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Leer también:
El poder cocalero (I)
La expansión política y territorial y la destrucción de los valores indígenasEl poder cocalero (II)
La relocalización, el sindicalismo y las nuevas formas de organizaciónEl poder cocalero (III)
La «guerra falsa», la resistencia y el atropello a los Derechos HumanosEl poder cocalero (IV)
La construccion del instrumento político y el poder de la cocaEl poder cocalero (V)
La expansión política y territorial y la destrucción de los valores indígenasEl poder cocalero (VI)
Evo presidente y el significado de las luchas sociales en lo político, cultural, social y territorial
Históricamente los campesinos, indígenas y pueblos originarios de Bolivia que se constituyen en la mayoría nacional -más de 60 por ciento de la población- fueron discriminados, marginados y humillados.
El colonialismo interno y externo se impuso con todo su rigor para destruir culturas, pueblos… vidas.
No se podía permitir que los «indios» se organicen y menos que aspiren a soñar en llegar al gobierno; sin embargo en Bolivia que es un país impredecible, esa mayoría nacional después de un largo proceso se organizó, combatió, soñó y llegó al poder.
En el pasado, esos sectores sociales siempre fueron utilizados como «una escalera política», tanto por partidos de derecha pero también de izquierda. En democracia los «indios» eran utilizados para votar como un simple rebaño, siempre fueron manipulados para las elecciones, pero no se les consideró para las decisiones y, en tiempos de dictadura, estuvieron entre los primeros en ser asesinados, detenidos o confinados. Nunca se respetó sus derechos.
Más allá de las diferencias que tenían las organizaciones de indígenas, campesinos, originarios y colonizadores por sus lugares de origen, por sus formas de propiedad de la tierra (familiar o comunitaria), por sus valores culturales, por sus aspiraciones y por el mismo estilo de vida, lograron superar todas sus diferencias para buscar la unidad en la diversidad.
De esa unidad, nació primero el Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (IPSP) que luego fue clonado en el Movimiento al Socialismo (MAS).
En este proceso político, es justo reconocer el rol que protagonizaron campesinos, colonos e indígenas, pero sobretodo los productores de coca, especialmente del Trópico de Cochabamba que, a costa de sacrificio por la política antidroga impuesta que fue sinónimo de violación a los derechos humanos y de una guerra falsa, aportaron para la consolidación de la nueva alternativa.
Pero, quienes deben ser reconocidos como los verdaderos autores de este proceso, sin lugar a dudas, que son los héroes anónimos de los movimientos sociales que en la Guerra de la Coca, del Agua y del Gas, no sólo ofrendaron sus vidas sino que forjaron desde abajo una nueva alternativa política para el país y el continente.
El Instrumento Político, en su inicio, no tenía dueños ni patrones, su organización horizontal y colectiva sometía al partido a las decisiones emanadas desde los movimientos sociales que se constituían en los pilares fundamentales del denominado «proceso de cambio».
Por ejemplo, en la decadencia neoliberal y el auge de la rebelión social, se constituyó el Estado Mayor del Pueblo como una instancia máxima de decisiones de los movimientos sociales, pero al poco tiempo se extinguió por los intereses político-partidarios que se impusieron.
El Estado Mayor del Pueblo estaba conformado por la Central Obrera Boliviana (COB), organizaciones matrices de fabriles, campesinos, colonizadores, maestros urbanos y rurales, universitarios, trabajadores en salud, constructores, regantes, cocaleros, mujeres campesinas, prestatarios, mineros, desocupados, vecinos, intelectuales y otros sectores que jugaron un rol trascendental para derrocar al régimen de Gonzalo Sánchez de Lozada (MNR) y para encumbrar al MAS.
Una orden palaciega eliminó esa instancia de los movimientos sociales.
También se organizó el Pacto de Unidad, alianza campesino-indígena-originaria que bajo la premisa de fundar, mediante una nueva constitución un Estado Plurinacional que reconozca los derechos de los 36 pueblos indígenas del país, apoyó de manera determinante al MAS.
