No hay deber en el arte porque el arte es libre. WASSILY KANDINSKY
Mucho mejor ser el lobo solitario que el perro servil. GEORGE ORWELL
El que ve demasiado, termina por no encajar en ninguna parte. F. NIETZSCHE
Hace diez años cualquier problema parecía solucionable con una aplicación móvil; hoy, cualquier aplicación móvil parece un problema. DANIEL INNERARITY
Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad. ALBERT EINSTEIN
A petición de sus integrantes, el Cine-Club Al Filo del Tiempo, desde la bóveda interdisciplinaria de La Fábrica de Sueños, inicia un ciclo sobre la vida y la obra de Tim Burton, con Edward Scissorhands (1990) o Edward Manos de Tijeras o El joven manos de tijera, una historia o fábula elaborada con la paleta fílmica de la oscura fantasía y los tintes románticos que parte de un dibujo de adolescencia del propio Burton acerca de cómo se sentía incapaz de comunicarse con los de su propio barrio en Burbank, CA. Aparecía un joven flaco, con el cabello alborotado y con cuchillos en vez de manos, un producto inacabado de la IA, sobre cuyo aspecto, señaló: “Siempre he tenido el presentimiento de que a la gente le urge poder estar lejos de mí. Y nunca he sabido por qué”. En otras palabras, habla del sujeto diferente, que primero se acepta, luego se critica y, por último, lo rechaza el entorno social. Tras bambalinas, la belleza, la juventud, el mundo cosmético, en fin, la sociedad de consumo.
El filme es un largo flashback o retroceso temporal, que se inicia cuando una anciana y su nieta charlan, ésta le pregunta por qué cae la nieve y aquélla decide contarle una larga y muy detallada historia: una que podría interpretarse como la mera descripción de un barrio atípico y muy colorido, verde, azul, amarillo y rosado, o colores pasteles del tipo paraíso suburbano adonde Edward es llevado por la vendedora de Avon, Peg Boggs, luego de que ella lo saque de su aislamiento en una mansión gótica en ruinas, que de por sí ya marca un derrotero con síntomas socio/económicos y de posición de clase. Una vez llega a la casa de Peg y hace contacto con su familia, empieza la chismografía del barrio a funcionar: Edward cae bien al principio por ser diferente, más tarde lo van a criticar por ser diferente y al final lo rechazan por lo mismo. La diferencia no es otra cosa que el símbolo de la lucha de clases, signado por los prejuicios, el origen, la posición de clase: muy pocos van a recordar su condición de clase.
Al encontrarse con Edward, Peg descubre que el joven fue creado a partir de un robot y derivó en sujeto inacabado por muerte de su creador, el Inventor, recreado por el que se considera uno de los mejores actores del cine de terror, y un Drácula de los grandes: Vincent Price. Así, en lugar de manos, Edward tiene unas tijeras tan difíciles no sólo de manejar, sino de poner. Se cuenta que en el set duraba 45’ para estar listo. La familia de Peg, conformada por su marido Bill y su hijos Kevin y Kim (la última en conocerlo), rápido son seducidos por la bondad e inocencia, en este caso por la mentira detrás de la IA, y terminan por aceptarlo como un miembro más de la prole, hasta que aparece la citada Kim y las cosas se complican desde el inicio cuando irrumpe en su propio cuarto pero, como dicen, de la calle vendrán y de tu cama te sacarán: entonces, al prender la luz ve a Edward con esas manos tan raras que son tijeras y al ser presa de sus nervios rompe la prefabricada cama de agua y salpica a todos.
Al otro día, ya los vecinos del sector, en especial sus mujeres, se enteran del misterioso huésped de Peg. Y comienzan a seguirlo, no tanto por sus atributos físicos, como por sus metálicas manos artificiales sin concluir: Edward es la encarnación, y el peligro, del diferente. Por eso, mientras se enamora de Kim, ésta se muestra incómoda con él ya que, además, tiene novio, Jim, el típico machista, atarbán e intolerante con la diferencia y un modelo alcohólico de la sociedad de consumo. Bajo cuyo tapete va a dar toda la bazofia e impostura del barrio que se aprovecha de la inocencia del sujeto IA inconcluso al inducirlo a cortarles el pelo o a podar los jardines, en los que esculpe figuras antropo y zoomorfas. Edward es una suerte de pinocho metálico que aspira a ser humano, a la vez un Frankenstein sin completar por muerte repentina del padre, y por qué no un Oskar Matzerath siempre joven y antítesis nerviosa de Peter Pan: por su figura siniestra y su rostro lavado por la melancolía.
