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Aclaración respecto a calumnias, infamias y malentendidos

Fuentes: Rebelión

Desde mi columna habitual en Bolpress.Com y Rebelion.Org, escribo la presente aclaración a raíz de las calumnias, infamias y malentendidos en mi contra surgidos como consecuencia de la ilegal e injusta detención preventiva ordenada el 6 de diciembre de 2008 por el juez Williams Dávila, que fue cesada pocos días después por la juez Betty […]

Desde mi columna habitual en Bolpress.Com y Rebelion.Org, escribo la presente aclaración a raíz de las calumnias, infamias y malentendidos en mi contra surgidos como consecuencia de la ilegal e injusta detención preventiva ordenada el 6 de diciembre de 2008 por el juez Williams Dávila, que fue cesada pocos días después por la juez Betty Yañíquez, en rigor de justicia.

La razón de esta aclaración no es otra que poner de relieve ante mis lectores habituales, la premeditación, alevosía, malicia e ilegalidad, con la que actuaron ciertos sujetos que tenían el sólo propósito de alejarme del cargo de Director Legal General de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos, acusándome, sin sensatez y con absoluto desparpajo, de un supuesto soborno de 800 (ochocientos) dólares americanos.

En lo sucesivo, me limito a desvirtuar ciertos extremos vertidos en la prensa y aclarar otros asuntos no conocidos por la opinión pública relacionados al caso:

1) Los Ochocientos Dólares.- Mi persona jamás dijo, como reprodujeron varios medios de prensa escrita, que «aparecieron ochocientos dólares americanos en mi bolsillo». Tal  afirmación fue maliciosamente inventada por el juez cautelar Williams Dávila, quién lejos de actuar con imparcialidad, quiso justificar con esta mentira una detención arbitraria, injusta e ilegal en mi contra. Resumidamente, en aquélla audiencia de medidas cautelares, mi persona afirmó que todo lo sucedido fue una confabulación con el único propósito de alejarme del cargo, y que por el contrario, me encontraba indagando el contrato irregular suscrito por el denunciante, relacionado con una obra civil en la Estación de Servicios Uruguay. Eran notorias de dicho documento las siguientes irregularidades: a) el contrato no llevaba firma de abogado, por lo que se desconocía su autoría; b) no existían antecedentes del proceso de contratación; c) se consignaba un anticipo, pero ninguna garantía; d) no existía tampoco documento alguno relativo a la calificación y/o adjudicación de la empresa unipersonal del señor Julio Siñani a este efecto; e) sin mi autorización, alguien a quien no pude identificar nunca, imprimió en aquél papel mi sello de Director Legal General.

2) Mi Renuncia al Cargo.- El día lunes 8 de diciembre, a primera hora de la mañana, presenté por interpósita persona mi renuncia irrevocable al cargo de Director Legal General de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos; por lo tanto no es cierto lo dicho por Santos Ramírez, cuando manifestó públicamente que me había destituido.

3) Militancia en el Movimiento al Socialismo.- Algunos otros medios afirmaron que mi persona era militante del Movimiento al Socialismo, cuestión que niego categóricamente, y me remito a los archivos de la Corte Nacional Electoral y otros registros públicos, a dicho efecto. Jamás fui militante o miembro del Movimiento al Socialismo. No niego, sin embargo, ser un hombre con convicciones de la izquierda política desde temprana edad; aspecto que es plausible de mi opinión política expresada en medios alternativos nacionales y extranjeros.

4) Contrato de Obra Civil.- El contrato irregular que estaba siendo indagado por mi persona tenía como objeto la construcción de una obra civil en la Estación de Servicios Uruguay, por un monto no mayor a 30.000 (treinta mil) dólares americanos; y no era, como algunos periodistas luego opinaron, un contrato de venta de combustibles.

5) La Denuncia.- El denunciante, Julio Siñani, abandonó su denuncia el mismo día de mi arresto, y no compareció a ninguna audiencia, a raíz, justamente, que el propósito único y exclusivo de esta opereta era alejarme de la empresa. Incluso se dijo en una audiencia que misteriosamente este señor había desaparecido.

6) La Declaración de Santos Ramírez.- Luego de la descabellada detención preventiva en mi contra, el entonces Presidente Ejecutivo, Santos Ramírez, a tiempo de sindicarme, afirmó hipócritamente: «No vamos a parar en esta lucha contra la corrupción dentro y fuera del país… en los nueve departamentos y en cada una de las zonas donde está YPFB». Es claro que Ramírez quiso utilizarme injustamente como chivo expiatorio, frente a las denuncias de corrupción de la oposición política y el propio Presidente de la República, Evo Morales, que se incrementaron esos últimos meses.

LOS HECHOS OCURRIDOS ANTES DEL DÍA 5 DE DICIEMBRE DE 2008

Días antes del 5 de diciembre de 2008, hallé en mi escritorio una hoja de ruta, y adjunto a ésta una nota de Iván Morales. Este señor era Director Nacional de Hidrocarburos Líquidos, dependiente del señor Rodrigo Carrasco Kreuzer, por ese entonces Gerente de Comercialización y acusado en la actualidad de ser infiltrado de la CIA (Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos). Morales me pedía el archivo de un contrato rubricado por el Presidente Ejecutivo de la empresa y el señor Julio Siñani. El objeto de dicho contrato era la construcción de una obra civil en la Estación de Servicios Uruguay por un monto no mayor a 30.000 (treinta mil) dólares americanos.