El Pacto de Unidad estaba conformado por esa mayoría nacional, por las cinco organizaciones matrices: la Confederación Indígena del Oriente Boliviano (CIDOB), el Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qollasuyo (CONAMAQ), la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), la Confederación Sindical de Comunidades Interculturales de Bolivia (CSCIB) y la Federación Nacional de Mujeres Campesinas de Bolivia-Bartolina Sisa (FNMCB-BS).
Otra orden palaciega dividió a las organizaciones de las mayorías nacionales.
Los apetitos personales y de liderazgo destruyeron y desvirtuaron a los movimientos sociales. Se impuso el caudillismo a las decisiones desde abajo
Sin embargo, con el proceso de construcción del Estado Mayor del Pueblo y sobretodo del Pacto de Unidad se aportaron valiosos elementos en la vida política del país. No sólo se rescató la sabiduría de nuestros antepasados grabada en el «ama sua, ama llulla y ama q’ella» (no seas mentiroso, no seas ladrón y no seas flojo) frase que fue reforzada por el clamor popular del «ama llunk’u» (no seas servil) sino que se construyeron desde abajo propuestas concretas para enfrentar el caduco sistema neoliberal.
En el proceso que se construyó en base a bloqueos, marchas y movilizaciones, también cárcel, huelgas y confinamiento, se empezó a utilizar con orgullo, la vestimenta, la wiphala, la hoja de coca, los idiomas nativos y los valores culturales de los pueblos indígenas. Los partidos políticos -sobretodo el MAS- aparte de una coyuntura ideal para aplastar la política tradicional tenía un nuevo discurso, símbolos, mensajes, estrategias y lideres que cautivaron a la población.
Se logró vencer un estigma de largos años para recuperar los valores de nuestras culturas y también fue el mejor momento de cambiar la imagen del «candidato cocalero» al «candidato indígena».
RECORDAR EL PASADO
Recuperada la democracia en Bolivia, el año 1982, los gobiernos de turno sedujeron a los sectores populares con promesas incumplidas
Fue inconcebible ser testigo, por ejemplo, que en los centros mineros donde sus trabajadores fueron masacrados durante las dictaduras militares, el ganador en las elecciones era el extinto dictador Hugo Banzer Suárez (ADN) o en las áreas rurales el vencedor era el neoliberal Gonzalo Sánchez de Lozada (MNR). No existían alternativas políticas del movimiento popular que representaran a las mayorías.
Los intentos indigenistas o kataristas fueron aplastados por los partidos tradicionales en las elecciones, los partidos obreros no fueron la solución y los intentos de movimientos armados no recibieron el respaldo militante de los sectores sociales.
Fue entonces que bajo el eslogan: «votar por nosotros mismos», organizaciones de campesinos, indígenas, colonizadores y otros sectores del área rural decidieron formar el Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (IPSP) para participar de las elecciones.
Los partidos neoliberales siempre se opusieron al intento democrático. Desde la Corte Nacional Electoral (CNE) que estaba controlada por los partidos neoliberales, en más de una oportunidad, no sólo se negó la personalidad jurídica al Instrumento Político sino se rechazó los verdaderos símbolos, colores, propuestas y candidatos. Por eso, se tuvo que recurrir a la sigla del MAS.
Desde las elecciones municipales de 1999, el MAS empezó un ascenso vertiginoso en la vida política del país que, por sus propias características, no tiene comparación: en ocho años del Instrumento Político y en seis años bajo la sigla del MAS se llegó al gobierno.
Como mencionamos anteriormente -pero fuerza es reiterarlo- el parto del Instrumento Político hacia el MAS no fue fácil: intereses internos y externos estuvieron siempre a punto de provocar su aborto. El largo proceso fue fruto de marchas y bloqueos, heridos y muertos en los gobiernos neoliberales de turno, también de interminables ampliados y enfrentamientos entre los mismos campesinos, cocaleros e indígenas e incluso una intromisión descarada de la embajada norteamericana.