Jim, en su malestar por los celos, se da maña para instrumentalizar las mágicas manos de Edward, primero, y sacarlo de circulación por la competencia, después, al llevarlo a robar dinero de su propia casa; así, cuando la policía descubre a sus manipuladores y cómplices, es dejado al garete por ellos, a excepción de Kim, quien sólo hasta ese momento siente que más que compasión o lástima es amor lo que la impulsa a estar con él. Pero, el enamorado Edward descubre rápido que no puede abrazar a su enamorada Kim, dados los chuzos que tiene en cambio de manos: chuzos que, en el colmo de la gringada, hoy se guardan en el Experience Music Project/Science Fiction Hall of Fame, de Seattle. Luego de que una prueba psicológica revele que su aislamiento en la mansión gótica le permitió vivir al margen del sentido de realidad y del sentido común, llega la navidad y con ella se inicia la etapa de rechazo a Edward, el diferente. Todos, salvo la familia Boggs, le tienen miedo, es decir, odio, al robot.
En este punto, así no sea el deber/querer de Tim Burton, se permite inferir el peligro que trae entre manos la IA a causa de un producto inacabado y, fuera de eso, constreñido por un pacto (anti)social de la envidia, el chisme, la calumnia, que acaba por expulsar/marginalizar al sujeto extraño, extranjero y solitario, para recordar de paso que como el arte es libre no soporta que haya un deber para con él. En tal sentido, cuando Edward crea la escultura en hielo de un ángel, Kim (en guiño a Bailando bajo la lluvia) baila bajo la nieve; entonces, Jim llama a Edward y al descuidarse éste, sin querer le corta con su florete la mano a Kim, por lo que Jim, histérico, grita que fue adrede y aprovecha la ocasión para atacarlo, poseído por los celos. Ese es el momento en que Edward empieza a descubrir que antes que un perro servil es mucho más inteligente ser un lobo solitario, por más lobo fantástico que resulte para la gleba chabacana que lo rodea y lo exprime/explota a diario bajo el disfraz del cooperativismo.
Un cooperativismo, desde luego, apócrifo, y vigilado de cerca por la envidia, la codicia, el éxito, la competencia y el ninguneo del capitalismo que viste el traje del emperador déspota, fascista y discriminador, con los buenos modales y la sonrisa de la impostura. O el gesto de la impotencia que muestra Jim cuando Kim lo encara y le dice Kaput, que su relación no va más, y el primero regresa a la camioneta del amigo con el que bebe hasta explotar. Aquí es cuando Kim vuelve a casa con Edward y le pide que la abrace, pero como no puede le toca a ella hacerlo. Jim, ebrio, va con su amigo a la casa de Kim. La situación se torna dramática cuando su amigo borracho casi atropella a Kevin, quien al cabo es salvado por Edward al empujarlo: por accidente, lo hiere en el rostro, lo que hace que los vecinos se asusten. Esto, a su vez, permite inferir que todo buen observador, sujeto curioso, con sensibilidad e inteligencia, a la postre no encaja en ningún lado, por ninguna parte, y ese es el buen Edward.
En este pasaje del filme, cómo no citar a Schopenhauer: “La vida jamás es bella [y no sólo por llevarle la contraria a R. Benigni (1)]; sólo son bellas sus imágenes, transfiguradas en el espejo del arte o la poesía; sobre todo en la juventud, cuando aún no conocemos la vida”. Mucho más en el caso de Edward en tanto carga una juventud eterna y obedece a una condición seudo vital mediada por la IA que, en su caso, es BC o Brutalidad Concreta, esto es, el peligro inminente que constituye la máquina inacabada e imperfecta que el capitalismo pretende pasar como la solución a todos los problemas actuales de la sociedad. Una que desdeña la apariencia distinta desde la que parte Burton: “Yo crecí alimentado prácticamente por aquellos filmes de monstruos y ahora me doy cuenta de que los filmes que hago, en el fondo, cuentan las mismas historias y utilizan personajes parecidos, aunque tengan una apariencia diferente”. Entre esas historias, las de La bella y la bestia, Pinocho, Frankenstein.
