Intervención en el acto de cierre del Seminario de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, con motivo de su 75 aniversario, realizado en el salón Perón de la Legislatura porteña los días 22 y 24 de octubre del corriente año.
Voy a decir unas pocas cosas para clausurar este seminario que ha funcionado durante dos días, bastante más de las seis horas que les habíamos dicho a la gente de la Legislatura, llevamos como doce horas de trabajo, y muy productivo. Hemos escuchado embajadores, obispos, ex presos políticos, abogados, historiadores, antropólogos, dirigentes de organismos y todos muy buenos militantes por los derechos humanos.
En realidad, yo había escrito un texto para leer en la ocasión, pero no los voy a mortificar desarrollándolo ahora. Porque honestamente, con toda franqueza, no es fácil después de todo lo que se ha dicho aquí, después de la historia que se ha desplegado, después del reconocimiento recibido por parte de los representantes de la Revolución Cubana, del pueblo saharaui y del pueblo colombiano, asumir la representación de un colectivo. Porque nosotros en la Liga en realidad tenemos cargos formales porque así lo exige la Justicia, porque somos una asociación civil pero más allá de los cargos, nosotros somos un colectivo que va encontrando una manera de funcionar y de encontrar la manera de aprovechar de cada uno lo mejor. Y créanme que hoy es como que uno asume de una manera distinta la responsabilidad que nos toca. Cuando empezaba el año y discutimos el plan del 75 aniversario, yo dije que había que combatir la idea -que anida en algunos compañeros por aquí y por allá- de que nosotros «somos» los dueños, que nosotros «somos» la Liga porque hay que asumir, como se demostró acá, que la Liga Argentina por los Derechos del Hombre es algo más que un organismo de derechos humanos, es un valor cultural del pueblo argentino. Y que debíamos seguir las enseñanzas de los Pueblos Originarios cuando dicen que a ellos les toca preservar la Tierra, defender los derechos del medio ambiente para pasárselo a las generaciones futuras, y si me permiten la comparación, a nosotros nos toca preservar este valor cultural del pueblo argentino, los valores de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, para que todos nosotros, como proponía Miguel Monserrat estemos en los festejos del centenario de la Liga celebrando una historia de luchas, de coherencia, de compromiso, de solidaridad, entrega y de internacionalismo.
También quiero decirles que, como todos, uno no puede separar la historia personal de la historia de la lucha de los colectivos y es que hace exactamente 36 años y 6 días, 7 días, yo estaba secuestrado en una celda de un Centro que se llama La Cuarta, y el jefe de ese Centro Clandestino donde yo estaba se acercó adonde yo estaba, pisó con fuerza el suelo con su bota y me dijo, les hemos aplastado la cabeza para que nunca más las puedan levantar. Y yo estoy aquí con todos los compañeros, junto a los compañeros de la Revolución Cubana, del embajador de esa lucha maravillosa que es la del pueblo Saharaui, los compañeros Colombianos, los compañeros de la APDH, del MEDH y de todos los compañeros que están aquí: y ese hombre, Mario Facino que era el jefe de aquel lugar, que presidió el asesinato de Alicia López, una compañera que estaba secuestrada con nosotros, y que murió por desgarro vaginal por violación múltiple en el patio al que daban nuestras celdas. Esa bestia acaba de morir. Pero el tema no es que murió porque nunca nos ha importado mucho si viven o si mueren; lo que a mi me moviliza es que los vencidos vencimos y estamos aquí y ellos que se creían los vencedores, murieron en la más miserable soledad, despreciados por el pueblo, condenados por la justicia en este caso, aunque algunos no. Hay un verso de Gabriel Celaya sobre García Lorca que es maravilloso y que empieza diciendo: «Que no murió, le mataron». Y a mi me gusta explicar el balance del movimiento de los derechos humanos de veinte, treinta, cuarenta años de lucha en la Argentina con ese verso. Porque todavía de Federico se dice que murió, pero nadie en la Argentina se anima a decir que Rodolfo Walsh murió, que el Negrito Avellaneda murió, que Paco Urondo murió, que el Roby Santucho murió, porque hemos demostrado que a todos ellos los mataron cobardemente, vilmente, no en un enfrentamiento sino cuando estaban desarmados y apelando a las técnicas más espeluznantes de destrucción del hombre.
