Espejos de dignidad entre México y Argentina: Rumbo al Festival de las Resistencias y las Rebeldías contra el Capitalismo. «Donde los de arriba destruyen, los de abajo reconstruimos»
El compañero Tomás Rojas Valencia lleva fuera de su pueblo más de tres meses, su responsabilidad es informar y denunciar los hechos que esta viviendo la tribu Yaqui en los últimos cinco años. Sin embargo, Tomás considera necesario que para entender el presente se necesita partir de la historia de la Tribu, el «¿Quienes somos?», el cómo estamos constituidos como sociedad, como cultura y como pueblo originario en general».
La Tribu Yaqui preexiste mucho antes de que existiera México como país. Históricamente ha resistido a la configuración territorial de quienes han pretendido controlar y dominar su territorio vía el engaño y despojo. Tomás Rojas Valencia, miembro de la autoridad tradicional Yaqui, expresa indignación después de narrar la historia de su pueblo: «nunca nos conquistaron, nos invadieron».
Primero, en 1533 los españoles intentaron conquistar el territorio bajo la expedición del Capitán Diego de Guzmán. Las fuerzas armadas españolas no lograron entrar en 40 años. Fue así, que ese otro mundo tan ajeno que era España ingresó cuando la Corona envío a los jesuitas y bajo el conducto de la religión «lograron entrar los españoles con la bandera del dios justo, misericordioso, que quería todo por igual y que todos los seres humanos tenían derecho a vivir en igualdad y encontrar el paraíso terrenal y celestial».
Se necesitaba reorganizar el territorio y así reconfigurarlo. Rojas Valencia nos relata cómo se crearon ocho pueblos que fueron bautizados por los jesuitas como San Juan, Santa Rosa de Lima, San Ignacio de Loyola, Virgen de Guadalupe, Santísima Trinidad, Corpus Christi, Santa Bárbara, Espíritu Santo.
La resistencia y el fuerte arraigo del pueblo Yaqui por defender la forma de concebir su mundo y no asimilar el ajeno ha permitido que después de 520 años, a través de los tiempos de los tiempos, se sigan manteniendo los nombres de origen designados hace 2.500 años. Hoy coexisten ocho pueblos en el territorio Yaqui y se conocen como Cócorit, Bácum, Tarim, Vicam, Potam, Rahum, Huibiris y Belén.
Según nos cuenta Tomás Rojas Valencia; un vez que los Jesuitas fueron expulsados en 1740 por su terca ambición de producir descomunales materias primas y alimentos, llegó el punto de inflexión donde el pueblo Yaqui «tuvo que romper con la tutela, un rasgo fundamental en los principios y conceptos de autodeterminación que tiene nuestro pueblo».
En el siglo XIX, en plena etapa del Estado Independiente se vivió el periodo de guerras más sanguinarias contra estos pueblos, negando su existencia con el afán de abrir las fronteras al extranjero para hurtar tierra y agua.
Es así, que de 1880 hasta 1927 se identifica el periodo más bestial de exterminio sobre el pueblo Yaqui. «Independencia, desarrollo y prosperidad» serían el medio para dominar de manera más eficiente la diversidad de «mundos de vida» y desdibujarlos en la «República Federal».
En suma: el naciente Estado-Nación parió de la violencia dinamizada por la usurpación que estaría resguardada con leyes y constituciones; forjando una sociedad económica capitalista y una clase política inmoral. Fue así que los Yaquis, sosteniendo continuas rebeliones y múltiples formas de lucha, aportarían considerablemente su cuota de vida a la Revolución Mexicana, la primera revolución del siglo XX.
Fue hasta finales de los años 1930´s que medianamente se resarció el daño a estos pueblos con el «Plan de Agua Prieta», restituyendo los territorios que milenariamente han habitado. En 1937 fue reconocida una parte de su territorio- obtuvieron el documento legal de 4.85mil hectáreas-y con éste el derecho al agua -50 % del agua de la presa Angostura- así como a su forma de autogobierno. Tomás afirma que el territorio, el agua y el autogobierno son las «condiciones para cursar nuestro mundo, rumbo y forma de caminar».
La lucha por el reconocimiento a ser respetados como sujetos de derecho colectivo, en tanto derecho a la posesión comunal de las tierras, no ha terminado. Hoy no sólo enfrentan las artimañas para despojarlos del agua y con ella de la vida, sino la violencia represiva al encarcelar a dos responsables comunales: Mario Luna y Fernando Jiménez Gutiérrez, que fueron detenidos el pasado mes de septiembre.
En tanto, los pueblos están establecidos en las mismas tierras abastecidas milenariamente por el zigzaguear del río Yaqui. N o hay territorio Yaqui sin los ríos, no hay río sin la gente que le da vida, no hay vida sin los Yaqui que son las personas que nacen y se hacen en el territorio.
