La Reserva Federal de EE.UU. acaba de bajar las tasas de interés a un piso histórico, entre 0 y 0.25%, en un intento desesperado por contener la depresión de la mayor economía del planeta. Es la demostración de una profunda crisis en la que no hay demanda de créditos para producir nada, y por ello […]
La Reserva Federal de EE.UU. acaba de bajar las tasas de interés a un piso histórico, entre 0 y 0.25%, en un intento desesperado por contener la depresión de la mayor economía del planeta. Es la demostración de una profunda crisis en la que no hay demanda de créditos para producir nada, y por ello se ofrece a interés casi nulo. A pesar de lo que debió ser recibido como una buena noticia para los capitalistas, la bolsa de Wall Street volvió a caer: «Los títulos financieros volvían a estar en el centro de las miradas, luego de que Morgan Stanley reportó una pérdida trimestral en medio de sus esfuerzos por transformarse en un banco que capte depósitos». Por otra parte, la «ayuda» que el gobierno norteamericano otorgaría a las tres grandes del automóvil (Ford, Chrysler y GM), se limitaría a créditos «para operar hasta el 31 de marzo» («pasar el invierno») y los obligaría a implementar grandes reestructuraciones de despidos y quiebras de autopartistas, lo que arrojará más desempleados norteamericanos que se sumarán al millón que perdieron el empleo en el último mes. Chrysler acaba de anunciar el cierre de sus 22 plantas en EE.UU..
El «plan anticrisis» es un colador
Cristina hizo, en suma, 13 anuncios: desde que en medio del «septiembre negro» de la crisis financiera mundial se disponía a pagar al Club de París, hasta el reciente lanzamiento del plan de obra pública. Básicamente, son la utilización de los fondos del Anses, engrosados tras la estatización de las AFJP, con los que trata -mediante subsidios a los empresarios y créditos al consumo de las clases medias- de compensar los golpes estructurales de la crisis internacional sobre el país: la caída de las exportaciones en general, la baja de los precios de la soja en particular con que el gobierno lubricaba el crecimiento de los últimos años; y la fuga de capitales que se llevó casi 25.000 millones de dólares en el año. Por último, la devaluación del real en Brasil que ensancha la «asimetría» de competitividad a favor del gran socio regional. Los Kirchner intentan un equilibrio precario sin apelar a una fuerte devaluación que mejoraría la rentabilidad de los exportadores del campo y la industria en detrimento de la mayoría nacional- disparando los precios y licuando los salarios y jubilaciones- pero, de todas formas, no compensaría con mayor entrada de divisas la caída de los volúmenes y precios de exportaciones para la Argentina que están en baja por la recesión mundial y, encima, encarecería la deuda externa en dólares que debe afrontar en los próximos meses. A pesar de las concesiones anunciadas a las grandes patronales, en las filas de la propia clase dominante crecen los roces. En la reciente Cumbre en Brasil, mientras Lula y Cristina Kirchner sostuvieron que «hay que revitalizar el Mercosur», no se pusieron de acuerdo en la política de aranceles, y ante la reciente baja de impuestos del principal socio comercial de la región, las patronales autopartistas del país se quejan porque «Lula favorece el 90% del mercado de autos, que es brasileño, y en la Argentina incentivan la compra de autos de Brasil -los vehículos pequeños del plan automotriz son importados-«. La Asociación de Fábricas Argentinas de Componentes (AFAC) -que agrupa a 200 autopartistas nacionales- sostiene que:»El Gobierno encarriló la negociación más hacia el lado de asegurar la venta de vehículos que la producción. El plan del auto económico nos excluyó de la ronda de consultas que se hicieron a toda la cadena de valor y de las definiciones (…)Si las terminales bajan los pedidos de componentes nos vamos a ver directamente afectados, agregan los jefes de las empresas que emplean al 50% de la mano de obra de toda la industria» (El Cronista).
