiva 2025

Fuentes: Rebelión

Cochabamba enfrenta una emergencia hídrica estructural que ya ha provocado pérdidas agrícolas graves y racionamiento de consumo humano. “la escasez de agua para consumo y riego ha alcanzado niveles críticos” en municipios como Punata y San Benito, con al menos 150 hectáreas de tierras agrícolas perdidas en un solo año (Los Tiempos, 2024). Comunidades y escuelas dependen cada vez más de pozos profundos y cisternas, y se han implantado racionamientos de agua potable ante la creciente demanda. Según estudios de la UMSS y otras organizaciones, esta falta de agua afecta “profundamente la calidad de vida” en el área rural, (Los Tiempos, 2024). Frente a este panorama, la Cumbre Departamental del Agua, Saneamiento (ASH) y Gestión de Recursos Hídricos (GRH) Cochabamba 2023 “Agua para Todos y Siempre”, prometía propuestas urgentes y estructurales. Sin embargo, el balance tras el evento revela debilidades y omisiones: muchas de las recomendaciones quedaron en el papel y el enfoque de las autoridades privilegió soluciones paliativas, dejando de lado el “eje productivo” del recurso hídrico.

1 Debilidades y omisiones de la Cumbre 2023

La Cumbre 2023 reunió a autoridades locales, académicos, sociedad civil y ONG internacionales, y concluyó con siete recomendaciones principales. Entre ellas figuraron la elaboración de una ley departamental de uso eficiente del agua y la asignación de recursos económicos para respuesta inmediata a la sequía. Se planteó además la elaboración de un plan departamental para cumplir con el ODS6 de la ONU, con apoyo de la Unión Europea y Water For People (eju.tv, 2023, párr. 7). Sin embargo, estas metas quedaron descritas de forma genérica. En la práctica, la cumbre no abordó explícitamente la infraestructura de riego ni los sistemas productivos del agua.

La agenda giró en torno a “los servicios universales de agua y saneamiento” y a la gobernanza institucional (Water For People Bolivia, s.f., párr. 1), sin que surgieran compromisos claros de inversión para riego. Por ejemplo, de las siete sugerencias, no se produjo en ese momento ningún compromiso formal de financiamiento a trasvases o represas, más allá de una declaración de intención de priorizar “proyectos de trasvase” (eju.tv, 2023, párr. 7) sin cronograma ni fuente de recursos.

En contraste con la urgencia planteada, las autoridades no presentaron un cronograma de implementación. Al concluir la cumbre, el gobernador Humberto Sánchez afirmó que “nos toca a nosotros… incorporar en nuestros planes” las acciones necesarias contra el estrés hídrico (eju.tv, 2023), pero no ofreció plazos concretos. La Gobernación anunció apenas medidas inmediatas de emergencia: construir “tanques” o reservorios provisionales para cosechar aguas lluvias y abastecer riego y consumo (eju.tv, 2023), y dotar de cisternas a 20 municipios para escuelas y hospitales. Si bien estas acciones paliativas muestran voluntad de respuesta rápida, son insuficientes ante una crisis de fondo. A casi a un año y medio del evento, no existen indicadores públicos de avance en las otras recomendaciones. La Cumbre 2023 concluyó con buenas intenciones plasmadas en recomendaciones, pero sin mecanismos firmes para su cumplimiento.

2 Desplazamiento del eje productivo

Resulta oportuno analizar el desplazamiento del eje productivo del agua en esta cumbre. Esta cumbre estuvo coorganizada por la ONG internacional Water For People, centrada tradicionalmente en agua potable, saneamiento e higiene (ASH), y la Gobernación (Water For People Bolivia, s.f., párr. 1). En la documentación oficial se define la cumbre como espacio para identificar “retos que limitan los servicios universales de agua y saneamiento y la gestión integral de los recursos hídricos” (Water For People Bolivia, s.f., párr. 1). Notablemente, en las mesas de trabajo de 2023 apenas se discutió el agua para producción agrícola. El énfasis estuvo en el acceso al agua potable, la institucionalidad y campañas educativas, dejando el riego y la seguridad alimentaria como temas secundarios. Incluso cuando se aludió a la “gestión integral de recursos hídricos”, en las presentaciones dominaban gráficos de cobertura de agua y saneamiento, no estadísticas de irrigación o productividad agrícola.

Este sesgo se reflejó en la falta de atención al agua para riego en las recomendaciones. No se formuló ninguna estrategia concreta de obras de riego, microirrigación comunitaria o modernización de canales, a diferencia de la promoción de la “ley departamental” de agua (orientada a uso eficiente y normativas generales) (eju.tv, 2023). En cambio, las acciones anunciadas se centraron en cisternas y tanques urbanos (eju.tv, 2023), salvaguardando el consumo humano inmediato. Asimismo, se postuló la colaboración con la UE para elaborar el “plan departamental ODS6” (eju.tv, 2023), que refuerza la visión de agua como derecho humano básico (ODS6: agua y saneamiento) y no como insumo productivo.

