Las diferencias entre el concepto «indígena» y el concepto «originario» son inciertas, es más, existe una visible confusión al respecto, a pesar de que se han elaborado definiciones para cada uno. El INE ha utilizado los conceptos que hasta ahora rigen el tratamiento conceptual de Pueblo Indígena y Pueblo Originario, que han sido trabajados por […]
Las diferencias entre el concepto «indígena» y el concepto «originario» son inciertas, es más, existe una visible confusión al respecto, a pesar de que se han elaborado definiciones para cada uno. El INE ha utilizado los conceptos que hasta ahora rigen el tratamiento conceptual de Pueblo Indígena y Pueblo Originario, que han sido trabajados por el equipo del área social del Subcomponente «Identificación y Consolidación de Tierras Comunitarias de Origen y Áreas Territoriales Indígenas de Bolivia», del Viceministerio de Asuntos Indígenas y Pueblos Originarios (VAIPO). Siendo esta la definición más utilizada, si no la única, el barullo conceptual es más preocupante en tanto las concepciones de indígena y originario son prácticamente las mismas. La cita textual de ambos conceptos es la siguiente:
Pueblo Originario, aquel conjunto de personas que descienden de poblaciones asentadas con anterioridad a la conquista y que se encuentran dentro de las actuales fronteras del Estado boliviano, poseen historia, idioma, usos y costumbres, formas de organización y otras características culturales comunes con las cuales se identifican sus miembros, reconociéndose como pertenecientes a la misma unidad socio cultural. Asimismo, mantienen vínculos con su espacio de ocupación tradicional bajo una lógica socio-espacial.
Pueblo Indígena es el conjunto de personas que descienden de poblaciones asentadas con anterioridad a la conquista y que se encuentran dentro de las actuales fronteras del Estado boliviano: poseen historia, organización, idioma, usos, costumbres y otras características culturales, con las cuales se identifican sus miembros, reconociéndose como pertenecientes a la misma unidad socio cultural, mantienen sus instituciones sociales, económicas, políticas y culturales, además de vínculos territoriales(1).
Como se puede apreciar, únicamente las dos últimas líneas del párrafo de cada definición son distintas, lo demás dice exactamente lo mismo. Asimismo, las dos últimas líneas no expresan una verdadera diferenciación de los conceptos, son muy generales e imprecisas, y hasta podrían confundirse con la misma cosa. Probablemente el término «ocupación tradicional» utilizado en la primera definición y no en la segunda, sea el ente diferenciador, asumiendo que implique que el Pueblo Originario se vincula con su espacio tradicional (¿a qué se refiere? No queda claro tampoco) y el Pueblo Indígena no.
En todo caso, el esfuerzo por diferenciar lo originario de lo indígena pareciera ser más un esfuerzo de exacerbación de las diferencias, que un reflejo de la realidad misma. Si bien puede que sea necesario este contraste para efectos de saneamiento de tierras, no creemos que lo sea para cuestiones de identificación filosófica-cultural y por lo tanto de identidad. Sería una mentira decir que lo originario y lo indígena se cimientan en visiones filosóficas diferentes, cuando ambas nos proponen una concepción de unidad del ser con la realidad y más específicamente, una unidad del ser humano con la naturaleza, el cosmos y la totalidad.
Algunas personas no están de acuerdo con el término originario, otras no lo están con el término indígena. Particularmente, nosotros simpatizamos más con el de «originario» debido a la siguiente razón. Por que se refiere a cualquier grupo de personas que poblaron un lugar, cualquiera que este sea, antes de la conquista de Occidente. Gracias a esta particularidad, este concepto se constituye en no etnocéntrico pues no se refiere únicamente a los originarios de América, como generalmente se cree. Originarios existieron en todo el mundo, y los recuerdos de la cultura Originaria, es decir, No Occidental, están en todo el mundo, no solamente en América.
En cambio, el término Indígena, se refiere más directamente al sustantivo «Indias», nombre del continente al que creyó llegar Colón en 1492. De allí que a los pobladores de América se les denominó «indios» por una equivocación. En este sentido, este concepto es etnocéntrico, en tanto se refiere únicamente a los pobladores del continente Americano y hace pensar que la filosofía de unidad con la realidad que los llamados indígenas defienden, es patrimonio exclusivo de estas tierras. Lo cual reduce su importancia, haciéndolo parecer como algo regional y folklórico, y no así universal como la filosofía Occidental.
En general no importa que denominativo se utilice, lo que cuenta es cómo se los defina. Por ejemplo, muchas personas se refieren a lo «indígena originario» como una sola cosa que, evidentemente, es diferente a lo Occidental. De Todos modos, es menester tener clara la conceptualización ya que si estos expresan una filosofía dicotómica que posibilita la separación del ser con la realidad y la inmanente separación del ser humano con la naturaleza, convirtiendo a esta última en un recurso explotable para alimentar el continuo desarrollo del capitalismo, entonces serán conceptos de corte Occidental, pues devienen de su filosofía de escisión ser/realidad.
