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Milei y el cinismo de la fiesta

Fuentes: Huella del Sur

El presidente ha protagonizado y conducido una singular fiesta en la que se permitió cantar con voz ronca temas memorables de variados géneros. Como pocas veces los aires festivos se confunden con resonancias fúnebres que afectan a millones.

Fue un festejo exagerado y que pondría en duda la seriedad de un jefe de Estado en cualquier circunstancia. Qué decir de que lo ha hecho ahora. Entre sucesivos escándalos y en medio de una crisis política y económica, con descontento social creciente y el partido oficialista y el propio gobierno fracturados en su interior.

Es muy probable que millones de argentinas y argentinos se hayan sentido víctimas de una broma pesada. De parte de alguien que se burla de sus desgracias cotidianas, cuando por su cargo debería ser el más involucrado de todo el país en evitarlas o resolverlas.

Muchos de los sucesos y personajes que transitan hoy la política nacional nos indican que estamos en un proceso de deterioro extremo de la credibilidad del sistema constitucional reinstaurado en 1983.

El alcance de la degradación

Un conocido analista político se ha preguntado en estos días si los “libertarios” representan un alivio para la crisis de representación existente en nuestra sociedad o si son un escalón más hacia la descomposición del sistema político. A esta altura se puede responder con contundencia que se trata de la segunda opción.

El gobierno de Javier Milei no salvará al país de la pobreza y menos aún de las prácticas corruptas de la dirigencia. Lo prometió e hizo creer a muchxs que lo haría a sabiendas de que no iba a cumplirlo. Son millones los que lo tienen cada vez más claro.

Su valor para los poderes reales ha sido la facilitación de una ronda más de apropiación de la riqueza nacional y de los ingresos de los trabajadores por parte del gran capital. De “los de abajo” una parte se dejó cautivar por el fogonazo “anticasta” y otras y otros lo rechazaron desde el comienzo.

Hoy el gobierno está bajo amenaza de que la totalidad de los últimos y una buena parte decepcionada de los primeros no sólo le nieguen todo respaldo electoral. No sólo eso sino que asuman un papel activo en la protesta social contra la ofensiva que se les ha lanzado en todos los frentes.

Mientras tanto el “círculo rojo” hace las cuentas de las enormes ganancias obtenidas en estos ya casi dos años. Y oteará el horizonte de la calle y de los resultados electorales para ver si se puede seguir en el juego del “anarcocapitalismo” o habrá que buscar un reemplazo de emergencia.

Casi desde el comienzo de ese año sucesivos escándalos han sacudido al gobierno. El que tiene como protagonista a José Luis Espert es sólo el más reciente y casi con seguridad no será el último. Sí ha tenido la particular resonancia de ser un golpe por debajo de la cintura para las posibilidades electorales del oficialismo con miras al 26 de octubre.

El gobierno de Javier Milei paga hoy el costo de haberle dado protagonismo a un lúgubre energúmeno como Espert, hoy candidato renunciante luego de variadas alternativas más grotescas que dramáticas. Lo que ha rodeado al caso del hasta ahora diputado puede ser tomado como una muestra de esa persistente declinación.

Hasta ahora se habían manifestado ejemplos de dirigentes, funcionarios y hasta jueces relacionados con la venta de drogas en gran escala. Se trataba sin embargo de figuras locales, sin relevancia nacional. Ahora aparece Espert, que ha sido candidato a presidente, es diputado y presidió hasta verse obligado a renunciar una comisión de elevada importancia como la que trata los asuntos presupuestarios.

El hombre al que el presidente llamaba “el profe” no ha demostrado otro “mérito” que destacar por su desprecio hacia todo exponente del género humano que no sea un próspero empresario. A caballo de “ideas de la libertad” similares a las que profesa el presidente.

Eso y su intermitente amistad con Milei han bastado para elevarse a un rol destacado al que accedió con malas artes que por fortuna ya han quedado expuestas. No es de extrañar. La Libertad Avanza (LLA) acoge desde su fundación a una amalgama de improvisados y advenedizos que no destacan por sus buenas cualidades.

El mayor requisito para ingresar a su círculo dirigente ha sido el culto al individualismo y la libre empresa junto con la identificación con las ideas reaccionarias en materia de perspectiva de género, ambiente, migraciones y derechos humanos.

¿Qué han hecho del Estado?

Se podría tener una imagen algo más risueña de los desaguisados de LLA si muchos de ellos no dejaran un saldo difícil de revertir en pérdidas y costos para amplios sectores de la economía, el bienestar de los más pobres, los derechos humanos, la cultura, las organizaciones populares.

Tenemos hoy un Estado deformado por la poda de sus funciones con justificación fiscalista pero contenido real de supresión de políticas sociales, y de defensa del patrimonio nacional. Y recorte de variados derechos o de su posibilidad de realización práctica.

Además hoy existen dos centros de poder sin raigambre en la estructura administrativa ni funciones bien delimitadas: Una secretaría general que interviene en casi todo lo que se le antoja. Y una “asesoría” informal que acumuló poder a partir de una relación personal con el presidente y la utilización en principio eficaz de las endiosadas redes sociales.

En el Congreso nos encontramos ante un bloque plagado de legisladores con su espíritu reaccionario como único capital. Un “error” en la confección de las listas que los oficialistas prometieron enmendar este año. Para terminar con nóminas para las elecciones de este mes llenas de desconocidos y figuras con sombríos antecedentes.

