La lectura del libro más reciente de Marcelo Valko «Esclavitud y afrodescendientes: acerca del genocidio en América», recondujo a quien escribe estas líneas a la reflexión sobre una cuestión fundamental para la comprensión del pasado y el presente de nuestro país, el “blanqueamiento” de nuestra sociedad.
El libro de Valko trata el tema de la población esclavizada a escala continental y se detiene en muchos otrxs aspectos. En ese encuadre, dedica atención a la problemática de la pretendida “europeización” de nuestro país, que lo convertiría en un supuesto “oasis” blanco en Nuestra América, una “excepcionalidad” que implicaría a la vez “superioridad” sobre nuestros países vecinos.
Destrucciones y negaciones
El operativo de implantar la “blanquitud” es una de las grandes tareas que nuestras clases dominantes encararon en el plano ideológico. Labor que tuvo cimientos en el campo de la acción político-militar. Las sucesivas “campañas del desierto”, epitomizadas en la encabezada por Julio Argentino Roca durante su gestión como ministro de Guerra de Nicolás Avellaneda, consumaron el genocidio de mapuche y tehuelches. Que tuvo su correlato en largas décadas de destrucciones enfiladas a las etnias de la región chaqueña, con continuidad hasta los días del primer peronismo, con la masacre de Rincón Bomba.
Aquí se hará un breve comentario sobre el otro componente “no blanco” en la historia argentina, el de los afrodescendientes, que es al que se dedica el libro arriba mencionado. Fue un proceso más invisibilizado, gradual y desplegado en múltiples dimensiones que el genocidio indígena. Ya en la primera mitad del siglo XIX pueden rastrearse las predicciones acerca de la “extinción” de la población de origen africano.
El hecho es que en tiempos del virreinato del Rio de la Plata un 25% de la población de Buenos Aires era de origen africano. Ese grupo étnico era mayoritario en algunas zonas, como Santiago del Estero y en medida algo menor en Tucumán. Una presencia que dotaba de mano de obra esclava a variadas actividades, desde la explotación ganadera hasta las artesanías urbanas.
Las construcciones ideológicas posteriores, que se refieren a un “número reducido” de esclavos y que confinan su papel económico sobre todo al servicio doméstico, son eso, “construcciones”. Se complementaron con las alusiones al “trato amable” que se habría dado a esclavos y esclavas en las casas de las familias ricas de Buenos Aires.
Una apenas encubierta celebración de una “sociedad” porteña que gustaba imaginarse benévola y tolerante, sin mayor apego a la verdad. De los afros del ámbito rural e incluso de las ciudades del interior, casi nunca una palabra. Y como corolario el estereotipo caricaturesco para uso escolar: La “negra mazamorrera”, el “negro vendedor de velas”. A tiznarle la cara a un par de niñxs para el acto patrio del 25 de mayo y asunto concluido.
Es durante el período rosista que la presencia africana tomó una alta visibilidad, quizá sin parangón en otras etapas de nuestra historia. Es muy conocido que el gobernador de Buenos Aires cultivó el respaldo de ese sector de la población, hasta el punto de tomar parte de sus reuniones y festejos.
Esa “era del candombe” dejó huellas en producciones culturales que se extendieron a muchas décadas después. Un ejemplo entre muchos posibles se encuentra en la canción criolla. “La Virgen del Perdón”, cuyos versos, dedicados al elogio de Manuelita Rosas, hacen referencia a “los candombes de la Federación”. Grabaron ese tema musical Carlos Gardel, Ada Falcón e Ignacio Corsini, entre otrxs.
La época del “Restaurador” quedó en el recuerdo, pero fue sólo un interludio en un sostenido proceso de “invisibilización” del componente africano.
¿Un trozo de Europa en América?
El “blanqueamiento” habita hasta hoy en las esferas oficiales. Sirvieron de muestra hace unos meses las declaraciones del presidente de la Nación acerca de que “lxs argentinxs venimos de los barcos”.
La muy repetida superchería se potencia porque al decir “barcos” se piensa en los que traían a la inmigración mayormente europea de la segunda mitad del siglo XIX y el primer tramo del siglo XX. Nunca en lxs veleros de tiempos más lejanos, con las bodegas llenas de mujeres y hombres esclavizados. Que iban en tan malas condiciones que muchxs llegaban muertos o muy enfermos.