Occidente se sustenta gracias a la diferenciación, es su arma predilecta. No es por nada que el dicho «divide y reinarás» es repetido por doquier. Pero esta frase significa mucho más de lo que parece y, por lo visto, aún caemos en la inocencia de no darnos cuenta de la profunda verdad que nos transmite. La división es el eje de la filosofía Occidental, son la diferenciación, la escisión, la dicotomía, la contradicción, y todos sus sinónimos, las manivelas centrales de la cultura Occidental.
El concepto «indígena», aceptado por la OIT en 1989, no está fuera de este contexto, es más, los conceptos de Pueblo Originario y Pueblo Indígena que les presentamos párrafos arriba, se han edificado en torno a la definición de Pueblo Indígena aprobada por la OIT. En el ámbito internacional, se intentó, en un primer momento, dar uniformidad a las personas olvidando la diferenciación. Cuando se vio que tal cosa no funcionó, se optó por el «reconocimiento del otro» mediante la inclusión del término Pueblos Indígenas en el convenio 169 de la OIT(2). Estas dos fases, la que busca la igualdad y la que acepta la diferencia porque la igualdad no existe, son dos concentrados de la política de Occidente en cuanto al tema cultural y de identidad. En un artículo anterior ya desenvolvimos esta temática(3): la diferencia-semejanza. Occidente busca la igualdad, cuando en realidad tal cosa no existe, no hay dos cosas iguales en la realidad, pero sí hay cosas semejantes. Esto no implica que la diferencia se diluya en la semejanza para desaparecer. La diferencia existe, todos somos diferentes. El hecho que Occidente no ve, o ve y quiere ocultar por fines obvios, es que la diferencia-semejanza son realidades combinadas e intracombinadas, es decir se dan de forma simultánea e inseparable, lo que implica que cada ser es diferente-semejante, al mismo tiempo, a todos los demás seres.
En este sentido, el «reconocimiento del otro», es decir del indígena o del originario, pues el otro es el no occidental, es un juego de palabras muy peligroso porque asume la diferencia como el pilar de la identidad. Esta diferencia permite asumir actitudes jerarquizadoras y subordinadoras, afianzando la re-colonización y re-evangelización -políticas que acompañan la guerra interimperialista entre Estados Unidos, Europa, China, Japón y, además, una serie de sub-imperios en potencia-. El «reconocimiento del otro» se aleja de la concepción de la diferencia-semejanza, por que olvida que en un estrato más profundo del que podemos ver (a nivel de información genética) todos somos semejantes. Occidente ha escondido a la semejanza, detrás de la ilusión de la igualdad, debido a que la semejanza-diferencia abre paso a una re-evolución filosófica, paradigmática, de enfoque y de modo de existencia, que le devuelve a la filosofía Originaria (o Indígena) su estatus de verdad, con s u propia ciencia.
Por este motivo, realizar una escisión más dentro de la cultura No Occidental es un arma muy eficaz para la primacía de la filosofía Occidental. El tiempo, la energía y la identidad que se pierde en el vaivén de las diferencias entre originario e indígena, permite despistar a los movimientos sociales e individuales que pretenden un cambio profundo en las estructuras filosóficas, sociales, culturales, económicas y políticas de este sistema que es cada vez más insostenible para mayor cantidad de personas.
Primero se ha desplegado la idea de que Occidente es una cultura y toda colectividad que no sea Occidental, es una cultura más, generalmente denominada etnia. Esto permite que Occidente se muestre como una gran civilización, frente a miles de culturas pequeñas y diferentes, y desde esta posición se impone como la más grande y como la portadora de la verdad, mientras que las otras miles tienen sus «verdades étnicas» (etnomedicina, etnoturismo, etnohistoria) denominadas «saberes locales», lo que las posiciona en peldaños menores a los de conocimiento (no saber) universal (no local) de Occidente. Todas estas culturas divididas a nivel teórico y práctico por el avance de la modernidad y la ciencia, comparten una misma filosofía, lo que las hace pertenecientes a una misma civilización que se podría denominar Originaria o Indígena (siempre y cuando ninguno de estos términos se remita a un territorio, a una lengua, o a cualquier concepto y realidad etnocéntrica o divisionista).
