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Aguafuerte alteña

Fuentes: Rebelión

Hace 30 años El Alto era un pequeño villorrio situado hacia arriba, al salir del gran embudo que es La Paz, un nudo carretero desde donde salen todos los caminos hacia el interior boliviano, el único lugar posible del aeropuerto, el lugar del cementerio aymara. Hace 25 años El Alto era una pequeña población suburbana […]

Hace 30 años El Alto era un pequeño villorrio situado hacia arriba, al salir del gran embudo que es La Paz, un nudo carretero desde donde salen todos los caminos hacia el interior boliviano, el único lugar posible del aeropuerto, el lugar del cementerio aymara.

Hace 25 años El Alto era una pequeña población suburbana de La Paz, válvula de la misma.

Hoy El Alto es una de las tres grandes ciudades de Bolivia y por lejos la más combativa de ellas. Casi un millón de personas se agolpan allí. Cuando entra en efervescencia hace estremecer a todo el país y a La Paz que está a sus pies en especial; como ocurrió en las crisis de octubre y febrero, enfentando al ejérc ito y produciendo la caída del gobierno del empresario multimillonario Sánchez de Lozada -Goni-.

Ayer, volviendo desde Tiwanaku, El Alto es visible desde una altura a 40 km de distancia, ciudad inmensa percibida a través del reflejo del sol sobre sus techos de chapa.

Al aproximarse más lo que luego se aprecia son las torres de sus nuevas iglesias. No menos de cien, todas iguales, con sus torres pintadas de unos cinco pisos de altura y su nave central con un gran galpón de techo de chapa a dos aguas, más una construcción anexa. Indicio de lo feroz que ha de ser la lucha ideológica en El Alto es que la iglesia haya invertido millones de dólares en medio de las carencias de todo tipo de sus habitantes. Bueno, esto no es nuevo en Bolivia ni en el mundo.

El Alto, con sus avenidas destrozadas y sus calles de tierra, con su gente trabajando en sus calles desde torneros, frezadores, limadores, alb añiles , comerciantes de todo tipo. El Alto con el rumor que produce a la distancia el voceo de los guardas de los minibuses, que se agolpan por decenas en las principales esquinas.Y cuando uno llega al borde del embudo para entrar en La Paz, ve allá abajo, bien abajo en el pico del embuno, no ya las casas de ladrillo hueco a la vista, del todo sin terminar que caracterizan a Bolivia, sino los cómodos hogares, bien terminados, de los responsables de todo esto, del 25% de niños desnutridos, de los Patiño de hoy, complices y socios del imperialismo.

El Alto, así como se lo ve, llave seguramente de La Paz con su clase obrera, sus campesinos, y todos sus inmigrantes con una tradición de lucha milenaria, será la llave de la nueva Bolivia. Ya hoy lo insinúa.