La Paz, 18 de julio. Anoche en los Andes cayó la primera nevada de este año. Las cumbres de la cordillera y la ciudad de El Alto, la ciudad aymara de 800 mil habitantes a un costado de La Paz, amanecieron nevados. Para la gente, esto es un buen signo: la cosecha deberá ser abundante […]
La Paz, 18 de julio. Anoche en los Andes cayó la primera nevada de este año. Las cumbres de la cordillera y la ciudad de El Alto, la ciudad aymara de 800 mil habitantes a un costado de La Paz, amanecieron nevados. Para la gente, esto es un buen signo: la cosecha deberá ser abundante la próxima primavera en el hemisferio austral. Y el referéndum en Bolivia, sobre el tema del gas y los hidrocarburos, parece haber favorecido la recolección del presidente Carlos Mesa y su política de hidrocarburos; para el mandatario, la victoria obtenida en las urnas fue «una fiesta democrática» en la que los bolivianos han manifestado su voluntad de cambiar el esquema de explotación y comercialización del gas en Bolivia. En el otro extremo de la soga, el de los movimientos sociales que han pugnado los últimos meses por la nacionalización del gas y los hidrocarburos, el dirigente ay-mara Felipe Quispe, el Mallku, ha declarado que «esta votación es una derrota con base en un engaño».
Por miedo a las sanciones contra la abstención (desde multas económicas hasta impedimento de obtener pasaportes o cobrar bonos de vejez), o por convencimiento de que el referéndum era -como dijo el gobierno- una conquista popular, la participación de la gente en todo el país fue de alrededor de 60 por ciento, índice que según el presidente Mesa es «si no el más alto, uno de los más elevados de América Latina». En las calles de todas las ciudades se observó también un ambiente de relajamiento y calma, algunos incidentes menores (como la falta de sellos oficiales en algunas mesas de votación o el «rasuramiento» de algunos votantes). La Central Obrera Boliviana, máximo órgano sindical de Bolivia y dirigida por un ex minero de tendencia trotskista, brilló por su ausencia. Los sí a las cinco preguntas planteadas por el gobierno en las papeletas del referéndum recibieron una aprobación de hasta 70 por ciento.
«Estos de siempre…»
En Senkata cayó la primera víctima de octubre pasado, en la insurrección que dio fin al gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada. Ahí, entre fábricas diversas y una planta de gasolina, viven miles de obreros y ex mineros que esta mañana salieron a bloquear, creando el único incidente notable del día. «Porque es simple lo que queremos: anular los 78 contratos que tenemos con las petroleras… nos están saqueando», comentaba un vecino cubierto con un pasamontañas.
Cerca de las 11 de la mañana 200 personas prendieron una fogata con llantas en desuso en plena avenida 6 de Marzo, al sur de El Alto. En el cruce donde antiguamente se cobraba peaje en la ruta a la ciudad de Oruro, estos alteños se armaron con palos y piedras para llevar adelante la decisión de su asamblea: «Que vaya la gente a votar para que no los multen, por aquí igual no pasarán las urnas: aquisito vamos a quemarlas todas», decía un dirigente. Huraños y enojados, los vecinos de Senkata fueron custodiados a la distancia por una decena de policías en motocicleta y media docena de periodistas.
Cerca del mediodía apareció una caravana encabezada por el jefe de la misión de observadores de la OEA, el venezolano Moisés Benamor. Los funcionarios internacionales pretendieron dialogar con los alteños para llegar a un acuerdo, pero fueron repelidos a pedradas y huyeron inmediatamente del lugar. «No los queremos aquí; fue la OEA la que apoyó a Sánchez de Lozada en octubre… nosotros sabemos», dijo uno de los bloqueadores minutos más tarde.
Por la tarde, los vecinos de Senkata decidieron mantenerse en vigilia hasta entrada la noche. Y la policía apareció de nuevo: cien uniformados, algunos de ellos enmascarados y cortando cartucho, pretendieron disuadirlos. No hubo acuerdo, pero tampoco represión, y los uniformados se retiraron. Uno de los policías subió a la camioneta diciendo: «Estos de Senkata siempre dan lata»… y ahí quedó todo.
Al final de la jornada, Mesa se refirió en su conferencia de prensa a los resultados como «un triunfo de todos los bolivianos», y llamó a los líderes sindicales que se han opuesto a su política y al referéndum, abogando por la nacionalización del gas y los hidrocarburos, a «reformular» su postura y buscar una nueva unidad de todos los bolivianos a partir de los resultados de este plebiscito.
Con este resultado, considerado un espaldarazo a su gestión por Mesa y sus ministros, el presidente se dedicó a hablar de la nueva agenda política de su gobierno. Entre otras cosas, recordó que habrá de replantearse la relación con el vecino Chile por la demanda marítima boliviana. También negó que el abstencionismo de 40 por ciento, o que el 10 por ciento de votos nulos y blancos sean considerados como un rechazo al referéndum, aunque aceptó que las manifestaciones en contra de sus políticas deberán ser tomadas en cuenta.
De acuerdo con las declaraciones de Mesa, el resultado prevé también el apoyo de la sociedad boliviana a la exportación del gas. La pregunta cinco del referéndum, que habla sobre el tema, es para el mandatario una base sólida para «exportar, por ejemplo, a México… en un proyecto en condiciones que nos permitan ganar dos o tres veces más que en las condiciones anteriores». En todo caso, el presidente boliviano eludió hablar concretamente de ninguno de los pasos a seguir luego del referéndum y pidió paciencia a los bolivianos para «llevar adelante la tarea de concretar su voluntad con acciones».