Tanto es el descalabro que alguien que hasta ahora había sido un político y funcionario administrativo de tercera línea se convirtió en epítome de la cintura política, la seriedad y la experiencia administrativa. Supuestas virtudes que ejerce desde la jefatura de gabinete, el segundo puesto en la jerarquía formal. No por eso deja de estar sujeto al capricho del jefe de Estado y sus adláteres más íntimos.

La política económica ha sido entregada a quien encalló el barco en 2018, el que mostró de nuevo su insolvencia técnica, condimentada por el culto a los negocios de sus colegas y aliados del sector financiero. Puede ser muy hábil en la especulación financiera, como conductor de la economía no califica.

El ministerio de desregulación y transformación del Estado se creó a la medida de un cruzado de las privatizaciones indiscriminadas. Y de la “liberalización” que deje las manos más libres que nunca a los sectores con más poder. Como Milei dice odiar al Estado, por más que ya lleve décadas haciendo de las suyas desde distintos puestos estatales.

Recomponer esta destrucción selectiva del sector público acarreará grandes esfuerzos que sólo pueden tener por base una voluntad política muy clara y firme. No se han recuperado hasta ahora las desposesiones que impulsó Carlos Menem, como ocurre con las telecomunicaciones y los servicios eléctricos antes estatales, entre otros ejemplos posibles.

Se abre el interrogante de si sin el acompañamiento de transformaciones estratégicas en el conjunto de las relaciones sociales habrá margen para revertir los males cometidos. Hacerlas deberá ser el objetivo de cualquier movimiento y liderazgo que en el futuro cercano pretenda hacer otra cosa que la mera administración de lo existente.

y ellos se juntan

En los últimos días el jefe de Estado ha intentado un acercamiento con el ex presidente Mauricio Macri, con vistas a obtener la colaboración política de PRO a la hora de sostener vetos o aportar algún recambio en el gabinete. Trascendió que Macri ha exigido cargos estratégicos en el área de energía, la estructura portuaria y el manejo de la llamada “Hidrovía” en el río Paraná.

Si esto fue así marca una desvergüenza notable. El líder del extinto Juntos por el Cambio trocaría su apoyo por el manejo de áreas que garantizan acceso privilegiado a grandes negocios. La política tiende a mercantilizarse hasta un grado obsceno, sin siquiera ocultarlo.

No hay proyectos en discusión, ya que el exmandatario comparte sin matices las grandes líneas de acción del actual gobierno. Sólo pretende una tajada del festín mientras éste dure.

Hoy ya circulan las conjeturas sobre qué podría ocurrir si resultados electorales adversos y protestas en crecimiento terminaran en la renuncia o el desplazamiento por un juicio político del actual presidente.

Tal perspectiva podría acarrear una afrenta. La sociedad que parió a las Madres de Plaza de Mayo y el juzgamiento de los crímenes de lesa humanidad puede sufrir, con carácter más o menos interino, que una reivindicadora activa del genocidio asuma como presidenta de la nación.

En estas condiciones, y a la hora de delimitar culpabilidades, al gran empresariado le corresponde una porción determinante. Conviene insistir en ello.

Los capitalistas locales y extranjeros más los organismos financieros internacionales y el gobierno de EE.UU tienen la responsabilidad de haber auspiciado a este gobierno como vehículo para mejorar sus condiciones de acumulación y llevar adelante un ataque frontal y de alcance estratégico contra trabajadores y pobres.

Mostraron así, entre otras cosas, su nulo respeto por la “institucionalidad” a la que fingen reverenciar cuando les resulta conveniente para denostar al “populismo”. Celebraron sin ambages decretos de necesidad y urgencia y vetos que afectan la famosa “calidad institucional”. Nada de que sorprenderse de una clase social que respaldó a las más sombrías dictaduras con la expectativa de afianzar sus beneficios.

Hasta se permitieron el financiamiento de la fundación Faro. El presidente de ese think tank ha incitado más de una vez a las llamadas “fuerzas de seguridad” a matar manifestantes “zurdos”. Y ha execrado en público a todo defensor de los derechos humanos. La reacción más oscura y antidemocrática puede contar con el visto bueno de los grandes empresarios. Escrúpulos afuera.

Todo aspecto de la “batalla cultural” resulta bueno para el paladar del capital si está asociado a la promesa de grandes negocios y gigantescas transferencias de riqueza a su favor.

La Corte Suprema, por su parte “durmió” durante casi cinco años la causa por la extradición de Federico “Fred” Machado, el acusado de narcotráfico que financió a Espert en 2019. Cuando por el escándalo en curso su comportamiento quedó expuesto, los supremos han resuelto en cuestión de días.

Ningún miembro de la Corte debe su nombramiento a Milei. Sus comportamientos exhiben que la degradación institucional lleva décadas y que también en el poder judicial “el pescado se pudre por la cabeza”.

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Podría seguirse en el trazado del cuadro desolador de la realidad política e institucional de Argentina. Lo poco que hemos escrito debería alcanzar para el dictamen de que no hay “inocentes” en la labor de menoscabo y destrucción que lo ha hecho posible.

Que nadie olvide que nos encontramos en un país donde más de una vez tronó el escarmiento. El alcance de las tropelías que se han cometido en los últimos años hace esperar que esta vez sea muy sonoro.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.