En la práctica, se desplazó el “eje productivo” del agua hacia un enfoque de Agua Saneamiento e Higiene (ASH). Aunque la Gobernación anunció en 2025 un ambicioso “segundo Misicuni” para riego, ello ocurrió un año y medio después de la cumbre (Revollo, 2025). El largo lapso para la elaboración del informe técnico de ese proyecto demuestra la lentitud del avance en proyectos estructurales. En palabras de Humberto Sánchez, “han sido casi dos años de trabajo” solo para completar el estudio previo de un trasvase crítico (Revollo, 2025). Este retraso contrasta con el dinamismo brindado al discurso de “Agua para Todos y Siempre”, evidenciando un desvío de prioridades.

3 Impacto en comunidades rurales

Las consecuencias del desplazamiento del eje productivo de agua quedan claras en el testimonio de agricultores. En el Valle Alto, productores como Álvaro Rocha relatan la pérdida de cosechas y pasturas. Él destaca que “en esta época de sequía no hay sembradíos. Estamos afectados también nosotros… cada año llega menos agua” (Revollo, 2023). Hoy no solo carecen de cultivos de maíz u hortalizas, sino de pasto para el ganado: “Ahora tampoco hay para el ganado, ni pastizales ni alfalfa. La sequía nos está perjudicando” (Revollo, 2023). Estas familias han pasado de ser riego-dependientes a depender de pozos muy bajos de caudal. “Estamos pidiendo a la Alcaldía que nos mande riego”, señala Álvaro, resaltando la frustración ante la incapacidad institucional de proveer agua agrícola (Revollo, 2023).

En Arbieto y otras comunidades del Municipio de Cliza se refleja el mismo descontento. Autoridades locales admiten que “sí se está viendo la escasez de agua” en las zonas agrícolas del Distrito 3, y que el municipio busca apoyo en Defensa Civil y la Gobernación, además de planificar “proyectos a futuro, como sistemas de riego” (Revollo, 2023). Esta declaración revela la urgencia: una parte significativa de los comunarios ya no cuenta con agua suficiente y programa su siembra con incertidumbre (Revollo, 2023, párr. 8). Este testimonio confirma la debilidad institucional en el área rural: las organizaciones campesinas han estado prácticamente excluidas en el diseño de soluciones en la cumbre. En definitiva, las comunidades afectadas ven con escepticismo las promesas oficiales: no existe una hoja de ruta para el agua de riego, el agua potable “no quita el hambre”.

4 Importancia del riego y cambio climático

Desde un punto de vista técnico, el agua destinada a la agricultura es el principal componente del balance hídrico en Cochabamba. Especialmente en el Valle Alto (provincias Mizque y Bolívar), las lluvias promedio (500 mm/año) no cubren las necesidades de un ciclo agrícola completo (Agencia de Cooperación Internacional del Japón [JICA], 2006, p. 2-3). Sin riego, la producción se detiene en época seca. Los sistemas de canales existentes (muchos por drenaje básico de tierra) son muy antiguos y obsoletos (Agencia de Cooperación Internacional del Japón [JICA], 2006, p. 2-3). De hecho, cerca del 78% de los canales de riego del Valle son de tierra y muestran una eficiencia de solo 35%, frente al 60-65% estándar en sistemas acondicionados (Agencia de Cooperación Internacional del Japón [JICA], 2006, p. 2-3). Las filtraciones y pérdidas por desniveles, así como la contaminación por aguas servidas que llegan a algunos tramos, hacen prácticamente inservible parte del recurso hídrico para cultivos sensibles (Agencia de Cooperación Internacional del Japón [JICA], 2006, p. 2-3). La infraestructura heredada está en ruinas y la escasez de agua afecta ya la viabilidad productiva de la región.

El cambio climático agrava dramáticamente este escenario. Las proyecciones climáticas en los Andes cochabambinos indican incrementos de temperaturas y reducción de precipitaciones, con más sequías prolongadas e imprevisibles. Por ejemplo, estudios señalan que en la próxima década Cochabamba sufrirá periodos más extensos de déficit de lluvia como efecto de fenómenos como “El Niño”, lo que reducirá aún más los aportes superficiales de lagunas y riachuelos. Este agravamiento hará que las actuales reservas de agua se agoten con mayor frecuencia, llevando al éxodo campesino si no se actúa con antelación (Los Tiempos, 2024).

