Bolivia nació en 1825 con una «falla geológica», al privar de derechos ciudadanos al 90 % de su población integrada por quechuas y aimaras. La exclusión se agudizó en la segunda mitad del Siglo XIX y en las primeras décadas del Siglo XX, con el asalto oligárquico a las tierras comunitarias indígenas. La revolución de […]
Bolivia nació en 1825 con una «falla geológica», al privar de derechos ciudadanos al 90 % de su población integrada por quechuas y aimaras. La exclusión se agudizó en la segunda mitad del Siglo XIX y en las primeras décadas del Siglo XX, con el asalto oligárquico a las tierras comunitarias indígenas. La revolución de 1952, decretó el voto universal, la nacionalización de las minas y la reforma agraria, suprimió la servidumbre campesina e impulsó la migración quechua-aimara al oriente boliviano. Sin embargo, la reforma agraria no afectó a los latifundios en Santa Cruz de la Sierra, los que más bien se incrementaron con la distribución gratuita de tierras a cargo de dictaduras militares. Varios de los nuevos terratenientes tienen apellidos croatas y libaneses, compañeros de menonitas y japoneses.
Los racistas no ocultaron su desprecio por los indígenas. «El indio incaico es sombrío, asqueroso, huraño, prosternado y sórdido», decía el escritor cruceño Gabriel René Moreno. «La clase letrada y cristiana siente por los aimaras un grande horror… yo los he contemplado desde mi niñez con espanto por la humanidad», anotaba el presidente cochabambino Mariano Baptista. «Los indios son seres inferiores y su eliminación no es un delito sino una selección natural», apuntaba el presidente paceño José Manuel Pando. «El indio es apenas una bestia de carga, miserable y abyecta, a la que no hay que tener compasión y a la que hay que explotar hasta la inhumanidad y lo vergonzoso», manifestaba el ex presidente, también paceño, Bautista Saavedra.
Semejante racismo engendró el fundamentalismo indigenista del escritor Fausto Reinaga, que tuvo su expresión política en el dirigente del Movimiento Indígena Pachacútec (MIP), Felipe Quispe, quien, en el 2001, exigió la vigencia de una República Aimara. Ese abismo se acentuó por el regionalismo de varios latifundistas de origen croata y libanés. Los remezones de la falla geológica explican en parte la conmoción social que vive Bolivia.
Como ninguna cultura o formación social es estática, los 330 años de coloniaje hispano y los 180 años de vida republicana generaron un mestizaje, que pone en apuros a los dogmáticos. Una reciente investigación sociológica no pudo diferenciar a los mestizos de los indígenas urbanos, que ahora son la mayoría del país. Después de 1952, la migración de quechuas y aimaras alcanzó a todo el país, de manera que no existe un lugar de la geografía nacional en el que no se hubiera producido una simbiosis cultural irreversible. Hoy en día, la primera lengua de los niños indígenas ya no es el quechua, el aimara o el guaraní, sino el castellano, que unifica al país y vincula a Bolivia con América Latina. Es obvio que una Bolivia regional y étnicamente fragmentada no podrá defender sus recursos naturales y sobre todo el gas que tanto apetecen las petroleras y las oligarquías de los países vecinos. Así lo advirtió el quechua Liborio Uño, en su lúcido libro «El Nacionalismo en los Andes».
Si aimaras, quechuas, cambas, guarayos, chapacos, amazónicos y mestizos conforman la nación oprimida, es obvio que sólo la nación oprimida podrá recuperar la riqueza minera y petrolera enajenada a transnacionales. Gonzalo Sánchez de Lozada GSL) dictó, en 1997, el Código de Minería más liberal del Cono Sur. Sin embargo, las inversiones mineras llegan a Perú, Chile o Argentina, pero no a Bolivia. El hecho se debe a que GSL y sus dos o tres socios sabotean la refundación de la Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL) y espantan a capitales que podrían hacerles competencia, ya que han planificado la explotación minera para su exclusivo beneficio. La Empresa Coeur d’Alene Mines, que explotará las colas y desmontes de plata del Cerro de Potosí (proyecto «San Bartolomé»), tuvo que recurrir a la embajada de EEUU para romper el veto del «gonismo», aliado a la inglesa Rio Tinto Zinc, al delincuente internacional Mark Rich y al multimillonario George Soros.
Los 100.000 millones de dólares en reservas de gas y petróleo que tiene Bolivia serán saqueados al igual que la plata, el oro, la quina, el caucho y el estaño. Nada cambió con la última Ley de Hidrocarburos impulsada por el Movimiento al Socialismo (MAS) de Evo Morales. La necesidad de transformar el aciago destino nacional, pero sobre todo de indígenas y mestizos, es más urgente que nunca.