En sus primeros dos años de gobierno el macrismo acumuló una inflación del 73 por ciento. Y encima tuvo que «recalibrar» hacia arriba la meta para este año. Los datos oficiales de inflación para el pasado mes de diciembre y para todo el año 2017 han puesto en blanco sobre negro una realidad que ya […]
En sus primeros dos años de gobierno el macrismo acumuló una inflación del 73 por ciento. Y encima tuvo que «recalibrar» hacia arriba la meta para este año.
Los datos oficiales de inflación para el pasado mes de diciembre y para todo el año 2017 han puesto en blanco sobre negro una realidad que ya es inocultable: el fracaso de la política antiinflacionaria. Tomados de conjunto los dos años de gestión del gobierno Macri acumulan un alza de precios del 73 por ciento, y es notable la diferencia entre las metas enunciadas y la realidad.
El 2017 terminó caliente y este 2018 empieza igual, pero las razones son diferentes. Diciembre pasado fue conmovido por la reacción social de cientos de miles de personas por la inequidad de la reforma previsional y el nivel de la represión estatal. Por el contrario este enero se puso al rojo vivo tanto por la canícula estival como por los impactantes datos sobre la inflación que dio a conocer el Indec: el último mes del año cerró con 3,1 por ciento y el acumulado anual alcanzó el 24,8. «Un número alto y crónico» así calificó los datos el titular del instituto oficial.
Recalculando
Unos días antes el gobierno ya había abierto el paraguas al convocar a una conferencia de prensa en la Casa Rosada con la presencia del jefe de Gabinete y los ministros de Hacienda y Finanzas a los que se sumó el titular del Banco Central. En un solo acto el gobierno envió dos mensajes: uno que al condicionar públicamente al jefe del Central ponía término al eufemismo de la independencia del BCRA; otro que el control de la inflación por el organismo no funcionaba y que había que «recalibrar» las metas. Anunciaron entonces un alza de cinco puntos en la meta de inflación anual y afirmaron que las tasas bajarían.
Uno de los analistas políticos más que cercano al gobierno, Jorge Berenztein, fue muy claro en su comentario por twiter: «El gobierno justifica esta «recalibración» respecto de las metas de enero de 2016 por la mayor información disponible. Hubiese sido más adecuado decir ‘nos equivocamos’, de lo contrario queda la sensación que hubo improvisación. Si esto es así, ¿se limita solo a la inflación?».
Equivocación tras otra
La duda del analista está justificada y no sólo por esta última equivocación. Conviene recordar que en la campaña del 2015 el ahora presidente Mauricio Macri había afirmado que «bajar la inflación es lo más simple de hacer»; no pareciera que hoy pudiera decir lo mismo. Con la devaluación también dijeron desde el gobierno que no impactaría en los precios «porque el mercado ya la había descontado», sin embargo los empresarios remarcaron antes, durante y después de la devaluación. Si la meta trazada para el 2016 era un alza de precios de 10-12 por ciento el resultado fue del 41. Si para el 2017 era un máximo del 17 la realidad marcó 24,8. «La inflación es la demostración de la incapacidad de gestión» supo decir el presidente tiempo atrás. ¿Luego de dos años de gestión diría lo mismo? Claro que no solo se equivocan con la inflación, alcanza con recordar que apenas asumió el presidente prometió una lluvia de inversiones…
Pocas horas después que el Congreso aprobara el presupuesto anual, las metas fueron recalibradas, ahora se espera para el 2018 una inflación del 15 por ciento. Los analistas privados estiman un piso del 20. Cuando se suma una equivocación tras otra ¿no es un fracaso de la gestión?
La inflación núcleo
Tanto el titular del BCRA como distintos funcionarios afirmaron una y otra vez que la inflación estaba descendiendo. El jefe de Gabinete fue más lejos «Hemos consolidado un sendero a la baja». Claro, comparan el 24,8 por ciento de 2017 con el 41 del 2016, cuando en el 2015 fue del 24. También explican que no hay que mirar tanto los precios sujetos a estacionalidad (frutas, verduras o pescados), ni los regulados (tarifas de servicios públicos) que están determinados por la quita de subsidios y la «inevitable» alza de tarifas. Que lo que hay que seguir con detenimiento es la inflación núcleo (compuesta por todos aquellos bienes y servicios que no fluctúan estacionalmente ni están regulados por el Estado).
El gobierno se apoya en la información que brinda el Indec: del total de bienes y servicios computados el 10,8 por ciento tiene un comportamiento estacionalizado, el 19,4 está regulado y el 69,9 integra el grupo núcleo. Efectivamente este último grupo, que es el que más pesa en el resultado final, estaba en baja en el segundo y tercer trimestre del año pasado, pero cuando la economía empezó a recuperarse -según lo pensado para incidir en las elecciones- la inflación núcleo retomó el sendero alcista del primer trimestre, así en diciembre registró un incremento de 1,7 y en todo el año del 21 por ciento.
Si esto sucede con una economía que prácticamente está estancada -el PBI apenas ha recuperado el nivel que tenía en el 2015- cuando el tipo de cambio -planchado durante casi todo el año- operó como un ancla antiinflacionaria y cuando la apertura de las importaciones ha vuelto -como en tiempos de Martínez de Hoz- a ser un freno a los precios locales, ¿qué pasaría si la economía volviera a crecer?
Alta y crónica
Seguidor de la teoría neoclásica el gobierno ha definido que el origen de la inflación es monetaria, que es producto de un exceso de gasto público por lo tanto se trata de reducirlo y se aferra al llamado «modelo de metas de inflación» cuyo único instrumento es hoy la suba de la tasa de interés para sacar dinero de la calle y bajar el consumo.
Pero no es tan sencillo. El modelo con el que se pretende disciplinar los precios no parece estar tomando en cuenta ciertos límites como el impacto de la recomposición tarifaria en curso, la inercia inflacionaria y la poca incidencia del crédito en la economía nacional.
El titular del Indec parece ser el único con los pies en la tierra. Reconoció que el nivel de inflación es alto y crónico y que llevará tiempo llevarla a un dígito. De alguna manera admitió que no es solo un problema monetario sino mucho más complejo. La inflación estructural de la Argentina es propia de nuestro capitalismo dependiente que combina problemas monetarios y de costos en una economía oligopolizada donde 500 grandes empresas, que gozan de altas tasas de ganancia, son las formadoras de precios. Conviene recordar también que entre los inicios del 2014 y fines del 2015 gobiernos que difieren sustancialmente en sus concepciones devaluaron dos veces, la primera vez impactó en los precios un 36 por ciento y la segunda un 41. ¿Qué puede pasar si el valor del dólar recupera su nivel de equilibrio?
Nada de inocencia
El gobierno, luego de recalibrar la economía promete una inflación del 15 por ciento para este año que bajaría al 5 en el 2020. Distintos estudios locales estiman que, dado el cierre del 2017, el primer cuatrimestre del 2018 puede acumular hasta 7 puntos de inflación, mientras que tanto analistas locales como el propio FMI nos dicen que el tipo de cambio está retrasado entre un 15 y un 25 por ciento. ¿En este contexto quién puede confiar en los pronósticos del oficialismo? Al concluir esta nota caigo en la cuenta de que la conferencia de prensa a la que hago mención más arriba tuvo lugar el jueves 28 de diciembre que, como se sabe corresponde al «día de los inocentes». ¿Será que el gobierno quiso enviar un mensaje subliminal?
Que no valga la inocencia.
Eduardo Lucita. Integrante del colectivo EDI (Economistas de Izquierda).
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.