Yo había anotado cuatro o cinco cosas de las que aprendimos en este Seminario de todo lo que se dijo, y las voy a decir muy rápido
La primera es que contra el mito liberal de que la violación de los derechos humanos y los Golpes de Estado, son algo así como un rayo en el cielo celeste, aquí se ha demostrado que la violación de los derechos humanos acompaña la historia nacional desde antes de que se constituya la Nación Argentina porque la violación de los derechos humanos es constitutiva de la Conquista de América por el Ejercito Imperial Español, porque la violación de los derechos humanos es constitutiva de la República, la violación de los derechos humanos es constitutiva de la Argentina del Siglo XX y la violación de los derechos humanos es constitutiva del Modelo Agro Exportador del Capitalismo, es constitutiva del Modelo de Estado de Bienestar del Capitalismo y hemos dicho mil veces que el Terrorismo de Estado fundó el modelo neoliberal del cual estamos tratando de limpiar hasta sus últimas consecuencias y sus últimos rastros.
Hemos aprendido en este Seminario que no hay acto de violación de los derechos humanos que no tenga al menos una fuerza material, aparato represivo decíamos en los ochenta, un discurso justificador, una operación cultural que genera consensos como decía hace unos minutos Estela Calloni. Porque nosotros también tenemos mitos, y tenemos que superar los mitos, no sólo el mito de la Argentina blanca de capas medias y progresista, sino también el mito de que nos inventamos que todo hecho de violación de los derechos humanos es antipopular y repudiado por el pueblo. Porque todo acto de violación de los derechos humanos no solo tiene un brazo ejecutor sino que tiene una mente que construye un discurso y hoy ese discurso tiene una industria cultural a su servicio, inimaginada por nadie.
Marx en El Capital, dice que la ideología burguesa circula por los pastores evangélicos alemanes. Hernández Arregui decía que la ideología burguesa circulaba por la educación primaria obligatoria. ¿Qué dirían, ellos, de los multimedios, de internet y de lo que conocemos?. Cuanto se puede moldear de la subjetividad y la voluntad de los seres humanos.
Y toda violación de los derechos humanos tiene un instrumento jurídico que genera la ficción de legalidad aunque no tenga nunca legitimidad. Si lo pensamos así, la historia de la lucha por los derechos humanos es al mismo tiempo la historia de la dominación porque como se dijo aquí una y cien veces, nuestro pueblo nunca se rindió. Nunca.
No se rindieron los pueblos originarios, y entre tantas verdades ocultas casi nadie dice que Juan Chalimín -entre los años 1600 a 1634- encabezó la sublevación Calchaquí que enfrentó al Imperio Español que tuvo que traer las reservas de su ejercito desde Lima porque no podían dominarlo y su cabeza está hundida en la Plaza de La Rioja.
Nuestro pueblo no se sometió nunca ni siquiera a los proyectos hegemonistas porteños de Mitre, y casi nadie habla de Andresito Artigas y casi nadie sabe siquiera que la bandera de Felipe Varela decía Unidad Americana; nuestro pueblo, como explicaba el lunes Alfredo Bauer, tampoco se subordinó a la ley 4144 ni a las leyes de seguridad nacional ni a la picana ni a la tortura de la Sección Especial de lucha contra el Comunismo.
Durante todo el siglo XX nuestro pueblo resistió como resisten los pueblos, como supo y como pudo. Muchas veces, derrotando al enemigo para regalar la victoria pero nunca dejó de luchar.
Se resistió como pudo, pero nunca dejó de luchar y es por eso que llegamos aquí, aquí. Nosotros decidimos venir a la Legislatura, porque es la primera vez que la Liga en setenta y cinco años entra aquí para hablar desde un micrófono y no para que nos interroguen en las mazmorras de la Policía o de la Sección Especial. Y si hemos llegado aquí es por la larga lucha de todas y de todos. Y por eso lo decimos una vez más, nosotros somos los primeros en valorar los juicios y la Memoria, porque es la vez primera que los torturadores y asesinos van presos; porque hemos puesto sangre en cada uno de estos juicios.
Yo iba a decir algo cuando empecé y se me cruzó. ¿Porqué me conmueve tanto Fascino? Porque el día que lo condenamos a Facino por el asesinato de Alicia López murió Floreal Avellaneda; no, Floreal murió la noche antes del día que yo tenía que declarar en el Juicio por Alicia. Floreal murió y yo pensé toda la noche si tenía que volver o si tenía que declarar, si me quedaba o volvía al velorio y yo dije Floreal se hubiera quedado a declarar porque eso es lo que nos enseñó el viejo Floreal, eso es lo que aprendimos del Chango, de Julio, de Toto, de nuestra historia. Y me quedé.