Ante tal desafío, las soluciones deben ser estructurales, no solo paliativas. La experiencia internacional y local lo demuestra: un estudio de JICA para rehabilitar el sistema de riego de Valle Alto proyectaba que, mediante una inversión ordenada, se podría elevar la eficiencia de riego de 33% a 44%, sumando 291 hectáreas adicionales bajo riego y beneficiando a unos 30.000 productores y 800.000 habitantes de Cochabamba (Agencia de Cooperación Internacional del Japón [JICA], 2006, p. 2-3). También se evitarían inundaciones dañinas causadas por fugas de canales deteriorados (Agencia de Cooperación Internacional del Japón [JICA], 2006, p. 2-3). En otras palabras, obras como revestir canales, construir reservorios permanentes (transvases), y mejorar caminos de mantenimiento podrían triplicar la capacidad actual de riego de la zona (según estimaciones de ese proyecto de JICA) (Agencia de Cooperación Internacional del Japón [JICA], 2006, p. 2-3).

Además, la gestión integrada de cuencas es vital. Proteger los bosques y áreas de recarga hídrica asegura el caudal futuro. Iniciativas agroforestales y gestión familiar del agua (como promueve CIPCA) han demostrado incrementar la resiliencia climática de las familias rurales. De hecho, CIPCA destaca la necesidad de diseñar proyectos de riego “desde las potencialidades locales” con metodologías participativas para generar apropiación comunitaria (Araujo, 2018). Cuando esto falla, muchas obras terminan fracasando: Humberto Gandaríllas (asesor de cooperación GIZ) advierte que los proyectos top-down “implementados desde arriba” se truncaron porque no participaron los beneficiarios (Araujo, 2018). En Cochabamba, esto se traduce en que las soluciones técnicas (p.ej. represas) solo funcionarán si van acompañadas de organización y empoderamiento de los usuarios.

Finalmente, es importante cambiar el paradigma de derechos. Si bien el derecho humano al agua potable es fundamental, debe sumarse el “derecho al agua de riego” como pilar de la seguridad alimentaria. El agua tiene un uso multifuncional: no puede pensarse solo para el grifo; el campesino también reclama un derecho a regar sus cultivos sin depender de cisternas. Una gestión hídrica justa implica repartir equitativamente entre uso para consumo humano y uso productivo.

5 Hacia una agenda alternativa: medidas estructurales e inclusivas

Ante las limitaciones señaladas, proponemos una agenda alternativa prioritaria y de largo plazo:

  • Inversiones en infraestructura de riego y almacenamiento: A la par del abastecimiento de agua potable, se deben ejecutar proyectos estructurales emblemáticos. Esto incluye completar trasvases largamente planeados (como Kewiña Khocha y Q’omer Khochal) (Los Tiempos, 2024), culminar “Misicuni II” para Valle Alto (Revollo Pastor, 2025), y rehabilitar canales tradicionales con revestimiento y compuertas reguladoras. También hay que modernizar y expandir los sistemas de bombeo y reservorios comunales (piletas, represas multiuso). El modelo de JICA demuestra que esas obras multiplican la eficiencia y el área cultivable (Agencia de Cooperación Internacional del Japón [JICA], 2006, p. 3-2). Decretar financiamientos especiales (públicos y multilaterales) para la reconstrucción del sistema de riego departamental debe ser prioridad.
  • Gestión integral de cuencas y conservación: Se necesitan políticas claras de protección de cuencas altas, páramos y bosques. CIPCA subraya que los gobiernos departamentales deben ejecutar políticas de conservación y protección de cuencas, suelos y bosques (Centro de Investigación y Promoción del Campesinado [CIPCA], 2024, p. 5). Esto implica reforestación estratégica, planes de uso de suelo que prioricen zonas de recarga, y prohibición de actividades nocivas en nacientes. Además, hay que implementar ingeniería de microcuencas (pequeñas represas, diques) para retener lluvias en cada drenaje. La articulación con planes nacionales (como la Agenda Nacional de Riego con meta de 1 millón de ha para 2025) (Zegada & Araujo, 2018, p. 5) debe sincronizarse localmente, canalizando fondos a proyectos comunitarios de manejo de microcuencas.
  • Fortalecimiento institucional y participativo: Es urgente consolidar instancias de gobernanza multiactor del agua (Centro de Investigación y Promoción del Campesinado [CIPCA], 2024, p. 12). Todos los niveles de gobierno (nacional, departamental y municipal) deben coordinar políticas, evitando duplicidades y vacíos. Se debe potenciar la Autoridad Plurinacional de Agua (AAPS) y los entes locales, para que tengan capacidad técnica y presupuesto. En cada cuenca clave se deben conformar comités mixtos con municipios, asociaciones de regantes, gobiernos originarios y ONG. Como enfatiza CIPCA, estos espacios deben ser inclusivos y diversos: con representación de mujeres, jóvenes e indígenas, permitiendo diálogo y toma de decisiones conjunta (Centro de Investigación y Promoción del Campesinado [CIPCA], 2024, p. 12). Solo así las obras de riego tendrán usuarios comprometidos con su mantenimiento.
  • Inversión en gestión de cuencas: Además de obras físicas, se necesita inversión en capacitación, monitoreo y manejo. Promover tecnologías de ahorro de agua (riego tecnificado, recolección de agua de lluvia, cosechas de agua subterránea) y buenas prácticas agroecológicas hará más eficiente el recurso. El plan departamental de gestión hídrica debe incluir metas cuantificables: ej. cobertura de riego por parcela, restauración de humedales y seguimiento de caudales. La Gobernación debe promover programas de extensión rural que enseñen técnicas de riego tecnificado y conservación de suelos.
  • Articulación con actores rurales: Se debe escuchar y empoderar a los agricultores en la formulación de políticas. El Gobierno debe incluir a las organizaciones agrarias en la Cumbre de 2025 no como invitados, sino como co-ejecutores. Igualmente, las universidades (UMSS) ONGs CIPCA, JICA y otras tienen datos locales valiosos que pueden guiar la inversión. Por ejemplo, la experiencia de CIPCA en el Valle Alto muestra que el manejo comunal del agua (vías PEP, prot. de páramos) mejora la resiliencia familiar. Estas aproximaciones deben escalarse con apoyo estatal.
  • Marco normativo y presupuestario: Debe completarse y aplicarse la Ley Departamental de Gestión Integral de Recursos Hídricos, fruto de la cumbre (Soria, 2023), incluyendo normas de uso priorizado para riego y sanciones contra el desvío de agua. Asimismo, la Gobernación debe asignar presupuestos etiquetados para sequía y riego cada gestión. Un ejemplo positivo es la promesa de Bs. 200 millones para agua de riego y potable (Gobierno nacional), que debería complementarse con recursos regionales.
  • Política de sostenibilidad a largo plazo: Más allá de emergencias, se requiere una visión estratégica. El plan alternativo debe integrar la variabilidad climática en todos los ejes: cuotas máximas de extracción, reservas legales, planes de contingencia para cada municipio. Como proponen expertos, hay que “actuar con la misma urgencia” que ante otros desastres (Los Tiempos, 2024). Esto implica que los proyectos hídricos de producción (transvases, embalses) tengan la más alta prioridad política.

