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7 tesis sobre el fin de ciclo (forzado) del proceso de cambio

Fuentes: Rebelión

La crisis actual que vive el país se da en el contexto de lo que podemos llamar fin de ciclo del proceso de cambio. Si bien los proyectos políticos envejecen y se degradan con el paso del tiempo, estos procesos de desgaste pueden ser acelerados por las decisiones, el carácter y las (in)capacidades de sus dirigentes coyunturales. En el caso del proceso de cambio, sostenemos que en la gestión de Arce, con los renovadores, se ha forzado el declive del proceso de cambio, dinamitando sus cimientos y acelerando su fin de ciclo. Pero hay que dejar claro que Arce solo ha puesto de manifiesto solo algunas facetas de lo que ya contenía la lógica política del proceso de cambio, lo que coloca la responsabilidad por lo que pasa también en los actores que iniciaron este proceso, ya que los renovadores son también su creación.

1. Volatilidad ideológica y de legitimidad

No existen referentes en la región y en la historia democrática reciente de nuestro país donde un gobierno haya dilapidado su apoyo popular tan rápido, pasando de contar con una mayoría absoluta a prácticamente ser aborrecido por todo un país. Este paso del cielo al suelo es solo una muestra del sacudón que involucra cerrar un ciclo político. La volatilidad de la legitimidad del apoyo a un proyecto, donde simultáneamente se vive una volatilidad del contenido de tal proyecto, caracterizado por el travestismo de las convicciones de los actores políticos que lo lideran, solo es la constatación de los momentos de inflexión de la orientación y expectativas políticas y económicas de un país.

2. El fin de ciclo lo dirigen los menos aventajados

Gran parte de este desbarajuste ideológico, político y sus consecuencias económicas, se deben en gran medida a padecer un liderazgo mediocre, alguien que creyendo controlar todo, fue tragado por todos; creyendo que se subía a la ola de la historia para dirigirla, en realidad subía al cadalso donde muere ahorcado por su propia incompetencia. La historia ha demostrado que los ciclos políticos se cierran con los actores menos aventajados como dirigentes, son el residuo empobrecido de los momentos fundantes; con una conciencia débil de la realidad ya que se desarrollaron en un contexto de comodidades producido por la gente que realmente luchó por imponer su perspectiva de la realidad a todo un país. A este residuo en Bolivia les pusieron la etiqueta de “renovadores”, que demostraron no ser otra cosa que simples “restauradores”. Tal es el destino de los proyectos políticos más grandes, los cuales se entregan a sus engendros que aprendieron los discursos, pero que no conocieron ni sintieron necesidad de experimentar sus significados; por eso sus líderes tienen un tufillo de impostores. Ante ese sujeto sin contenido ni destino, lo que queda es solo pragmatismo y el pragmatismo es fundamentalmente restaurador, porque en vez de luchar por construir un proyecto político, se opta por adaptarse a la inercia de las fuerzas conservadoras de un país.

3. El fin de ciclo se avizora cuando sus dirigentes operan sin pensamiento propio.

Arce fue un “mono” (copión) en muchos aspectos dejados por el gobierno de Evo. Quiso mantener la misma forma de gestión y hasta su estética política. Como receta calcada, fue ofreciendo obras y realizando actos de entrega de las que había para imitar la conexión pueblo-gobierno que había creado Evo. Arce quiso mantener la cohesión de las organizaciones para mantener la idea de que tenía su respaldo, pero cuando ya no le hacían caso, tuvo que comprar lealtades, dividiendo a la base social del proyecto político. Quiso ser el único dirigente del proceso de cambio pensando en repostularse, pero como su liderazgo era subsidiario al de Evo, tuvo que manipular el tribunal constitucional y toda la justicia para proscribir y quitarle la sigla del partido de Evo, sin imaginar siquiera los efectos negativos para el país que desataría. Y su peor error: quiso mantener los mismos niveles de gasto corriente y subvención a los que Evo había acostumbrado a la gente, ¡pero sin tener ya los ingresos de antes! Así Arce terminó dilapidando las reservas internacionales, incluidas las reservas de oro, llevando al país a una crisis económica insostenible. En ese sentido, el fin de ciclo aparece cuando los dirigentes de un gobierno no tienen conexión con las necesidades del momento histórico del país, porque el débil dirigente no tiene pensamiento propio, solo apela al automatismo de lo ya conocido. Parece ser que las primeras generaciones de los proyectos políticos son las que se esforzaron por producir su forma propia de entender la realidad del país, mientras que sus engendros tienen flojera de hacer su trabajo cuando les ceden el poder. Lo paradójico de Arce es que creía que estaba superando lo que Evo había hecho mal, pero en los hechos solo copió mal lo que Evo hacía bien.

4. Un proyecto solo puede ser destruido desde dentro.

Un proyecto político solo puede ser destruido desde dentro y desde sus propias entrañas. Cuando un proyecto político no solo es hegemónico, sino que cuenta con una estructura orgánica que le garantiza su reproducción a largo plazo, como fue el MAS, esta es tal porque se sostiene en un eje articulador que detenta el monopolio de su dirección; en el caso del MAS ese eje fue Evo. Siendo una estructura orgánica alimentada por creencias y códigos desconocidos por el bloque opositor (la derecha tradicional), eso la vuelve inmune a la derrota cuando su alter ego (la derecha) quiere disputarle el poder.

