A dos meses que se realice la jornada electoral más grande de la historia de México cuando se elegirán representantes de los tres niveles de gobierno incluidos 15 gobernadores de estados, miles de diputados y de presidentes municipales (21 mil en total), el país se encuentra en una situación muy diversa a la de hace tres años.
En 2018 una mayoría de la población estaba esperando a Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Su avasallador triunfo en las elecciones presidenciales de julio de ese año fue la confirmación tajante de tal situación. La llegada de AMLO al Palacio Nacional tenía un sabor popular, estaba henchida de esperanzas y anhelos de cambios profundos y democráticos para 32 millones de mexicanos y mexicanas que votaron por él.
Tres años cruciales
Tres años después se presenta un panorama muy diferente. Durante este periodo la aplastante victoria ya ha mostrado sus reveses nada atractivos e incluso han surgido hechos muy preocupantes de una política todo menos clara, que no expresa realmente una vocación de auténtica transformación social popular. Como presidente su papel no ha sido como el que prometió en sus largos años de campaña infatigable como candidato en tres elecciones presidenciales. Ya sentado en la silla presidencial surgió otro personaje, un astuto político que se demostró un hábil manipulador de discursos en conferencias matutinas cotidianas destinadas a configurar la opinión dominante de sus auditorios millonarios. En sus largas y repetitivas intervenciones adobadas con grandes dosis de demagogia, despliega las pautas y decisiones de su gobierno de acuerdo a las circunstancias del momento. Contrastando siempre sus posiciones, muchas de ellas también muy conservadoras, con las de sus opositores de la derecha tradicional. Este ha sido el giro retórico alrededor del cual se despliegan sus argumentos, la constante afirmación mil veces repetida de que su gobierno representa un cambio. Pero hasta ahora el tal cambio sustancial ha sido básicamente sólo verbal pues las realidades dicen algo muy diverso.
Su papel como presidente no ha sido el de un luchador contra la “mafia del poder”, sino de un firme defensor del sistema neoliberal y de austeridad que la sustenta, véase si no su relación con los dos monopolios televisivos dominantes (TV Azteca y Televsa) a quienes ha hecho concesiones muy notables, como por ejemplo, de haberles encargado, en vez de a los mentores educativos organizados en el sindicato más grande del país (el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación-SNTE y su corriente democrática interna la CNTE), la educación pública de la niñez en esta época de la pandemia del covid-19. Es el firme opositor de cualquier reforma fiscal que toque las posiciones privilegiadas de los capitalistas nacionales y extranjeros que gozan de un régimen tributario por completo favorable a sus intereses. Tampoco ha sido el mismo que prometía regresar a los militares a sus cuarteles, sino el presidente que ha superado a todos sus antecesores en el fortalecimiento sin parangón de sus efectivos con la creación de la Guardia Nacional integrada por decenas de miles de efectivos, encargados de la construcción de grandes proyectos de obras públicas como son la construcción del Tren Maya, el aeropuerto de Santa Lucía entre los más destacados, de responsabilidades normalmente destinadas a los civiles como la administración de los puertos y finalmente ser los asistentes de la border patrol de Estados Unidos (EUA) en la custodia de su frontera sur.
Por eso las elecciones próximas no serán ni mucho menos la repetición de las de 2018. Aunque el triunfo del partido oficial el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) parece factibles no será aplastante. Y ello a pesar que la oposición de los partidos institucionales principales el PRI y el PAN y en menor medida del PRD sigue siendo muy débil y desprestigiada.
La farsa de la 4T
La cuestión que se plantea prioritariamente en estas elecciones es la de la estrategia o mejor de la carencia de estrategia de AMLO. La definición pomposa que dio AMLO a su gobierno fue de la Cuarta Transformación (4T). Así él mismo se auto posicionaba como el heredero del libertador Hidalgo (prócer de la Independencia), de Benito Juárez (héroe de la Reforma del siglo XIX) y de Francisco Madero y Lázaro Cárdenas (líderes de la Revolución de 1910). No obstante durante los tres años que lleva AMLO como el verdadero dirigente de la política nacional, México no ha superado ni de lejos el legado de desigualdad, violencia y dependencia económica de EUA de los gobiernos del PRI y el PAN. Durante estos tres años también se ha repetido mil y una veces el argumento de que AMLO no puede en tan poco tiempo revertir el curso desastroso de décadas de sus antecesores y por supuesto, también se consideraba la notable presencia de la pandemia del covid-19 como explicación de los nulos acervos de una supuesta 4T durante su gobierno. No cabe duda que estos años han sido años de terribles crisis no sólo en México sino en el mundo. Pero la cuestión a la que no puede escapar AMLO a un juicio condenatorio es que sus políticas no han ayudado, al contrario, han sido contraindicadas al periodo de crisis que atravesamos.