Cabe señalar que la idea que habrá de transformarse en Edward manos… le vino a Tim Burton por un dibujo que hizo muchos años atrás, sólo una imagen que le gustaba, lo tomó de modo inconsciente ‘y estaba ligada a un personaje que quiere tocar, pero no puede, que es creativo y destructivo a la vez…’ (2) Tras el incidente con Jim, Edward huye, sin ser el criminal, de regreso a la mansión de la que Peg lo rescató para satisfacer el morbo (simulado) de los vecinos, y es seguido por ellos, pese a los ruegos que en contra les hace ella. El filme pone en contacto dos orbes opuestos y articulados por Edward, según el plan de Burton: uno, criticar el policromo, arribista, clasista sector campestre en el que, a causa de Peg, aterriza el entre plástico y metalizado robot sin acabar, en la ruta a hallar un espacio parecido al Burbank de su niñez; y, dos, creyendo lograrlo en Lutz, Florida, donde ironiza sobre los modos de vida, para nada paraísos o modelos de algo y de los que sólo queda el rechazo al diferente…
Entonces, Kim sale detrás de Edward a la par que Jim consigue un arma para seguirla a ella. En la mansión en ruinas, embosca a Manos de tijeras, y le riñe, aunque éste se niegue, hasta que golpea a Kim por lambona. Esto conduce al único hecho de justicia a favor del diferente, luego de que Edward hiera a Jim, lo lance con violencia por la ventana y muera sin que nadie lo lamente. Kim se le declara al raro y lo besa antes de partir y después de timar a policías y vecinos con el cuento de que se mataron entre ellos: como prueba, unas tijeras recién salidas del guion prefabricado de Tim y la pobre gente vuelve a casa como si nada hubiera pasado. Casi un happy-end en medio de la hora trágica. A la postre, la anciana del inicio resulta ser Kim, quien le relata a su nieta que si cae nieve es porque Edward está por ahí, vivo, y hace estatuas de hielo en instantes, en modo demiurgo. Sobre verlo de nuevo, la vieja Kim prefiere que él la recuerde como joven: ella no olvidará que cuando él llegó jamás había nevado antes.
En conclusión, Edward manos de t… (3) es un filme que se mueve entre la precaria realidad de unos hechos y la desmesurada fantasía de un sueño de infancia por vía de Tim Burton. El filme va más sobre la sociedad de consumo que en torno a una reflexión sobre la condición humana, a partir de un caso de IA que se torció por el camino. Los únicos afectados son los miembros de esa comunidad entre campestre y citadina, con toda su marca de cursilería, arribismo, maniqueísmo, acoso sexual (el de Joyce Munroe a Ed), chabacanería, en fin, fanatismo: como el de Esmeralda, nombre de piedra preciosa para esa fea fanática religiosa (disculpen el oxímoron) que cree que él surge del infierno y trama al vecindario con la idea. Desde lo técnico, la caracterización de Ed fue obra de Stan Winston y el diseño de producción recayó en Bo Welch, responsable de crear los dos espacios del filme: la mansión gótica, orbe del solitario por artificial y diferente Ed y el policromo sector residencial, orbe del vecindario.
A su apariencia de zona de ensueño o idilio, firmeza u orden, pese a sus colores pasteles y de similar construcción, rápido se opone el universo gótico u oscuro, lánguido o melancólico del palacio de Ed, al que rodean unas sórdidas criaturas del orden vegetal creadas gracias a sus espectaculares por aparatosas, hirientes por gringas/hollywoodezcas, tijeras. Detrás de los rostros de amabilidad e integración de los pobladores de dicha zona campestre, detrás de su apariencia de normalidad, franqueza y honradez, subyace la frialdad, el pragmatismo, la hipocresía de un mundo dominado por la deslealtad, la competencia, el prurito del triunfo y, más allá, el afán de aplastar al presunto enemigo u opositor. En este caso, encarnado por Ed, humanoide inacabado, ser humano a medias, sujeto más artificial que concreto pero que, curioso, tiene que resignarse a ver venir encima la pandilla de hipócritas sobre su (seudo) humanidad agobiada y doliente que, aun por raro/distinto, resulta más compasivo y sensible.