El MAS solo ha sido quebrado cuando el monopolio de la dirección ha sido fracturado desde dentro, porque solo desde dentro se puede disputar su estructura interna y socavar sus cimientos. Arce ha sido el gran dinamitador de la cohesión del bloque popular. Al dividir a las organizaciones vía prebenda, porque era incapaz de disputar el liderazgo vía seducción de las bases por carisma, lo que ha hecho es iniciar la fragmentación, lo que lleva a la pulverización del movimiento.

5. Cuando el monopolio de la dirección del proyecto político se rompe, el que se impone es el más fuerte.

A lo largo de los años del proceso de cambio, las organizaciones sociales que la han apoyado, han engordado desmesuradamente, ya que los gobiernos del MAS les han favorecido sistemáticamente (si eres la base material de un proyecto político con intereses particulares, el costo de la lealtad a un proyecto generalmente es la ampliación del poder que tienes). Sin una fuerza capaz de articular a de los diversos movimientos sociales, los engordados grupos de poder en su dispersión tenderán a disputarse entre ellos el poder del Estado. Ya fragmentado el bloque popular, el grupo más cohesionado, con más poder económico, con más influencia política y el más brutal en el control del territorio se va a imponer. Y eso es lo que está pasando ahora, son los cooperativistas mineros quienes decidieron tomar todo el poder (ya tienen su títere, se llama Andrónico). Entramos de esta forma en una etapa donde las obesas criaturas del proceso de cambio crecieron y quieren expandirse. Ya no se trata de una disputa entre la oligarquía clásica y los sectores populares, sino ahora es una disputa más “plural”, pero más brutal. Proyectos basados en la reproducción de intereses de grupos específicos ahora quieren usar al Estado para favorecer su crecimiento y engorde desbocado de sujetos que son adictos de forma obscena al poder. Ya no hay contenidos ideológicos que los articulen, sino solo máscaras discursivas que esconderán la rapiña como lógica del control del Estado.

6. El fin del ciclo político es el fin de sus estrategias de lucha.

Las estrategias de lucha contra el Estado que fueron efectivas y que fueron usadas por el bloque popular antes de llegar al poder y para recuperarlo, ahora son saboteadas desde dentro dejándolas inservibles. El bloqueo que fue fulminante ante el alter ego de la derecha clásica, ahora no sirve contra los engendros que creó el proceso de cambio que están gobernando. Las formas de lucha que fueron efectivas para tumbar gobiernos ya no tienen efecto, porque sus secretos han sido conjurados y se conocen los modos de aplacarlos. Hasta el más imbécil de los aprendices conoce los rudimentos más generales del arte de su maestro. Los renovadores o restauradores aprendieron desde dentro sobre las armas de lucha de los sectores populares, por tanto saben cómo operan y pueden desactivarlas (serían muy imbéciles si no pudieran hacerlo). Este es otro de los efectos de la división. Los métodos de lucha y su conocimiento ya no son un monopolio de un sujeto, porque ese conocimiento ya está parchado. Otros, tus ahora enemigos, lo conocen; por tanto, ya no sirven. Es un error seguir en esa senda. Lo que antes te traía victorias, ahora solo te traerá derrotas. En síntesis, los renovadores de Arce pueden lograr lo que Murillo hubiera deseado hacer, pero solo por la ventaja de haber conocido esas estrategias de lucha desde dentro.

7. En el fin de ciclo, los engendros se ven obligados a tomar las banderas de lucha que antes eran de sus enemigos

Por último, la confirmación de que un ciclo político ha concluido es cuando los engendros que ha producido ya no se apoyan en su base social inicial y pasan a depender de los sectores conservadores del país. Este es el pasaje del renovador al restaurador. Cuando Arce decide por la ruptura del bloque popular, su efecto inmediato es su fracaso en todos los ámbitos de la gestión del estado (prácticamente destruyó todas las instituciones, en mayor medida las económicas), lo que generó el desprecio de los sectores populares que fueron antes su base social. Por eso los restauradores optan por hacer el giro a las demandas de la derecha clásica, como acto estratégico de sobrevivencia. Por eso la bandera de lucha de Arce y su grupo será la ansiada eliminación de Evo que desean fervorosamente los sectores más racistas y antipatria de Bolivia. Esa base social será el escudo para mantener el gobierno de los engendros, de esta forma hacen el giro ideológico convirtiéndose en seres más Pititas que los mismos Pititas (esto es, Lumpen Pititas), de esta forma se dedicarán indeclinablemente a preparar la cama para entregar el Estado a la rapiña, sea popular o a la fétida oligarquía conservadora. En este sentido, el fin de ciclo se huele, no tanto por la conversión ideológica de los renovadores, sino por su decidido ímpetu en alimentar las ideologías conservadoras en el alma de la gente usando el aparato estatal, promoviendo el embrutecimiento social (lograr que la mayoría de la gente culpe de todos los males del país a Evo es un logro digno del nazismo), devolviéndonos a revivir los prejuicios racializados de la Bolivia colonial que el proceso de cambio había intentado superar.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.