Sin préstamos del FMI a la vista ni márgenes políticos para una fuerte devaluación, «el plan anticrisis» intenta, por sobre todas las cosas, mantener la «paz social» para encarrilar el proceso electoral del 2009. Pero en el marco de una crisis mundial, a 7 años de la última gran «crisis nacional», se están desarrollando los elementos de una nueva. La tendencia no será a la conciliación de los intereses de clases sino al enfrentamiento y la lucha. Aún en esta coyuntura donde el gobierno, las patronales y los sindicatos de la CGT, como el SMATA, intentan postergar hasta fin de marzo la definición de los despidos en las terminales automotrices, se siguen produciendo en las autopartistas como es el caso de Paraná Metal (ex Metcon) del cordón del gran Rosario donde los trabajadores comenzaron la ocupación de la planta. Hasta grandes empresas como Siderar de Techint acaba de cerrar sus puertas hasta enero y anuncia un mega plan de despidos de 2.400 contratados. Para no hablar de los «empresarios pymes», empleadores en negro a los que el gobierno perdona ahora la evasión fiscal: en la industria pesquera de Mar del Plata, mientras el gobierno ofrece 80 millones de pesos para auxiliar a las patronales con la condición de que no se produzcan despidos, la planta de Barilari fue bloqueada por sus trabajadores y las últimas semanas se han producido decenas de despidos en pequeñas y medianas cooperativas. Todo esto cuando, todavía, la ola del Tsunami no pegó de lleno en el Río de La Plata.
Se abrió una nueva perspectiva
El ex -presidente desde el acto del PJ en La Plata arremetió contra Cobos, acusándolo de participar en «el clima destituyente»; y presentándolo como aliado de Carrió disparó por elevación a la Coalición Cívica, la «oposición a medida» que quiere el kirchnerismo. Carrió salió a responder que, por el contrario a Cobos, ella denunció el «golpe que se estaba armando en el conurbano con Duhalde», devolviendo la pelota al campo del peronismo y, de paso, marcarle la cancha a Stolbistzer y su acercamiento a Felipe Solá (sostenido por Duhalde en las sombras) para una alianza bonaerense. Pero la novedad política no está en esta reedición senil de las peleas interburguesas del conflicto agrario. Lo que deja el balance general de este período de gobierno en tiempos de crisis es que -a pesar que incluyó una medida de soberanía nacional con el fin al negocio privado de los fondos de las AFJP-, y contra lo que dice Luis D’Elía, «a la izquierda de Kirchner» se abrió un espacio vacante. Kirchner quiere volver a polarizar convenientemente con la «centro-derecha», en momentos que, lo nuevo, es que empezó a perder aliados, como la organización Libres del Sur o el diputado Miguel Bonasso, que tienden a un nuevo frente salido del riñón de su centroizquierda. Como siempre, las variantes de la «centroizquierda» nacen de una frustración anterior para preparar una futura. Este nuevo intento se nutre de la desilusión de amplias capas que fueron atraídas hacia el oficialismo en el pos 2001, y ahora son repelidos por un ciclo que se completó: desde la integración de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y un sector de los movimientos piqueteros como un componente de la alianza gubernamental en los primeros años de Kirchner, tras la anulación de las leyes de impunidad y la promesa de construcción de una «nueva fuerza política», a la reciente oficialización de Aldo Rico como jefe de uno de los bastiones peronistas del conurbano. La «trasnsversalidad» perdida, es reparada ahora con el acercamiento de los «nacionales y populares» que se van del oficialismo con quienes vienen de apoyar la protesta patronal agraria, más o menos abiertamente, desde De Gennaro y Lozano a Solanas y Luis Juez, sin descartar unirse al mismísimo Aníbal Ibarra.