Nosotros creemos que para entender la historia de la lucha por los derechos humanos hay que entender la historia de la dominación. Pero no como un ejercicio intelectual que nos agregue conocimiento, porque para entender el modo de luchar por los derechos humanos hoy en la Argentina hay que entender el modo de dominación del capitalismo en la Argentina, por eso.
Porque hay un modo específico en que se ejerce la dominación en el siglo XXI, en el año 2012. Y desde esa perspectiva uno puede salir de la trampa de ser Kirchnerista o anti Kirchnerista y entender que esa fuerza material que llegó a América en los barcos invasores españoles, que se recicló en el Ejercito de Roca que liquidó al Ejército Libertador de San Martín; que creó la Policía Federal y la Sección Especial; que creó a la Bonaerense que es mucho más hija de Etchecolatz que de las reformas de Arslanián. Esa fuerza material sigue existiendo en la Argentina; esa fuerza material tiene un discurso que es el discurso de la mano dura y lamentablemente esa fuerza material y ese discurso cuentan todavía con leyes y con jueces como los que acaban de condenar al compañero Esteche y a seis compañeros del movimiento Quebracho por coacción agravada y por resistencia a la autoridad por enfrentar al asesino intelectual de Fuentealba que está libre, como si fuera inocente, mientras nuestros compañeros en estos días, en esta semana han sido condenados por ser solidarios con la lucha del pueblo neuquino y con la lucha de los docentes.
En la Argentina hay un modo de represión específico de este siglo, de este tiempo, de este mundo. Y cuando Estela decía presten atención a los sicarios, presten atención a los mercenarios, y es que esa es la característica; no hay a quien enjuiciar en la guerra de Libia porque nadie tiene documentos verdaderos, porque actúan con nombre falso como los mercenarios que mataron a Mariano Ferreira, como el que acaba de asesinar en Santiago del Estero al campesino del Mocase. Pero detrás de esos sin nombre está la misma burguesía que montó el golpe de estado de 1976.
Que ya no es más la que mandó algunos de sus representantes a participar en la fundación de la Liga en 1937. No existe más esa burguesía. Esta burguesía es hija de la dictadura y por eso es una burguesía mafiosa, es una burguesía corrupta. Es una burguesía que trafica con las prostitutas, con las niñas y con los niños, con las drogas y con las armas, que financia los robos de la mafia policial.
Por eso nosotros hemos venido a este Seminario a decirles que para nosotros, que hemos puesto sangre de nuestra sangre en los juicios, y la seguiremos poniendo. Que hemos inscripto 14 abogados en el Juicio de la Esma para la querella unificada, que no cobran un peso, porque no tenemos no porque seamos egoístas y porque no pedimos y porque no queremos; pero nosotros hemos decidido. Nosotros queremos que la generación contemporánea conozca de la Liga en tanto la Liga se construya así misma como la que más promueva la lucha contra el gatillo fácil y la violencia institucional. Ayer estuve en el Colegio Nacional Buenos Aires con muchos compañeros del Centro de Estudiantes y les pregunté: ¿hay pena de muerte en la Argentina?, No, me dijeron. Están equivocados. En la Argentina hay pena de muerte y es una ejecución sumaria extrajudicial, y saben que, les dije, los que están predestinados a la pena de muerte, a esta condena extrajudicial son ustedes; los muchachos entre 14 a 17 años. En la Argentina hay tortura en las sedes policiales y en las cárceles. Lo dice el informe de la ONU del 2010, lo dice el informe 2012 de la Comisión Provincial de la Memoria que dice que el 0,02 por ciento de los casos denunciados de tortura llegan a juicios.