Así como Occidente es concebido como una civilización que está compuesta por varias sociedades, con varias expresiones culturales (distintos trajes, instrumentos, idiomas, visiones de mundo, etc.), lo Originario o lo Indígena también lo está. Las diferencias culturales entre la cultura Andina y la Amazónica, por ejemplo, son simplemente expresiones diferentes-semejantes de una misma Filosofía de unidad del ser con la realidad, de unidad del ser humano con la naturaleza, el cosmos y la totalidad; finalmente, de una misma civilización. De la misma forma la cultura francesa e inglesa son diferentes-semejantes que comparten la misma filosofía Occidental, por lo que se les concibe como componentes de una única civilización. Lo mismo sucede con las culturas afro y la andina, por nombrar algunas: ambas comparten la filosofía de unidad del ser con la realidad, por lo tanto se las debe asumir como parte de la misma civilización.
Esto demuestra que en el mundo existen dos civilizaciones: la Occidental y la No Occidental, como se la quiera llamar. Una diferencia importante en el plano histórico entre ambas es que Occidente ha trabajado en la homogeneización de sus especificidades culturales, así como también en la aculturización de las colectividades que soportan una visión No Occidental, para fortalecerse. Por su lado, la cultura Originaria o Indígena, se ha separado cada vez más, con ‘ayuda’ de Occidente obviamente.
Más allá de cuales sean las razones por las que la realidad ha tomado este curso, lo importante es considerar que, ante la arremetida de la etapa re-colonizadora y re-evangelizadora que estamos viviendo, con la inmanente intención de acelerar los procesos de etnocidio así como de acentuar las relaciones asimétricas al interior de las sociedad en general (el problema no es únicamente ‘étnico’, la colonización se da en todos los seres humanos(4) y es, por lo tanto, también Occidental), es urgente cuestionar las bases filosóficas que viabilizan la realidad que queremos cambiar.
En este contexto, es una exigencia meditar estas reflexiones a la hora de trabajar la Visión de País que vaya a guiar a la Asamblea Constituyente. La Visión de País implica considerar cómo vamos a construir nuestra Bolivia, desde qué bases fundamentales. Una de ellas es la multiculturalidad, en tanto este país es la materialización de diferentes expresiones culturales de corte Occidental, así como de raíz Originaria o Indígena. A partir de esta visión de cultura, es menester asumir que Bolivia es Bicivilizacional, en consecuencia de que contiene a dos civilizaciones: la Occidental y la Originaria o Indígena, cada una de las cuales acoge múltiples expresiones culturales.
Con este aporte, apuntamos a cambiar otra realidad injusta que ha permitido la pérdida paulatina de nuestra identidad ancestral: la segregación de la triada sociedad/cultura/civilización. Mientras Occidente ha hecho grandes esfuerzos por establecer esta unidad en su interior, también ha realizado incansables bríos por agudizar la separación sociedad/cultura/civilización al interior de la cultura Originaria o Indígena. Gracias al atropellado avance de las ciudades sobre la destrucción de las áreas rurales, se ha logrado dispersar a las sociedades originarias o indígenas de sus territorios obligándolas a migrar a las áreas urbanas. Con esto se ha esparcido a las personas, socavando las estructuras-organizaciones sociales que corresponden a las distintas expresiones culturales originarias o indígenas. Como resultado, tenemos importantes costumbres culturales despojadas de su contenido de sociedad, lo cual debilita a la civilización No Occidental.
Bolivia, como un país multicultural y, además, como un aquel que cobija importantes movimientos sociales portadores de una propuesta de civilización (no de miles de civilizaciones) con un cimiente filosófico importante, se constituye en la semilla de la posibilidad de descolonización, ya que tales movimientos han demostrado tener la fuerza para luchar con las intenciones homogeneizadoras y de aculturización que se orientan a desvirtuar el fuerte contenido de la propuesta Originaria o Indígena. Bolivia, con estas características, está en la posibilidad de desenvolver esta propuesta no etnocéntrica, concentrándose en la unidad de las distintas expresiones culturales en una sola visión filosófica, a modo de poder constituirse como una civilización con múltiples sociedades y culturas que pueden hacer frente a la civilización Occidental, no con la intención de destruirla, sino con el propósito de avalar una propuesta viable que pueda ser asumida por todas aquellas personas que no consideramos que Occidente sea una opción de vida que nos traiga el equilibrio que exigimos.
Finalmente, es crucial aclarar que la visión No Occidental u Indígena Originaria o Indígena o Originaria, no significa de ningún modo, volver al pasado -como algunos suelen pensar-. Implica, por el contrario, fortalecer una nueva propuesta Ontológica, Gnoseológica y Epistemológica que se desenvuelva en las condiciones de vida actuales, en complementación con la propuesta de Occidente. Pero este es un tema complejo a ser tratado en otro momento y en otro artículo.
(1)Características Sociodemográficas de la Población Indígena, INE 3ra ed., La Paz, 2006:21.
(2)Ibíd..
(3)La Asamblea Constituyente ¿Un espacio para la descolonización? Publicado en Rebelion, 2 de diciembre del 2006.
(4)Ibid.