En efecto, un sujeto de mayor sensibilidad y compasión, así no sea humano en últimas, que aquellas víctimas del desatino y desafuero a las que les resulta natural y con todo derecho a juzgar al diferente, a meterse con el raro, a estigmatizar al extraño. De ahí resulta un extraño, raro, diferente caso de IA (4), en tanto se supone que ella fue diseñada para auxiliar a los seres humanos. Pero, como la cosa resultó chueca y trajo como resultado al menos un muerto, Jim, entonces puede reiterarse que no se trató de un caso de IA (5) sino de BN, Brutalidad Natural, o de BC, Brutalidad Concreta. En suma, Edward no es otra cosa que la metáfora de lo que se viene sobre la Humanidad, el mundo laboral (con la uberización del mismo) y, más allá, lo más peligroso, incluso funesto, el espacio académico y el universo cultural. Es un hecho que la IA traza los programas universitarios, dicta el pénsum, redacta ensayos e informes, en fin, todo lo que concierne al ámbito de la U. y señala el cambio hacia la tecnocracia/tecnociencia.
Con eso se declara, sotto voce, la muerte del pensamiento complejo por parte del pensamiento único, la neoesclavitud humana, la desaparición del trabajador y de la disensión, la crítica, la reflexión, entre la nebulosa tecnocrática y tecnocientífica urdida para favorecer el capital, el mundo de las cosas, el mórbido búnker de los plutócratas, en detrimento del mundo de las personas, del sujeto libre y pensante, amoroso y compasivo, generoso y cooperativo. Resulta, por ello, extraño que sea un producto de la IA, malogrado, el que, con mucha antelación, permita prever lo que casi cuatro décadas después se puede ver por doquier: el ser humano que no se reconoce como tal, que no puede hacerlo, porque ha sido instrumentalizado por los demonios, los auténticos diablos, del dinero, la plusvalía, la explotación indiscriminada y sin atenuantes, hasta convertirlo en un bicho de la obediencia, el conformismo, la resignación: y que cuando no lo hace y se rebela acaba o puede acabar mal, y pasar de víctima a victimario.
Cabe referir breves aspectos del I Cap. del libro Una teoría crítica de la IA (6), de Daniel Innerarity. En él sostiene que la mecanización del gobierno se inició a fines del XVIII, cuando la Admón. pública del UK, a fin de montar un imperio global decidió invertir en recoger y procesar información de todo el mundo (como ahora EE.UU). Aun así, hay que remontarse, a los años 40 del XX para hallar, en la joven disciplina de la cibernética, los primeros intentos de pensar un gobierno y una administración automatizados. En todo caso, desde las primeras formas elementales de gobierno, organizar políticamente la sociedad equivale a echar a andar un conjunto de procesos, dispositivos y procedimientos que conforman la tecnología administrativa de la burocracia, DI dixit. Para él, igual que la burocracia para el Estado moderno, la IA parece llamada a ser la lógica de legitimación de los entes y los gobiernos en la sociedad digital. Tres elementos modificarán la política del siglo XXI, sin margen de error.
Sistemas cada vez más inteligentes; una tecnología mejor integrada; una sociedad más cuantificada. Si en el XX la política giró en torno a equilibrar Estado y mercado (cuánto poder debía tener aquel y cuánta libertad este), lo clave hoy es decidir si la vida debe regirse por la algoritmia y en qué medida; cómo articular los frutos de robotizar/automatizar y digitalizar con esas bases de autogobierno que erigen el núcleo normativo de la democracia. Cómo sea la gobernanza de estas tecnologías decidirá el futuro de ella: su destrucción o rearme. “La democracia en la era algorítmica no puede limitarse a regular la tecnología desde fuera, debe transformarse a sí misma para incorporar la dimensión tecnológica como parte integral de la deliberación democrática”, dice DI. “El verdadero desafío no es si las máquinas llegarán a ser tan inteligentes como los humanos, sino si […] seremos lo suficientemente sabios para crear y gobernar máquinas que nos ayuden a ser más humanos, no menos’, cierra.
Olvida que no depende de nosotros. He ahí la triste historia de Ed, un robot sin acabar que, aun así, da sin querer una lección de humanismo para demostrar que el arte no obedece a intenciones, sino produce efectos. Mientras se haga con criterios de estética, bondad y belleza, esos efectos no pueden ser otros que los de la armonía, calma, bienestar, seguridad, paz: no los continuos ataques a la humanidad de la Humanidad para deshumanizarla, romperla, asesinarla por (des)manes materialistas. Mientras los Ed, por más manos de metal que tengan, deban volver al atraso de la mansión gótica sin tener la ocasión de vivir el teórico progreso de las zonas residenciales de la modernidad, aun con todo lo nefasto/perverso y retorcido que ellas tienen, los seres humanos seguirán cayendo por el abismo de lo innoble, con la inherente pérdida de la dignidad, de la condición individual, del sentido de visión integral, que frente al solitario entraña la masa cobarde, borreguil y potencialmente criminal.