Yaqui es, pues, quien se siente pertenecer a una historia de agravios, quien se concibe a sí mismo como guerrero, como dirán los zapatistas «guardianes de la tierra y la memoria»: artesanos de la dignidad.
El designio de la resistencia: «establecer, fortalecer y existir una civilización por los tiempos de los tiempos».
Los primeros Yaquis nacieron en dicho territorio guiados por un Yaitowi (maestro sabio y justo). Así cuentan, de voz en voz, los más viejos de los viejos a las generaciones que vienen: «aquí nos vamos a establecer, aquí se va a establecer nuestro pueblo, vamos a florecer, aquí vamos a desarrollar nuestra civilización y aquí vamos a existir por los tiempos de los tiempos».
Desde ese momento el mundo de vida Yaqui lleva andando como civilización 2 500 años. Tomás Rojas Valencia nos cuenta que dicho pronunciamiento » galopa en la mente de cada uno de nosotros por la tradición oral, tiene un peso histórico acumulado por todos los años «.
Así, poco a poco «…nos fuimos reconstruyendo como pueblos, construimos apego y arraigo al territorio, a la tierra, al agua, a los bosques, a los ríos, al litoral. Con un gobierno propio, con nuestra propia estructura político-militar, con nuestras formas de religiosidad, de lengua, de familia, nuestras formas de concebir el mundo y el universo»
Los Yaquis iniciaron su mundo, su universo, sus territorios subjetivos en un lugar preñado por la fertilidad abastecida milenariamente por el serpentear del río Yaqui, que cruza por la zona oeste el valle. Al sur se aloja un río no menos importante, el río Mayo.
Son pueblos visionarios, llevan las marcas de un pueblo guerrero y sabio en resistencia. Son artesanos de su territorio. Emprenden su andar al habitar y así configuran y resignifican sus formas de territorialidad: los primeros hombres y mujeres abrieron canales de riego para bañar la tierra, posibilitando que el agua encuentre su camino por canales construidos desde el trabajo colectivo, al penetrar hidrata la tierra y posibilita el tiempo adecuado para que llegue la cosecha de maíz, surcando tierras para la siembra.
Rojas Valencia menciona que en 1740 la Tribu Yaqui sembraba 70 mil hectáreas de los distintos cultivos que había en aquel entonces: calabaza, garbanzo, maíz, frijol, caña, etc.
Hoy en 2014 se siembran cinco veces menos: 18, 400 hectáreas. Las técnicas milenarias, representaciones, creencias, valores, gramática de convivencialidad entre lo humano y lo viviente fueron forjando subjetividades desde el «nosotros» que hoy resisten a las formas de desgarramiento del tejido comunitario propiciado por formas de relación social capitalistas, neoliberales y neocoloniales.
A la llegada de los españoles, los Yaquis ya habían forjado «una identidad política de origen». Tuvieron claro que «en ese nuevo mundo no hubo combinación de dos culturas, nació una nueva sin perder los rasgos de origen». La composición como pueblos originarios confluyó cuando «decidimos nuestra forma de sociedad, que vamos a conservar nuestros modos y formas a lo largo del tiempo».
Estaban también quienes «inventaban su mundo» a imagen y semejanza del que provenían. Rojas Valencia expresa que, a pesar de que sucedieron cambios violentos desde la tecnología y la técnica para organizar la producción a la explotación de recursos naturales, que llevaría a un crecimiento económico, político y social. «El comprender otras cosas de otro mundo no nos cambió a nosotros».
El designio de los invasores fue despojar, controlar y dominar, lo que llevo a construir límites, fronteras, divisiones que expresaban control territorial y dominación sobre lo que habitaba y dónde se lo hacía; acaparar el uso de sus aguas demarcando el territorio en «cuadricula», de norte a sur y de oriente a poniente.
Una vez demarcado, la clase política en el poder vendería a los extranjeros -por irrisorias cantidades de dinero- las hectáreas suficientes para controlar el territorio. No accidentalmente el Valle del Yaqui es una de las principales regiones agrícolas en México, conocida como el «Granero de México», donde existen los grandes índices de producción del grano dorado: el trigo. Hoy los escurrimientos son dirigidos para surtir de agua a las ciudades, así como a la agroindustria.
Durante el siglo XVI hasta el siglo XXI el Valle ha sido el mayor productor de productos agrícolas de exportación en Sonora. Miles de campesinos del país han migrado para trabajar ahí mientras quienes fueron despojados de sus tierras forman parte de los miles que migran a Estados Unidos. En los últimos 20 años, desde el Tratado de Libre Comercio (NAFTA), esta situación ha aumentando enormemente.
