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Aguantando el miedo,los oaxaqueños resisten

Fuentes: La Jornada

La rebelde ciudad de Oaxaca responde desafiante al sobrevuelo amenazador de aviones y helicópteros militares. No oculta el miedo, pero lo transforma en fina ironía a través de pintadas que dan la «bienvenida» a la Policía. Paralelamente, la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca se prepara para resistir un posible asalto. «Aquí tenemos los güevos bien puestos», advierte un resistente.

La llegada de los helicópteros militares con marinos y soldados despertó en la imaginación inagotable de los oaxaqueños toda una serie de pintadas dirigidas ahora hacia el cielo. «PFP, bienvenida a Oaxaca», en referencia a la Policía federal, compite con la tradicional leyenda «Fuera URO de Oaxaca», que exige la renuncia del gobernador corrupto del PRI, Ulises Ruiz.

Pretender que los oaxaqueños no tienen miedo sería negar su condición humana. Lo tienen, comprensiblemente; lo notable es que se lo aguantan. Hay algo de candor (¿o cómo llamarlo?) en los modos de su resistencia. ¿No es David el de Goliat con Sansón a las patadas el que al paso de los aparatosos y panzones cazas C-212 (aviones militares que desde el sábado tomaron la ciudad por sorpresa) la gente les arroje cohetes y resorterazos? Los niños señalaban con el dedo hacia arriba, entre divertidos y sobresaltados.

La Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) llamó a reforzar las barricadas. Miles de personas se organizaron para no dormir, listas para salir a las calles en cualquier momento. No tan paradójicamente, la vía pública lucía desierta después de las 22:00 horas. Además, era poco transitable con tantas trincheras, barricadas, autobuses, tráileres y alambradas en centenares de bocacalles y cruceros.

Entre los maestros y demás plantonistas del Zócalo deambulan periodistas y fotógrafos como esperando a Godot. La noche era clara. Indígenas, jóvenes y docentes dormían sobre cartones y con frazadas bajo los toldos cercanos al Palacio de gobierno. Los despiertos llevaban palos, tubos y petardos. De pronto, los teléfonos celulares trajeron novedades: que el operativo militar se suspendía; que la Secretaría de Gobernación emitió un desmentido; que la acción fue abortada porque «se filtró» a la prensa (que por cierto seguía llegando por decenas del DF y el extranjero).

Cada tanto tronaba un petardo. Por el lado de la central de abasto se escucharon tiros aislados. La comisión de seguridad de la APPO notificó que hubo una agresión de la Policía municipal contra las barricadas. Otra barricada fue baleada desde un carro en movimento. Circulaban vehículos sospechosos.

Nueva alarma

Una nueva versión fue que, antes del amanecer, un ataque desde los helicópteros M-17 contra las radios y el centro histórico desataría la operación militar. Los plantonistas esperaron otra vez. Se la pasan esperando. El punto nodal sería Radio La Ley. A las 5 de la mañana. La fuente «era buena». Llegar a La Ley no es fácil. Resguarda la emisora una serie de barricadas con piedras, autobuses atravesados, fogatas, llantas ardiendo y costales de arena apilados. Los vigilantes agazapados se muestran cuando uno se acerca. Ante las cámaras, se cubren los rostros. Piden identificaciones. Y luego guían al reportero calles adentro. Un hombre de voz ruda, con una resortera negra en la mano, dice: «Les voy a enseñar mis armas secretas. Para que vean que sí somos una guerrilla urbana». Corre el cierre de su mochila y extrae una malla repleta de canicas y piedras «de distintos calibres». Por supuesto, le da risa.

Sobresale la voz de un hombre de Miahuatlán: «En Oaxaca somos muchos miles contra el hambre de tener el poder de los que están pasando por encima de todo un pueblo. Aquí tenemos los güevos bien puestos». Dentro transmiten por millonésima ocasión el himno ‘Venceremos’, ‘La traición de Malinche’ y otras favoritas de la temporada. El ambiente es algo apocalíptico. Una aceptación de la fuerza del destino. Sonia se aproxima. Un cubrebocas azul le tapa medio rostro. Carga una bolsa de plástico con botellas de refresco. Espontáneamente se suelta a hablar bajo un cielo estrellado. Lo indignante de la situación en Oaxaca. La terrible injusticia. Sus padres y hermanos «también están en la lucha».
Se le pregunta si el cubrebocas será suficiente contra los gases (ya no se diga los posibles balazos). A modo de explicación dice: «Tengo otro». Lo saca del bolsillo. Es similar, pero con una toallita femenina cosida. Cambia de manos la bolsa de súper. «Pesa mucho». Se le inquiere si son refrescos para los gases. Con sencillez desarmante contesta: «No, son bombas». Se retira el cubrebocas. Sonríe.

Al fondo de la calle una manta blanca reproduce una caricatura de (el predidente mexicano saliente, Vicente Fox), y en letras negras: «En Oaxaca no pasa nada». El humo de las llantas se hace denso. Amanece. Hoy, al menos, los helicópteros no llegan. –

Asalto priista a una barricada

Decenas de priístas de la zona de Pueblo Nuevo atacaron una barricada de la APPO, alrededor de las 22 horas. Tres adolescentes plantonistas fueron brutalmente golpeados y amarrados a un poste, inmediatamente se congregaron centenares de simpatizantes de la APPO y rescataron a los secuestrados para después replegarse hacia la antena de Radio La Ley, en la colonia Brenamiel, donde se localiza una de las barricadas más grandes.

Mientras, sobrevolaba un avión militar. Hacia la medianoche se congregaron cerca de un millar de plantonistas junto a la antena de Radio La Ley para evitar «nuevas confrontaciones entre oaxaqueños, que son muy dolorosas», dijeron.

Tras el rescate celebraron con cohetes gritando: «ya cayó, ya cayó, Ulises ya cayó» (en referencia al gobernador del PRI), «Zapata vive, la lucha sigue» y «Dos de octubre no se olvida».