Domingo 23 de octubre… si el día luce soleado podemos ir a disfrutar del aire libre a algún parque… en cambio si está lluvioso, una buena película es el mejor plan… Ah… me olvidaba… hay que ir a votar… bah, ni ganas tengo… Esta podría ser la reflexión de cualquier ciudadano argentino. Las elecciones legislativas […]
Domingo 23 de octubre… si el día luce soleado podemos ir a disfrutar del aire libre a algún parque… en cambio si está lluvioso, una buena película es el mejor plan…
Ah… me olvidaba… hay que ir a votar… bah, ni ganas tengo…
Esta podría ser la reflexión de cualquier ciudadano argentino. Las elecciones legislativas 2005 no logran atraer la atención y menos el entusiasmo de gran parte del electorado.
No podemos afirmar que el escenario sea el mismo de las elecciones legislativas de 2001, donde el denominado «voto bronca» anticipó la gran crisis política, económica y social de diciembre de ese año. Sin embargo, tenemos varias razones para vislumbrar continuidades con aquel entonces.
El gobierno de Kirchner supo poner paños fríos a la crisis y despertar expectativas en vastos sectores de la población. No obstante, nunca alcanzó a movilizar el fervor popular como si lo lograron Alfonsín y Menem al inicio de sus mandatos. Por su parte, el gobierno de la Alianza, con De la Rúa a la cabeza, desde el comienzo probaba el sabor agrio de la desconfianza de la mayoría de los argentinos hacia la clase política.
En marzo de 2003, cuando el actual mandatario se imponía en la contienda electoral tras la renuncia de su contrincante antes del ballotage, la afirmación «Kirchner no es lo mismo que Menem» circulaba de boca en boca. De esta manera, se buscaba justificar la inclinación hacia el ex gobernador de Santa Cruz en detrimento del ex mandatario que por diez años condujo la ola neoliberal en nuestro país. Aún hoy esta aseveración sigue sonando, aunque con una intensidad cada vez menor. No desacuerdo totalmente con ella.
Kirchner se ha constituido como el mejor remedio para los sectores de poder nacionales e internacionales preocupados por poner en raya la protesta social. Gestos conciliadores hacia el estruendoso grito de «Que se vayan todos», tales como la política de derechos humanos y la renovación de la Corte Suprema de Justicia, actuaron como sedantes, junto a una retórica bien estudiada de confrontación con el FMI y la cooptación de una parte del movimiento piquetero. «Kirchner no es lo mismo que Menem», claro que no. Para los sectores sociales en lucha los resultados han sido peores. Un nuevo gobierno de Menem hubiera elevado el conflicto social a niveles altísimos y hubiera encolumnado a todas las fuerzas políticas en su contra. La salida represiva y la militarización de las calles ante el flagelo de la inseguridad que proponía el ex presidente sin dudas hubiesen planteado un teatro caótico y perjudicial para los sectores dominantes.
En dos años y medio de gobierno, Kirchner ha apostado por una estrategia de más bajo perfil y por ello más efectiva: cooptación, fragmentación y, por sobre todas las cosas, la criminalización y judicialización de la protesta. Ante la ausencia de variantes en el modelo socioeconómico, se puede concluir que este es el aspecto más novedoso (o tal vez el único) de la política de la actual administración.
Además, no podemos dejar de mencionar el vaciamiento continuo del Congreso. Esto no es nuevo e incluso se lo puede remontar a la vuelta de la democracia. Hoy más que nunca el electorado no peca de ignorancia ante la inoperancia del Poder Legislativo: alineamiento automático con el Ejecutivo de turno y entrega de «superpoderes» al mismo, falta de iniciativa parlamentaria, diputados y senadores que no tienen ningún mérito excepto el de «colarse» en listas sábanas, etc.
Paralelamente, las campañas electorales se han transformado en shows mediáticos donde no faltan groserías, palabras huecas para spots publicitarios, sonrisas para la foto, peluqueros, estilistas y donde las propuestas alternativas al modelo imperante y el debate brillan por su ausencia.
¿Qué entusiasmo podría generar en una persona votar a un Macri, a un Bielsa, a una Carrió, a una Duhalde, a una Kirchner o a un López Murphy?
Un sondeo realizado por la Consultora CEOP y publicado por Clarín en su edición del domingo 25 de septiembre arroja un par de datos interesantes, a los cuales el «Gran diario argentino» hace caso omiso: los votos en blanco, impugnados o anulados también disputan un lugar en el podio de las próximas elecciones. En provincia de Buenos Aires suman %9,2. Se constituye en la «tercer fuerza», detrás de Cristina y de Chiche, y delante de Lopez Murphy.
En Ciudad de Buenos Aires este porcentaje es menor (%5,4) pero se adjudica un significativo cuarto lugar.
La continuidad del modelo socioeconómico con unos retoques cosméticos, la ineptitud del Poder Legislativo y la irrelevancia de la campaña electoral se suman y equivalen a una lógica sensación de que «gane quien gane todo va a seguir igual».
Desmintiendo la carta de defunción que firmó el discurso hegemónico un par de años atrás, el grito de «Que se vayan todos» no ha perecido sino que está latente. Se encuentra bien arraigado en el sentimiento de quienes en diciembre de 2001 salieron a las calles y reaparece en situaciones inesperadas como en el dolor por la tragedia de Cromañón.
La indiferencia, el rechazo y hasta la repugnancia por la clase dirigente puede que se exprese o no en las urnas este 23 de octubre. Pero lejos del retrato de país que construyen los medios masivos de comunicación, el escepticismo triunfa de manera aplastante en cada hogar. Y «fuera de escena» nuevas experiencias políticas, económicas, sociales y culturales que no tienen como meta el sistema institucional, abren paso a nuevos mundos posibles ante el cerrojo neoliberal.
¿Qué planes tenemos para el domingo entonces?
Podemos ir a depositar un voto en la urna para darle a regañadientes una oportunidad más al ya deteriorado sistema electoral-institucional.
O podemos ir a expresar nuestra bronca, nuestra rabia, con un voto en blanco, anulado o impugnado.
O simplemente, podemos seguir construyendo nuevos mundos en un comedor comunitario, en la asamblea de un barrio, en un colectivo artístico, en un medio alternativo, en un emprendimiento de economía solidaria, en una asamblea de empleados públicos en lucha (de salud, de educación, de contratados), en una fábrica recuperada por sus trabajadores, en una biblioteca popular, en un colectivo universitario, en una editorial autogestiva, en un centro cultural…
* Licenciado en Ciencia Política de la UBA e integrante del Colectivo La Rabia
[email protected]