Estas acciones constituyen una agenda. No son soluciones rápidas, pero sí abordan la raíz del problema: la infraestructura hídrica insuficiente y la falta de planificación estratégica. La experiencia enseña que el agua no se resuelve solo con discursos: se requiere inversión sostenible, leyes aplicables y gobernanza de cuencas.

6 Conclusiones

La Cumbre Departamental del Agua 2023 – Cochabamba evidenció importantes limitaciones estructurales: la ausencia de un enfoque productivo del agua, el rol predominante de agendas centradas exclusivamente en ASH (Agua, Saneamiento e Higiene), y la escasa representación de las organizaciones campesinas. Estos factores han contribuido a que la problemática rural siga postergada en la formulación de políticas públicas. En otras palabras, el eje productivo del agua —esencial para la soberanía alimentaria y la permanencia de las comunidades en el territorio— continúa marginado, mientras el riego escasea, los cultivos se pierden, y las protestas se intensifican.

A puertas de la nueva Cumbre del Agua programada para julio de 2025, se presenta una oportunidad decisiva para rectificar el rumbo. El verdadero indicador del compromiso institucional no estará en la cantidad de eventos o mesas técnicas, sino en la capacidad de incorporar plenamente al sector agrario, priorizar inversiones en infraestructura de riego, conservación de fuentes hídricas, gestión integral de cuencas y fortalecimiento de las capacidades locales.

Pero este esfuerzo no será legítimo ni efectivo sin una política clara de justicia hídrica. Esto implica garantizar el acceso equitativo, sostenible y participativo al agua, reconociendo su dimensión no solo como derecho humano al consumo, sino también como derecho al agua para la producción, vital para el desarrollo rural. Si las organizaciones campesinas no son parte activa de la planificación, diseño y ejecución de los proyectos, las recomendaciones de la cumbre seguirán repitiendo un sesgo institucional, y sus efectos se trasladarán directamente a los planes municipales y la planificación departamental.

En definitiva, no basta con declarar el agua como bien común; se debe construir una gobernanza hídrica con justicia territorial, donde las voces rurales no sean escuchadas solo como beneficiarias, sino como corresponsables y protagonistas. Si no se da este giro, la crisis hídrica no solo persistirá, sino que se profundizará, escalando de emergencia crónica a catástrofe estructural. El tiempo de las declaraciones simbólicas ha terminado: urge una reconfiguración democrática de la política del agua en Cochabamba —y la cumbre de 2025 será la prueba.

REFERENCIAS

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