Frente a esto, Ed jamás se arredra y enfrenta con la mayor entereza peligros y avatares del mundo circundante. Sabe que la condición de gregario, el ser dócil o servil, no va con su condición de máquina, por imperfecta que sea o haya resultado, sino que debe dar lo mejor de sí: no importa que esa masa cobarde abuse de su condición, su novia se haya demorado en declarársele, la loca Joyce lo acose, el cabronazi Jim haya querido joderlo, los idiotas confundan salvar una vida con atentar contra ella, en fin, que al final haya que desvirtuar lo que en realidad pasó, para poder abrirle camino a la idea menos triste de una fábula, metáfora, fantasía que alguna vez Tim Burton soñó y echó a andar en modo cine. Sabido el resultado, no es hora de lamentarse, tampoco de festejar, que dicha fábula en clave de IA haya devenido en clave de BC, para no dar campo a especular sobre un mundo que no se hizo a favor de los humanos sino en su contra (7): IA se quedó corta con Ed y así sobrepasó nuestra humanidad.
A Santiago, con la firme esperanza de que pueda resistir los desafueros de la IA o, bueno, de la BN.
Notas, enlaces y bibliografía:
(1) Director, guionista y protagonista del filme La vita è bella (1997) o La vida es bella.
(2) https://www.espinof.com/criticas/tim-burton-eduardo-manostijeras-una-fabula-magistral
(3) Enlace del filme: https://ok.ru/video/3111807552024
(4) El auténtico padre de la IA es Marvin Minsky, del MIT, como lo relata Román Gubern en su libro El eros electrónico, Cap. IV. GUBERN, Román. Taurus, Madrid, 2000, 225 pp.: 79 a 120.
(6) https://www.galaxiagutenberg.com/wp-content/uploads/2025/03/1er-cap.-Una-teoria-critica-IA_.pdf
(7) https://www.instagram.com/p/DLFYo9iJli6/?igsh=ZjFkYzMzMDQzZg%3D%3D
FICHA TÉCNICA: Título original: Edward Scissorhands. En castellano: Edward manos de tijeras. País: EE.UU. Año: 1990. Gén.: Fantasía / Drama / Comedia / Romance. For.: 35 mm; color; 105 min. Dir.: Tim Burton. Guion: Caroline Thompson. Prod.: Tim Burton / Denise Di Novi. Historia: T. Burton / C. Thompson. Mús.: Danny Elfman. Maquillaje: Stan Winston. Fot.: Stefan Czapsky. Mon.: Colleen y Richard Halsey. Vest.: Colleen Atwood. Int.: Edward Scissorhands (Johnny Depp); Kim Boggs (Wynona Ryder); Peg Boggs (Dianne Wiest); Bill Boggs (Alan Arkin); Jim (Anthony Michael Hall); El Inventor (Vincent Price); Kevin Boggs (Robert Oliveri); Joyce Munroe (Kathy Baker); Esmeralda (O-Lan Jones). Prod.: 20th Century Studios. Dist.: 20th Century Fox. Premios: BAFTA a Mejor Diseño de Producción para Bo Welch, 1991. Saturn a mejor Película de Fantasía, 1991. Estreno en EE.UU: 7.dic.1990.
Luis Carlos Muñoz Sarmiento, (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y jazz, catedrático, corrector de estilo, traductor y, sobre todo, lector. Fundador y director del Cine-Club Andrés Caicedo, desde 1984. Colaborador de El Magazín EE, 2012; columnista, 2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, se lanzó en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por MLK: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, coautoría con Luís E. Soares, publicado por la UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución, con su ensayo sobre MZO y su novela Changó, el gran putas, lo lanzó UFES, 20.feb.21. Invitado por Pijao Eds. al Encuentro Nal. de Narrativa vista desde las Regiones (Ibagué, 1º a 4 nov.23) Invitado por UFES al Congreso Literatura, Soberanía Nacional y Multipolaridad (Vitória, 25.nov.23). El 10.abr.2025 fue publicado en Brasil La Fábrica de Sueños – Ensayos sobre Cine, primero de ocho libros por salir en este año. Autor en ARC, Rebelión, Magazín de EE, Las2Orillas y traductor/coautor, con Luis E. Soares, en dichos medios. Director del Cine-Club Al Filo del Tiempo, que se emite desde la bóveda interdisciplinaria de La Fábrica de Sueños. E-mail: [email protected]
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