Habían sido los periodistas que denuncian la corrupción gubernamental, identifican a los narcotraficantes en puestos de gobierno, narco avionetas que salen abiertamente del Beni y son capturadas en otros países; los que ejerciendo la libertad de expresión constitucional y democráticamente universal son encarcelados (o silenciados bajo amenaza de muerte)por verter opiniones contrarias al gobierno desde las redes, (porque además los otros medios televisivos y radiales son de exclusividad de periodistas y “analistas” que respaldan al oficialismo).
Son los médicos y enfermeras que reclaman por su seguridad en medio de la pandemia porque no se les dota de material de protección; los policías y soldados que estando en las calles para hacer cumplir la cuarentena han sido contagiados en cantidad desconocida por no contar con el material necesario para protegerse.
Son los que ya de manera masiva le reclaman al gobierno el carecer de una estrategia sanitaria, empezando precisamente por no haber previsto la compra internacional de pruebas suficientes para tener una verdadera noción de la expansión de la pandemia en el país; los que reclaman espacios de aislamiento adecuados y necesarios para sospechosos y confirmados del contagio a los que sólo acceden si es que ya están en situación de graves o ya muertos, mientras se hacen negociados con hoteles de lujo, justificando con los escasos sospechosos que se aíslan.
Son los que reclaman el que mientras se contratan hoteles 5 estrellas en Santa Cruz para le llegada de quienes tienen dinero para pagarse el avión desde otras partes del mundo, denuncian que nuestros conciudadanos pobres que llegan por tierra, son tratados como parias, apilados en campos de concentración o durmiendo en las afueras de los consulados de los países vecinos esperando el apoyo que nunca llega para volver a su patria.
Son los que reclaman supervivencia frente a una cuarentena improvisada y pensada sólo para quienes tienen recursos; son el 70% que vive de la informalidad en Bolivia y que se están muriendo de hambre y desesperación frente a bonos que sólo alcanzan para unos días y que se presentan como dádiva electoral-presidencial.
Son los que sienten que la crisis económica es cada vez mayor y no sólo producto de la pandemia sino del mal manejo económico gubernamental, que está quebrando las empresas estatales o que está buscando rifar nuestros principales recursos como el Litio en beneficios personales, de grupo y de las transnacionales pero no para el país.
Hay mucho más pero es suficiente para decir que para Murillo y el gobierno, los malos ciudadanos somos los que estamos en desacuerdo con la forma en la que atropellan la democracia y los derechos de la mayoría ciudadana de este país desde el pasado noviembre; los que piden gritando o en silencio el que la Democracia retorne, que tengamos elecciones para tener un gobierno legítimo que nos permita enfrentar la pandemia en función de la vida de la mayoría, y que nos garantice un futuro para todos.
Finalmente decirle a Añez, Murillo y los suyos, que para reclamar no hay que ser masista, sino simplemente ciudadano que tiene derechos y pide que su país tenga un gobierno que lo represente, no que lo reprima, lo maltrate, lo encarcele o lo asesine impunemente…