Enrique Peña Nieto ya despacha en Los Pinos, confirmando que la transición democrática y la alternancia no representan ningún cambio para el pueblo de México, y que sin embargo, es la fórmula que el poder de los monopolios encontró para presentar la dictadura de clase con una fachada democrática. Dos sexenios de gestión panista han […]
Enrique Peña Nieto ya despacha en Los Pinos, confirmando que la transición democrática y la alternancia no representan ningún cambio para el pueblo de México, y que sin embargo, es la fórmula que el poder de los monopolios encontró para presentar la dictadura de clase con una fachada democrática.
Dos sexenios de gestión panista han sido la continuidad de las administraciones priistas previas, y por ello entre Calderón y Peña Nieto no se produce sino un intercambio de estafetas, un relevo, sin sobresalto alguno, para continuar una política antiobrera y antipopular, de la misma manera que ocurrió entre Zedillo y Fox, y que ocurriría con López Obrador.
La ilusión reformista de que la derrota del PRI significaba la conquista de la democracia y de mejores condiciones de vida se viene por los suelos al constatarse que PRI o PAN, o PRD, o cualquiera de los partidos registrados o por registrarse, en tanto expresan los intereses políticos de la burguesía, la clase dominante, contarán con la oportunidad de efectuar la gestión gubernamental y que nada será alterado para garantizar la explotación del trabajo asalariado, las superganancias de los monopolios, la pauperización de los trabajadores, la anulación de la soberanía popular.
En la Presidencia de la República, en el control de las dos cámaras del Congreso, en los gobiernos estatales o municipales, ya sufrió nuestro pueblo la alternancia; todos los partidos registrados han demostrado que llegan ahí para servir intereses antagónicos a los de los trabajadores.
En las condiciones de la profunda crisis económica del capitalismo, la gestión gubernamental está caracterizada por medidas para desvalorizar el trabajo, destinar los fondos públicos para evitar la bancarrota de los monopolios, y cargar los costos sobre los trabajadores. Es por ello que, aún antes de tomar posesión, Peña Nieto en alianza con Calderón, a través de sus partidos, PRI, PAN, PVEM, y con la complicidad del PRD y los parlamentarios de MORENA, aprobaron la «reforma laboral», esto es, medidas inhumanas para la venta de la fuerza de trabajo, que son pesadas cadenas de esclavitud contra la clase obrera, cancelando derechos sindicales y laborales, extendiendo la jornada de trabajo, aboliendo los contratos colectivos, anulando las jubilaciones, las pensiones, imposibilitando el trabajo sindical y favoreciendo a la patronal en todos los casos.
Más de un millón de desempleados desde que estalló la crisis, pérdida del poder adquisitivo del salario, aumento del costo de la canasta básica, condiciones laborales insalubres y de alto riesgo para la vida; falta de vivienda, salud, educación. Las condiciones de vida de los trabajadores son insoportables.
Un Gabinete de continuidad
La integración del Gabinete de Peña Nieto expresa el fundamentalismo en las políticas de choque contra los trabajadores. El llamado gabinete económico es la continuidad del de Salinas, Zedillo, Fox, Calderón, y significa la continuada adhesión a las políticas del FMI, BM, pago de la deuda externa, TLCAN, beneficios para los monopolios y sufrimiento para el pueblo trabajador.
El Gabinete es transexenal y de unidad de los partidos burgueses. Además de nefastas figuras del priísmo y de otros que formaron filas en el sexenio anterior -con Calderón-, se integra gente de confianza de Marcelo Ebrard y del propio López Obrador, aunque éste se deslinde; el Sr. Mondragón tiene la tarea de trasladar esa represión de «rostro ciudadano» que ejerció en la Ciudad de México ahora a todo el país, y simultáneamente la responsabilidad de velar por los intereses de Camacho Solís-Ebrard en el Gobierno Federal.
Llamamos la atención sobre la reedición del PRONASOL y la «política social» aplicada durante la gestión de Salinas de Gortari, tarea encomendada a la exgobernadora de «izquierda» Rosario Robles, hoy integrada sin rubor al Estado, encubriendo su transfuguismo en la desideologización. Al igual que en 1988-1994, acudirán a la cooptación masiva de las organizaciones sociales, dejando la represión para aquéllas que se resistan. Buscarán que las organizaciones sociales pierdan su independencia y se integren con funciones coadyuvantes del Estado en materia de asistencialismo social. El Gobierno de Peña Nieto buscará convertir a las organizaciones sociales en organizaciones paraestatales. Todo con el único objetivo de quebrar la resistencia contra la aplicación de las medidas bárbaras del capital contra la clase trabajadora y los sectores populares.
En materia de seguridad el presupuesto será aumentado en al menos 5 mil 194 millones de pesos, para seguir adquiriendo armamentos y vehículos para continuar la llamada «guerra contra el crimen organizado», todo ello, con el objetivo de darle continuación a la Iniciativa Mérida, sustentada en un discurso «antiterrorista» y «antinarcotrafico».
«Pacto por México», pacto contra los trabajadores, pacto contra México
La aspiración de Carlos Slim en 2005-2006 de una plataforma de gobierno común expresada en el Pacto de Chapultepec, la materializa ahora Peña Nieto. PRI, PAN y PRD signan el Pacto por México, un acuerdo común para mantener la gobernabilidad y buscar la estabilización en condiciones de crisis del sistema capitalista.
Como oposición orgánica, es decir la oposición tolerada en tanto que no propone nada distinto, le asignan rol a MORENA y reviven al oportunista Rafael Aguilar Talamantes, con el «Partido Socialista de México». Siguen buscando generar la imagen de que hay democracia en México, con sus comparsas.
Accionan PRI-PAN-PRD juntos, como en la represión de Atenco, como en la represión contra la APPO en Oaxaca. Se trata de un bloque negro del poder de los monopolios, un gobierno de coalición de todas las fuerzas políticas que mantienen compromisos con los monopolios más poderosos del país con la misión de aplicar medidas económicas y políticas salvajes frente a la crisis. Para su resquebrajamiento, para la derrota de su política, para su derrocamiento no podemos volver a confiar en las pugnas de un ala de la burguesía contra otra, de un Partido burgués contra otro, solo poderosas movilizaciones, solo la expresión de un polo radical de las clases oprimidas puede poner en aprietos a dicho gobierno. Confiar en un ala o en otra de la burguesía es sentenciar a la movilización clasista y popular a una derrota, es perder todo.
Debemos oponer la fuerza unificada de los trabajadores, porque además de ser la continuidad de sexenios anteriores, Peña Nieto trae el objetivo de ir por lo que falta: el despojo de las tierras comunales y ejidales que no se han enajenado, la privatización de PEMEX y demás energéticos, la privatización de los servicios de salud, etc., etc.
El Partido Comunista de México trabaja por crear un frente de la clase obrera en contra del poder de los monopolios. Peña Nieto es un enemigo de los trabajadores y debe ser confrontado, en la perspectiva del derrocamiento del capitalismo. Esa es nuestra tarea y en ella nos empeñamos.
Resumimos nuestra táctica para el período: Confrontación con Peña Nieto sin alianzas con la socialdemocracia y el populismo. Desdoblar la actividad del Partido en los frentes de masas para fortalecerlos, rumbo al derrocamiento del gobierno de coalición y del poder de los monopolios. Eslabonar cada demanda, cada resistencia, con la cuestión del poder.
¡Proletarios de todos los países, uníos!
El Buró Político del Comité Central
México, DF a 11 de Diciembre del 2012