Sin mar (robado por chilenos al servicio del capital inglés), el millón de km2 que hoy conforman Bolivia incluye la amazonía, el trópico, la sierra y el altiplano. Lo habitan 7 millones de indígenas (la mitad de la población total), principalmente aymaras y quechuas, y sus suelos son de fantástica abundancia. Aún brillando en las joyas de las decrépitas monarquías europeas, 50 mil toneladas de plata fueron expoliadas al cerro Rico en Potosí (al que literalmente hundieron) bajo la Ocupación Española y miles más fueron saqueadas durante la República, hasta que ya no más.
Iniciando el siglo y con el antecedente inmediato de la Guerra del Agua, la idea de que transnacionales explotaran el gas fue un punto de inflexión. La rebelión tomó la calle y los movimientos indígenas, campesinos y obreros, formaron el movimiento-partido más exitoso hasta la fecha poniendo en la presidencia por primera vez en la historia a un líder aymara, Evo Morales Ayma, para conducir la Revolución Cultural y Democrática que devolviera el país a sus habitantes.
En un año Bolivia estatizó sus recursos y comenzó a industrializarlos, aumentando las exportaciones, redistribuyendo los excedentes y generando bienestar en las mayorías. Convocó una Asamblea Constituyente que renombró al país como Estado Plurinacional de Bolivia, devolviendo dignidad y derechos a esa mitad originaria, siempre marginada, que volvió a ondear la wiphala con orgullo. Rompió relaciones con la Entidad Sionista, se unió al ALBA y trabajó activamente por la unidad latinoamericana en las primeras décadas del siglo. Pero vino el Golpe.
No fue sólo el litio y las reservas más grandes del mundo, sino el pésimo ejemplo de soberanía con integración regional, bienestar con equidad e inclusión y un gobierno de izquierda popular que no dejaba de ganar elecciones. Sin una derecha capaz, la misma OEA pagada por los gringos generó el clima de fraude, agitación y sedición que obligó a Evo a renunciar y refugiarse en México.
Masacres. Desinversión para privatizar. Reconciliación con la Entidad Genocida. Pese a la maldad, la Dictadura no pudo con la Resistencia y en 11 meses Lucho Arce, ministro de economía de la Revolución y candidato presidencial por el exilio de Evo, arrasaba y devolvía el poder al pueblo.
Sin embargo, en cuatro años la grieta abierta con la proscripción de facto de Morales se ensanchó hasta la tragedia. A las acusaciones de mesianismo contra Evo (al que sin embargo le dieron un golpe, lo proscribieron y lo trataron de matar) se contraponen las de traidor contra Arce (pese a que no privatiza, corta relaciones con la Entidad y sigue en ALBA). El imperialismo aplaude y estimula el fratricidio. La falta de autocrítica en las causas del golpe, la resistencia a revertir sus medidas y la implacable brecha entre Sociedad, Partido y Estado, tienen al proyecto en riesgo vital.
Hoy (a menos de una semana de las elecciones) hay tres candidatos de derecha en primer lugar, el voto nulo (invocado por Evo) en cuarto, el ex-heredero de Evo en quinto y el candidato de Lucho cerrando último con un 2%. La probabilidad de una segunda vuelta entre derecha y ultraderecha es abrumadora. Luego de 20 años de éxito y bienestar para las mayorías, de reconocimiento para los habitantes primeros, todo vuelve a estar en riesgo. Lo que no pudieron por las armas, los dueños de todo parecen a punto de conseguirlo a través del viejo consejo de Julio César: Divide y vencerás.
Fernando Bermúdez Kuminev – Roberto Bermúdez Pellegrin. Corresponsales del multimedio Muros y Resistencia
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