Y en la Argentina hay represión. No hemos dicho nunca que la Presidenta mandara a reprimir o a asesinar o a secuestrar a Julio López. Pero en la Argentina hay represión y tenemos que discutir fraternalmente, francamente con nuestros amigos kirchneristas que es un error mezclar el federalismo con la conciliación con el mafioso, fascista del gobernador de Formosa. Que nada tiene que ver la tradición del federalismo en la Argentina con permitir que las policías provinciales sean lo que son. Cuando dijimos en nuestro documento contra la violencia institucional que había que echar de las Policías a todos los que estuvieron vinculados al Terrorismo de Estado, con la trata, la droga, al gatillo fácil. Nos dijeron algunos compañeros que no se puede, pero resulta que esta semana se ha detenido por ser el jefe de la banda del narcotráfico en la provincia de Santa Fe al Jefe de la Policía de la provincia de Santa Fe. ¿Qué prefieren entonces? Esa es la discusión. Hay que discutir entre compañeros porque nadie está de acuerdo con la tortura pero hay que discutir con esta idea falsa del Federalismo que impediría intervenir al gobierno nacional en estos temas. ¿Por qué?
Porqué no va a poder intervenir en Formosa, porque no va a poder intervenir en Santiago del Estero, porque no va a poder intervenir en la provincia de Buenos Aires.
Y la otra idea es la idea de gobernabilidad, que es lo que nos dijo Solá, cuando el movimiento de derechos humanos le llevó las pruebas de que la desaparición de Julio López era obra de la Bonaerense y él dijo: «Entre Julio López y la gobernabilidad me quedo con la gobernabilidad». Y esa idea sigue circulando en el gobierno y en las fuerzas políticas que sostienen al gobierno. Es un error, es una falsa gobernabilidad.
Fíjense todo lo que nos dijeron de cuánto habían cambiado las fuerzas armadas, de que era hora que nos amigáramos, de que era hora de que fuéramos y nos abrazáramos con los marinos y los prefectos y los gendarmes, con los del Ejercito. Y en la primera de cambio esta gente, casi toda la Prefectura, una parte de la Gendarmería y de la Marina y hasta del Ejercito, sin ninguna vergüenza reivindica que ellos no son negros de mierda para ir a las Villas, como los mandan, a convivir con los ladrones. La prefectura la gendarmería y parte de la marina levanta consignas como que «la Fuerza unida jamás será vencida».
Para eso tantos cursos de derechos humanos. Veintinueve años de cursos de derechos humanos y no se convencen que la cultura represora no se cambia con cultura.
Una cultura represora se cambia con política, y esa es la discusión; no quien está contra la derecha o es funcional a la derecha; la discusión es como se derrota a la derecha que anida en las fuerzas con armas. Lo que hay que terminar es con la cultura represora pero no cometer, no reincidir en el error «ingenuo» o no ingenuo, de pensar que la supervivencia de la cultura represora se resuelve con medidas culturales. No. Para terminar con la cultura represora hay que echar de la Bonaerense, de la Santafecina, del Ejercito, la Marina, la Prefectura y la Gendarmería, del Servicio Penitenciario Federal y de todas las agencias de inteligencia y seguridad privada a todos los que hayan estado vinculados al terrorismo de Estado, al Gatillo Fácil, al trafico de armas, drogas y prostitutas, a los que administran las zonas liberadas para las mafias del delito. Si no se hace eso los primeros afectados van a ser los que nos dicen que no hagamos ruido para no afectar la gobernabilidad. Nosotros, con estas propuestas creemos que somos los más serios defensores del gobierno nacional, de la democracia y las instituciones. Porque la democracia no se conquistó con medidas culturales y conciliación con la derecha. Los juicios no se conquistaron con Seminarios ni con consignas realistas, si algo aprendimos del movimiento de derechos humanos es que llegamos hasta aquí porque siempre planteamos lo imposible. Y ese es el camino. Eso es lo que nosotros aprendimos. Nosotros aprendimos que la lucha por los derechos humanos sólo es lucha si es del pueblo. A eso apostamos siempre y a eso apostaremos y para eso queremos la unidad de todo el movimiento de derechos humanos y para eso queremos la unidad del movimiento popular. Y para ello hay que construir una alternativa popular que pueda plantearse el norte hoy utópico que lo que hay que conquistar son todos los derechos para todos.
De todo lo que tenia escrito para leer solo voy a leer un fragmento de un poema, que creo, resume lo que pensamos de nuestra historia, de nuestros setenta y cinco años de vida y de lucha. El poema es de Celaya y dice así
De cuanto fue nos nutrimos,
transformándonos crecemos
y así somos quienes somos
golpe a golpe y muerto a muerto.
¡A la calle! que ya es hora
de pasearnos a cuerpo
y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo.
No reniego de mi origen
pero digo que seremos
mucho más que lo sabido,
los factores de un comienzo.
José Ernesto Schulman es secretario de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre