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El 42 aniversario de la fundación del EZLN, un oasis ante el ascenso de la ultraderecha

Fuentes: Rebelión

El México de 1983 era muy distinto al de ahora, o casi. En el frente sindical un año antes había estallado la huelga en la empresa de refrescos Pascual que se prolongaría por casi mil días con un saldo favorable para los trabajadores con la creación de una Cooperativa administrada por ellos mismos. Fue la década de las coordinadoras frente al sindicalismo oficial, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) se había formado en 1979 precisamente en la capital de Chiapas, quizás los intentos más ambiciosos de ellas fueron la Coordinadora Nacional Sindical (COSINA) y la Coordinadora Nacional del Movimiento Urbano Popular (CONAMUP) que organizaba movimientos de diferentes ciudades.

El sindicalismo independiente era encabezado por los universitarios del SITUAM y STUNAM también destacaron el SUTIN, SUTERM apoyados por los trotskistas del PRT, el Frente Auténtico del Trabajo o el Frente Nacional Revolucionario. Tan mal era percibida la situación en el país que José Agustín comenzó el tercer volumen de su tragicomedia afirmando respecto al sexenio de Miguel de la Madrid “en diciembre de 1982 México parecía hallarse en uno de los peores momentos de su historia”.   

Más allá de la antropología crítica que comenzaba a practicarse en la Escuela Nacional de  Antropología e Historia y de algunos funcionarios marginales partidarios del indigenismo de participación, en plena guerra fría, no se consideraba a los indígenas como agentes de su propio destino y mucho menos como sujetos revolucionarios. El Instituto Nacional Indigenista preveía su desaparición vía la integración a la nación. Las Fuerzas de Liberación Nacional tuvieron en ese sentido una altura de miras al avizorar en Chiapas las condiciones para iniciar el trabajo político con las comunidades que “nacerían” al Ejército Zapatista de Liberación Nacional. 

Por su parte el comité Eureka marchaba para hacer visible la crisis de 500 desaparecidos por la Guerra Sucia. En la actualidad, de acuerdo con las propias cifras oficiales, es de 121,651 personas. Aunque fue una promesa de campaña ninguna denuncia para hacer justicia a los delitos del pasado tiene a ningún militar, político o exfuncionario en prisión. La justicia sigue durmiendo el sueño de los justos. Por el contrario ahora los militares controlan partes estratégicas de la economía como aduanas y aeropuertos, se han convertido en empresarios constructores de megaproyectos como el mal llamado Tren Maya. Incluso uno de los funcionarios más destacados por las encuestas por la carrera presidencial rumbo al 2030 es el actual secretario de Seguridad Pública, del segundo piso de la llamada Cuarta Transformación, Omar García Harfuch, descendiente de una estirpe de funcionarios acusados de cometer delitos de lesa humanidad en contra de opositores al régimen de aquel entonces. 

El PRI era uno de los partidos más longevos de Estado, casi tan hegemónico como ahora lo es Morena. Otras similitudes. Entonces como ahora la principal empresa del país PEMEX era saqueada, anteriormente por funcionarios y políticos a los que ahora se ha sumado el crimen organizado y las fuerzas armadas. La cooptación se practica como entonces. Activistas como el actual ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia o el abogado de derechos humanos, que durante más de una década representó a los padres de los 43 estudiantes desaparecidos de la normal rural de Ayotzinapa, son quizás los ejemplos más emblemáticos. 

Ya no tenemos devaluaciones ni fugas de capitales al extranjero como cada fin de aquellos sexenios, pero los empresarios de los medios continúan presionando al gobierno en turno tachandolo de comunista. La CNTE no ha dejado de movilizarse, solo que ahora lo hace para que el gobierno cumpla alguna de sus promesas, la abrogación de la contrarreforma neoliberal a la ley del ISSSTE. El modelo económico que surgió en aquella época  no solo parece intacto sino galopante. EE.UU. continúa al acecho, ya sea con gobiernos republicanos o demócratas. 

En la era de la desinformación, del oportunismo político que recicla personajes de la la mafia del poder en medio de un caos ideológico, que festeja “a río revuelto ganancia de influencers”, el neozapatismo constituye un oasis en medio del desierto, un faro en la oscuridad que demuestra que la reserva moral de este país se encuentra en los movimientos sociales que luchan por el territorio, el agua, los derechos, en síntesis, la vida. No en los gobiernos que satanizan a la ultraderecha con falsos nacionalismos, pero que en los hechos la incuban y alimentan en su propio seno. 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.