Acerca del tema de la esclavitud en nuestras tierras, los equívocos se acumulan. Todavía se escucha y hasta se lee, a menudo con la intención de celebrar a la Asamblea Constituyente de 1813, que dicho cuerpo abolió la esclavitud. Cuando lo que hizo fue disponer a futuro la libertad de lxs nacidxs después del 31 de enero de ese año. Siguió habiendo esclavxs por varias décadas.
La progresiva disminución de la población de origen africano ha sido objeto de estudios y también de conjeturas. Desde la mortandad en los cuerpos de infantería de los ejércitos, a partir de las guerras de independencia hasta la de la Triple Alianza. Hasta las epidemias como la de fiebre amarilla de 1871. Y los efectos de la mezcla con “criollos” e inmigrantes europeos, que potenciaron la disminución de los rasgos heredados de los antiguos esclavizados.
El hecho es que una y otra vez aparecen personas de origen africano en un país que ya las había declarado “extinguidas”. Cabe recordar las manifestaciones de un destacado geógrafo estudioso de la historia demográfica, en cuanto a que si se revisan las fotos escolares de las primeras décadas del siglo XX, era muy habitual que entre lxs niñxs fotografiados hubiera al menos uno de rasgos afros.
En las actividades culturales y en particular en la música, la presencia africana es destacable hasta bien entrado el siglo XX. Descendientes de africanos fueron dos de los más grandes payadores: Higinio Cazón y Gabino Ezeiza. Al segundo se lo recuerda en una canción criolla, El adiós de Gabino Ezeiza cuya música se debe a otro exponente de ese origen: Enrique Maciel, eximio guitarrista, compositor, acompañante de Ignacio Corsini en la mayor parte de su trayectoria.
En el terreno del tango, afro también era el primer guitarrista de Carlos Gardel, José Ricardo. Así como el que encabezó su acompañamiento guitarrístico en el período de mayor auge, Guillermo Barbieri. También compositor, basta mencionar dos melodías de Barbieri, Viejo smoking y Anclao en París, para hacerse una idea de su gravitación en la trayectoria gardeliana.
Similar origen tenía el pianista, director, arreglador y compositor Horacio Salgán, una de las grandes figuras de la renovación tanguera posterior a la década de 1940.
Islas de “negritud” en la “blanqueada” sociedad argentina.
Reencontrarnos con lo “multicolor”
Debería ser una tarea permanente el rescate de la tradición de quienes recalaron a la fuerza en nuestras costas como parte de una de las formas más crueles de alimentar la necesidad de lucro capitalista. Una manera de revalorizar el hecho de ser americanos, y no unos “europeos de ultramar”, orgullosos de nuestras semejanzas con el continente colonizador y avergonzados de las disimilitudes. Luego de fracasar en el intento de ocultarlas.
Las clases dominantes y sus intelectuales orgánicos hicieron su tarea a la hora de ningunear a quienes llegaron de África e instaurar la prédica de los “beneficios” de su “extinción”. El racismo, a veces rampante y otras veces solapado fue el instrumento. La liviandad o la mala intención de altos funcionarios o representantes de la cultura oficial ha sostenido el escamoteo hasta nuestros días. Y se reproduce en el maltrato a que se somete una y otra vez a inmigrantes africanxs recientes, a lxs que se conoce con el no siempre preciso apelativo de “senegaleses”.
Somos un país multiétnico, como los otrxs de Nuestra América. Pueden variar lxs componentes y las proporciones, no la pluralidad de origen y de rasgos, a la que se suman las mezclas subsiguientes.
Escribir “Día de la diversidad cultural” en lugar de “Día de la Raza” dista de resolver el problema. No se trata de esperar la solución “espontánea” de parte del aparato estatal y mucho menos que provenga de los “dueños del país”. Es preciso que las organizaciones populares tengan en un lugar prioritario de su agenda la reversión del “blanqueamiento” y el consiguiente repudio de nuestro pasado de opresión colonial y reducción a la esclavitud.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.