El decreto de extinción de Luz y Fuerza del Centro (LyFC) fue para derrotar al SME y así privatizar la electricidad y la red de fibra óptica. Ya a nadie debe quedar duda de ello. Son las empresas privadas contratistas las que torpemente operan en el centro del país y la Comisión Federal de Electricidad […]
El decreto de extinción de Luz y Fuerza del Centro (LyFC) fue para derrotar al SME y así privatizar la electricidad y la red de fibra óptica. Ya a nadie debe quedar duda de ello. Son las empresas privadas contratistas las que torpemente operan en el centro del país y la Comisión Federal de Electricidad (CFE) no ha sido más que un gran prestanombres para hacer de la electricidad el negocio de un puñado, y no el derecho humano por el que pugnaban los electricistas del SME.
El movimiento social y el pueblo en su conjunto han ido aprendiendo mucho de la digna lucha que han sostenido los miembros del sindicato. La campaña de linchamiento, haciendo ver a los trabajadores como «privilegiados» y como los «culpables de la ineficiencia de la empresa pública» se ha ido desvaneciendo. En los primeros días del decreto de Calderón muchos creían las mentiras de las televisoras, pero con el paso de estos 5 meses la terca realidad se ha ido abriendo paso. Los apagones, los trabajadores contratistas electrocutados, las inundaciones agravadas por la falta de luz, los altos cobros y recibos locos de la CFE, son cosas de todos los días. Ahora la gente recibe mejor la información de los trabajadores brigadistas, se siente el respaldo en las calles. Sin embargo, los retos del movimiento siguen siendo grandes.
Tras la decisión del gobierno de asaltar militarmente las instalaciones de LyFC, cientos de organizaciones sociales y sindicales del país, declararon su apoyo al SME, pero ese apoyo ha sido en muchos casos sólo declarativo. Las despensas y los recursos prometidos en muchos casos nunca llegaron. Lo más importante es que concretar acuerdos que hagan realidad una movilización conjunta o un paro de labores, ha sido muy difícil después del 11 de noviembre, y esta movilización se ha reducido a muy pocos contingentes, entre los que destacan los maestros de Oaxaca y Michoacán.
Existe una pequeña parte del movimiento social que ha planteando duras críticas al movimiento. Algunos de ellos han pasado estos cinco meses gritando que ya se convoque a la huelga general y exigiendo a la dirección del movimiento medidas más fuertes. Pero, ¿qué sindicatos realmente irían a la huelga? Y no hablamos sólo de los que en este momento estallarían una huelga, ¿qué sindicatos y organizaciones obreras del país lo habrían hecho en las primeras semanas después del decreto? Realmente ninguno, nadie estaba en posibilidades de estallar una huelga indefinida ni ahora ni entonces y parte de los reveses que ha sufrido el movimiento han sido producto de anunciar medidas muy fuertes que a la mera hora no se pueden mantener. Ni en la Universidad estaban generadas las condiciones para que el movimiento estudiantil estallara una huelga.
De lo que se trataba era de impulsar la conciencia y sembrar la solidaridad; derrotar al gobierno en las calles, ganándose al pueblo para preparar el terreno de una batalla de largo aliento. De lo que se trataba era de construir las posibilidades de un movimiento nacional diariamente. Eso es lo que han hecho miles de trabajadores del SME; lo otro no era más que una inmolación, que no nos llevaría a ningún lado, sino a la represión y al aislamiento.
Nosotros sí pensamos que ha habido errores en la conducción de este movimiento, que se han tomado decisiones que no han permitido avanzar con la fuerza que se requiere, pero no es momento de hacer un balance. Es momento de cerrar filas y discutir qué camino tomar, qué posibilidades reales hay de que el movimiento avance y haga retroceder al gobierno. Ya habrá tiempo para el balance, las críticas y las autocríticas. Ahora es el momento de abrir una discusión real, no de rollos agitativos pero huecos, sino de un análisis serio al seno del movimiento. Es el momento de fortalecer el brigadeo y el acercamiento al pueblo, de contribuir en la propaganda, de preparar una respuesta a la amenaza de una reforma laboral patronal.
Quienes no tienen presencia en el movimiento, cuyos llamados no convocan a estudiantes de base, ni trabajadores, ni campesinos, ni maestros; quienes no tienen la responsabilidad de conducir a un contingente de masas y por ello se la pasan exigiéndole a otros que hagan lo que ellos creen que se debe hacer, seguirán seguramente despotricando, tratando de generar división y desconfianza al seno del movimiento, actitudes que sólo redundarían en una mayor debilidad en momento muy difícil de la lucha. Es muy fácil exigirle a otros que ellos enfrenten el desalojo armado de la policía federal, que ellos pongan a los presos y a los heridos, o gritar desde la cómoda butaca de un auditorio: «tibios», «traidores», «charros».
El movimiento popular en nuestro país lleva ya un buen rato de reflujo, esa situación ha afectado a esta y todas las luchas sociales que enfrentan a un mismo enemigo envalentonado y déspota. ¿Qué hacer para derrotarlo? En primer lugar, seguir apoyando decisivamente al SME, no dejarlos solos un sólo instante; si derrotan a los electricistas la correlación de fuerzas para los demás sectores será mucho más difícil. «Que renuncie Calderón», se oye hoy en Ciudad Juárez, en Atenco y Oaxaca, en Pasta de Conchos y en Cananea, en el SME, en la UNAM y en tantos otros lugares de nuestro país; esa es una consigna que nos une. Ellos se unen para golpear al pueblo, unámonos nosotros pare derrotarlos y avanzar en la transformación profunda de nuestro país, con los dignos electricistas al frente, y de una vez por todas.
¡El SME se queda, Calderón se va!