Grande fue mi sorpresa al encontrar que en dicho contrato no había firma alguna de abogado, ni expediente del proceso de contratación, ni resolución de contratación directa; y peor aún, existía impreso el sello de mi autoridad, sin mi autorización. Convoqué entonces a los abogados de la Dirección Legal General, quiénes me manifestaron que veían en el contrato irregularidades notorias y por ello me entregaban el documento en cuestión. Dichas irregularidades eran las siguientes: 1) el contrato no llevaba firma de abogado, por lo que se desconocía su autoría; 2) no existían antecedentes del proceso de contratación; 3) se consignaba un anticipo, pero ninguna garantía; 4) no existía tampoco documento alguno relativo a la calificación y/o adjudicación de la empresa unipersonal del señor Julio Siñani a dicho efecto; 5) maliciosamente y sin mi autorización se imprimió en aquél papel mi sello de Director Legal General.

Siempre creí que en mi función de servidor público era necesario investigar casos anómalos, y por consiguiente, me reuní con el señor Julio Siñani para conversar sobre el tema e indagar lo que había ocurrido.
 
EL ARRESTO Y LA DETENCIÓN PREVENTIVA ILEGAL
Era vox populi que en la empresa existía un sistema de espionaje, y si a esto se suma lo delicado de la cuestión, acordé reunirme con Julio Siñani en un restaurante cercano a mi oficina. Siñani me dijo que era común esta clase de trabajos, y desde gestiones anteriores venía contratando con Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos en condiciones de contratación directa, sin licitación, sin calificación ni adjudicación, y sin la presentación de garantías; le pregunté si él conocía pormenores de las normas vigentes para este tipo de contratación, y dijo que no conocía nada al respecto.

Cumplido mi objetivo, salí de la reunión. Cuando ingresé al edificio de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos, fui sorpresivamente detenido por un hombre vestido de civil, quién me tomó del brazo y me dijo que lo acompañara afuera. Le pregunté quién era, y respondió: «trabajo para la inteligencia»; luego me dijo que estaba detenido por cometer delito in fraganti y desde hace unos minutos me estaba esperando en la puerta de acceso a la empresa. Entonces le pregunté quién había dado órdenes de detenerme y me contestó: «usted sabe, doctor, que en esta empresa hay gente de seguridad. Está detenido y debe acompañarme a la FELCC». Respondí que no había problema alguno y que podía acompañarlo para aclarar la situación.

En el ínterin, el indicado policía vestido de civil, habló por teléfono con varias personas a quiénes llamaba por apódos. A una de éstas le dijo: «operativo realizado…». Conocedor que era una tramoya montada en mi contra, y temeroso de que mi seguridad personal esté en peligro, llamé a varias personas para pedir auxilio sin éxito alguno. Finalmente, fui conducido a la FELCC, sospechosamente, en un vehículo de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos. En ese sitio, el hombre que me arrestó, quizás algo compadecido por mi lamentable situación, confesó: «Doctor, hay gente de la empresa que quiere verlo fuera. Yo no se porqué… sólo cumplo órdenes…».

Un día después, luego de haber pasado una noche en las más penosas condiciones y sin abrigo, el juez Williams Dávila ordenó mi detención preventiva en la cárcel de San Pedro, porque además de lo antes dicho, según él, no tenía domicilio conocido en la ciudad de La Paz – pese a que vivo en esta ciudad años – lo que implicaba, en su extraño razonamiento legal, un inminente riesgo de fuga.

DÍAS Y NOCHES EN LA CÁRCEL DE SAN PEDRO

Pasé algunos días y noches en la cárcel de San Pedro en calidad de detenido, y luego fui liberado. Al no tener capacidad económica suficiente para «hospedarme» en mejores rincones del centro penitenciario, en el penal de San Pedro compartí comunes espacios con drogadictos, narcotraficantes, violadores, asesinos, y gente de toda índole. Pese al sufrimiento que significó para mis padres y gente amiga tal situación, al menos comprendí la importancia de Dios en mi vida. En medio de mi desesperación, soledad, incertidumbre y angustia, Dios me dio la tranquilidad necesaria.

UNA AMENAZA DE MUERTE Y EL DEBER CUMPLIDO

En Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos los intereses económicos y políticos son muchos. Las trasnacionales, las potencias extranjeras, sus socios, agentes y encubridores, planifican estrategias como aves de rapiña que miran su entorno antes de la caza.

Recuerdo todavía el día que el señor Rodrigo Carrasco – quien, como reitero, era Gerente de Comercialización y es acusado de ser infiltrado de la CIA – me amenazó de muerte. Era un día normal de trabajo. Me dijo, sin explicación alguna y con una histriónica sonrisa al encontrarme bajando por las escaleras del edificio: «Mauricio, estás muerto». Le respondí: «De qué hablas Rodrigo». Y él me contestó en tono amenazante: «Tú sabes, Mauricio, tú sabes…». Luego, Carrasco se retiró sin decirme más palabras.

Con cierta ingenuidad a veces creí que lo dicho por este sujeto era una broma de mal gusto, o una simple advertencia para que le sea obsecuente en mis actos; pero ahora que rememoro su mirada, siento que más bien fue una amenaza y quién sabe si poco me faltó para no contar más palabras.

Misión cumplida. Defendí a mi Patria, muchas veces contra implacables vientos y mareas, contra titanes de todo color y origen, conocedor que mis posiciones – etiquetadas como radicales y/o exorbitantes por los «amarillos» y los detractores – podían ocasionarme fatales consecuencias. Asimismo, puse sobre la mesa iniciativas en beneficio de nuestra empresa estatal que no fueron ejecutadas o fueron simplemente obviadas porque mi poder de decisión era limitadísimo, por no decir nulo. Todo esto es parte de otra historia…