Una ola de ‘ajusticiamientos’ populares contra alcaldes viene expandiéndose por el altiplano aymara desde el sur peruano al norte boliviano. Varios burgomaestres acusados por corruptos por parte de sus comunidades son atacados por la población. En algunos casos, como en Copacabana (frontera Perú-Bolivia), esto no conduce a muertes. Mas, el 15 de junio Benjamín Altamirano, […]
Una ola de ‘ajusticiamientos’ populares contra alcaldes viene expandiéndose por el altiplano aymara desde el sur peruano al norte boliviano. Varios burgomaestres acusados por corruptos por parte de sus comunidades son atacados por la población. En algunos casos, como en Copacabana (frontera Perú-Bolivia), esto no conduce a muertes. Mas, el 15 de junio Benjamín Altamirano, alcalde de Ayo Ayo, fue secuestrado y linchado por la población de ese pueblo rural de 7,000 habitantes que se encuentra entre La Paz y Oruro. Se seguía las pautas de lo ocurrido el 26 de Abril en Ilave, la tercera ciudad aymara del Perú, cuando una multitud de 5 a 15 mil personas asesinó a su alcalde y a otros allegados suyos, o del 19 de Mayo en Desaguadero (pueblo que está dividido entre Bolivia y Perú) donde un millar de personas ejecutaron a un ladrón.
Estos sucesos vienen ocasionando un áspero debate. En Bolivia se habla de buscar incorporar una legislación que acepte formas de justicia ancestral comunitaria pero aminorando ejecuciones. Los extremos llegados muestran que la población no tiene fe en el poder judicial o la policía. Es mas, la confederación campesina (CSUCTB) abiertamente llama a desconocer las autoridades y banderas bolivianas para hacer que lo que valga sea el poder de las comunidades.
Los hechos de Ilave en Perú generaron una crisis política. Fernando Rospiglosi, el ministro del interior, tuvo que dejar su puesto. El gobierno de Toledo ha descendido a sus niveles más bajos de impopularidad (sólo 7% de los encuestados le apoyan). En otras ciudades peruanas se vienen produciendo movimientos populares para remover a sus autoridades mientras que en la vecina Bolivia.
Lo que examinaremos en este artículo es el impacto que dichas acciones puedan tener en la posibilidad de gestar un nacionalismo aymara.
La cuenca del Titicaca está habitada por los aymaras. Según datos de la principal pagina web aymara (aymara.org) los últimos censos de Bolivia y Chile (1992) y del Perú (1993) registraron 1.237.658 aymaristas bolivianos, 296.465 aymaristas peruanos y 48.477 aymaristas chilenos. Mas, esas cifras tienen más de una década de antigüedad y no toman en cuenta a los cientos de miles de indígenas y mestizos que se visten o practican la cultura aymara aunque hayan acabado adoptando la lengua oficial de sus respectivas repúblicas.
En los Andes solo el quechua es hablado mas que el aymara. Sin embargo, los 8 millones o más de quechua-parlantes se comunican en dialectos que podrían ser caracterizados como idiomas aparte y tienen identidades diferenciadas. Los aymaras, en cambio, son más homogéneos en su lengua, territorio y cultura.
Desde Puno hasta el norte del departamento de Oruro el aymara es la lengua más usada en las zonas rurales. También se la emplea en las grandes ciudades, en particular en El Alto de La Paz.
Los aymaras tienen rasgos étnicos diferenciados. Por lo general son de tez oscura y contextura baja y corpulenta. Tienen su respectiva indumentaria. Dentro de sus distintivos culturales mantienen un espíritu comunitario, creencias en la divinidad de la tierra, las montañas y el cosmos y la reivindicación de la herencia del Collasuyo y de la rebelión anti-española de Tupac Katari.
Los aymaras tienen todas las características de una nación pues poseen territorio, lengua, costumbres, cultura, historia y carácter psicológico comunes.
Ellos al igual que los vascos, baluches o kurdos pueden reclamar que carecen de su propio estado y que su territorio se haya esparcido entre dos o más estados.
Sin embargo, mientras estos 3 pueblos euro-asiáticos han generado largas confrontaciones armadas, los aymaras aún no han desarrollado ningun movimiento armado significativo. Tampoco han logrado los niveles de autonomía que, por ejemplo, han adquirido los kurdos en Iraq o los vascos en España.
Las Americas aun no han conocido los movimientos étnicos separatistas que han sacudido al viejo mundo, sobre todo tras la desintegración de la Unión Soviética y la federación Yugoslava. Mas, esto no implica que la ola de nuevos movimientos étnicos no acabe llegando a sus tierras.
En cierta manera la globalización alimenta ese tipo de fuerzas. Al ir hacia una cultura y economía cada vez mas universalizada, muchas etnias que se han sentido aprisionadas en estados que tienen lenguas o culturas oficiales distintas, tratan de acentuar sus propias peculiaridades y entrar al integrado mundo con su propia identidad.
Felipe Quispe se ha convertido en el abanderado del nuevo nacionalismo aymara. El pasó de Ejercito Guerrillero Tupac Katari (EGTK) en los iniciales noventas para, tras haber estado en prisión, convertirse en el líder de la confederación campesina, de bloques campesinos y del bloque parlamentario (Movimiento Indio Pachacuti) más votado en el altiplano aymara de La paz.
Mientras otros dirigentes acusados de terroristas evolucionaron hacia convertirse en parlamentarios moderados, él mantiene su radicalismo y ahora habla de poder renunciar a su curul para organizar bloqueos armados campesinos. El llama a restaurar el Collasuyo desmantelando la república blancoide de Bolivia. Cuestiona al sindicalista campesino Evo Morales, el lider indígena de la oposición, de ser un conciliador que no quiere llevar a los indios al poder.
El inicialmente ha felicitado el linchamiento en Perú aunque ha adoptado una posición más cauta ante los hechos en su propio país. El llama a los aymaras peruanos a rebelarse para reconstituir junto a sus pares bolivianos y chilenos el Collasuyo pre-hispánico. Quispe renunció a su curul para postular a la alcaldía de El Alto, la mayor urbe aymara, desde la cual buscaría crear un poder paralelo.
En Perú, mientras tanto, el ejecutivo está desgastado y las zonas aymaras vienen encabezando una tendencia hacia tomar la justicia con sus propias manos.
La corrupción, la crisis económica y política, y el rechazo al racismo van germinando tendencias hacia un nacionalismo aymara. Es posible que crezcan planteos en pro de la autonomía o separación aymara. Del lado de los oponentes a este nacionalismo estas tendencias pueden ser alimentadas por quienes incentiven la confrontación entre bolivianos de las tierras altas con las bajas para favorecer que el gasoducto de Tarija pase por Chile.
16 de junio de 2004