El movimiento a un principio fue estrictamente rural, escasos sectores citadinos confiaban en su convocatoria. A los militantes y simpatizantes se antepusieron los «invitados» que inicialmente eran personalidades de partidos de izquierda, indianistas o denominados revolucionarios, pero posteriormente y en una actitud incoherente en un proceso de cambio se invitó, nada más y nada menos, a ex funcionarios y ex dirigentes de gobiernos neoliberales.
El MAS siempre tuvo una conducta diferente a los partidos tradicionales: representar a esa mayoría nacional vilipendiada, elegir candidatos en cabildos o ampliados, rescatar en su propuesta las demandas de los movimientos sociales, rechazar el financiamiento de los órganos electorales, ser consecuente con sus postulados o asumir acciones de manera orgánica.
Ahora la situación cambió radicalmente: dividir a las organizaciones indígenas, nombrar candidatos a dedo, apoyar a dirigentes prebendales, invitar a representantes que defendían la política neoliberal, optar por propuestas desarrollistas, incumplir con las demandas sociales o asumir actitudes paternalistas.
Con el empuje de los sectores sociales, pero combinando la «conciencia social y la capacidad intelectual», el MAS pasó de «la protesta a la propuesta»: de los bloqueos, marchas y manifestaciones a los planteamientos económicos, políticos y sociales.
En esas propuestas se tuvo la capacidad de rescatar las principales demandas de los movimientos sociales para convertirlas en una plataforma de campaña y una estrategia de gestión de gobierno.
Con la propuesta de los 10 mandamientos, el MAS, en diciembre de 2005, logró una victoria contundente en democracia derrotando en las elecciones a los partidos neoliberales y prometiendo gobernar obedeciendo al pueblo boliviano.
CONSTRUIR EL FUTURO
El nuevo movimiento político pregonaba defender la cultura del diálogo y la concertación, la paz y los derechos humanos, antes que la cultura de la violencia y la represión, la prepotencia e imposición; en suma, deberían ser defensores de la cultura de la vida.
Se enarboló la agenda de octubre de 2003 como plataforma de gobierno pero, con algunos avances también existen retrocesos comparables sólo con gobiernos tradicionales.
En diciembre de 2010, sin ninguna consulta a los sectores sociales y siguiendo lineamientos al mejor estilo de un gobierno antipopular, se trató de imponer un «gasolinazo»: incremento del precio de la gasolina en un 73 por ciento y del diesel en 82 por ciento. Nunca -desde la implementación de la política neoliberal en 1985- se pretendió semejante garrotazo a la economía popular.
La rebeldía popular que demostró no estar dispuesta a soportar atentados a su economía pero sobretodo distorsiones del proceso, hizo que el gobierno retroceda en su medida. El Vicepresidente Álvaro García Linera pidió perdón por el considerado error y el Presidente Evo Morales Ayma aseveró que aunque es necesaria la medida no fue oportuna y que escuchando el clamor del pueblo se abrogó la medida económica.
Desde aquella oportunidad se produjo un distanciamiento de varios movimientos sociales hacia el MAS. El gobierno perdió credibilidad entre las mayorías nacionales.
En septiembre de 2011, la marcha indígena en defensa del Territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS) fue reprimida brutalmente: mujeres amordazadas y arrastradas de los cabellos, hombres maniatados y golpeados y niños despavoridos y pisoteados por efectivos policiales y agentes civiles, nos recordaron a las épocas dictatoriales.
A pesar que el Jefe de Estado dijo que le disculpen y perdonen, continúa la impunidad y el proteccionismo hacia los autores materiales e intelectuales de la represión, pero sobretodo continúan los aprestos de construir una carretera por el corazón o el medio de un área protegida afectando los territorios indígenas, las culturas originarias, pero sobretodo los derechos de los pueblos.
La represión a los indígenas produjo, hasta el día de hoy, una división marcada entre los sectores campesinos, indígenas y originarios del país. El gobierno perdió su esencia indígena.
La corrupción en la función pública pareciera que se ha institucionalizado, los actos de extorsión no tienen parangón con ningún otro gobierno, el crecimiento de los índices de narcotráfico son alarmantes, lo mismo ocurre con el contrabando y, lamentablemente, las actuales autoridades poco o nada hacen.