Los mismos partidarios obradoristas reconocen que para ellos su líder, como lo ha dicho multitud de veces, con la definición de “Cuarta Transformación” se refiere a una situación de cambio de régimen, de un nuevo contrato social, una nueva Constitución. Pero durante todo este periodo de tres años no ha habido una sola muestra de que exista la voluntad política de realizar una transformación de tal calibre como las tres jornadas históricas mencionadas. Ni los rastros de un verdadero cambio de régimen, menos de que se convoque a una movilización popular para forjar un nuevo contrato social con su respectiva Constitución.
Más bien la austeridad neoliberal no sólo se ha mantenido sino que se ha reforzado, la “mafia del poder” sigue sin ser tocada en sus privilegios (se descarta por principio cualquier tipo de reforma fiscal) a pesar de que algunos de sus miembros son blanco constante de críticas, pero sólo verbales, del presidente, los programas de asistencia social se han mantenido e incluso reforzado pero a costas de muchas instituciones indispensables dedicadas a trabajos de investigación, de cultura y de educación que han sido liquidadas o desmanteladas sin justificaciones fundamentadas y responsables, de un descuido notorio de los sistemas de salud cuya necesidad durante la pandemia sanitaria exigía una atención prioritaria y una inversión multiplicada de recursos dedicados a otros rubros menos prioritarios y necesarios ante la situación de emergencia.
Tampoco la 4T ha brillado al nivel social. Su actitud ante los trabajadores y sus luchas es claramente hostil. Una huelga en Notimex, la agencia oficial de noticias, lleva más de un año y AMLO ostensiblemente se ha fotografiado abrazando a la directora de la institución que se ha demostrado como una intransigente opositora a todas las demandas de sus trabajadores. Ha hecho todo lo posible por dividir a la CNTE, la única corriente sindical masiva que abiertamente se opone a su burocracia sindical y ejerce una presión en defensa de los intereses de sus trabajadores.
El triste papel con respecto a las demandas feministas que ha demostrado personalmente AMLO y que lo ha transmitido a su gobierno ha distinguido a México como un país en donde los feminicidios se han incrementado patéticamente. Lo mismo en el caso del asesinato de periodistas en el cual también México tiene un turbador protagonismo sólo comparable al de Siria, país en guerra civil. Y la violencia sigue sin pausa en el país con 2019 como el año con más asesinatos de la última década.
La derecha al acecho
¿Y la derecha? Hasta hoy los grandes capitalistas en su mayoría se han contentado con las presiones de sus medios de comunicación, en especial de la gran prensa, programas televisivos y por supuesto la infinidad de comentarios de la red. Sus periodistas no cesan de hacer críticas a las decisiones del gobierno de AMLO, pero hasta hoy los esfuerzos de una oposición en la acción política concreta, incluido en las calles ha fracasado. Como ya mencionamos arriba sus dos partidos tradicionales están muy malheridos.
Pero la decisión de AMLO de promulgar la Ley Eléctrica en marzo pasado ha cambiado repentinamente la situación. Su intento de darle a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) un papel mayor al que le dejaron los presidentes del PRIAN se ha topado con la oposición de las grandes compañías nacionales y ante todo multinacionales contratistas de la misma. El descuartizamiento privatizador de la CFE intenta revertirlo AMLO pero su intento es parcial, está lejos de ser un acto realmente renacionalizador de la industria eléctrica y menos aún con la participación activa de sus trabajadores, sometidos a un régimen sindical charro especialmente duro y corrupto. AMLO se ha enfrentado a los jueces quienes como lacayos bien pagados de la burguesía han interpuesto obstáculos jurídicos que han paralizado la puesta en práctica de la Ley Eléctrica. La prueba a la que se enfrenta AMLO ante la oposición burguesa a su Ley Eléctrica será un veredicto decisivo del destino de la 4T.
Las elecciones
El anhelo de participar como candidatos en las elecciones se ha expandido como aceite en las filas de Morena. Un afán electorero oportunista prevaleció ciertamente en los 12,500 miembros inscritos que aspiraron a ser uno o una de los candidat&s de las 400 diputaciones federales que serán electas el próximo junio. Pero también se ha expresado un fuerte deseo de las bases morenistas de poder poner en práctica una vida democrática que creen que representa el obradorismo. ¡Qué ilusión ha sido la suya!