La resistencia Yaqui expresa un pueblo establecido en las mismas tierras abastecidas milenariamente por el serpentear del río Yaqui, y no hay territorio Yaqui sin los ríos, no hay río sin la gente que le da vida, no hay vida sin los Yaqui que son las personas que nacen y se hacen en el territorio. Yaqui es, pues, quien se siente pertenecer a una historia de agravios, quien se concibe así mismo como guerrero, como dirán los zapatistas «guardianes de la tierra y la memoria»: artesanos de la dignidad.
«En 5 años han querido destruir un mundo de 2, 500 años».
La Tribu Yaqui, al igual que la mayoría de los pueblos indígenas de México ha resistido a los dispositivos implementados por las políticas indigenistas, los proyectos de infraestructura para el «desarrollo», los partidos políticos y las políticas represivas y asistenciales.
A finales del 2010 el proyecto neoliberal de la provincia, encabezado por el empresario Guillermo Padrés Elías, gobernador de Sonora, hace evidente la política de despojo al promover el proyecto «Sonora Sistema Integral» (Sonora SI), plan hidráulico que tiene como objetivo construir el «Acueducto Independencia» para desviar y dotar de 75 millones de metros cúbicos del agua del río Yaquí hacia la capital de Sonora, Hermosillo con el propósito de impulsar el desarrollo industrial y empresarial.
En el proyecto participan un conglomerado de 16 empresas sonorenses. Teniendo la licitación la empresa Exploraciones Mineras del Desierto compuesta por accionistas ganaderos que también invierten en minería y agronegocio.
El «Acueducto Independencia» es una demanda de los empresarios nacionales y extranjeros como nos lo relata Rojas Valencia, quien además comenta que no sólo implicará el desplazamiento de pueblos sino el etnocidio de un pueblo milenario en tanto que «esa agua no va a volver jamás». Las principales actividades económicas son la industria (minería), la ganadería, agronegocio y turismo.
El río Yaqui es la corriente fluvial más importante de la región, que al regar el Valle del Yaqui permite que éste sea el más fértil y extenso de la zona. Dos represas capturan sus aguas. En la provincia existen once ríos y siete represas. En septiembre de 2014, se dio a conocer que el gobernador Padrés contaba con una presa en un rancho propiedad de su familia y se supo que la construcción de la presa se dio de manera clandestina.
Tomás Rojas Valencia nos comparte que en el 2010 la Tribu Yaqui presentó un amparo y tres años más tarde la Suprema Corte de Justicia lo otorgó una vez que el proyecto no cumplió con el derecho que tienen a la información, la consulta y participación; y luego de que ellos demostraran las irresponsabilidades ambientales de dicho proyecto en tanto que » si no hay caudal ecológico, el río muere».
Este contexto nuevamente expresa la violencia colonial y la avaricia capitalista sobre sus territorios, el desprecio y negación como pueblos, actitud característica de los malos gobiernos y el aparato estatal, que no sólo sigue dando la espalda a los pueblos indígenas del país sino que además sigue negando y anulando las posibilidades de autodeterminación de los pueblos. Un claro ejemplo es la detención arbitraria del compañero Mario Luna Romero vocero de la Tribu Yaqui y de Fernando Jiménez Gutiérrez, que como lo menciona Tomás: «el gobernador Guillermo Padrés ha desatado una campaña de acoso y hostigamiento a varios de los compañeros»:
«El mal gobierno borra todo, no respeta la ley, inventan un delito que no existió y los privan ilegalmente de la libertad. En cambio, violentan nuestra ley tradicional de castigo de la guardia tradicional que es un juicio tradicional popular, porque es una petición popular y por tanto un castigo simbólico, el gobernador criminalizó el acto, las prácticas culturales del pueblo, cuando nuestra sociedad creo sus propias normas internas»
Para Tomás Rojas Valencia, la tarea y responsabilidad del Yaqui está en informar, denunciar y resistir pero, además en encontrar un camino acorde a la demanda y necesidad del pueblo.
Han tomado carreteras desde cada uno de los pueblos, así como la toma de oficinas de gobierno, y por un año mantuvieron bloqueos intermitentes a los vehículos de carga de productos de empresas nacionales y multinacionales.
Para los Yaquis la solidaridad nacional e internacional es necesaria para defender un pueblo que ha existido mucho antes que existiera México como país. Es esa solidaridad lo que los mantiene en lucha como refiere: «es la solidaridad de la sociedad civil, en tanto organización de los mexicanos y el mundo, la vinculación a través de la organización, y la solidaridad tiene que nacer del respeto de la forma de organizarse y caminar de cada pueblo»
La lucha sigue siendo por lo mismo: «El respeto a nuestro territorio, al agua y nuestras formas de autogobernarnos».
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