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Lo que Milei nunca debió decir

Fuentes: Huella del Sur

“Están molestos porque les estamos afanando los choreos”, pronunció Javier Milei en un acto público en la ciudad de Junín, el lunes 25 de agosto.

El acto fallido o furcio no podría ser más llamativo e inoportuno. El presidente lo ha dicho, situado a la cabeza de una campaña electoral en la que La Libertad Avanza (LLA) se presenta como fuerza moralizadora frente a la corrupción kirchnerista.

Dejó escapar así algo que parece que piensa y no debería expresar en público: Que LLA tiene entre suºs herramientas de construcción de poder la utilización espuria de los fondos públicos.

Viene a usufructuar así los centros de recaudación y gastos estatales que antes constituían, en el discurso mediático, las famosas “·cajas” de los K. El blasón electoral “Kirchnerismo. Nunca Más” podría adquirir así un nuevo y tortuoso significado.

El inconsciente pronunciamento del primer magistrado equivale a llovido sobre mojado. La información circula y el enojo crece por la sucesión de desaguisados nada menos que en puntos muy sensibles del sistema de salud. Así el fentanilo contaminado que causó un centenar de muertos y la presunta malversación de fondos destinados a prestaciones a discapacitados.

Frente a esa confesión involuntaria cabe la expectativa de si no será sólo cuestión de tiempo que aparezcan otras tropelías con fondos presupuestarios. En particular en organismos que manejan recursos y erogaciones mucho mayores que la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS). Muchos piensan en ANSES y en PAMI. Se verá en el futuro cercano.

Ahora como treinta años atrás.

Errores de ese tipo suelen tener una amplia resonancia. Causan gracia mezclada con rabia por el impudor de los políticos. Esos sentimientos se difunden y amplifican y los dichos terminan incrustados en la memoria colectiva de la mayoría de la sociedad.

Así pasó, hace ya tres décadas con la famosa expresión: “Nada de lo que deba ser estatal permanecerá en manos del Estado”. La pronunció allá por 1990 José Roberto Dromi. Era un especialista en derecho administrativo que el presidente Carlos Menem había llevado al ministerio de Obras Públicas. Operaba como adalid, difusor y responsable de la implementación del amplísimo proceso de privatizaciones que el gobierno del riojano llevó adelante.

La frase del administrativista denotaba el alcance de esa secuencia: Que hasta los organismos y acciones más eficaces e indispensables a cargo del Estado, se convirtieran en “oportunidades de negocios” para grandes conglomerados de empresas, tanto locales como extranjeros.

Y así se hizo. Aún hoy son muchos los que recuerdan con indignación esa frase, sin excluir a una parte de quienes ni siquiera habían nacido en aquella época. A quien esto escribe se la han recitado de memoria algunxs de sus alumnxs universitarios, que apenas alcanzan los 20 años de edad.

Evoca el saqueo que puso en manos de la “iniciativa privada” multitud de empresas y unidades administrativas, incluso algunas que generaban ganancias, como YPF y Aerolíneas Argentinas. O cuyo carácter estatal estaba inscripto en la Constitución Nacional, como el servicio de correo.

Hoy ambas frases aparecen asociadas a la distancia, como exteriorizaciones indeseadas de similares acciones predatorias, en ambos casos con el aparato estatal como objeto.

La popularidad del ciclo menemista, con la “convertibilidad” al frente, sobrevivió varios años a las acusaciones de corrupción cada vez más certeras. Sin embargo terminó derrumbándose cuando se evidenciaron las derivaciones socioeconómicas negativas del jubileo del gran capital.

Aquél desatado a partir de la ofensiva neoliberal de escala mundial que avanzaba por aquella época. El declive del menemismo fue la nota saliente de la segunda mitad de la década de 1990.

Cabe ahora el interrogante acerca de qué demora tendrá en mellar el consenso hacia la política económica “libertaria” los actuales signos de corrupción. Los que puede que sean, también ahora, generalizados. No lo sabemos aún.

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A la luz del muy precario sostén de la gestión de gobierno; cuyas recetas económicas cambian todos los días en la desesperación por mantener relativamente bajas las tasas de inflación hasta las elecciones de octubre, puede ocurrir pronto.

Esa fragilidad se manifiesta además en el rabioso empeño por mantener firme el tipo de cambio, aunque sea por medio de medidas disparatadas como las tasas de interés que pueden proporcionar el 4% mensual en dólares.

Como suele decirse, “la moneda está en el aire”-. La esperanza oficialista de que las elecciones de medio término fueran para ellos un “paseo” parece alejarse o al menos enturbiarse. Tendremos novedades más temprano que tarde.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.