En los próximos días se cumple un nuevo aniversario, el número 45, del funesto golpe de Estado de 1976 en Argentina. No vamos a repetir el saldo –rotundo- de los dolores que el mismo produjo: decenas de miles de desaparecidos, muertos, presos y exiliados; la economía devastada, el país endeudado y el miedo que los poderosos pretendieron imponer para demostrar su dominio y señorío sobre nuestras vidas y su futuro.
Pero más que recordar el dolor del pasado la pregunta que es: ¿y ahora qué? No quedan dudas que los males y la angustia del golpe de Estado son inmensas y no tienen comparación, pero al momento de recordarlos vale la pena tener presente algunos hechos de esta realidad y peguntarnos por el rumbo en el que vamos.
Aunque diferentes a la de hace 45 años atrás, está creciendo en el país una violencia reaccionaria que se concentra contra los sectores más débiles de al sociedad: las mujeres, la juventud de las barriadas populares y las poblaciones indígenas.
Solo mencionaremos un par de situaciones simbólicas de los tiempos que se viven: Los incendios en la zona de la Comarca Andina y lo que está ocurriendo con los indígenas en Formosa y Chaco.
Chaco y Formosa son dos de las provincias con mayor nivel de desmontes en todo el territorio argentino. Esos desmontes no paran de crecer, alcanzaron cifras récord durante la pandemia. En Chaco se han deforestado unos dos millones de hectáreas, 150 mil de las cuales se realizaron en los últimos cuatro años.
En Formosa, en estos 20 años se deforestaron 450 mil hectáreas. Sus efectos conmueven a las buenas conciencias urbanas pero no impiden a los dirigentes de esas provincias continuar con esas nefastas tareas a pesar de autodefinirse como “nacionales y populares”.
Los indígenas residentes en esos territorios – en especial a miembros de comunidades quom y wichi- están perdiendo su hábitat, con él la comida y el acceso al agua para vivir. Son múltiples y penosas las escenas que prueban ese genocidio invisible que le da continuidad al vivido en siglos de conquista y colonización.
Esa vergüenza, que se trasmite de generación en generación, va acompañada de la persecución y -en más de un caso- la muerte (casi siempre bien disimulada) de quienes alzan su voz.
Recientes investigaciones dan cuenta de una serie de muertes, algunas de ellas producidas en llamativos accidentes y otros tipos, producidas en los últimos años: Juan Daniel Díaz Asijak -de 16 años-, Lila Coyipé, de 10 meses, y su abuela Celestina Jara de 49 años, todas/os quom atropelladas/os, en un caso por un gendarme, en Laguna Blanca, Formosa.
En esa misma provincia y en un corte de la ruta 86 fue muerto a tiros Roberto López, al día siguiente lo atropellaron a Mario López; a la vera de la misma fue encontrado el cuerpo sin vida de Esteban Rolando Medina y algo semejante le había pasado a Norma Artaza.
Mártires López, dirigente quom de la Unión Campesina de Chaco, murió en un accidente que no fue un accidente; Yonatan Medrano de 16 años fue apuñalado por tres personas cuando volvía a su casa en Villa Bermejito, Chaco. Allí mismo, fue asesinado a golpes Imer Ibercio Flores, de 12 años; Florentín Díaz, un quom asesinado en el Chaco con motivo de un corte en la ruta 95.
Miguel y Alberto Galván –quom- fueron asesinados en Villa Río Bermejito –Chaco- y este último arrojado al Río Bermejito, y en el mismo poblado fue muerto Alvino Claudio; María López y Mari Santiago, wichis, fueron asesinados en Las Lomitas, Formosa.
Estos son algunos de los casos investigados y que en algunos registros oficiales se repiten como “accidentes” y en otros casos se trata de disparos para acallar reclamos o sembrar el terror.
Los incendios en el sur
No menos graves son los violentos incendios que se están produciendo en la zona de El Bolsón, en terrenos que forman parte de la Comarca Andina que abarca áreas ubicadas en las provincias de Río Negro y Chubut.
Hay coincidencia que el fuego se inició de un modo prácticamente simultáneo en seis lugares distintos, aunque cercanos. Desde el gobierno nacional se formuló la denuncia penal y ponen las responsabilidades “en las contradicciones económico-sociales” existentes en Chubut, entre la que se destacan aquellas vinculadas con la situación social.
Desde los sectores e intereses de al derecha gorila sostienen que el problema es consecuencia de las acciones de pueblos indígenas. Los vecinos de la Comarca tienen otra perspectiva, ellos estiman que los intereses mineros son los que hicieron pagar a esa Comarca su dura oposición a las inversiones megamineras.
El fondo del problema es el choque entre dos culturas e intereses distintos. Una, con ciertos vínculos con los modos de vida de los hippies que comenzaron a instalarse en la zona hace unos 60 años. Ella es humanista y cultiva la amistad con la naturaleza y los pueblos indígenas. Enfrente la modernidad de quienes amparados en un presunto “progreso” se quieren adueñar de tierras baratas o ponerlas a disposición de la voracidad minera.
Hoy, bajo formas distintas a las conocidas hace 45 años atrás, está creciendo en el país una violencia reaccionaria que nos obliga a preguntarnos por el futuro que tenemos como sociedad. Ella se concentra contra los sectores más débiles: las mujeres, la juventud de las barriadas y las poblaciones indígenas.
Juan Guahán. Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)