La nacionalización de los recursos naturales, la recuperación de las empresas estratégicas, las políticas de educación y salud, la participación de sectores que siempre fueron marginados, la lucha contra la pobreza, la despenalización de la hoja de coca, la estabilidad y fortalecimiento económico o la aprobación de una nueva Constitución Política del Estado, así como la imagen del gobierno indígena son aspectos fundamentales de la gestión de gobierno, pero ya no bastan. El pueblo quiere avances sustanciales no retrocesos de este proceso.
En la coyuntura actual, los pueblos indígenas de tierras bajas y de tierras altas determinaron conformar su propio Instrumento Político; la COB junto a las organizaciones laborales formaron el Partido de los Trabajadores (PT) porque éstos sectores y otros, ya no se sienten representados por el MAS.
Evo Morales Ayma tiene diferencias enormes a la representatividad del MAS y el MAS tiene divergencias abismales con los movimientos sociales del país.
La indígenas de tierras bajas representados en la CIDOB y de tierras altas que pertenecen al CONAMAQ ya no apoyan más al gobierno. En la administración de Evo Morales Ayma cada vez son menos los rostros indígenas o los militantes del proceso de cambio están siendo reemplazados por «invitados» que estuvieron ligados a gobiernos neoliberales.
Además, en los últimos días una Comisión Nacional de dirigentes de la CIDOB y el CONAMAQ determinó una agenda conjunta de 10 puntos que abarcan estrategias para conseguir la aprobación de la Ley de Consulta, la oposición tenaz a la intención de construir una carretera por el corazón del TIPNIS, el apoyo a las acciones del pueblo guaraní que mantiene con el gobierno por la explotación de recursos naturales en su territorio, el rechazo a los megaproyectos impuestos por las transnacionales y la participación de los pueblos indígenas en las elecciones presidenciales de 2014.
Asimismo, las organizaciones representadas en la Coordinadora Indígena de la Cuenca Amazónica (COICA), consideran que la Iniciativa de Integración Regional Sudamericana (IIRSA) representa la imposición política y financiera de las grandes empresas trasnacionales orientada a crear una economía de negocios hacia afuera, desplazando a los países de su soberanía económica y política, destruyendo los ecosistemas en la región con el sometimiento y dependencia a los pueblos indígenas en todos sus aspectos económicos, políticos, sociales, culturales y ambientales.
Los megaproyectos, las entidades multinacionales y los gobiernos de la región han omitido los principios del Convenio 169 de la OIT y de la Declaración de las Naciones Unidas sobre Derechos de los Pueblos Indígenas (DNUDPI), sobre derecho a decidir y controlar el tipo de desarrollo; consulta y participación amplia para el consentimiento previo, libre e informado y a la sobrevivencia e integridad territorial de los pueblos autónomos en aislamiento voluntario.
La COICA ratifica su derecho a la autonomía, libre determinación, autogobierno, y consulta y consentimiento previo; ordenamiento territorial, zonificación y gestión territorial indígena holística; denuncia el modelo de desarrollo neo extractivista en la amazonia, el mayor bioma forestal del planeta que impulsa el IIRSA y BNDES en el continente, como parte del sistema capitalista del siglo XXI y que agravará la crisis social, cultural, climática y ambiental de la humanidad y afirma que ningún proyecto ni actividad económica con carácter extractivo y megaproyectos de infraestructura debe imponerse en los territorios de los pueblos indígenas, vulnerando sus derechos.
Un gobierno que se auto identifica como «indígena y del cambio» debería tomar en cuenta mínimamente estas recomendaciones.
En medio de luces y sombras, transcurrieron siete años del actual gobierno y, en esta oportunidad es bueno reiterar que el Instrumento Político nació desde abajo, de las luchas sociales del pueblo boliviano, no del caudillismo ni imaginario de ningún iluminado; en ese sentido, diferentes organizaciones sociales antes de asomarse a un abismo empiezan a demandar la reconducción del proceso…
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.