Los métodos de la dirección de Morena encabezada por un notorio antiguo priista Mario Andrade han producido insatisfacción, choques y de hecho una auténtica crisis del partido del presidente que no se ha podido esconder y se ha expresado con todo vigor en los medios. En un reportaje de una de las revistas políticas nacionales más leídas titulado significativamente “Morena: reviven vicios del viejo PRI. El dedazo los divide” se relata “la rebelión de los veteranos” encabezada por Porfirio Muños Ledo uno de los más viejos barones representante de esa izquierda nacionalista tradicional mexicana, antiguo presidente tanto del PRI como del PRD, quien impugna las decisiones de la dirección morenista que se opuso a su reelección como diputado. Declaró él: “Morena no es democrático. Esto es el PRI y es el PRI malo”. Y sin pelos en la lengua no anduvo con rodeos y señaló al propio AMLO como el responsable de revivir los métodos típicos priistas que dominaron la política mexicana durante décadas: “Presidí dos partidos y nunca vi una cosa más grotesca”. Para él estas elecciones son la sentencia de muerte de la 4T y convoca a sus partidarios a “reaccionar como gente de izquierda” ante una situación en la que “la 4T es una frase y ya no significa nada”. (Proceso, 04.04.2021).
Además de lo anterior, AMLO enfrenta las elecciones de junio confrontado protagonizando un pleito sin mediaciones con la institución gubernamental encargada de organizar las elecciones, el Instituto Nacional Electoral (INE). El INE a fines de marzo decidió, en una acción espectacular, quitar el registro de una cuarentena de candidatos nombrados por los partidos. No sólo Morena fue tocado, otros partidos también fueron afectados. Pero lo que sí fue evidente fue que la mayoría de tales candidatos eran morenistas y en especial dos de ellos que representaban candidatos a gobernadores, los morenistas Raúl Morón, candidato a gobernador de Michoacán y, ante todo, Félix Salgado Macedonio, candidato a gobernador de Guerrero. AMLO y Morena resintieron de tal forma el hecho que de inmediato apelaron la decisión ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial. Especialmente Salgado Macedonio es el líder más conspicuo, centro de ataques muy bien fundamentados por muchas mujeres que lo definen como un violador y también acusado públicamente en los medios de ser contacto con la delincuencia de los narcos tan poderosa en el estado de Guerrero (el estado de Ayotzinapa). A pesar del enorme clamor que se levantó contra su candidatura fue notoria la decisión de AMLO y la dirección de Morena de sostenerlo contra viento y marea. Con capacidad de movilización de miles en Acapulco y Chilpancingo Salgado Macedonio ha desafiado claramente al INE y se ha jactado que el Tribunal Electoral le devolverá su candidatura. Lo cual es muy probable que así sea, según la opinión prevaleciente.
Así con un gran descontento de sus bases y enfrentado al INE Morena se encamina a las elecciones. Citlali Hernández, la secretaria general de Morena reconoció que hay “desánimo” en las filas de su partido. Dijo ella: “No ignoro la serie de inconformidades y preocupaciones de muchos de nuestros militantes, el sentimiento de haber sido desplazados, de no ser tomados en cuenta. Lo digo con mucha firmeza y con dolor de que ese es el sentir de mucha de nuestra militancia.” Y a continuación agregó, según la nota periodista, “que pese a ello no es momento de críticas y autocríticas porque al estar en marcha la elección, hacerlo de manera pública sería un error”. (La Jornada, 05.04.2021). Con esta mezcla de realismo cínico AMLO y Morena tendrán una situación difícil para repetir la avasalladora victoria electoral que obtuvieron hace tres años. Sin embargo también es muy posible que aunque menos espectacular logren el triunfo el próximo junio, pues bien lo necesitarán porque todo indica que en los próximos tres años que le restan a la 4T la situación que enfrentará será tan complicada como la que ha atravesado hasta el momento. Y como hemos intentado señalar en estas notas con la muy probable situación de que supere incluso la actual crisis.
Manuel Aguilar Mora. Militante de la Liga de Unidad Socialista (LUS), profesor de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), En 1968 integró el Comité de lucha de Filosofía y Letras al lado de José Revueltas. Autor de numerosos libros sobre la historia política y social de México.