Pero no es sólo esto: lo fundamental es que la crisis capitalista y el fin del crecimiento de los últimos 5 años, ha abierto un flanco «a la izquierda social» del gobierno, no ya por la pérdida de la base de clase media progresista, sino también en franjas de sectores populares y la clase trabajadora. Los 200 pesos por única vez a 5 millones de jubilados es una medida efectista en la «estrategia» de «pasar el verano», pero no modifica la mínima de $700 que cobra la enorme mayoría. Desde el punto de vista de la «asignación de recursos» significa apenas 1.000 millones de pesos, trece veces menos de lo que pondrán para financiar los créditos al consumo de sectores medios. Y por debajo de los 1.500 millones destinados a sólo 300.000 trabajadores que se salvan del impuesto al salario que era la «tablita de Machinea», una medida dirigida al 5% de los trabajadores. Como algo muy audaz, ahora «se discute» otorgar 100 pesos por única vez a los desocupados, lo que, si se aplica abarcaría a poco más de un millón de beneficiarios: Si se otorgaran 100 pesos extras -por única vez- este «gasto social» rondaría los $200 millones. Muy por debajo de satisfacer a «los 4,8 millones de personas de la base de la pirámide social que, hoy dispone en promedio de $5,2 diarios para su subsitencia, con ingresos per cápita mensuales que van entre los $102 y los $221» (Consultora Equis). El plan de obras públicas, que agrega 24.000 millones de pesos a lo ya previsto en el presupuesto 2009, fue anunciado por Cristina para crear 380 mil puestos de trabajo (ver pág.4). Según Clarín, el dirigente de la UOCRA Gerardo Martínez aclaró que «esa proyección es cuatrianual y estimó 100 mil nuevos para 2009». Cifra que en realidad, si llega a concretarse, sería de 40 mil nuevos puestos, dado que se han perdido más 60 mil empleos en la construcción en los últimos meses. De ninguna manera contendría los despedidos en industrias y el comercio si, como afirman los pronósticos menos pesimistas, la desaceleración de la tasa de crecimiento caerá al 2% del PBI para el año entrante, contra el casi 9% de los últimos 5 años.
En definitiva, mientras el flanco del gobierno en la clase trabajadora es cubierto mediante la alianza con la cúpula de la CGT, esta se consolida como representante de sólo el 20% de los trabajadores privados sindicalizados. Esta estrechez de la base de los sindicatos en momentos de crisis aguda y en que la resistencia de los trabajadores a los despidos harán imprescindibles más y mejores herramientas de lucha, inevitablemente dará lugar a nuevas organizaciones, como se perfila en el cuerpo de delegados del subte lanzando su reconocimiento a la organización sindical independiente de la UTA después del intento de la burocracia sindical de debilitar la organización de base.
Construyamos una izquierda de la clase trabajadora
Hacemos un llamado unitario a las organizaciones que convocamos a marchar este 20 de diciembre a Plaza de Mayo, y a todos los sindicatos combativos, cuerpos de delegados y comisiones internas antiburocráticas, junto a los centros estudiantiles de izquierda y los organismos de derechos humanos independientes, a conformar un polo de agrupamiento nacional. En primer lugar, para apoyar activamente los procesos de lucha de resistencia a los despidos con un programa para que la crisis la paguen las patronales que la produjeron. En segundo lugar, para impulsar en todo el país la formación de cuerpos de delegados para la lucha en cada lugar de trabajo uniendo a la clase trabajadora entre efectivos y contratados, en la pelea por conquistar un ala clasista que pelee la dirección de los sindicatos y el movimiento obrero. Hacemos este llamado unitario para defender los intereses de la clase trabajadora no solamente a los compañeros del Partido Obrero, con quienes compartimos una posición de independencia de clase y a quienes volvemos a insistir en la unidad revolucionaria. Nos dirigimos también a la CCC-PCR y al MST de Vilma Ripoll, que han apoyado a la patronal agraria y vienen alentando un frente de centroizquierda que los conducirá a un nuevo callejón sin salida. Ahora, hemos acordado un progresivo programa de 14 puntos (ver página 2) en la convocatoria a Plaza de Mayo. En nuestra opinión es una base para impulsar un frente único de trabajadores que intervenga unitariamente en la crisis. Por el contrario a todo frente con la centroizquierda, se impone, sobre la base de una intervención política común en la lucha de clases, establecer un frente político de la izquierda con completa independencia de todas las variantes patronales, una izquierda de la clase trabajadora que tenga como norte un gobierno de los trabajadores y un programa de salida obrero y socialista a la crisis capitalista.